Allison Guadalupe, nacida en la caravana de migrantes el 31 de Octubre

de 2018 en Juchitán, Oaxaca, México. Cortesía de Whitney Godoy

Un saludo Navideño del Consejo Mundial de Iglesias

 

 

“Levántate; toma al niño y a su madre, y huye…”
– Mateo 2:13

 

Cuando se acerca la Navidad, nos maravillamos del acto singular por el que Dios dio la gracia a la condición humana y la elevó.

Eso ocurrió porque Dios compartió la vulnerabilidad de la vida humana en este mundo. Aquel precioso niño era vulnerable desde todo punto de vista, pues había nacido en una familia pobre, en medio de circunstancias adversas y en un mundo peligroso. Un imperio cruel acechaba a su alrededor, al tiempo que un rey celoso buscaba su vida, lo que llevó a su familia a huir con él al exilio, una familia refugiada que vivía con miedo. Su vida fue asegurada por aquellos con pocos recursos, pero con mucho amor y    atentos al llamado de Dios de que lo cuidaran.

Hoy en día, cuando nos acercamos a Belén y las tierras que la circundan, vemos muchos refugiados y campamentos de refugiados. Si bien los refugiados son acogidos y ayudados de diversas maneras, hay muchos que sufren. También encontramos muros intimidantes. La región natal de Jesús crepita con la violencia y el  enfrentamiento cotidianos, mientras que los refugiados siguen a la espera de un asentamiento tranquilo y seguro. Y en todo el mundo, la pobreza y la violencia obligaron a unos 60 millones de personas a huir de su hogar y desarraigarse en una búsqueda desesperada de seguridad, dignidad y bienestar. En campamentos de refugiados y centros de detención, caminos desconocidos o mares furiosos. Todos ellos arriesgan la vida con la esperanza de salvarse, pero a menudo tropiezan con la sospecha, la hostilidad o incluso el racismo y la explotación. También se enfrentan a formas de populismo que cuidan de algunas personas, no de todas.

¿Cómo defender y asegurar su dignidad y su valor humanos, sellados en el nacimiento de Jesús?

Por la encarnación sabemos que para Dios no hay extranjeros. La buena nueva de que Dios se hace humano elevó la perspectiva humana, forjándonos en una sola humanidad, amada de Dios y unida en la solidaridad para trabajar por la justicia y la paz, proteger al vulnerable, sanar al herido y ofrecer protección al refugiado.

Que la maravilla y la alegría del mensaje navideño inspire esperanza en nuestros corazones, amor en nuestras obras y una solidaridad fraterna con toda la humanidad.

Rev. Dr. Olav Fykse Tveit
Secretario General
Consejo Mundial de Iglesias

 

 

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