¿Me amas?

Sermón en Marble Collegiate Church (Nueva York), domingo 22 de septiembre de 2019

Lectura del evangelio: Juan 21: 15-18

 

Rev. Dr. Olav Fykse Tveit

Secretario General

Consejo Mundial de Iglesias


“¿Me amas?”

Es una pregunta difícil de responder, y quizá una de las preguntas más difíciles que podemos hacernos unos a otros. La pregunta en sí misma contiene la duda de que así sea, y tal vez incluso razones para creer que no es así. Una relación en la que se plantee esta pregunta tal vez sea una relación rota. Sin embargo, la pregunta también revela la esperanza de que el amor puede ser afirmado, e incluso manifestarse de manera que ya no haya que volver a realizar esa pregunta.

El contexto en el que se encuadra en nuestra lectura del evangelio es el de una catástrofe. Había sucedido lo peor que podía ocurrir. Las palabras de Jesús sobre la verdad y el amor, la justicia para los pobres y la esperanza para el futuro habían creado una nueva realidad y nuevas relaciones. Sin embargo, su mensaje también había provocado oposición, sobre todo por parte de los poderosos. Había dado lugar a conspiraciones, juegos de poder, politización de la religión, ignorancia deliberada y violación de las responsabilidades y principios morales y jurídicos. Ir en contra de este mensaje y tratar de retener el poder llevó a sus enemigos a infligir violencia, crueldad y tortura a una persona inocente, y llevarla hasta la muerte.

Incluso los amigos de Jesús, sus amigos más cercanos, habían roto sus relaciones traicionándole y negándole: “¡No conozco a este hombre!” Más significativo aún es el hecho de que, la siguiente vez que Jesús se encontró con ellos, ya como el Cristo resucitado, ofreció a sus discípulos la oportunidad de compartir su nueva vida: “¡Venid y comed!” Aquel a quien habían traicionado y dejado solo los estaba invitando a una nueva relación.

El amor de Jesús no podría expresarse de una manera más fuerte a través de todas las relaciones rotas, de todas las barreras, de todo el miedo y la desesperanza. El amor siempre tiene que ver con las relaciones, y también con el futuro: ¿Hacia dónde vamos a partir de este momento? Para llegar a él, se debe limpiar el pasado, y Jesús lo había hecho. Completamente. Su amor por Pedro y por los discípulos que le habían fallado era un amor sin reservas. Sin embargo, Pedro también tuvo que aclarar y responder a la pregunta: ¿me amas? Estas son la pregunta y la respuesta que definirán su futura relación.

No es de extrañar que fuera una pregunta difícil de responder. Jesús le hizo la pregunta tres veces. Para él, aquel momento tuvo que ser un momento de la verdad.

Actualmente, esta es la pregunta decisiva para todos los líderes de las iglesias. ¿Me amas? La pregunta viene de Jesús, pero, inmediatamente, traslada el foco de atención a todos aquellos en cuyo nombre realiza la pregunta. Afirmar el amor lleva inmediatamente a la acción: apacienta mis corderos. Pastorea mis ovejas. Apacienta mis ovejas. El amor a Dios debe demostrarse con la responsabilidad y el cuidado de los necesitados, de todos aquellos a quienes Dios ama.

Escucho la pregunta de Jesús en los desafíos de nuestros tiempos, y especialmente en aquellos a los que nos enfrentamos aquí estos días. Los niños y los jóvenes se plantean la misma pregunta de una nueva forma. ¿Me amas? ¿Te importa nuestro futuro? ¿Te preocupas por algo más que por ti mismo? ¿Nos amas? ¿Me amas a mí?

Hoy escuchamos esta pregunta en relación con esta gran preocupación de nuestro tiempo, el cambio climático o el calentamiento global. ¿Cumpliremos las promesas de París de que el calentamiento global no supere 1,5 grados centígrados, o tal vez se quedarán en buenas intenciones? Los cambios destructivos en nuestro medio ambiente, agua, suelo, aire ,y todo lo que define los parámetros de la “naturaleza”, nos plantean cuestiones de vocación y de conciencia de nosotros, para nosotros, e incluso, sobre nosotros.

El momento de plantearnos si somos conscientes o no del cambio climático ya ha quedado atrás. La negación no es una opción seria. Sin embargo, es posible que todavía estemos en la fase de determinar si lo comprendemos o no, o, al menos, si comprendemos todas las dimensiones de aquello de lo que estamos hablando. Estamos experimentando sus consecuencias en casi todos los lugares del mundo: sequías, incendios, estaciones irregulares e impredecibles, lluvias extremas, granizo y nieve, nuevas temperaturas récord, vientos, destrucción, aumento del nivel del mar.

Abordamos esta situación provocada por el hombre y hablamos de estas catástrofes en nuestras mesas, en las aulas, en las redes sociales, en el sector público y privado, en los parlamentos, en las Naciones Unidas.

