Grupo Mixto de Trabajo entre la Iglesia Católica Romana y el Consejo Mundial de Iglesias

Resumen de la Novena Relación, 2007-2012

I. Introducción

El Grupo Mixto de Trabajo (GMT) ha sido un instrumento fundamental y eficaz para fomentar la cooperación entre sus órganos rectores: el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (PCPUC) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI). El GMT fue establecido en 1965 conjuntamente por el PCPUC (entonces Secretaría para la Promoción de la Unidad de los Cristianos) y el CMI, tras la aprobación del Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II  (Unitatis Redintegratio) en 1964. Desde entonces, el GMT se ha reunido periódicamente ofreciendo un espacio en el que los órganos rectores examinan temas importantes que afectan a sus relaciones, y en el que sus representantes comparten experiencias de sus iglesias y hablan sobre su participación común en el movimiento ecuménico, dado que tanto la Iglesia Católica Romana (ICR) como el CMI están comprometidas con el objetivo de la unidad visible de la iglesia.

El GMT ha funcionado como un grupo de trabajo mundial con aportaciones regionales y locales. Para el período comprendido entre la IX Asamblea del CMI en 2006 en Porto Alegre, Brasil y la X Asamblea en 2013 en Busan, Corea, cada órgano rector designó a 18 miembros para integrar el GMT, procedentes de diferentes regiones del mundo, con distintas experiencias pastorales y ecuménicas. Durante este tiempo, el GMT se reunió cinco veces en sesiones plenarias, dirigidas por los dos co-moderadores. Los co-moderadores, los co-secretarios, un representante de cada órgano rector, el director de Fe y Constitución y el consultor católico romano del equipo de Misión del CMI forman un Grupo Ejecutivo que se reúne dos veces al año. El Ejecutivo supervisa el trabajo del GMT entre las sesiones plenarias y prepara el orden del día y los materiales para las reuniones.

Habida cuenta del contexto eclesial cambiante a principios del siglo XXI y de los retos a los que se enfrentan las iglesias en su búsqueda de la unidad visible y en sus esfuerzos por dar un testimonio común al mundo, el GMT se percató ya en la reunión plenaria de 2008 en Ginebra de que los órganos rectores tenían un interés común en profundizar la comunidad de las iglesias en el movimiento ecuménico y la formación ecuménica sobre la base de los frutos del diálogo ecuménico, con la participación de los jóvenes e inspirándose en la presencia de los migrantes que cuestionan la visión errónea de las comunidades e iglesias locales que se centran en sí mismas. Esto quedó reflejado en la elección de los temas de estudio y reflexión: los estudios sobre la recepción y las raíces espirituales del ecumenismo[1], y las reflexiones sobre los jóvenes. El GMT también debatió sobre las causas y las repercusiones de la migración en las vidas de las personas, las comunidades y las iglesias.

II. Relaciones de mayor confianza

El GMT no solo ha fomentado la cooperación entre los dos órganos rectores, sino que ha contribuido a una mayor confianza y colaboración con otras iglesias e interlocutores ecuménicos del movimiento ecuménico único.

Esto es fundamental, teniendo en cuenta el contexto eclesial en rápida transformación, marcado por el crecimiento de las iglesias pentecostales y carismáticas, los profundos cambios geopolíticos de las últimas décadas, las consecuencias devastadoras del cambio climático y las crisis financieras, los conflictos relacionados con los valores y la ética personal, la violencia en diversas religiones y comunidades y entre ellas, y la creciente necesidad de acompañamiento por parte de las comunidades cristianas en situaciones de conflicto. Estos problemas requieren que las iglesias renueven su compromiso ecuménico con el testimonio común y la búsqueda de la unidad visible de la iglesia. En todos nuestros esfuerzos en cuanto GMT, la unidad que Cristo quiere para su iglesia ha sido y será una cuestión central.

