Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización del Consejo Mundial de Iglesias

Avanzar en el Espíritu: llamados a un discipulado transformado y transformador

 

La Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización del Consejo Mundial de Iglesias se celebró en Arusha (Tanzania) del 8 al 13 de marzo de 2018. Más de mil personas se reunieron para participar en esta conferencia. Todas ellas están comprometidas con la misión y la evangelización y proceden de diferentes tradiciones cristianas y de todas las partes del mundo.

Celebramos con gozo el movimiento del Espíritu de Dios que da la vida en nuestro tiempo, inspirándonos en especial en el contexto y la espiritualidad africanos. A través del estudio de la Biblia, la oración y el culto y compartiendo nuestras historias, se nos animó a dar testimonio del Reino de Dios que ha llegado a nosotros por medio de la vida, crucifixión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

A pesar de algunos destellos de esperanza, hemos de considerar las fuerzas de la muerte que están alterando el orden mundial e infligiendo sufrimiento a muchas personas. Observamos la sorprendente acumulación de riqueza que se debe a un sistema financiero mundial que enriquece a unos pocos y empobrece a muchos. Esto está en el origen de gran parte de las guerras, los conflictos, la devastación ecológica y el sufrimiento de hoy en día. Somos conscientes de que las personas de los márgenes soportan la carga más pesada. Este sistema imperial mundial ha convertido al mercado financiero en uno de los ídolos de nuestro tiempo y ha fortalecido las culturas de la dominación y la discriminación que siguen marginando y excluyendo a millones de personas, manteniéndolas en situaciones de vulnerabilidad y explotación.

Estas cuestiones no son nuevas en 2018, pero el Espíritu Santo sigue avanzando en nuestro tiempo y nos pide urgentemente como comunidades cristianas que respondamos con la conversión personal y comunitaria y el discipulado transformado y transformador.

El discipulado es un don y un llamado a colaborar activamente con Dios para transformar el mundo. De acuerdo con lo que los primeros teólogos de la iglesia llamaron “theosis” o deificación, compartimos la gracia de Dios al participar en la misión de Dios. Este camino de discipulado nos lleva a compartir y expresar el amor de Dios en Jesucristo buscando justicia y paz de maneras que son diferentes a las del mundo (Juan 14:27). De este modo, estamos respondiendo al llamado de Jesús a seguirle desde los márgenes de nuestro mundo.

Como discípulos de Jesucristo, tanto a nivel individual como colectivo:

Estamos llamados por nuestro bautismo a un discipulado transformado y transformador: un estilo de vida conectado con Cristo en un mundo donde muchos se enfrentan a la desesperación, el rechazo, la soledad y la inutilidad.

Estamos llamados a rendir culto al Dios trino y uno, el Dios de la justicia, el amor y la gracia en un momento en el que muchos adoran al falso dios del sistema de mercado.

Estamos llamados a proclamar las buenas noticias de Jesucristo –la plenitud de la vida, el arrepentimiento y el perdón de los pecados, y la promesa de la vida eterna– de palabra y obra, en un mundo violento donde muchos son sacrificados a los ídolos de la muerte y muchos todavía no han oído el Evangelio.

Estamos llamados a participar con alegría en los caminos del Espíritu Santo, que dota a las personas de los márgenes de la capacidad de actuar por sí mismas en busca de la justicia y la dignidad.

Estamos llamados a discernir la palabra de Dios en un mundo que comunica muchos mensajes contradictorios, falsos y confusos.

Estamos llamados a cuidar de la creación de Dios y a solidarizarnos con los países que se ven gravemente afectados por el cambio climático ante la despiadada explotación del medio ambiente centrada en los humanos y provocada por la avaricia y el consumismo.

Estamos llamados como discípulos a pertenecer juntos a comunidades justas e incluyentes, en nuestra búsqueda de la unidad y en nuestro camino ecuménico, en un mundo que se basa en la marginación y la exclusión.

Estamos llamados a ser testigos fieles del amor transformador de Dios en diálogo con personas de otras religiones en un mundo donde la politización de las identidades religiosas causa con frecuencia conflictos.

Estamos llamados a ser formados como líderes siervos que muestran el camino de Cristo en un mundo que privilegia el poder, la riqueza y la cultura del dinero.

Estamos llamados a derribar las barreras y buscar justicia para las personas que son desposeídas y desplazadas de sus tierras, incluyendo a los migrantes, los refugiados y los solicitantes de asilo, y a oponernos a las nuevas fronteras que separan y matan.

Estamos llamados a seguir el camino de la cruz, que cuestiona el elitismo, los privilegios y el poder personal y estructural.

Estamos llamados a vivir a la luz de la resurrección, que ofrece posibilidades de transformación llenas de esperanza.

Este es un llamado al discipulado transformado y transformador.

Este no es un llamado al que podamos dar respuesta con nuestra propia fuerza, así que el llamado se convierte al final en un llamado a la oración:

Dios de amor, te damos gracias por el don de la vida con toda su diversidad y belleza. Señor Jesucristo, crucificado y resucitado, te alabamos porque viniste a encontrar a los perdidos, liberar a los oprimidos, sanar a los enfermos y convertir a los egocéntricos. Espíritu Santo, nos alegramos de que inspires la vida del mundo y te derrames en nuestros corazones. Como vivimos en el Espíritu, también podemos caminar en el Espíritu. Concédenos fe y valor para levantar nuestra cruz y seguir a Jesús convirtiéndonos en peregrinos de la justicia y la paz en nuestro tiempo. Para la bendición de tu pueblo, el sostenimiento de la tierra y la gloria de tu nombre. Por Cristo nuestro Señor. Amén.