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Conferencia sobre Misión Mundial y Evangelización

Moverse en el espíritu: llamado para la transformación del discipulado

8-13 de marzo de 2018

Arusha, Tanzanía

Estudio bíblico 3

Transformar el mundo, equipando a los discípulos

2 Corintios 5.11-21

11 Así que, puesto que conocemos el temor del Señor, procuramos convencer a todos. Para Dios es evidente lo que somos; y espero que también lo sea para la conciencia de ustedes. 12 No estamos recomendándonos otra vez a ustedes, sino que les damos la oportunidad de estar orgullosos de nosotros, para que tengan con qué responder a los que presumen de las apariencias y no de lo que hay en el corazón. 13 Si estamos locos, lo estamos para Dios; y si estamos cuerdos, lo estamos para ustedes. 14 El amor de Cristo nos lleva a actuar así, al pensar que si uno murió por todos, entonces todos murieron; 15 y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

16 Así que, de aquí en adelante, nosotros ya no conocemos a nadie desde el punto de vista humano; y aun si a Cristo lo conocimos desde el punto de vista humano, ya no lo conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. 19 Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación. 20 Así que somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios les rogara a ustedes por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: «Reconcíliense con Dios». 21 Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios.

Introducción

El tema del estudio bíblico de hoy, “Transformar el mundo, equipando a los discípulos” parte del supuesto de que ellos son los agentes que conducen la misión Dios en el mundo mediante el poder del Espíritu. A fin de que puedan realizar efectivamente esa tarea, deben estar equipados y para obtener lo mejor del texto principal de este estudio, 2 Corintios 5.11-21,  hemos de leerlo a la luz del amplio contexto de la segunda carta de Pablo a los corintios. En este estudio bíblico, examinaremos el texto en sí a la luz de ese contexto para luego sacar algunos asuntos temáticos que podrían estar relacionados con las dificultades y oportunidades de misión de los lectores contemporáneos.

Resumiendo: Pablo demuestra claridad en su orientación misionera. Sabe que: a) solo participa en la misión sirviendo a Dios, no a sí mismo ni a su propio interés; b) es un simple ser humano que necesita la guía del poder del Espíritu Santo para cumplir con su deber de proclamar a Cristo incluso en medio de la oposición y c) el éxito y el fracaso de su labor misionera depende de la forma en que alimenta las relaciones de las personas con Dios y entre ellas.

El texto en su contexto

Pablo no escribe carta a la iglesia tan solo por escribir. La mayoría de las veces, busca responder a alguna comunicación anterior que recibió de las iglesias que fundó; como tales, sus cartas son dialogales y la agenda del diálogo es establecida por sus interlocutores.[1] La reconstrucción de ese contexto y la información sobre los lectores nunca es fácil, pero es necesaria para escuchar lo que está pasando. De ahí que debamos ver qué pasaba en Corinto que dio lugar a que escribiera esta carta.

A raíz de su ubicación estratégica en las rutas de comercio, Corinto era una ciudad muy rica. Incluso cuando Pablo estuvo allí, apoyó su ministerio fabricando tiendas de campaña con sus asociados comerciales (Hechos 18.3). Corinto era administrada por los romanos a través del cargo de procónsul; cuando Pablo estuvo allí por primera vez, el procónsul era Junio Galión (años 51-52). Por su carácter metropolitano, en la ciudad de Corinto se hablaban varios idiomas, pero predominaban el griego y el latín.

Desde Éfeso, Pablo remitió con Tito su primera carta a los corintios en la que abordaba una serie de problemas relacionados con las facciones en la iglesia, el incesto en la congregación, los pleitos en la iglesia que iban a parar a los tribunales públicos, el caos en la cena del Señor, la pérdida del amor entre creyentes e incluso las dudas sobre la resurrección. Tras remitir esa carta, Pablo quería saber cómo respondería la iglesia. Las noticias de Tito eran alentadoras, pues había muchos cambios positivos en Corinto y la iglesia había respondido diciendo que “la tristeza que proviene de Dios produce arrepentimiento” (2 Co 7.10). Además, habían tratado a Tito con mucha amabilidad, lo que llenó a Pablo de alegría y confianza por la respuesta de ellos (2 Co 7.5 y ss.).

