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Permanezca el amor fraternal (Heb 13:1)

1. Amor fraternal

“Permanezca el amor fraternal”. El tema de nuestra reunión está relacionado con el corazón espiritual del Foro Cristiano Mundial. El amor fraternal ha sido la motivación, la actitud compartida y la práctica de aquellos que han participado en el FCM. El respeto y el reconocimiento mutuo como hermanos y hermanas en Cristo ha sido la base de nuestra unidad y nos ha sostenido en nuestro camino, que tiene tanto su origen como su meta en el amor del Dios Trino. El amor fraternal se deriva del hecho de que todos estamos creados a imagen de Dios; estamos llamados y hemos sido enviados por Jesucristo, y el Espíritu Santo nos ha empoderado para participar en la misión de Dios.

“Permanezca el amor fraternal”. El tema nos acompañará cuando regresemos a nuestras comunidades y lugares de trabajo como discípulos de Cristo. El amor fraternal debe reflejarse en nuestro comportamiento y nuestras actitudes conforme avanzamos en nuestro camino juntos en diferentes direcciones.

Hebreos 13 relaciona estrechamente el amor fraternal y sororal (en griego, philadelphia) con la hospitalidad y el amor al extranjero (en griego, philoxenia): "No se olviden de la hospitalidad porque por esta algunos hospedaron ángeles sin saberlo". (Heb 13:2). El amor fraternal no se puede reservar solo para nuestra comunidad, nuestro país o nuestra tradición religiosa. Surge a partir del amor de Dios por el mundo como los ríos de la vida en la hermosa imagen de la nueva Creación en la revelación al apóstol Juan (libro del Apocalipsis). Así pues, el vínculo del amor que nos une como discípulos de Cristo en un solo cuerpo tiene su horizonte en la unidad de la familia humana y de la Creación de Dios.

Jesús dice en el capítulo 17 del Evangelio de San Juan: "[...] así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me has enviado y que los has amado como también a mí me has amado". Traicionamos el amor de Dios y el don de la unidad en Cristo si continuamos dando testimonio y actuando por separado en lugar de caminar, orar y trabajar como peregrinos juntos. Traicionamos el amor de Dios y el don de la unidad en Cristo si nuestro testimonio y nuestra misión permanecen impasibles ante el sufrimiento de los pobres y marginados que nos rodean, y hacen oídos sordos ante los gemidos silenciosos de la Creación.

A continuación, voy a presentar esta alabanza del amor fraternal a partir de tres dimensiones:

  • recordemos los primeros pasos para crear el Foro Cristiano Mundial y la visión que lo convirtió en una realidad.
  • recordemos que nuestra unidad en Cristo significa participar en la misión de Dios para reconciliar y sanar al mundo;
  • miremos a nuestro alrededor y recordémonos la importancia del testimonio común de los cristianos para la reconciliación y la paz aquí, en Colombia.

 

2. El vigésimo aniversario de los primeros pasos para la creación del Foro Cristiano Mundial

2018 es un año de aniversarios para el Consejo Mundial de Iglesias. Celebra el 70 aniversario de la creación del CMI en Ámsterdam. Conmemora también el 50 aniversario de la Asamblea de 1968 en Upsala. Esta asamblea respondió especialmente al llamado de las iglesias miembros del CMI del Sur global para abordar más activamente las cuestiones de la pobreza, la marginación, el racismo y otras formas de violencia. Adoptar una postura en el contexto las divisiones y conflictos de este mundo fue costoso para la comunidad de iglesias del CMI, y el CMI fue severamente criticado. No obstante, al mismo tiempo, la comunidad alcanzó, unida, un compromiso más auténtico con la justicia, la reconciliación y la paz. Recordamos también el Decenio Ecuménico de las Iglesias en Solidaridad con las Mujeres, que fue iniciado hace 35 años en la Asamblea de 1983 de Vancouver y culminó hace 20 años en la Asamblea de 1998 de Harare. A las iglesias se les planteó el desafío de demostrar lo que significa ser comunidades justas e incluyentes de mujeres y de hombres.