También abordamos esta situación como comunidades de fe que creen en Dios. Recordamos a los demás y a nosotros mismos nuestra responsabilidad de cuidar de la creación de Dios. Hablamos de lograr una paz justa en la creación. Hablamos sobre la justicia climática, y nos preguntamos quién es responsable del problema y de las soluciones. Reflexionamos sobre lo que significa tener esperanza frente a estos desafíos. Planificamos una forma de vida justa y sostenible, tanto en el ámbito local como en el mundial. Damos a los niños y a los jóvenes la oportunidad de participar en la manera en que las iglesias abordan el calentamiento global.

Todo esto y mucho más plantea muchas preguntas, y se requieren muchas respuestas de nuestras iglesias como comunidades y como instituciones; de los líderes y, de hecho, de todos nosotros, una y otra vez, desde nuestros púlpitos, en nuestras liturgias, en nuestras reuniones, mientras trabajamos y caminamos juntos en la fe.

Hoy me impresiona una vez más la pregunta de Jesús, como lo ha hecho ya muchas veces antes en momentos críticos de mi vida, cuando tomo decisiones sobre mi vida y mi futuro. ¿Me amas ? La pregunta dirige inmediatamente el foco de atención a las tareas de nuestras vidas, ya seamos pastores que cuidan corderos, líderes, agentes de organizaciones comunitarias, de empresas o del gobierno, o cualquier otra cosa. Siempre se trata de si nos amamos y de cómo nos amamos los unos a los otros en respuesta al amor divino.

¿Me amas? ¿Respondes al amor del creador, que te ha dado la vida y todo lo que nutre y protege tu vida? ¿Respondes a ser perdonado y aceptado por Dios, incluso cuando conocemos muy bien nuestros defectos y nuestros fallos? ¿Respondes al amor que espera que hagas algo que realmente marque la diferencia para los que te rodean, para los que más amas: tu pareja, tu familia, tus amigos, tus hijos, tus nietos, y todos aquellos que se ven enriquecidos o afectados por tu forma de vida?

¿Me amas? Esta es la pregunta que se hacen nuestros niños y jóvenes, exigiendo un amor que se manifieste en solidaridad con ellos y con su futuro, en todo el mundo. Las cuestiones que abordamos están siempre muy cerca de nosotros y, sin embargo, también son una realidad global. Ahora lo sabemos.

¿Me amas? La pregunta también viene de todos aquellos con quienes Jesús se identificó: todos los que están en los márgenes, todos los que están más desfavorecidos y cuentan con menos recursos. El CMI afirma que estamos juntos en una peregrinación de justicia y paz, con el objetivo de lograr una paz justa en todo el mundo. Estamos llevando a cabo nuestra labor de misión desde y con los márgenes, y nos comprometemos como iglesias con los niños, poniendo fin a la violencia contra ellos, individual y colectivamente, ahora y en el futuro.

¿Me amas? La pregunta viene de todos los que son creados por Dios, de todos los que son interdependientes entre sí en lo que llamamos naturaleza. Esto se aplica tanto a quienes viven en las zonas urbanas como en las rurales. Todos dependemos totalmente de todo, de la totalidad, de los equilibrios entre todo lo que Dios ha creado. Nosotros mismos somos organismos vivos, somos la naturaleza misma, y no almas desencarnadas que tan solo están de paso por la tierra.

Cuando nos damos cuenta de que la esencia, el corazón de nuestras relaciones, es el amor, y escuchamos los unos de los otros esta pregunta con respecto a nuestro amor por Dios, se hace evidente que el gran mandamiento, la guía principal para la vida, es el doble mandamiento: “Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Porque el prójimo es “como uno de nosotros”. Todos somos como uno de nosotros, ya que estamos tan sumamente en equilibrio con la naturaleza. Por eso, en nuestros tiempos, no podemos amar a Dios y al prójimo sin amar la naturaleza. No podemos ignorar o destruir la creación de Dios mientras afirmamos amar a Dios y a aquellos que Dios ha creado.

Todavía tenemos la posibilidad de escuchar esta pregunta, aunque parece que algunos de nosotros necesitamos más audífonos que otros. Sin embargo, hay esperanza en el hecho de que esta pregunta se realice, se plantee y se amplifique continuamente, y nos hagamos eco de ella: ¿me amas?

Queridos hermanos y hermanas: este es nuestro momento de la verdad. ¿Qué responden, a través de lo que hacen? ¿Me amas?

Queridos líderes de las iglesias y de las comunidades religiosas: este es nuestro momento de la verdad. ¿Qué estamos haciendo, a través de lo que decimos, de lo que predicamos y de lo que enseñamos? ¿Me amas?

Queridos líderes de los Estados y de los organismos internacionales: este es su momento de la verdad. ¿Qué están haciendo ahora, y no solo diciendo, para dar a sus hijos y a sus nietos un futuro en el que puedan vivir, amar y disfrutar de la vida juntos en justicia y paz? ¿Qué están haciendo para responder a la pregunta: “¿me amas?”?

Dios amó tanto al mundo que entregó a su único hijo.

Este es el momento de que los líderes mundiales den las respuestas correctas, y de que todos nosotros hagamos que las den.

Amén.