Pero Tito, también había traído malas noticias; algunas facciones y algunos maestros estaban envenenado la mente de los corintios cuestionando la legitimidad de Pablo como apóstol y la verdad de su mensaje. En sus acusaciones señalan que no se podía confiar en él porque había cambiado su itinerario. (1 Co 15 y ss. y 1 Co 16.5 y ss.). También le acusan de no ser verdadero por no haber traído cartas de recomendación (2 Co 3.1) y afirman que si bien sus escritos sonaban audaces, en realidad, Pablo era tímido y débil. Además, aseveraban que cuando estaba presente, no impresionaba por su autoridad ni por su discurso (2 Co 10.10 y 11.6). Continuaban sosteniendo que su mensaje no valía la pena porque a diferencia de los retóricos griegos, no había cobrado nada de dinero. Añadían que el motivo de que Pablo no quisiera recibir apoyo material de los corintios era que no los amaba (2 Co 11.11, 12.13 y ss.). Proseguían diciendo que de hecho, Pablo estaba robando para los cristianos de Jerusalén, las colectas que hacían los corintios (2 Co 12.17 y ss.).

Pablo argumenta que había tenido que retrasar su visita porque no quería quedarse por poco sino por largo tiempo y también señala que los corintios conocían mejor que sus acusadores la firmeza de su carácter. Al respecto, les recuerda su resistencia y su sufrimiento por el bien del evangelio de los que todos son testigos (2 Co capítulos 4-6). Pablo señala que esos falsos apóstoles, conducidos por otro espíritu, utilizan trucos de retórica para traer un evangelio y un Jesús diferentes (2 Co 11.2 y ss.). El hecho de que Pablo rechazara el dinero demuestra que recibió el evangelio gratuitamente y no necesita cobrar por él; en cambio, opta por trabajar con sus propias manos (2 Co 11.9). Pablo promete que cuando les visite, si es necesario ejercerá toda la fuerza de su apostolado (2 Co 12.14 y ss., 13.1 y ss.) y espera que antes de que llegue, ellos se hayan percatado del contenido de su carta y hayan hecho caso omiso de los falsos profetas (2 Co 13.3 y ss.).

El texto en nuestro contexto

Al texto de 2 Corintios 5.11-21, fragmento principal del presente estudio bíblico, preceden importantes puntos destacados de la orientación misionera de Pablo en 2 Corintios 5.1-10. A saber, que somos seres humanos en la tierra que servimos a Dios con una orientación hacia el cielo. Esa comprensión requiere que seamos a) humildes en nuestros compromisos, b) tentativos en nuestros juicios, c) motivados por nuestro deseo de agradar a  Dios y d) conscientes de que un día compareceremos ante el juicio de Dios y se nos pedirán cuentas de nuestras responsabilidades. En la sección siguiente de 2 Corintios 6.1-13, Pablo muestra que existe la posibilidad de perder el foco en la misión a causa del sufrimiento y la oposición. El mensaje de la salvación ha de tomarse de urgencia, al percatarse que quienes sirven a Dios se ven confrontados a diario por fuerzas que amenazan su compromiso con la misión.

En Corintios 5.14-15, la muerte es una gran amenaza para la confianza humana, ya que es “un modo de oponerse al designio de Dios para la humanidad”; es más, la muerte de Cristo se presenta como “un criterio fundamental de la existencia humana”.[2] Es importante conocer al Cristo que murió. “Conocer” a Cristo “según la carne” (2 Co 5.16) es conocerlo según los principios del mundo. Conocer a las personas según la carne sería conocerlas por su raza, etnicidad y otros marcadores de identidad.  Mirar a Jesús desde la perspectiva de la vida transformada, dice Pablo, transformará la forma en que los corintios miran a su propia vida en el mundo. Esta cuestión u orientación que plantea Pablo obedece al hecho de que