Juntas, la Iglesia Católica Romana y las iglesias miembros del CMI han promovido las relaciones con las iglesias evangélicas, pentecostales y carismáticas, en gran parte a través de la cooperación en el Foro Cristiano Mundial, pero también mediante muchas otras iniciativas, como, por ejemplo, el centenario de la Conferencia Misionera Mundial en 2010, la participación en el Grupo Consultivo Mixto entre el CMI y los Pentecostales, la cooperación en la Conferencia de Secretarios de las Comuniones Cristianas Mundiales (CCM), la Comisión Consultiva Mixta entre el Consejo Mundial de Iglesias y las Comunidades Cristianas Mundiales y la publicación del documento Testimonio cristiano en un mundo de pluralismo religioso: Recomendaciones sobre la práctica del testimonio[2], que fue presentado al público por el CMI junto con el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (PCDI) y la Alianza Evangélica Mundial (AEM).

La calidad de las relaciones fomentadas por el GMT alentó al CMI a intensificar su muy valiosa cooperación con las CCM y a ofrecer nuevos espacios que incluyeran también a iglesias e interlocutores ecuménicos que no son miembros del CMI tanto en las reflexiones sobre el ecumenismo en el siglo XXI como en los preparativos de la X Asamblea del CMI que tendrá lugar en Busan en 2013. En ambos casos, se formaron comités que incluyen, como miembros de pleno derecho, a una gran variedad de iglesias que van más allá de los miembros del CMI y sus asociados ecuménicos. Para ello, el CMI pudo beneficiarse de la excelente cooperación con la ICR y de la cada vez mejor colaboración con los pentecostales en la Comisión de Fe y Constitución y en la Comisión de Misión Mundial y Evangelización (CMME).

III.    La labor del Grupo Mixto de Trabajo 2007-2012

Durante este mandato, la “peregrinación ecuménica” del grupo siguió los pasos de San Pablo en Damasco, Malta y Roma. No hay mejor modo de resumir el espíritu y la labor de este GMT que refiriéndose a la carta de San Pablo a los Romanos 15:7: “Por tanto, recíbanse unos a otros, como también Cristo nos recibió (…)”. Nuestro tiempo juntos siempre se basó en la oración común, la lectura de la Biblia y la celebración, fortaleciéndose conscientemente las raíces espirituales del ecumenismo como la base compartida de nuestra labor común.

El tiempo dedicado al intercambio de información y experiencias por parte de los miembros del GMT y de los órganos rectores ha sido un aspecto importante y enriquecedor de todas las reuniones. La puesta en común proporcionó valiosos espacios para discernir y hacer un seguimiento de los acontecimientos relativos a los órganos rectores y al movimiento ecuménico a escala local, regional e internacional. Este intercambio periódico y estructurado propicia que se fomente la confianza, un tipo de relaciones que hacen posible que los participantes también puedan abordar cuestiones difíciles respetándose mutuamente, y un interés común en el florecimiento del movimiento ecuménico único. El Ejecutivo siguió siendo un instrumento muy útil para intercambiar información, examinar preocupaciones comunes y promover la cooperación.

La importancia de recibir los resultados del diálogo ecuménico y de promover así un compromiso renovado con el ecumenismo se puso de manifiesto de muy diversas maneras en los informes de los miembros del GMT y de los órganos rectores. Las reuniones de los obispos con el PCPUC durante sus visitas ad limina a Roma son solo un ejemplo de las valiosas oportunidades para poner de relieve los avances hechos y reavivar el compromiso ecuménico. De forma similar, en los intercambios se siguieron planteando cuestiones relacionadas con la formación ecuménica y la participación de los jóvenes. La migración ocupó un lugar central en las observaciones de los representantes de Oriente Medio y Asia, así como en los informes de los co-moderadores. En todas las reuniones se debatieron el contexto eclesial cambiante y la cooperación en el Foro Cristiano Mundial. Las enriquecedoras experiencias del diálogo y la cooperación interreligiosos y los difíciles problemas de la violencia por motivos religiosos fueron cobrando cada vez una mayor importancia.

