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Conferencia sobre Misión Mundial y Evangelización

Moverse en el espíritu: llamado para la transformación del discipulado

8-13 de marzo de 2018

Arusha, Tanzanía

Estudio bíblico 1

Seguir a Jesús, convirtiéndonos en discípulos

Marcos 6.1–13

De allí, Jesús se fue a su tierra, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Al escuchar a Jesús, muchos se preguntaban admirados: « ¿De dónde sabe éste todo esto? ¿Qué clase de sabiduría ha recibido? ¿Cómo es que con sus manos puede hacer estos milagros? ¿Acaso no es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Acaso no están sus hermanas aquí, entre nosotros?» Y les resultaba muy difícil entenderlo. Pero Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra, excepto en su propia tierra, entre sus parientes, y en su familia.» Y Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, a no ser sanar a unos pocos enfermos y poner sobre ellos las manos; y aunque se quedó asombrado de la incredulidad de ellos, siguió recorriendo las aldeas de alrededor para seguir enseñando.

Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Les dio autoridad sobre los espíritus impuros, y les mandó que no llevaran nada para el camino. Aparte de un bastón, no debían llevar mochila, ni pan, ni dinero en el cinto. También podían llevar sandalias, pero no dos mudas de ropa. Les dijo: «Cuando ustedes lleguen a una casa, quédense allí hasta que salgan de ese lugar. Si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies, como un testimonio contra ellos.» Los doce salieron e iban predicando a la gente que se arrepintiera. También expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.

El texto en su contexto

Nuestro texto sitúa a Jesús en su ciudad natal, presumiblemente Nazaret y sus alrededores, lo que implica que le habla a gente que conoce las circunstancias de su nacimiento y su grado de honor.  Él y sus antepasados son personas muy conocidas y de esa distinción emerge una dinámica de sociedades de honor y vergüenza. “Ser reconocido como un profeta en la propia ciudad suponía una disminución del honor debido a otras personas y familias. Así pues, reclamar una mayor parte de honor que aquella asignada a uno (al nacer) amenazaba a otros y, eventualmente, podía desencadenar intentos de reducir las pretensiones del solicitante. Esa dinámica emerge en este texto.”[i]

Inicialmente, hubo una respuesta positiva a Jesús, porque sus palabras asombraron a la multitud presente en la sinagoga; pero luego surgieron dudas e interrogantes sobre su familia de origen, las relaciones de sangre, el honor heredado y su condición social, entre otros. El Evangelio de Marcos hace hincapié en el hecho de que Jesús es rechazado de por sí. Su propia gente muestra su falta de fe en Él y lo repudia (Marcos 6.1-6). La acogida hostil que recibe obedece a la posibilidad de que los extranjeros sean más capaces de juzgar el honor de un profeta que aquellos que, según parece, son del mismo lugar, su familia cercana y sus amigos. La capacidad de Jesús de hacer grandes milagros requiere fe, lealtad y compromiso con Dios. La tierra natal de Jesús carecía de todo eso y esa deslealtad está en marcado contraste con la fe de quienes acudían a Jesús en busca de ayuda (Marcos 5).

En Marcos 6.7-13, Jesús llama a los discípulos y luego los envía con instrucciones claras. Marcos se centra en la incapacidad de ellos de entender quién es Jesús, pero cuando es Él que los llama y los envía, son capaces de llevar a cabo la misión, no por su propia autoridad independiente, sino por la autoridad y el ministerio de Jesús. Los discípulos participaban en la propia actividad de Jesús para realizar la regla de Dios. Por lo tanto,  los orígenes de la temprana actividad misionera cristiana se fundan en la autoridad y el ministerio de Jesús.

El texto en nuestro contexto

Al reflexionar sobre el tema “Seguir a Jesús: convirtiéndonos en discípulos”, el texto de nuestro estudio ofrece una mayor comprensión de la naturaleza y el carácter de nuestro llamado al discipulado.

El discipulado se aprende en la práctica y siempre es puesto a prueba por las realidades que se enfrentan en ella. El discipulado es más que aprender sobre Jesús; convertirse en discípulo es seguir a Jesús. De ahí que en el corazón del discipulado esté la conectividad con Cristo: un discípulo está estrechamente vinculado a Cristo.

Conectividad con Cristo y centralidad de Cristo

El texto pone el énfasis en que la conectividad con Cristo y la centralidad de Cristo son esenciales en la búsqueda del discipulado. También se alude a esta idea en Juan 17.18: “Tal como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” y 21.22: “Así como el Padre me envío, yo los envío a ustedes.” El envío de los discípulos está conectado con el propio envío de Jesús. Es interesante que Jesús haya instruido y enviado a los discípulos inmediatamente después de haber visitado su ciudad natal. En esa misión, como representantes de Jesús y al igual que su maestro, los discípulos hicieron sanaciones y exorcismos, ejerciendo también el ministerio de la enseñanza y la predicación. Con toda probabilidad repitieron las enseñanzas que habían escuchado de labios de Jesús y dieron informes de lo que le habían visto hacer. Es Jesús que llama y envía a los discípulos, incluso si Él había sido enviado al mundo.

Un punto importante a tener presente es que las instrucciones no eran demandas ni exigencias de las que Jesús estaba exento, pues Él cumplió la voluntad de Dios hasta el punto de morir en la cruz. No había nada que Jesús pidiera a sus discípulos que Él no hiciera, demostrando una obediencia suprema al entregarse a la cruz.

Consecuencias prácticas

De ahí que como líderes debamos reflexionar sobre las exigencias que establecemos para los demás, pero tal vez no para nosotros mismos. Respecto a otros, ¿tenemos expectativas que nos benefician aumentando nuestro prestigio o mejorando nuestra reputación? Antes de que Jesús llamará a los discípulos a seguirlo, estaba con personas en los márgenes. Junto con la gente, Jesús enfrentó las realidades de la misión. No hay desconexión alguna entre lo que Jesús hace y aquello que le pide a los discípulos que hagan.

El discipulado implica encarnar a Cristo. “Seguir a Jesús, convirtiéndonos en discípulos” es imposible sin reconocer nuestra conectividad con Cristo. Nosotros vamos porque Jesús nos envía, tal como Él fue enviado. De ahí que en el mismísimo corazón del discipulado tenga que haber una conexión con Cristo. No tenemos una autoridad independiente, pues somos discípulos por nuestra conectividad con Cristo.

Hostilidad

No hay ningún límite de fuentes de las que puede emerger y emergerá el rechazo (Marcos 3.21-22 y 31). Debemos recordar las experiencias de Jesús siempre y dondequiera que se lleve a cabo el discipulado. Jesús experimentó la hostilidad de su propia comunidad; fue tratado con desprecio por gente de su ciudad natal, personas que lo conocían bien a Él y sus familiares. Quizás Marcos viera ese rechazo como un presagio de lo que vendría después en la pasión. La iglesia primitiva se debatió con esta cuestión. Se preguntaba: Si Jesús es el Mesías, ¿por qué fue rechazado por su propia gente?

Consecuencias prácticas

Al “Seguir a Jesús, convirtiéndonos en discípulos”, debemos estar abiertos a la experiencia de la hostilidad y el rechazo porque es inherente. A veces es más difícil dar testimonio entre nuestros familiares y amigos, así como en nuestros propios contextos que en otras partes. El rechazo también puede provenir de quienes no forman parte de nuestros círculos y aquellos que nos conocen muy poco. Jesús experimentó el rechazo en cada encuentro imaginable.

Dado que el rechazo es ineludible e inevitable, debemos convenir en que la rendición y la apatía no son opciones cuando tenemos que encontrar medios de cumplir con el llamado al discipulado. Es importante que seamos autocríticos a la hora de determinar los posibles motivos del rechazo y la oposición que enfrentamos. ¿Es porque vivimos en sociedades de honor y vergüenza? O bien, porque quienes nos miran, determinan que no quieren ninguna parte de nuestro Dios basándose en lo que ven. ¿Podría ser que el Dios que presentamos se parezca a la explotación, el imperio, la ambición económica y la discriminación? Tenemos que preguntarnos qué nos dificulta la difusión del mensaje evangélico en nuestros propios países, pueblos y comunidades.

El camino de la gente a la fe, a veces está bloqueado por un sinnúmero de obstáculos visibles e invisibles. No obstante, hemos de dar gracias a Dios de que el poder de Jesús no pueda ser eclipsado por una falta de fe. “Y Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, a no ser sanar a unos pocos enfermos y poner sobre ellos las manos” (Marco 6.5). A pesar del rechazo, no todo está forzosamente perdido; incluso en ese caso hay espacio para que el discípulo siga adelante con su misión. En lugar de condenar al infierno a quienes se negaban a escucharlo, Jesús encontró la forma de llegar a quienes lo rechazaban sin imponerse.

Autenticidad y autoridad

Algunos intentaron cuestionar la autenticidad y la autoridad de Jesús poniendo en tela de juicio la fuente de su sabiduría y su poder (versículos 2b–3b). “¿De dónde sabe éste todo esto?” lo que en parte obedecía al hecho de que no hubiera estudiado con un rabino y, por ende, no contara con las credenciales “apropiadas”. ¿Acaso no es éste el carpintero? Además, la gente se escandalizaba del origen humilde de Jesús (Marcos 6.3). La referencia a Jesús como el “hijo de María” también podría entenderse como un insulto. En las culturas semíticas era inusual referirse a un hombre como el hijo de su madre, incluso si su padre había fallecido. Jesús se enfrentaba a una mezcla de sarcasmo e insulto que era un intento de socavar su autoridad y autenticidad.

Consecuencias prácticas

A veces, la gente juzga la autenticidad y autoridad de un discípulo basándose en consideraciones estereotipadas de prejuicios sociales y discriminación, lugar, sexo, raza, clase social y ascendencia religiosa. Esas son realidades de sociedades estratificadas, en particular, aquellas donde influye una historia imperial y colonial (la sociedad de Jesús era estratificada y estaba organizada por grados de honor y vergüenza). Hoy en día, muchas sociedades con historia misionera tienden a mostrar esos prejuicios; algunas sociedades mantienen una actitud elitista hacia otras formas de culto y buscan imponer las suyas a otros.  Este enfoque a menudo se interpone en el camino de la unidad y merma nuestra capacidad de seguir la misión de Jesucristo.

Por otro lado, algunos de nosotros subestimamos nuestro propio contexto y creemos en el juicio de los demás sobre nuestro valor; damos muestras de malestar respecto a los dones y peculiaridades que Dios nos otorgó y, a lo largo del tiempo, perdemos nuestro sentido de identidad propia.

Aquí una nota de precaución para aquellos de nosotros del Sur global que hoy experimenta un crecimiento de la iglesia: resistamos a la tentación de considerar que lo que tenemos para ofrecer es más auténtico y creíble que aquello que tiene lugar en otras áreas de compromiso misionero.

Al seguir a Jesús y convertirnos en discípulos, es importante recordar que la autenticidad reside en aplicar lo que Jesús nos llamó a hacer, es decir, proclamar el evangelio del arrepentimiento más allá de la ascendencia, el sexo, la raza, la clase social, la ubicación geográfica, etc.

Nuestra autoridad solo reposa en Jesús y no en la condición, la formación o los recursos percibidos. Esa autoridad no se ejerce sobre las personas, sino sobre las fuerzas o los demonios que aprisionan y deshumanizan a los hijos de Dios.

Simplicidad y hospitalidad

La instrucción de Jesús a los discípulos –no llevar nada para el camino, más que un bastón,  usar sandalias, pero no llevar dos mudas de ropa– está sujeta a varias interpretaciones. Ahora bien, no es inverosímil considerar esa directriz como un llamado a abrazar el valor de la simplicidad y la práctica de la hospitalidad.