los corintios habían entrado a la iglesia como adultos convertidos e inevitablemente habían traído consigo una forma de mirar  a la humanidad que habían asimilado de un mundo dominado por el pecado. Daban por sentados determinados patrones de comportamiento, solo porque estaban generalizados; por ejemplo, los celos, los conflictos y las facciones partidistas eran características de la vida social que conocían. De ahí que en ningún caso se sintieran desconcertados cuando todo eso sucedía en la iglesia; así era la vida. En respuesta Pablo proclamaba que eran gente “carnal”  y “andaban como humanos” (1 Co 3.1-14). En su léxico, “según el ser humano” implica un juicio basado en la estimación común de un mundo pecaminoso (1 Co 9.8; 15.32; Gl 3.15; Ro 3-5 en oposición a “según Dios”, 2 Co 7.9-10).[3]

¿Pero qué quiere decir Pablo cuando se refiere a mirar a Cristo según la carne? Obviamente, su comprensión difiere de aquella de mucha gente  moderna que entiende que puesto que “Cristo era un ser humano como nosotros” podemos comprender su humanidad “mediante la extrapolación de las características observadas en la humanidad contemporánea”; más bien, primero debemos “conocer la humanidad de Cristo, si queremos discernir lo que es bueno y lo que es malo en la naturaleza humana porque el Nuevo Adán revela la auténtica humanidad.”[4] Ver a las personas únicamente según la carne (kata sarka) no solo es inadecuado, también está “teñido de prejuicios y parcialidad.”[5] Ver a Jesús según la carne es fácil para quienes no necesitan creer en él porque lo ven como un hombre bueno; lo difícil es verlo como el Señor y Salvador que pide que uno lo siga como discípulo. La iglesia puede unirse fácilmente al mundo presentando a Jesús como a cualquier otro ser humano para no ofender a nadie. Si se les juzga a través de normas humanas, Jesús no es para nada malo, pero es más. La evaluación cambia, una vez que se lee el versículo 15 que dice que ¡Él murió por todos! Lo que demanda que todos respondamos a eso.

La nueva creación

En el versículo 17, Pablo dice que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación y utiliza un concepto similar en la descripción de las nuevas relaciones de la comunidad en Gálatas 6.14-15 “Pero lejos esté de mí el jactarme, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino una nueva creación.”

En ambos casos, la participación en la cruz de Cristo borra toda forma de identidad basada en la carne. Los expertos no están completamente de acuerdo respecto a si la frase “nueva creación” se refiere a una  nueva dispensación escatológica o a la transformación del creyente aquí y ahora. Debería considerarse que apunta a ambas, pues “«la transformación personal que tiene lugar cuando alguno es “en Cristo” constituye la prueba de que la nueva creación escatológica ha comenzado.» Porque ha amanecido una nueva época, las relaciones renovadas son posibles. El ofrecimiento de reconciliación por parte de Dios se extiende a través de su gente (2 Co 5.18-20).”[6]

En esta nueva creación, la vida no es estática, sino una vida dinámica de discipulado. Uniéndose al cristianismo mediante la fe y el bautismo, se pasa por un proceso de crecimiento que libera de la esclavitud del pecado (Ro 6.17) a “una comunidad de oportunidad donde reinan valores auténticos. Cuando asimilan la lección de la muerte de Cristo (2 Co 5.15), ellos se van transformando poco a poco (2 Co 3.18).”[7]

¡Pero en Corinto este proceso se estancó! “Los valores inauténticos del mundo continuaron a ejercer una influencia divisiva en el comportamiento de la comunidad.” El resultado tuvo un efecto negativo en la calidad de la vida comunitaria y, por ende, algunos juzgan a Pablo según estándares mundanos. Pablo entiende que ¡Cristo tiene que volver a ser entronizado como el estándar!