Respondiendo a las sugerencias del anterior Grupo Mixto de Trabajo presentadas en la Octava Relación, este GMT, inspirado por la vida espiritual del grupo y la puesta en común de sus miembros, concluyó que debía hacer una contribución específica a las cuestiones de la recepción y las raíces espirituales del ecumenismo desde la perspectiva del cuerpo único que es. Estos dos textos juntos han sido concebidos como dos dimensiones mutuamente enriquecedoras de una respuesta holística a la exhortación de San Pablo en Romanos 15:7 que, por eso, fue elegida como lema de esta Novena Relación del GMT.

Con respecto a los mandatos anteriores del GMT, el grupo introdujo una nueva manera de trabajar estableciendo dos subgrupos que exploraron las oportunidades de estimular la cooperación en los ámbitos de la migración y los jóvenes, dos cuestiones que plantean un gran desafío a todas las iglesias. El debate sobre la migración debe proseguirse. El grupo de trabajo sobre el papel de los jóvenes en la iglesia redactó un texto que se incluye como apéndice.

C.         Documentos de estudio

a) La recepción: una cuestión clave para el progreso ecuménico (Apéndice A)

El actual Grupo Mixto de Trabajo se reunió durante el período en que se celebró el centenario de la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo de 1910, el acontecimiento que dio lugar al nacimiento del movimiento ecuménico moderno, así como los 50 años del Concilio Vaticano II. Estos hechos han quedado reflejados de diversas maneras en el estudio sobre la recepción ecuménica.

El estudio se organiza en cinco secciones. La Sección I, titulada “La recepción ecuménica: un aspecto esencial para alcanzar la unidad”, empieza describiendo la importancia fundamental de la recepción en la vida de la iglesia, presentando algunos de los aspectos teológicos que conlleva, y luego define el significado de recepción ecuménica. A continuación, invita constantemente a las iglesias a recibir el movimiento ecuménico y sus resultados, “los logros de un siglo de ecumenismo” en la vida de las iglesias y a basarse en esos logros al proseguir la peregrinación ecuménica. La parte final de esta sección prepara el terreno para el debate que suscitará recordando que el GMT ya ha prestado mucha atención a la recepción ecuménica en el pasado, pero afirmando que el centenario representa una ocasión especial para reflexionar con mayor profundidad sobre esta cuestión y sobre cómo un siglo de ecumenismo ha marcado una diferencia para las iglesias. Todas las secciones acaban con “Enseñanzas y recomendaciones” para fomentar la reflexión por parte de las iglesias.

La Sección II describe cómo tiene lugar la recepción en las iglesias. Tras unas reflexiones introductorias sobre los procesos de recepción, el resto de esta sección ofrece breves presentaciones que explican los métodos de la recepción ecuménica en quince Comuniones Cristianas Mundiales, en base a su experiencia y/o política. La variedad de enfoques refleja las diferencias eclesiológicas e ilustra la complejidad de la recepción ecuménica.

La Sección III, que es la más larga, se titula “Superar las divisiones del pasado: la recepción promueve la reconciliación”. Muestra cómo las iglesias, mediante la recepción ecuménica, han adoptado algunas medidas importantes para superar esas divisiones. Empieza comentando el nuevo contexto ecuménico que se ha desarrollado durante el siglo de ecumenismo que se inició en Edimburgo en 1910, a lo largo del cual cristianos que habían estado separados durante mucho tiempo han ido reconociendo cada vez más los niveles de fe que han seguido manteniendo en común, a pesar de siglos de división, y han empezado a recibirse unos a otros como cristianos. Con esta nueva situación, las iglesias han podido entablar un diálogo y enfrentarse juntas a las causas de separación del pasado. Describe de qué manera se han abordado ecuménicamente las tres áreas históricas de división, y cómo se han adoptado medidas significativas hacia la reconciliación. La primera de ellas hace referencia a las divisiones del siglo V, sobre todo después del Concilio de Calcedonia (451). La segunda se refiere al cisma entre el cristianismo oriental y occidental tras 1054. La tercera atañe a las divisiones en el cristianismo occidental del siglo XVI y a partir de entonces, no solo de las iglesias de la Reforma con respecto a la Iglesia Católica, sino también entre las propias iglesias reformadas. Se ofrecen presentaciones detalladas de las importantes medidas hacia la reconciliación y la superación de estas divisiones, aunque todavía se necesita hacer mucho más para alcanzar la plena unidad visible. La parte final de esta sección presenta algunas de las maneras en que el Consejo Mundial de Iglesias y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos han sido agentes de recepción.