Los discípulos son llamados a vivir una vida que afirme la dependencia a Cristo y a practicar un discipulado desprovisto de desconfianza o sospecha respecto a aquellos a quienes se sirve. Tampoco debe haber ningún pensamiento de superioridad y su labor no debería depender de una acogida de aceptación (Marcos 6.8–10).

Consecuencias prácticas

Quienes salen en nombre de Jesús deberían hacerlo libres de carga, llevando consigo solo aquello que es útil y necesario para su misión y confiando en el cuidado providencial de Dios. Esto último va en contra del espíritu de la época que glorifica la abundancia, espíritu que a veces se ha infiltrado en la iglesia y ha distorsionado el evangelio.

Para algunos, la misión solo es viable cuando se dispone de recursos materiales; de hecho, utilizan la excusa de los recursos limitados para no ser discípulos fieles. Pero seguir a Jesús no es un camino de prosperidad material, antes bien, requiere confiar en que Dios cuide de nuestras necesidades. El espíritu de adquisición que engendra codicia no tiene cabida. Tampoco tiene que haber disonancia entre la simplicidad de la vida de Jesús y el actual estilo de vida de los discípulos.

Cada cual es libre de rechazar el ministerio y la misión. Debemos respetar la libertad de las personas. Los discípulos no tienen que intimidar ni ejercer la fuerza sobre aquellos que encuentran. Tales tácticas y estrategias son usadas por el orgullo de quienes están impresionados con su propio poder y consideran que este les da autoridad sobre los demás. Es importante reconocer que algunas misiones no son lideradas por Cristo, sino por el imperio, el poder, la codicia y el imperialismo. Cabe preguntarse cómo se comportaron los misioneros en determinados puntos del tiempo. ¿Cuál es la historia de su conexión con los poderes imperiales de los centros desde donde fueron enviados?

Hay un tiempo para discutir con quienes rechazan el evangelio y las consecuencias de su decisión, así como para sugerirles que tal vez estén actuando en contra de sus propios y mejores intereses (versículo 11). La urgencia de la misión del discipulado requiere que los discípulos se orienten a las necesidades de los demás.

Tampoco hay lugar para añadir o quitar contenido al evangelio a fin de que sea más aceptable y atractivo. Al presentarlo, debemos tener cuidado para no emplear las mismas estrategias que sustentan la época consumista y competitiva. La forma en que vivimos nuestro discipulado puede decir mucho sobre nuestra autenticidad y autoridad.

La naturaleza del discipulado centrado en Cristo se vive a través de la autenticidad y la autoridad, la hospitalidad y la simplicidad en medio de la hostilidad. Seguir a Jesús requiere que apliquemos la enseñanza recibida que siempre es puesta a prueba por las realidades que enfrentamos. A pesar del rechazo y los obstáculos que enfrentan los discípulos, la necesidad del discipulado y la resolución están siempre presentes en el llamado que los cristianos tienen que seguir.

Preguntas

  1. ¿Qué significa ser discípulo en el propio contexto? ¿Hay temas o aspectos comunes que atraviesan el concepto de discipulado o este varía a través del tiempo y el espacio?
  2. ¿Cuáles son algunas consecuencias del discipulado conectado con Cristo?
  3. ¿Cuáles son hoy en día algunas oportunidades de la misión mundial y a qué amenazas se enfrenta?

Oración

Dios de gracia

a través de tu hijo Jesucristo

fuimos puestos como ejemplo de lo que significa seguirte

y ser tus discípulos.

Permítenos y equípanos por tu Espíritu Santo

para que en nuestras vidas seamos fieles en la respuesta a tu llamado.

Da valor a tu pueblo

para que incluso frente al rechazo

cumplamos tu llamado a ser una iglesia misionera

que participe en el reino de Dios. Amén.ii

Sobre la autora

Merlyn Hyde Riley, pastora y secretaria general adjunta de la Unión Bautista de Jamaica, preside el Consejo de Iglesias de Jamaica.

Notas


[i] Malina B. and Rohrbaugh R. (1992). Social Science Commentary on the Synoptic Gospels. Fortress Press,

Minneapolis. Traducción libre.

ii Traducción libre.