Para que los corintios asuman que la transformación se logra por el ingenio humano, Pablo muestra que en realidad, esta tiene origen divino, pues Dios la realizó por y a través de la muerte de Cristo, libre de pecado. La “pureza de Cristo es la enseñanza común de los autores del Nuevo Testamento (Juan 8.46; 1 Juan 3.5; Hebreos 4.14 y 1 Pedro 2.22) y deriva del hecho que lo reconocen como el Mesías que, como el justo (1 Enoc 38.2), sería “puro del pecado” (Salmos de Salomón 17.41).”[8]

El ministerio de reconciliación

La consecuencia de esa nueva vida en Cristo, la vida de la nueva creación, es que la reconciliación:

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. Esto quiere decir que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios les rogara a ustedes por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: «Reconcíliense con Dios». (2 Co 5.18-20)

El concepto de reconciliación es una función clave en la teología de Pablo que se refiere a esta incluso cuando describe otras ideas como la salvación, la expiación y la justificación. Cuando la utiliza en la segunda carta a los corintios, da la impresión que a Pablo le interesa destacar las dimensiones vertical y horizontal de la reconciliación. En su significado vertical, dicha reconciliación es un concepto religioso o teológico que se refiere a la relación restaura entre los seres humanos y Dios. En su dimensión horizontal, se refiere al mandato de aquellos reconciliados con Dios que se proponen reconciliarse con otros seres humanos, así como compartir el mensaje de la reconciliación.

En sentido teológico, se entiende que las dimensiones clave que captan la esencia son:

“1) Dios es siempre el sujeto de la reconciliación; el reconciliador que reconcilia al mundo con él;  Dios no es reconciliado y tampoco se reconcilia con los seres humanos ni con el mundo; siempre son los seres humanos que se reconcilian con Dios y a quienes se les ruega reconciliarse con él (2 Co 5.20); 2) la reconciliación se efectuó mediante la muerte de Cristo (Ro 5.10); 3) la reconciliación denota un cambio y una transformación reales en la relación entre Dios y los seres humanos, una restauración de la comunión con Dios (2 Co 5.18 y Ro 5.10); el cambio se refiere al lado humano y afecta todo el estado de la vida (se usa la frase “nueva creación; 4) para ser efectiva, la reconciliación tiene que ser adecuada; 5) existe un ministerio de reconciliación que aquellos que fueron reconciliados tienen que ejercer en el mundo (2 Co 5.18-19).[9]

Desde el punto de vista antropológico u horizontal, la noción de reconciliación debería entenderes desde la perspectiva de las nociones de “enemistad, hostilidad, distanciamiento y alienación, así como de sus antónimos, reconciliación, expiración y proximidad”, todo lo cual deriva de “la relación social” de los seres humanos o de grupos étnicos y nacionales como judíos, griegos, palestinos y romanos.”[10]

Implicaciones para la misión[11]

Examinando la invitación a la misión desde la perspectiva de Pablo, según 2 Corintios 5.11-21, hay que tomar con seriedad dos cuestiones que son básicas a fin de equipar a la iglesia y los discípulos para la misión hoy en día, a saber, las orientaciones de nueva vida y reconciliación que han de alimentar nuestra reflexión en este estudio bíblico.

En la actualidad, el desafío de Pablo para la iglesia se refiere a la legitimidad de esta o de sus miembros como misioneros  Hoy, Pablo le preguntaría a la iglesia de dónde proviene su legitimidad para predicar el evangelio: ¿De su elocuencia? ¿De su independencia económica? O bien, ¿de su fuerza aparente?

Él sugiere que punto de partida está en ser la nueva creación. Los discípulos son la nueva creación porque Cristo murió por ellos y los inició en una nueva dispensación espiritual. Por otra parte, siguen siendo carnales y luchan con las realidades de la pecaminosidad. Si bien su nueva identidad debería darles nuevos ojos para verse unos a otros como hermanas y hermanos amados de igual manera por Dios en Cristo Jesús, su disposición terrenal los ciega frente a la nueva identidad y, por ende, se siguen mirando a través de lentes étnicos y raciales. Aún hoy, el discipulado en África es afectado por antropologías sesgadas. El hecho de que se siga considerando a las mujeres como objetos sexuales y en la iglesia y la sociedad se margine su liderazgo potencial muestra que todavía nos vemos unos a otros según la carne y no estamos viviendo como nuevas criaturas, según nuestro llamado más alto. Globalmente, la iglesia aún se está debatiendo con la intolerancia de la superioridad racial y cultural, aunque la cruz de Cristo no pone a todos al mismo nivel. En otras palabras, el poder igualador de Cristo todavía no se manifiesta entre sus discípulos en la medida en que la nueva creación aún no se vive en las relaciones humanas.

