He seguido horrorizado el relato de los acontecimientos ocurridos ayer en el campus de la Universidad de Garissa, al noreste de Kenya. Ciento cincuenta personas –incluidos los guardias que protegían el campus– fueron asesinadas, y otras 80 resultaron heridas en este ataque de extremistas de al-Shabaab que, según se indica, explícitamente eligieron a estudiantes cristianos como víctimas, en razón de su religión.

Esta atrocidad fue perpetrada al iniciarse el periodo más sagrado del calendario cristiano occidental, si bien desconozco si la fecha fue un factor determinante en los planes de los asaltantes. Lamento profundamente la pérdida de tantos jóvenes, luminosa esperanza del porvenir de Kenya. Transmito mis condolencias a las familias de los fallecidos, a la vez que elevo mis plegarias por la recuperación de los heridos y ofrezco mi solidaridad y acompañamiento a las hermanas y los hermanos de nuestras iglesias miembros de Kenya. Hago un llamamiento a las autoridades kenianas y a la comunidad internacional a asegurar la exigencia de responsabilidades penales a quienes maquinaron este acto inadmisible, y a atajar futuros ataques, en especial aquellos que pretenden provocar enfrentamientos y conflictos entre religiones.

El mensaje pascual es claro: en última instancia, la muerte y el mal no vencen ni vencerán. Cuando millones de cristianos de todo el mundo hoy se unen para recordar el sufrimiento y la muerte de Jesucristo en la cruz, este año también recordamos la vida brutalmente apagada de tantas mujeres y hombres jóvenes de Kenya, plenos de promesa y esperanza.

Dios de vida, guíanos hacia la justicia y la paz.

Rev. Dr. Olav Fykse Tveit
Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias