Consejo Mundial de Iglesias
COMITÉ EJECUTIVO
Uppsala (Suecia, 2 a 8 de noviembre de 2018)
Doc. No. 03.1

 

Declaración sobre las personas en movimiento: migrantes y refugiados

Porque tenía hambre y tú me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me recibiste. (Mateo 25:35)

Tal y como se señaló en la Conferencia Mundial sobre Xenofobia, Racismo y Nacionalismo Populista en el Contexto de la Migración Mundial, organizada conjuntamente por el CMI y la Iglesia Católica Romana (Roma, 18 a 20 de septiembre de 2018), la migración –el movimiento de las personas– es un rasgo inherente de la condición humana. Forma parte de toda la historia de la humanidad, pasada, presente y futura, y de todo el relato bíblico.

Hoy en día, se estima que hay en el mundo 258 millones de personas migrantes, es decir, que viven fuera de su país de nacimiento. Las personas se mudan por muchas razones diferentes, por trabajo, estudios, matrimonio, o para buscar una vida mejor para sí mismas y sus familias; y hacen valiosas contribuciones tanto a sus países de acogida como a sus países de origen. Pero algunas personas se ven obligadas a huir del conflicto, la violencia y la opresión. Del total estimado de 68,5 millones de personas que actualmente están desplazadas por la fuerza de sus hogares, aproximadamente 25,4 millones son refugiados, es decir, que han huido más allá de sus fronteras nacionales. No obstante, la mayoría de los desplazados forzosos permanecen dentro de las fronteras de su propio país, y de entre los que cruzan una frontera internacional, aproximadamente el 85% permanece dentro de su región.

En varios de los países más ricos, la migración se ha convertido en objeto de acaloradas controversias políticas en los últimos años, a pesar de que la gran mayoría de los migrantes, y especialmente los refugiados, han sido acogidos en los países y regiones del Sur Global. Los políticos y los partidos de varios países del Norte Global han ganado apoyo explotando el miedo de la gente al efecto de los migrantes y refugiados en sus sociedades, economías e identidades culturales.

Justo en estos días, somos testigos de las amenazas de despliegue de fuerzas militares para evitar la entrada a los Estados Unidos de América de personas que huyen de la violencia y la pobreza de América Central.

La respuesta de la comunidad internacional, tanto a los recientes grandes desplazamientos de población como a las reacciones de los países de destino, fue expresada en la Declaración de Nueva York sobre Refugiados y Migrantes de 2016, y se está formulando con mayor detalle en dos Pactos Mundiales –uno sobre los refugiados y otro para la migración segura, ordenada y regular– que se presentarán a la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2018.

Muchas iglesias en los países receptores han hecho grandes esfuerzos para acoger y apoyar a los refugiados y migrantes, y para contrarrestar la atmósfera de miedo, exclusión, racismo y xenofobia cada vez más frecuente en muchos de los países de destino más ricos.

El Consejo Mundial de Iglesias también ha desplegado importantes esfuerzos para abordar esta cuestión a nivel internacional, hace poco, concretamente, convocando, junto con la Iglesia Católica Romana, la Conferencia Mundial sobre Xenofobia, Racismo y Nacionalismo Populista en el Contexto de la Migración Mundial (Roma, 18 a 20 de septiembre de 2018), seguido de cerca por el Foro Mundial para la Acción Religiosa por la Infancia en Movimiento (Roma, 16 a 19 de octubre de 2018), para el que el CMI se asoció con World Vision International y otras importantes organizaciones religiosas.

Esta reunión del Comité Ejecutivo del CMI tiene lugar en Uppsala (Suecia), un país que, como Alemania, se ha convertido en un destino importante para los refugiados y migrantes, y que ha ofrecido refugio a muchas personas en movimiento, a pesar de que muchos otros países europeos se niegan a repartir equitativamente la responsabilidad de recibir y gestionar el flujo de recién llegados. La Iglesia de Suecia, uno de los organizadores de esta reunión, ha asumido un importante papel de liderazgo en el contexto sueco, ofreciendo apoyo y cobijo a los migrantes y refugiados, y defendiendo los derechos humanos de las personas en movimiento.

El Comité Ejecutivo del CMI, reunido en Uppsala (Suecia), del 2 al 8 de noviembre de 2018:

Elogia y afirma el ejemplo dado a sus sociedades y gobiernos por las múltiples iglesias que buscan ser verdaderos servidores de Cristo acogiendo al extraño, a los refugiados y a los migrantes, especialmente en contextos en que los refugiados y los migrantes están cada vez más estigmatizados, discriminados, criminalizados, marginados y completamente excluidos.