De ahí que según Pablo, haya una oportunidad. Si bien por un lado, la reconciliación entre los seres humanos y dios se ha realizado, por el otro, sigue siendo un ministerio que se invita a los discípulos a ejercer y con el cual son enviados. Los muros que separan al pueblo de Dios se pueden destruir mediante el poder de la reconciliación que no solo es necesaria entre grupos que están en conflicto por diferencias étnicas y culturales, sino también entre generaciones. Hoy en día, muchos jóvenes sienten que la iglesia los deja de lado y no aborda sus necesidades. La reconciliación implica tomar con seriedad la orientación del otro e incorporarla en un diálogo significativo consigo mismo.  El diálogo intergeneracional es fundamental para asegurar que las generaciones cristianas de ayer y de hoy puedan imaginar la misión como una nueva tarea compartida. Esa reconciliación intergeneracional redundará en el redescubrimiento de la responsabilidad compartida entre personas jóvenes y personas mayores en la iglesia. La iglesia viva de Jesucristo marchará como una fuerza reconciliada que proclama el mensaje completo invitando al mundo a venir a su Dios, diciéndole a todos: “Reconcíliense con Dios”.

Preguntas

  1. ¿Cómo transmiten ustedes en su contexto, el significado de ser un discípulo y un embajador de Cristo como nueva creación?
  2. ¿Cuáles son las características del ministerio de reconciliación en su comunidad?
  3. ¿Cómo pueden las iglesias  y las instituciones misioneras equipar continuamente a los cristianos para que sean embajadores de Cristo y discípulos transformados que son capaces de llevar a cabo el ministerio de la reconciliación?
  4. Como discípulos equipados para ser la nueva creación y embajadores de Cristo, ¿de qué manera podemos transformar y ser transformados?

Oración

Dios de amor,

a través de Cristo llamaste a los discípulos

a conducir tu misión en el mundo por el poder del Espíritu Santo,

equípanos a los que profesamos nuestra fe en ti

con los dones del mismo Espíritu

para descubrir en qué formas somos llamados a ser transformados

a fin de transformar el mundo en formas siempre nuevas.

Amén.[12]

Sobre el autor

El Rev. Dr. Kenneth MTATA, erudito de la Biblia, actualmente es secretario general del Consejo de Iglesias de Zimbabwe. Fue conferenciante en Sudáfrica y Alemania y, anteriormente, secretario de estudios del Departamento de Teología y Estudios de la sede de Ginebra de la Federación Luterana Mundial.

Notas


[1] Jerome Murphy-O’Connor OP. (1991) The Theology of the Second Letter to the Corinthians. Cambridge University, Cambridge, p. 3. Traducción libre.

[2] Ibíd. pág. 57 y 58.

[3] Ibíd. pág. 59.

[4] Ibíd. pág. 59 y 60.

[5] Ernest Best. (1987) Second Corinthians. John Knox Press. Atlanta, Ga., pág. 53

[6] Brenda B. Colijn (2010) Images of Salvation in the New Testament. Intervarsity Press, Downers Grove, Ill, pág. 114.

[7] Jerome Murphy – O’Connor Theology of the Second Letter, 61

[8] Ibíd.

[9] Corneliu Constantineanu (2010) The Social Significance of Reconciliation in Paul’s Theology: Narrative Readings in Romans. T & T Clark, London, pp. 38-39.

[10] J. Fitzmyer (1967) Pauline Theology. Prentice Hall: Englewood Cliffs, N.J, p. 162.

[11] Eckhard, J. Schnabel (2008) Paul the Missionary: Realities, Strategies and Methods. InterVarsity Press, Nottingham, U.K., p. 28.

[12] Traducción libre.