La Sección IV muestra que la recepción ecuménica también ha sido una lucha. Del mismo modo que la Sección II ofrece ejemplos concretos de procesos de recepción, esta sección da ejemplos concretos de por qué los procesos de recepción pueden ser una lucha.

La Sección V aborda el tema de “La formación ecuménica: una cuestión clave para la recepción ecuménica”. En la Octava Relación del GMT se había afirmado que “se necesita hacer un esfuerzo más grande en el campo de la formación ecuménica” porque “una nueva generación de cristianos a veces no sabe cómo fueron las cosas y cuántas han cambiado en los decenios que pasaron desde que se fundó el CMI y desde que se celebró el Concilio Vaticano II”[3]. El presente estudio ha documentado esos cambios, mostrando las medidas que se han tomado para superar las divisiones del pasado, y de qué manera la recepción ecuménica ha ayudado a fomentar y promover la reconciliación. Esta sección examina los vínculos entre la formación y la recepción ecuménicas, expone el constante interés del GMT por la formación ecuménica, y esboza algunos principios generales para la formación ecuménica, así como programas y directrices orientativas.

La conclusión de este estudio, en la Sección VI, es “Un llamamiento a las iglesias” a que reconozcan lo que se ha logrado durante un siglo de ecumenismo, a apoyar permanentemente los procesos de recepción ecuménica y a renovar su compromiso con la búsqueda de la unidad cristiana.

b) Renovarse en el Espíritu. Las raíces espirituales del ecumenismo (Apéndice B)

En respuesta a la oración de nuestro Señor “para que todos sean uno (…)” (Juan 17:21) y motivados por el llamamiento de Cristo a la renovación de la vida y la conversión del corazón, el Grupo Mixto de Trabajo inició un proyecto para reflexionar de nuevo sobre las raíces espirituales del ecumenismo con un doble objetivo: recordar a los cristianos el impulso espiritual que ha guiado al movimiento ecuménico desde sus orígenes, y ver de qué nuevas maneras las iglesias pueden afianzar estas raíces espirituales ofreciendo algunas recomendaciones prácticas.

Tras una introducción, el texto se divide en ocho secciones: terminología básica, fundamentos bíblicos, implicaciones para la oración y la práctica litúrgica, ejemplos inspirados en los santos, el poder de los encuentros transformadores, oportunidades prácticas para las iglesias con algunas recomendaciones destinadas a los órganos rectores, un resumen final y algunas sugerencias de recursos para obtener más información.

Después de haber definido los términos “espiritualidad” y “ecumenismo” (palabras que la cultura popular a menudo utiliza sin suficiente claridad), este estudio analiza la base teológica para un ecumenismo espiritual; estudia las prácticas de piedad, oración y culto sobre las que se sustentan estas raíces espirituales; pone de relieve cómo Dios en Jesucristo a través del Espíritu Santo insufla nueva vida a los cristianos mediante los ejemplos de los santos y encuentros transformadores con cristianos de otras tradiciones; y ofrece algunas ideas concretas para que estos fundamentos espirituales puedan ser adoptados más plenamente en los contextos locales.

La sección consagrada a la base teológica para el ecumenismo espiritual se ha realizado utilizando la oración como principal principio organizativo, ya que la oración se fundamenta en la relación de los cristianos con el Dios Trino, y en la manera en que entienden a Dios y la voluntad divina de unidad. Se analiza el uso de la oración por la unidad en la piedad personal y en la liturgia, y la unidad y la diversidad se ven como dos dones interconectados que Dios concede a la iglesia. Esta sección concluye haciendo hincapié en que la unidad es un tanto un don como una tarea, y que los cristianos viven y trabajan con la esperanza permanente de la visión final del pueblo de Dios en armoniosa relación.