Fue también en agosto de 1998, antes de la Asamblea de Harare, cuando un grupo de 28 visionarios y personas comprometidas se reunieron en el Instituto Ecuménico, en el Château de Bossey, cerca de Ginebra, para desarrollar una propuesta para un “foro de iglesias cristianas y de organizaciones ecuménicas”. Representaban al CMI, las comuniones cristianas mundiales, las organizaciones ecuménicas regionales, los consejos nacionales de iglesias, las organizaciones ecuménicas internacionales y las iglesias que no estaban asociadas a las estructuras ecuménicas, de tradiciones evangélicas, pentecostales y carismáticas. Reconocieron que la comunidad de Cristo trasciende a los miembros de una comunidad de iglesias como el CMI, y adoptaron medidas para crear un nuevo espacio de encuentro y de diálogo. La intención era ampliar el círculo más allá de las estructuras existentes, pero no crear un nuevo movimiento. La base constitucional del CMI era convertirse en la plataforma común para la participación en el foro que estaban desarrollando. Afirmaron lo siguiente: "La participación estará basada en la confesión del señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y en el propósito de responder juntos al llamado común para gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Presentaron su visión bajo en forma de metas y objetivos. Afirmaron:

El foro propuesto es posible gracias a la unidad que ya se nos ha dado en Cristo. Es necesario por nuestra fe común en un Dios de reconciliación cuya iglesia sabe que se le ha encomendado ser el pueblo reconciliador y reconciliado de Dios.

[…]El foro no hablará en nombre de los organismos que participen, sino que proporcionará una manera de que puedan tener nuevas ideas, nuevos sueños y nuevas visiones, superando las limitaciones de los marcos existentes.

Con el propósito de estar abierto al carisma que el Espíritu da al pueblo de Cristo, el estilo del foro será abierto, expectante y estará basado en las mínimas normas y estructuras. Una condición para la participación <no membresía>, por lo tanto, será la disposición para aceptar a otros participantes como asociados auténticos en el diálogo, cuyo objetivo es reforzar la obediencia de todos hacia Cristo.

Las reuniones ocasionales del foro proporcionarán oportunidades para la adoración, la exploración de temas de interés común para los cristianos y preocupaciones compartidas, y el desarrollo de una mejor comprensión mutua. No se conciben como eventos de toma de decisiones, de lanzamiento de programas o de elaboración de documentos. Sin embargo, puede ser que conduzcan a nuevas formas de cooperación.

Menciono esta propuesta porque ya incluye todos los elementos que se describieron más tarde, con un mayor énfasis en la misión, en la propuesta de declaración del FCM que fue compartida de manera provisional con la Asamblea del CMI celebrada en 2006 en Porto Alegre, y apoyada por la primera reunión mundial del FCM que tuvo lugar en Limuru (Kenia) en 2007.

La historia del FCM es una historia notable de éxito sobre cómo generar confianza entre los participantes y abrir camino a nuevas formas de cooperación. Esto se hizo visible para los interlocutores mundiales en los saludos compartidos con los delegados de la Asamblea del CMI de 2013 en Busan. Nunca antes se había contado con la presencia de una gama tan amplia de líderes cristianos en un evento de estas características. El impacto del FCM ha quedado plasmado en la considerable mejora de las relaciones y cooperación entre asociados que antes tenían poca relación entre sí o una relación tensa. La necesidad de abordar nuestros desafíos comunes y nuestro llamado común al testimonio y el servicio se ha afirmado de manera encarecida. Uno de los resultados más emocionantes de la participación ampliada por el FCM es el documento sobre “El testimonio cristiano en un mundo plurirreligioso”, que fue presentado conjuntamente al público por la dirección de la Iglesia Católica Romana, del CMI y de la Alianza Evangélica Mundial.

Juntos en el camino, nos encontramos también con ciertos desafíos, particularmente en la comprensión de las tareas de este foro, y los límites de esas tareas. Los representantes del Pontificio Consejo para Promover la Unidad de los Cristianos (PCPCU), la Alianza Evangélica Mundial (AEM), la Fraternidad Mundial Pentecostal (WPF) y el CMI se reunieron el año pasado en Bossey para examinar nuestro viaje juntos en las dos últimas décadas. Afirmaron el carácter del FCM como un espacio compartido, como un foro que reúne a las personas para construir relaciones, abordar las cuestiones de interés común y que les preocupan, y fomentar unas mejores relaciones entre los asociados que participan. Sería totalmente engañoso considerarlo como una organización o grupo con el mandato de propugnar un ecumenismo alternativo o hacer declaraciones en nombre de los asociados.

Confío en que aquí, en Bogotá, volveremos a experimentar este excelente recurso que es el FCM para generar confianza, renovar el compromiso con la cooperación, y experimentar el vínculo de amor fraternal en Cristo por la presencia del Espíritu Santo.

