Por el obispo Heinrich Bedford-Strohm, presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania y uno de los líderes religiosos que se encuentran actualmente en peregrinación en Japón, con ocasión del 70 º aniversario de los bombardeos atómicos.

 

Algo nuevo después de 70 años: un camino para avanzar juntos

Estimados amigos:

Todos los aquí presentes hoy estamos unidos por una gran esperanza: después de vivir 70 años con miedo, ha llegado la hora de abolir las armas nucleares. Esperamos que algún día se logre ese objetivo. Comparto esa esperanza con ustedes en nombre del Consejo Mundial de Iglesias, que cuenta con iglesias miembros en todos los continentes; y también aquí, en Japón, y en mi propio país, Alemania.

Afortunadamente en este aniversario hay algo nuevo: un nuevo camino para avanzar juntos hacia un mundo libre de armas nucleares. En todo el mundo hay una creciente mayoría que rechaza las amenazas que empezaron con el bombardeo de esta ciudad. Esa mayoría está formada por un número cada vez mayor de gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y personas que se inspiran en los valores humanitarios, la compasión, y la idea de que este mundo es verdaderamente único.

Nuestro mundo necesita urgentemente esa nueva iniciativa. Los mecanismos multilaterales que tienen por objeto poner fin a los peligros nucleares no han cumplido sus promesas. Los Estados poseedores de armas nucleares no se están uniendo a los Estados no poseedores de armas nucleares para dotar de vida al Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares y a la Conferencia de Desarme. Las Potencias nucleares siguen negando los hechos que prueban las catastróficas consecuencias humanitarias de las armas nucleares. Esas Potencias alaban la meta del desarme pero siguen gastando miles de millones en modernizar sus arsenales nucleares para su uso a muy largo plazo.

Aún así hay esperanza. Cada vez son más los países no poseedores de armas nucleares que se unen para decir que no seguirán tolerando esta situación y que adoptarán nuevas iniciativas para cambiarla. Me refiero al Compromiso humanitario de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), fruto de tres años de acciones emprendidas por la mayoría. El Compromiso nos insta a "llenar el vacío legal para la prohibición y la eliminación" de las armas nucleares. Ya hay ciento trece Estados que se han unido al Compromiso. Otros más siguen sumándose a la iniciativa gracias a las demandas de la sociedad civil y, sobre todo, de las organizaciones religiosas. Esa nueva mayoría ya es visible en los 159 países que han unido sus voces para declarar que: "las armas nucleares no deben volver a utilizarse nunca jamás, bajo ninguna circunstancia".

Lo que es nuevo es la creciente mayoría mundial que está adquiriendo suficiente poder para desbloquear la situación de estancamiento en que se encuentra el desarme nuclear. Sin duda el 95% de los Estados, apoyados por la opinión pública mundial, tiene el poder necesario para ilegalizar las armas nucleares. La prohibición no hará que desaparezcan las armas nucleares, pero el establecimiento de una ley será un paso necesario hacia su abolición y un instrumento esencial para lograr su eliminación.

Esta nueva vía solo tendrá éxito si los gobiernos y la sociedad civil avanzan juntos. El camino que tenemos por delante es difícil. La crisis de Ucrania está haciendo resurgir viejas y peligrosas costumbres. Se está alimentando el miedo para aumentar el apoyo a las armas nucleares; los miembros de la OTAN afirman que en esa crisis es necesaria –incluso inevitable– una confrontación nuclear como la de la Guerra Fría.

La política del miedo y la confrontación resultan tristemente familiares aquí en el noreste de Asia. Bajo semejantes condiciones las armas nucleares se multiplican en esta región. Hace setenta años se lanzaron bombas atómicas sobre dos ciudades. Hoy todas las ciudades de la región están en riesgo. Todas los países de la región poseen armas nucleares o dependen del arsenal nuclear estadounidense.

 

En 2013 el Consejo Mundial de Iglesias celebró una Asamblea mundial cerca de aquí, en Corea del Sur.

Las iglesias miembros de Asia ejercieron una importante influencia en esa Asamblea; pues viven dentro de zonas objetivo de Potencias nucleares enemigas y entre centrales nucleares, por lo que hicieron un llamamiento a la eliminación de las armas nucleares para avanzar hacia la paz y a la sustitución de la energía nuclear por otro tipo de energía, como paso hacia el desarrollo sostenible.

 

Mi iglesia, en Alemania, y las iglesias de todo el mundo tienen muy presentes a los hibakusha de Hiroshima, Nagasaki, y también a los de Fukushima. Su valiente testimonio de que nunca nadie más debe padecer su mismo destino nos da fuerza a todos, y especialmente a los cristianos.

 

La historia de los hibakusha muestra que los seres humanos están llamados a llevar una nueva forma de vida: debemos elegir maneras de vivir que protejan la vida, y rechazar las que la ponen en riesgo. No debemos usar la energía del átomo en formas que amenacen y destruyan la vida. Hacerlo es hacer un uso indebido y pecaminoso de la Creación de Dios. Debemos negarnos a aceptar que la destrucción masiva de otros pueblos puede ser una forma legítima de protegernos.

Con ocasión de este 70º aniversario el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) ha "enviado aquí a líderes religiosos de siete países que aún no han aceptado resolver el vacío legal existente en torno a las armas nucleares. Venimos de dos países que poseen armas nucleares –Estados Unidos y Pakistán– y de cinco que declaran estar a favor del desarme nuclear pero todavía están dispuestos a que otros usen sus armas nucleares para protegerlos. Tras este histórico aniversario tenemos previsto volver a nuestros países y hablar con nuestros gobiernos de lo que se hizo en Hiroshima y Nagasaki, preguntarles por qué, 70 años después, siguen preparados para destruir cientos de ciudades de una forma aún más terrible, e instarles a unirse al nuevo Compromiso humanitario.

El 70º aniversario de los bombardeos atómicos es un momento prometedor para todos nosotros. Avancemos juntos. La prohibición de las armas nucleares es algo nuevo y necesario que la mayoría mundial finalmente debe lograr.