La sección sobre las implicaciones para la oración y la práctica litúrgica celebra que los cristianos oren regularmente los unos por los otros de distintas maneras, y que ello sea uno de los frutos del movimiento ecuménico. En particular, examina el uso de los ciclos ecuménicos de oración, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y la práctica de oración común que empieza con el Padrenuestro, oración que las iglesias cristianas comparten.

El texto da ejemplos del impulso hacia la unidad inspirados en mártires, santos y testimonios vivos, y pone de relieve una iniciativa para explorar de qué manera el testimonio de ciertos mártires puede ser una fuerza para la unidad. Este tema fue desarrollado conjuntamente en una consulta del Monasterio de Bose y la Comisión de Fe y Constitución del CMI.

En “El poder de los encuentros transformadores”, el estudio analiza cómo los encuentros con cristianos de otras tradiciones han sido una inspiración que ha propiciado un compromiso más profundo de la búsqueda de la unidad cristiana.

La última sección ofrece recomendaciones prácticas a las iglesias para que puedan poner más de manifiesto las raíces espirituales del ecumenismo. El texto se estructura en cinco categorías: (1) oportunidades para orar juntos —haciendo más hincapié en cómo los participantes pueden relacionarse entre sí durante la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos, buscando nuevas maneras de utilizar el Ciclo Ecuménico de Oración, fomentando los estudios bíblicos ecuménicos, y centrándose en el impacto que las oraciones tienen en la unidad en el ámbito de la liturgia; (2) oportunidades para el testimonio ecuménico —aprovechando las visitas ecuménicas para dar un rostro humano al movimiento ecuménico, reconociendo el poder del testimonio de los dirigentes ecuménicos, y encontrando maneras de promover la familiarización ecuménica de los jóvenes que hayan demostrado interés en el ecumenismo; (3) oportunidades para ofrecer hospitalidad ecuménica  —con motivo de los ritos de paso, prestando atención a la planificación preparatoria de modo que se muestre hospitalidad ecuménica, y considerando la posibilidad de hacer un esfuerzo intencional para que cristianos de diversas tradiciones participen en un viaje educativo, centrándose en las raíces espirituales del ecumenismo; (4) oportunidades para la participación programática —compartiendo estudios bíblicos, prestando una atención especial al impulso ecuménico en el que se fundamentan los proyectos conjuntos de misión y mediante otras iniciativas de participación comunitaria; y (5) oportunidades para la educación ecuménica —alentando al personal académico a servirse intencional y explícitamente de las raíces espirituales del ecumenismo.

c) Reflexiones sobre los jóvenes

La iglesia en la vida de los jóvenes y los jóvenes en la vida de la iglesia (Apéndice C)

La iglesia constituye una parte importante de la vida de los jóvenes y su participación constituye un elemento esencial de la vida de la iglesia. La ausencia de jóvenes en las comunidades eclesiales amenaza su vitalidad.

Habida cuenta de que los jóvenes son uno de los sectores más dinámicos de toda sociedad y de que están en un período crucial de sus vidas, la iglesia debe encontrar maneras adecuadas y creativas de encaminarlos hacia Jesucristo. Las iglesias deben fomentar los debates con los jóvenes y entre ellos para entender su experiencia y la riqueza de su fe. El mundo contemporáneo plantea muchos retos –y a la vez muchas oportunidades– a la juventud, que se encuentra expuesta a las presiones de una sociedad cada vez más globalizada. El GMT invita a las iglesias a ser conscientes de las consecuencias de estas presiones y de las inevitables frustraciones que pueden suscitar. Los jóvenes viven en un contexto de proliferación de las tecnologías de la información y la comunicación. Estas tienen un impacto considerable en sus vidas que afecta, a veces de forma negativa, sus relaciones, intereses, prioridades, pasiones y estilos de vida. Las tecnologías de la comunicación también ofrecen oportunidades positivas que permiten a los jóvenes comunicarse, establecer redes de contactos y cooperar, generando un sentimiento de solidaridad mundial y motivándolos a trabajar para la iglesia y la sociedad. Asimismo, la juventud busca experiencias espirituales y una relación con Dios.

