Monseñor John A. Radano, Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

En este año 2001, los cristianos del Este y del Oeste celebramos el mismo día, excepcionalmente, la fiesta de la Pascua. Lamentablemente, es una excepción que nos recuerda que los cristianos están divididos en muchas cuestiones, incluso en esta de la fecha de la celebración de este misterio central de nuestra fe.

Los cristianos han venido esforzándose desde los primeros tiempos por establecer una fecha común para la celebración de la Pascua, cuestión que volvió a suscitarse en el siglo XX, y especialmente durante los tres últimos decenios. Las esperanzas cristianas de establecimiento de una fecha común dimanan sobre todo de preocupaciones teológicas. Según una consulta organizada por el Consejo Mundial de Iglesias en 1970, una fecha común "eliminaría un obstáculo que se interpone a la unidad de los cristianos y establecería un nuevo marco para el testimonio en el mundo del Señor Resucitado" (The Ecumenical Review, abril de 1971, 177).

Es sobre todo desde el Concilio Vaticano II cuando la Iglesia Católica ha manifestado un profundo interés por el establecimiento de una fecha común para la Pascua. El Concilio apoyó la búsqueda de una fecha fija, siempre y cuando se llegara a un acuerdo ecuménico sobre la cuestión (Véase el apéndice de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 1963). Y, en espera de que así fuera, en el Decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas se encargó, como solución provisional, a los Patriarcas o a las supremas autoridades eclesiásticas locales que consultaran con todos los interesados a fin de tratar de llegar a un acuerdo unánime, para celebrar la Pascua en un mismo domingo.

Después del Vaticano II esta esperanza se reflejó en la correspondencia entre el Papa Pablo VI y el Patriarcado Ecuménico, así como en el Grupo Mixto de Trabajo de la Iglesia Católica y el CMI. La carta del Papa al Patriarca Ecuménico Dimitrios I, de 26 de marzo de 1975, indica el propósito evangélico de esa búsqueda de una fecha común:

El mundo en que vivimos tiene quizás más necesidad que nunca de que nosotros demos testimonio... de nuestra fe en la resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. Además, su resurrección es el fundamento de nuestra fe - de esa fe que muchos cuestionan. ¿No escribió acaso San Pablo que si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe (1Co15:14)? Movidos por esta convicción y confiando en el poder de Cristo Resucitado y de su Espíritu, nosotros manifestamos nuestra esperanza de que, celebrando el misterio de los misterios con un solo corazón y una sola voz, podamos tributar gloria a Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, a quien resucitó de entre los muertos (Ro16:6; Col 2:12).

En 1975, la Iglesia Católica formuló, en coordinación con el CMI, una propuesta específica que refleja una sensibilidad particularmente ecuménica. En nombre del Papa Pablo VI, el Cardenal Willebrands, Presidente del Secretariado (desde 1988 Consejo Pontificio) para la Unidad de los Cristianos, propuso en una carta al Patriarca Dimitrios I (18 de mayo de 1975) y a otros dirigentes ortodoxos, y en cartas de similar contenido enviadas al Secretario General del CMI, Dr. Philip Potter, y a dirigentes de diversos organismos confesionales mundiales, que, a partir de 1977 (año en el que todos los cristianos celebrarían la Pascua el mismo día), "la Pascua se celebre siempre el domingo siguiente al segundo sábado de abril". Y como parte de su preparación para la Asamblea General de 1975 en Nairobi, el CMI también estuvo recabando la opinión de sus iglesias miembros sobre la cuestión. Como resultado de su encuesta, el CMI llegó a la conclusión de que "de momento, una propuesta específica no conduciría a la fijación de ninguna fecha que pudiera ser aceptada por todos los cristianos para la celebración común de la Pascua". Era evidente, pues, que no cabía seguir insistiendo entonces sobre la cuestión. Y, dado que la Iglesia Católica no quería adoptar una decisión que creara un nuevo obstáculo para la unidad, su plan no llegó a aplicarse.

Otra propuesta de establecimiento de una fecha común para la celebración de la Pascua fue resultado de una consulta que, copatrocinada por el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo de Iglesias del Oriente Medio, tuvo lugar en Alepo (Siria) en 1997. El plan de Alepo propone una fecha común, aunque movible, distinta de la fecha fija sugerida en 1975. El Cardenal Edward Cassidy, entonces Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, manifestó en 1997 su apoyo al estudio de esta propuesta y se mostró en principio favorable a la misma.

Al igual que Pablo VI, el Papa Juan Pablo II ha apoyado explícitamente la fijación de una fecha común para la celebración de la Pascua. El testimonio que da Juan Pablo II del Evangelio destaca la redención en Cristo, como se refleja en los títulos de algunas de sus encíclicas: Redemptoris hominis (1979), Redemptoris Mater (1987) y Redemptoris Missio (1990). Para él la celebración de la Redención tiene consecuencias para el ecumenismo, por cuanto "vamos más allá de los malentendidos históricos y de las controversias de carácter contingente, para encontrarnos unos con otros en el terreno común de nuestro ser de cristianos, es decir, redimidos. La Redención nos une a todos nosotros en el único amor de Cristo, crucificado y resucitado" (23 de diciembre de 1982).

El Papa ha tratado de fomentar el testimonio común de los misterios redentores de Cristo, crucificado y resucitado. Así pues, desde 1994, Juan Pablo ha invitado en varias ocasiones a los dirigentes ortodoxos o protestantes a escribir meditaciones para el Via Crucis que él mismo dirige el Viernes Santo de cada año en el Coliseo de Roma. Y recientemente, haciendo notar que en 2001 todos los cristianos celebrarían la resurrección de Cristo en la misma fecha, manifestó la esperanza de que "esto nos aliente a llegar a un acuerdo sobre una fecha común para esta fiesta" (Homilía de 25 de enero de 2001).

Celebrar todos la Pascua en una misma fecha en 2001 es una gracia. Y la Iglesia Católica espera que los cristianos encuentren la forma de seguir celebrándola así todos los años. Ojalá sepamos nosotros, sus discípulos, aprovechar esta oportunidad de contemplar juntos este año la Resurrección del Redentor para solicitar de Él su perdón y su clemencia por nuestra separación, y para implorar su ayuda para la adopción de medidas que nos conduzcan a la unidad por la que oramos (Véase Jn 17:21).

Un hito en los esfuerzos para establecer una fecha común de la Pascua fue la consulta de Alepo (Siria), en marzo de 1997, organizada conjuntamente por el CMI y el Consejo de Iglesias del Oriente Medio. ¿En qué medida las iglesias han atendido a la propuesta de Alepo? En 2001, el Equipo de Información del CMI ha invitado a representantes de las tradiciones ortodoxa y católica romana, así como a personalidades protestantes, a resumir brevemente sus reflexiones sobre una fecha común para Pascua. Monseñor John A. Radano del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos se refiere a "las esperanzas de los católicos en relación con la fecha común para la Pascua".