Reconoce que muchas personas en los países que reciben una cantidad significativa de migrantes y refugiados están realmente preocupadas y temerosas de las repercusiones en sus sociedades, economías e identidades religiosas y culturales, y que los gobiernos nacionales tienen la legítima responsabilidad de controlar sus fronteras, garantizar la seguridad y promover la estabilidad y la prosperidad de sus ciudadanos.

No obstante, insiste en el principio fundamental de que todos los refugiados y migrantes, sean regulares o irregulares, son todos seres humanos creados a imagen de Dios, hijos de Dios, hermanas y hermanos, con igual dignidad humana y derechos, independientemente de su condición de migrantes. Dar prioridad a las fronteras nacionales y al Estado Nación por encima del reconocimiento de la imagen de Dios en cada refugiado y migrante es una forma de idolatría.

Apoya los resultados de la Conferencia Mundial sobre Xenofobia, Racismo y Nacionalismo Populista en el Contexto de la Migración Mundial, organizada conjuntamente por la Iglesia Católica Romana y el CMI, y los recomienda a todas las iglesias miembros y asociados ecuménicos.

Refrenda la declaración de la conferencia de que “ negarse a acoger y a ayudar a los necesitados va en contra del ejemplo de Jesucristo y de su llamado” . Dios se identifica con los migrantes y los refugiados a través de la vida de Cristo y nos llama a atender a las personas en movimiento que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, huyendo del conflicto, la violencia, la persecución, el hambre y las dificultades económicas.

Reitera firmemente su apoyo a la institución del asilo, al principio de no devolución y a la Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados de 1951, como instrumentos esenciales para la protección de las personas que se ven obligadas a huir de sus hogares debido a conflictos, violencia y persecución; y reafirma además el derecho de los refugiados a regresar a sus lugares de origen una vez restablecidas las condiciones que les permitan hacerlo con seguridad y dignidad.

Hace un llamado al respeto, la protección y el cumplimiento de los derechos humanos de todas las personas en movimiento, independientemente de su condición.

Recordando los Compromisos de las iglesias con la niñez del CMI, expresa su especial preocupación por la situación de los niños en movimiento, y en ese sentido, acoge con satisfacción el Plan de Acción Religiosa para la Infancia en Movimiento, publicado en el Foro Mundial celebrado en Roma, del 16 al 19 de octubre de 2018, en el que el CMI cooperó con varias de las principales organizaciones religiosas internacionales.

Reafirma rotundamente la Convención sobre los Derechos del Niño, el tratado internacional más ampliamente ratificado, así como el principio de actuar en el mejor interés del niño.

Aborrece la práctica de separar familias y detener a niños, simplemente porque están en movimiento, como una práctica indefectiblemente incompatible con los mejores intereses del niño, y condena todas esas prácticas.

Hace un llamado a todos los miembros de la comunidad internacional para que se unan en la adopción de los Pactos Mundiales sobre los refugiados y para la migración segura, ordenada y regular, que mejorarán –y no debilitarán– la protección de las personas en movimiento. Hacemos, concretamente, un llamado a la acción:

- Por unas vías seguras, regulares y accesibles y por oportunidades para la movilidad humana de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos.

- Para hacer frente a los discursos xenófobos y racistas que buscan excluir, estigmatizar y criminalizar a los migrantes y refugiados.

- Para la inclusión y la integración de los migrantes y los refugiados en los países de acogida, y contra la discriminación.

- Por un reparto equitativo de la responsabilidad de los refugiados.

- Para eliminar los factores impulsores del desplazamiento forzoso y hacer que la migración sea una cuestión de elección, no de necesidad.

Insta a las iglesias y a los cristianos a combinar el análisis de los Pactos Mundiales y de otras declaraciones y compromisos afines, con:

- ampliar sus conocimientos sobre la situación de los migrantes y refugiados en sus propias localidades y países, y vincular la prestación directa de apoyo y las actividades de sensibilización en sus respectivos ámbitos de influencia con la participación activa y el acompañamiento de los migrantes y refugiados de su entorno;

- alentar a las comunidades receptoras a ir más allá de recibir y acoger a los migrantes y refugiados, para contribuir a su inclusión;

- promover una mayor cohesión social, que incluya no solo a los migrantes y refugiados, sino también a otras comunidades minoritarias y grupos vulnerables, a fin de crear un clima de apertura y un espíritu solidario más amplio en la sociedad.

Pide una mayor solidaridad ecuménica e internacional con los niños, las mujeres y los hombres en movimiento, y ora para que reciban un trato cordial y compasivo en los países y comunidades donde sus viajes los lleven.