Las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes tienen repercusiones en la forma en que participan en la iglesia. Los jóvenes pueden ser miembros activos de las parroquias y las congregaciones, así como de las organizaciones juveniles. Es posible que algunos sientan que la iglesia no responde a sus aspiraciones y modos de expresión y que, por lo tanto, sean observadores pasivos. Ello puede conducir a cierto malestar y a una sensación de distancia con respecto a la vida de la iglesia. Por consiguiente, el GMT invita a las iglesias a comprender y responder a la compleja realidad que vive la juventud, y a abrirse a sus necesidades y expectativas, algo fundamental para desarrollar, mantener y afianzar su sentido de pertenencia a la iglesia.

Las acciones de los jóvenes para promover la unidad cristiana a lo largo de la historia del ecumenismo han sido notorias. El GMT insta a las iglesias a desarrollar nuevas maneras de involucrar a la juventud en el trabajo del ecumenismo y a reflexionar acerca de su percepción de los jóvenes. Es necesario apreciar la labor de los jóvenes en la promoción de la unidad cristiana y dejar de verlos como receptores pasivos para considerarlos, más bien, como partícipes cuyas contribuciones son escuchadas y valoradas.

Por ello, el GMT ha abierto un canal de comunicación con los jóvenes que consiste en una serie de recursos específicos que pueden utilizarse en diferentes lugares e iglesias. Las tres áreas que se exploran en los Recursos para los jóvenes son: 1) Creer (fe); 2) Pertenecer a la iglesia (bautismo); 3) Vivir la fe (discipulado). Cada área se ha tratado desde tres perspectivas distintas: la Palabra de Dios, los primeros testimonios cristianos y la iglesia de hoy. Los materiales han sido probados en grupos de estudiantes cristianos, grupos parroquiales y congregacionales, y en escuelas. Las respuestas obtenidas abordaban el papel de la fe en las vidas de los jóvenes, analizaban lo que significa pertenecer a la tradición cristiana y el papel de la iglesia, y reflexionaban sobre la interacción con cristianos de distintas tradiciones. El GMT alienta a las iglesias a utilizar esta herramienta como punto de partida en las reflexiones de los jóvenes sobre sus propias tradiciones cristianas. Las respuestas indican que la juventud espera que la iglesia sea activa y que participe en el mundo contemporáneo. Los comentarios muestran que los jóvenes están abiertos a las diferentes tradiciones cristianas, pero que no son conscientes del papel que podrían desempeñar en la promoción de la unidad cristiana. El GMT alienta a las iglesias a considerar de qué manera los jóvenes pueden participar más consciente y activamente en las estrategias ecuménicas de colaboración.

IV. Perspectivas para el futuro (2013 – 2020)

La confianza que se ha creado mediante la cooperación estructurada y constante entre los órganos rectores a través del GMT constituye una importante contribución a la coherencia del movimiento ecuménico único y a la búsqueda permanente de la unidad visible de la iglesia. El GMT ha sido un espacio para el intercambio franco y constructivo, en el que se ha facilitado la cooperación entre los distintos aspectos de la vida y el trabajo de los órganos rectores, se han interpretado los acontecimientos en ambos órganos rectores y en el movimiento ecuménico en general, y se han abordado los retos comunes y las cuestiones delicadas en un ambiente de comunión espiritual y hermandad en Cristo. Además de la continua cooperación, durante este período se han seguido desarrollando las relaciones entre diversas áreas programáticas del CMI y los correspondientes dicasterios de la Curia Romana.

Todas estas funciones deberían seguir siendo centrales en todo GMT futuro, independientemente del tamaño del grupo o de la duración de su mandato. De cara a la reunión del Comité Central del CMI de 2012 y a la próxima Asamblea, el Grupo de seguimiento del examen de la gobernanza del CMI está revisando todas las comisiones y grupos consultivos del CMI, en cuanto se refiere a su tamaño, frecuencia de las reuniones y metodologías de trabajo, con una tendencia a favorecer la formación de organismos más pequeños y a la vez más flexibles. Los órganos rectores examinarán estas cuestiones con más detalle y harán una propuesta conjunta para el futuro.

