Declaración sobre los ataques y la persecución

de comunidades cristianas en Asia

Cada uno se sentará bajo su vid y a la sombra de su higuera,

y no habrá nadie que pueda amedrentarlos.

Esto lo ha declarado la boca del Señor de los ejércitos.

Podrán todos los pueblos andar en el nombre de su dios,

pero nosotros ahora y siempre andaremos

en el nombre del Señor nuestro Dios.

Miqueas 4:4-5 (RVC)

 

A lo largo de la historia, las comunidades religiosas que viven en contextos donde predominan otras religiones han sido uno de los grupos más vulnerables de la sociedad. Hoy en día, en muchas partes del mundo, los cristianos que se encuentran en tales contextos son una de las comunidades más perseguidas. Este año, con el enfoque en Asia de la Peregrinación de justicia y paz, observamos los desafíos que encaran las comunidades cristianas en varios países y territorios de la región. Asimismo, lamentamos que las comunidades religiosas sufran una grave discriminación y violentos ataques en otros contextos y regiones, y denunciamos en particular, los horrendos ataques recientes en las comunidades musulmanas de Aotearoa Nueva Zelandia y en la sinagoga Árbol de la Vida de Pittsburgh, Estados Unidos.

 

En algunos contextos, las comunidades cristianas son injusta o erróneamente asociadas a la historia colonial de su país y no se les reconoce como autóctonas del país dónde siempre vivieron. A menudo son chivos expiatorios en el contexto del trasfondo geopolítico y religioso que prevalece, así como en narrativas de represalia, y tanto su dignidad como sus libertades son violadas, en muchos casos impunemente. Y cada vez más son blanco de ataques de una violencia brutal.

 

La violencia se da en un contexto de marginación sistemática, desigualdad de los derechos de ciudadanía y del hecho de estar sometidos a leyes discriminatorias, incluidas leyes blasfemas.

Dichas leyes suelen aplicarse sin el debido proceso ni la debida imparcialidad y bajo la amenaza de violencia a las autoridades civiles, judiciales y policiales competentes, llegando a culminar en violencia colectiva. En muchos contextos, la vulnerabilidad de las comunidades cristianas se ve acentuada por su situación socioeconómica, raza, identidad étnica y/o de casta, así como la falta de acceso a la tierra, los recursos y la educación. Las mujeres son particularmente vulnerables, al estar expuestas a la violencia física y sexual, la violación, el secuestro, el matrimonio forzado y, en casos de conversión, también a la humillación, el rechazo, el divorcio forzado y la negación de la custodia de los hijos.

En las visitas del equipo de peregrinación (PTV por su sigla en inglés) realizadas este año en la región asiática se constataron esas tendencias y circunstancias en la situación actual de comunidades cristianas de Pakistán, Indonesia, India y Myanmar.

 

La masacre de 253 personas y la mutilación de otros centenares cuando terroristas suicidas atacaron iglesias y hoteles en Colombo, Negombo y Batticaloa, Sri Lanka, 21 de abril de 2019, domingo de Pascua, fue una expresión espeluznante de las amenazas extremistas que afrontan las comunidades cristianas y todos aquellos a quienes se consideran “extranjeros” o “diferentes”. Se prevé hacer una PTV a Sri Lanka en el correr de este año.

 

El Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias, reunido del 22 al 28 de mayo en Bossey, Suiza, insta a:

  • Todos los gobiernos de Asia y el resto del mundo a asegurar la igualdad del estatuto y los derechos de ciudadanía para todos sus ciudadanos, independientemente de la religión, la etnia o cualquier otra identidad, y a garantizar el libre acceso de las comunidades religiosas a sus sitios y lugares sagrados de culto.
  • La mayoría de las comunidades religiosas, a ser sensibles a las vulnerabilidades particulares y perseguir de forma proactiva, el bienestar de las minorías religiosas. Extendemos también este llamado a los cristianos de aquellas sociedades en las que son mayoría, a dar el ejemplo, reflejar el amor de Jesucristo, amar incondicionalmente al otro, al diferente y a las minorías de su entorno.
  • Los líderes religiosos a promover la paz y la armonía en las distintas comunidades religiosas y entre ellas a fin de trabajar para vencer la discriminación y la violencia perpetrada contra la religión “distinta”, rechazar el uso de la religión para incitar al odio, la violencia, el extremismo y el fanatismo ciego, y abstenerse de usar el nombre de Dios para justificar actos de asesinato, terrorismo, exilio, exclusión y opresión.
  • Las comunidades religiosas a alentar la comunicación y la cooperación entre religiones a nivel de base, no solo a nivel de liderazgo, y a educar para la paz en contextos de pluralismo religioso.
  • Los Estados a reconsiderar las leyes blasfemas y la forma en que se implementan para que no contradigan las obligaciones internacionales en lo que respecta a los derechos humanos, en particular, los derechos a la libertad de religión y libertad de expresión.
  • Al CMI a garantizar que la PTV prevista en Sri Lanka tenga lugar en un momento y una forma que permitan que la solidaridad y el apoyo del movimiento ecuménico sean visibles y tangibles para las iglesias del país tras los terribles ataques recientes.

 

En concordancia con las palabras del profeta Miqueas, que todos puedan prosperar en su propia tierra, libres de temor. ¡Que podamos trabajar juntos, siguiendo la voluntad de Dios, para restaurar la justicia y la paz en el mundo!