 

3. Ser uno en Cristo, llamados al testimonio y al servicio comunes

Al ser uno en Cristo, estamos llamados al testimonio y al servicio comunes. Quisiera recordar la experiencia de los pioneros del movimiento ecuménico.

“Permanezca el amor fraternal” (Heb 13:1) es equivalente a Romanos 15:7: “recíbanse unos a otros como Cristo los recibió para la gloria de Dios". Esos cristianos que comenzaron a llamar las iglesias a la unidad en la fe que una vez fue entregada a los apóstoles y los santos (Judas 3) hace más de un siglo vivieron una experiencia espiritual de gran valor cuando se reunieron. Comprendieron que, a pesar de las divisiones de la iglesia en el pasado, se habían encontrado en una verdadera, aunque imperfecta, comunión en y por el Espíritu de Dios, que es dador de vida y comunión (koinonía). Redescubrieron de una nueva forma que Cristo no está dividido (1 Corintios 1:13); y, puesto que Cristo no está dividido, solo puede haber un único Cuerpo de Cristo, una iglesia santa, católica, y apostólica. No dos. Ni muchas.

Comenzaron a avanzar juntos, dispuestos a compartir su propia experiencia de la comunión en el amor de Cristo en medio de las divisiones. Siguieron su visión, haciendo visible el don que experimentaron atravesando las fronteras denominacionales y llamando a los cristianos y a sus comunidades al arrepentimiento de las divisiones persistentes entre ellas. Este fue el principio del movimiento ecuménico.

Habrían podido conformarse con la experiencia del amor fraternal entre ellos en el ámbito personal e individual, pero fueron más allá. El amor de Cristo les condujo a (2 Corintios 5:14) que llamaran a las iglesias a superar el aislamiento y a comenzar a encontrarse las unas con las otras en el diálogo y en la intercesión, la responsabilidad y el apoyo mutuos como expresiones del amor fraternal.

Con este propósito, comenzaron a avanzar y a hacer realidad su llamado común. Se convirtieron en peregrinos de la justicia y de la paz en el mundo. Cristo oró por la unidad de sus discípulos, no solo por su propio bien, sino por el bien del mundo (Juan 17:21). Según las Escrituras, Cristo, en su reino, conducirá a un mundo dividido y quebrantado a la paz justa. Si la cabeza del Cuerpo único también es el primogénito de toda la Creación (Colosenses 1:15); si él es el que llevará a la Creación a su plenitud (Ef 1:10), de ello se desprende que la búsqueda de la unidad de la iglesia es inseparable de la lucha contra las fuerzas sistémicas que causan pobreza, racismo, sexismo y marginación.

Estas han sido algunas de las convicciones teológicas básicas que llevaron hace 70 años a la creación de la comunidad de iglesias que es el CMI. En paralelo, sin embargo, el cristianismo mundial estaba creciendo y cambiando, especialmente en el Sur global. Surgieron nuevas expresiones de la fe cristiana, y se crearon nuevas iglesias y comuniones que no compartían esta misma experiencia y convicciones. En el proceso que llevó a la creación del FCM, se nos recuerda que la comunidad de Cristo existe más allá de aquellos comprometidos con la comunidad de iglesias del CMI.

Teniendo presente todo esto, somos conscientes de que el llamado del FCM es celebrar la bendición de esta reunidos en Cristo por el Espíritu de tal manera que nos abracemos los unos a los otros, y a las iglesias y comunidades a las que pertenecemos, independientemente de nuestros puntos de vista sobre las iglesias de los demás y sobre la unidad visible de la iglesia. Apreciamos el regalo del amor fraternal; rechazamos el proselitismo; nos abstenemos de condenarnos los unos a los otros, y estamos abiertos a apoyarnos y exhortarnos mutuamente, porque no somos de nosotros mismos: pertenecemos a Cristo y, al pertenecer a Cristo, nos pertenecemos los unos a los otros. El llamado del FCM ayuda a los cristianos de tradiciones culturales y confesionales muy diferentes a discernir la urgencia de manifestar la unidad en Cristo y la unidad fundamental de la humanidad en un mundo en el que cada vez se erigen más muros de separación.

 

4. Oración y labor para la reconciliación y la paz en Colombia

Si el amor fraternal es el corazón espiritual del FCM, ser uno en Cristo y estar llamados al testimonio y al servicio comunes en el mundo son las convicciones que compartimos. Puesto que nos reunimos en Bogotá, quisiera explorar lo que significa esto en términos prácticos en el contexto de Colombia.