Agradecidos por la oportunidad de trabajar juntos durante este mandato, los miembros del GMT formulan las siguientes recomendaciones:

  • Algunas de las ideas de la consulta con motivo del 40o aniversario del GMT han demostrado ser pertinentes más allá del presente mandato. El próximo GMT saldrá seguramente beneficiado si organiza de nuevo sus dos primeras sesiones plenarias en Roma y Ginebra. El hecho de que todos los miembros del grupo adquieran un mejor y más detallado conocimiento de los dos órganos rectores conducirá a una comprensión más clara tanto de las tareas como del potencial del grupo.
  • El grupo de estudio sobre Las raíces espirituales del ecumenismo ha hecho una propuesta concreta de seguimiento. El grupo recomienda que se explore la posibilidad de llevar a cabo un proyecto piloto con el Foro Ecuménico del CMI Palestina-Israel y el Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes sobre las peregrinaciones a Tierra Santa.
  • El GMT no concluyó su debate sobre la migración. Dada importancia de este tema para las iglesias, merece la pena fomentar la colaboración entre los órganos rectores en este ámbito.
  • Será necesario que el próximo GMT reflexione sobre nuevas formas de trabajar juntos, que permitan evaluar y responder al contexto eclesial y mundial en continua evolución. El GMT debe sentir continuamente el pulso del movimiento ecuménico, analizando el estado de las relaciones ecuménicas, identificando sus puntos fuertes y débiles, fijando prioridades con objetivos mesurables y supervisando los avances para determinar si los objetivos se han perseguido con seriedad y constancia.
  • Se hizo hincapié en que el Grupo Mixto de Trabajo no debía duplicar el trabajo de la Comisión de Fe y Constitución. El GMT debe desempeñar la función de facilitar la reflexión sobre la dimensión ecuménica de los temas, y debe decidir si puede aportar una contribución específica a un área en concreto, quizás pidiendo más a menudo a un organismo especializado que lleve a cabo un estudio en vez de hacerlo él mismo.
  • Para el próximo mandato, puede ser una buena idea explorar otras posibilidades creativas para responder al mandato principal del GMT. Ello también puede contribuir a fortalecer el grupo a fin de “constituir un acicate para los órganos rectores proponiendo nuevas medidas y programas”. Las siguientes preguntas se basan en el trabajo hecho hasta ahora, pero también plantean otras tareas:

-          ¿Cómo podría funcionar el GMT de una manera más práctica como un agente de recepción y un promotor de las raíces espirituales del ecumenismo?

-          ¿Cómo puede la nueva presencia de diversas comunidades cristianas en un determinado lugar, a consecuencia de la migración, convertirse en una oportunidad enriquecedora para profundizar las relaciones ecuménicas en el contexto eclesial cambiante?

-          ¿De qué maneras puede el GMT seguir fomentando una mayor y mejor cooperación y participación de los jóvenes, por ejemplo, en las universidades y en ocasiones tales como el Día Mundial de la Juventud?

-          ¿Qué pueden hacer conjuntamente los órganos rectores para promover el diálogo y la cooperación interreligiosos?

-           ¿Existen medios más efectivos de fortalecer las relaciones con los cristianos que mantienen una distancia con respecto al movimiento ecuménico?



[1] Cf. también las dos publicaciones de Su Eminencia el Cardenal Walter Kasper: Cosechar los frutos: Aspectos básicos de la fe cristiana en el diálogo ecuménico. Editorial Sal Terrae, Santander (2010); Ecumenismo espiritual: Una guía práctica. Editorial Verbo Divino (1a edición en 2007).

[2] http://www.oikoumene.org/es/resources/documents/wcc-programmes/interreligious-dialogue-and-cooperation/christian-identity-in-pluralistic-societies/christian-witness-in-a-multi-religious-world

[3] Grupo Mixto de Trabajo entre la Iglesia Católica Romana y el Consejo Mundial de Iglesias: Octava Relación, 1999-2005 (2005). Ginebra: Publicaciones del CMI, p. 31.