Esperamos y rogamos que el proceso de paz en Colombia continúe y conduzca a la paz justa para las personas de este país que han sufrido la guerra y la violencia durante más de 60 años. Colombia es un país prioritario para la labor del CMI en América Latina. Estamos trabajando estrechamente con nuestra iglesia miembro, la Iglesia Presbiteriana de Colombia (PCC), y con nuestros asociados locales: Justapaz, de la Iglesia Menonita, y la plataforma ecuménica DiPAZ, Diálogo intereclesiástico para la paz.

Recientemente, organizamos junto con ellos cuatro visitas de un equipo, en el marco de la peregrinación del CMI, a diferentes regiones del país para escuchar las experiencias de la situación actual que compartieron las personas, las comunidades, los líderes eclesiásticos y los representantes del gobierno. Las visitas han demostrado que estamos ante un momento crucial en el proceso de paz en Colombia. También organizamos reuniones de nuestro Grupo de referencia de la peregrinación de justicia y paz en Bogotá, y de la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales del CMI en Cartagena, con la presencia de presidente colombiano, Excmo. Juan Manuel Santos.

Aunque el acuerdo de paz ha sido firmado por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) tras seis años de negociaciones en Cuba, las negociaciones con el ELN (Ejército de Liberación Nacional) todavía están en proceso, y no se ha abordado a otros grupos más pequeños de la guerrilla directamente. Además, las responsabilidades de los grupos paramilitares no se han respetado adecuadamente. Los distintos informes han demostrado que la violencia sigue siendo frecuente en muchas áreas, y se producen asesinatos de los líderes de las comunidades. Las personas desplazadas que desean volver a sus tierras son víctimas de ataques y amenazas. En el contexto actual posterior al acuerdo de paz en Colombia, se ha establecido una Comisión de la Verdad de naturaleza única, con el objetivo de examinar las causas fundamentales de estas complejas situaciones de violencia. Sin embargo, otros puntos del acuerdo de la paz se han aplicado solamente parcialmente, y el gobierno no cumple con todas sus promesas.

Es necesario mostrar solidaridad y dar esperanza a aquellos que siguen sufriendo. La Iglesia Presbiteriana y la iglesia Menonita apoyan el proceso de paz, porque muchos de sus miembros y congregaciones han sufrido en esta situación, especialmente aquellos de las zonas rurales y aquellos que viven en comunidades enteras que fueron víctimas de la guerra. En estas comunidades, las personas fueron perseguidas y desplazadas. Las familias y los pastores se ven sobrepasados por este conflicto a manos de distintos actores. La guerra prosiguió sin diferenciar entre la población civil y los grupos armados. Estas comunidades anhelan la paz y el cumplimiento de la profecía de Miqueas: "Él juzgará entre muchos pueblos y arbitrará entre naciones poderosas, hasta las más distantes. Y convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra. Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera. Y no habrá quien los amedrente, porque la boca del Señor de los Ejércitos ha hablado". (Miq 4:3 - 4). Este es el desafío de Miqueas hoy en Colombia.

Estamos profundamente agradecidos a DiPaz, que incluye muchas iglesias y organizaciones religiosas distintas en Colombia, entre ellas el responsable ecuménico de la Conferencia Católica de Obispos de Colombia y del Servicio pastoral de las Asambleas de Dios. DiPaz tiene también miembros internacionales como el CMI, ACT Alianza, y otras iglesias miembros y asociados del CMI. Esta amplia cooperación ecuménica es un signo muy alentador. No obstante, también tenemos que reconocer que, entre las iglesias, también hay muchas voces que rechazaron el acuerdo de paz.

A pesar de los esfuerzos de DiPaz, una parte de la población mira con desconfianza a las iglesias que no están reconciliadas entre sí y, en ocasiones, se ponen una en contra de la otra. No podemos conformarnos con un ecumenismo cortés o unas relaciones interpersonales agradables en detrimento de abordar aquellas cuestiones que no permiten que nuestro testimonio sea relevante. Nuestro ministerio es el ministerio de la reconciliación. “Permanezca el amor fraternal” también cuando abordamos las cuestiones que nos siguen separando, para que nos acerquemos cada vez más los unos a los otros, porque nos acercamos cada vez más a Cristo entre nosotros.

En su segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículos 17-21, el apóstol Pablo nos recuerda:

“Tan si cualquier persona está en Cristo, hay una nueva creación; todo viejo ha pasado lejos; ¡vea, todo ha llegado a ser nuevo! "Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación: que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!" Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él”. (2 Corintios 5:17 - 21).

Demos gracias al Señor. Amén.