Consejo Mundial de Iglesias
Comité Central
26 de agosto – 2 de septiembre de 2009
Ginebra, Suiza

PERTENENCIA ECUMÉNICA

¿Qué significa nuestro compromiso ecuménico?

1. En el capítulo 6 del Evangelio de Juan, encontramos el relato de una serie de episodios y diálogos entre Jesús y sus seguidores que tienen un significado especial para la esencia de nuestra fe y, por ello, también para la esencia de nuestro compromiso ecuménico. Al principio de este capítulo encontramos la conocida historia de la multiplicación de los panes y de los peces para alimentar a la multitud que se reunió para encontrarse con Jesús. Al día siguiente, cuando Jesús dejó a la multitud y se fue al otro lado del lago, la multitud le siguió. Jesús les dijo entonces que él es el pan venido del cielo, el pan de vida. “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). Para los que creen en él y en que fue enviado por el Padre, promete la resurrección y la vida eterna (v. 40). En vez de expresar su alegría, la multitud comienza a quejarse. Jesús transmite su mensaje una vez más: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (v.51). Este mensaje representó un escándalo incluso para muchos de sus discípulos, y se quejaron por ello. Jesús les preguntó: ¿Esto (este mensaje) os escandaliza? (v.61), y les dijo: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen.” (v.63).

2. Interrumpamos aquí este relato por ahora. Jesús se dirige a la multitud y, por lo tanto, se dirige tanto al círculo más amplio de sus discípulos como a los doce apóstoles, como veremos más tarde, de manera particular. Llama la atención sobre lo que es de máxima importancia, es decir, la relación que pueden tener con él, Jesús. ¿Qué tipo de relación puede ser? ¿Sólo la de buscar comida para alimentar sus cuerpos? Por supuesto, Jesús no está juzgando la comida como innecesaria. Después de todo, alimentó a la multitud. Y, en la oración del Padre Nuestro, nos enseñó a pedirle a Dios nuestro pan de cada día. Por ello, cuando menciona el espíritu como la dimensión fundamental de nuestra relación con él y con el Padre, no aboga por el tipo de espiritualismo que olvida las necesidades materiales del ser humano. Él mismo ha resistido a esta tentación, si citamos el Deuteronomio (8:3), con la siguiente declaración: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

3. Así pues, muchos siguieron a Jesús buscando tan sólo ayuda física y material: una relación muy superficial con Jesús, que sólo busca satisfacer las necesidades inmediatas. Mientas sus necesidades cotidianas quedaran cubiertas, podrían olvidar el espíritu de buen grado. También había un número de discípulos que quedó escandalizado con las consecuencias de seguir a Jesús. Le habían seguido y habían escuchado sus enseñanzas, y habían llegado a adquirir la total consciencia de que el significado de la vida va más allá de la satisfacción de nuestras necesidades inmediatas. Siguieron a Jesús durante un tiempo, pero, cuando se vieron confrontados con las consecuencias de ser sus discípulos, cuando se les recordó que Jesús subiría al cielo, se reuniría con el Padre que lo había enviado, y que esto significaría también que Jesús tendría que pasar por el dolor y la muerte, se mostraron dispuestos a abandonar la esperanza en la vida eterna y le volvieron la espalda a Jesús. 

4. ¿Es este episodio también relevante para nuestro compromiso ecuménico? Algunos pueden pensar que no es adecuado utilizar un pasaje que se refiere a una relación muy personal y espiritual con Jesús para reflexionar sobre las relaciones ecuménicas y los retos a los que nos enfrentamos hoy en día. No obstante, nuestro compromiso con los esfuerzos eclesiásticos hacia la unidad entre el pueblo de Dios no es simplemente un intento de reunirnos como iglesias, aprender los unos de los otros y cooperar. No tiene que ver con cómo nos sentimos como personas hacia las iglesias y cómo nos relacionamos con ellas. Tiene que ver con el significado último de la iglesia como cuerpo de Cristo, “para que todos sean uno […], para que el mundo crea” (Juan 17:21). Nos hemos comprometido a buscar la unidad debido a este objetivo misiológico último. No se trata sólo de una cuestión eclesiológica, sino de la salvación de la humanidad.

5. Teniendo estos fundamentos presentes, pasemos ahora a señalar algunos de los retos para nuestro compromiso ecuménico hoy en día. 

La “pertenencia” del compromiso ecuménico

6. Cada vez más en los últimos años, me he topado con el término “pertenencia” en relación con el compromiso ecuménico o incluso con el movimiento ecuménico. He oído a menudo la pregunta ‘¿a quién le pertenece?’. Se ha hecho hincapié en que debemos fomentar la “pertenencia” del movimiento ecuménico. Como persona procedente de un país en el que se utilizan otros idiomas que no son el inglés, he tenido dificultades con este término. Se trata de un concepto difícil de traducir, al menos hacia algunos idiomas. En portugués, por ejemplo, la traducción literal daría la idea de que alguien toma “posesión” del movimiento ecuménico. Nos pertenece algo cuando es nuestra propiedad. Desde un punto de vista moderno e individualista, se puede interpretar esto de muchas maneras. Sin embargo, es evidente que no se hace referencia a nada de esto cuando se habla de “pertenencia” del movimiento ecuménico. 

7. A pesar de esto, yo, por mi parte, encuentro un doble matiz positivo en el término “pertenencia”. Tiene que ver, principalmente, con pertenecer, participar, ser una parte de algo. Por ello, tiene que entenderse en primer lugar en un sentido pasivo. No se crea ni se desarrolla el movimiento ecuménico; más bien, se participa en él. En este sentido, nos damos cuenta de que somos nosotros los que “pertenecemos” al movimiento ecuménico, y no al revés. Se convierte en nuestra pasión, como se ha dicho muchas veces. Sólo al convertirnos primero en una parte del movimiento ecuménico podemos “adoptarlo” en el sentido activo, en forma de compromiso con la unidad. Así, la responsabilidad, la sensibilización y la solidaridad se derivan del hecho de que participamos, somos parte del movimiento ecuménico.

8. Si traducimos esta percepción en términos teológicos, querría decir que, cuando consideramos el significado y las implicaciones del movimiento ecuménico, el indicativo de la gracia de Dios va antes que el imperativo de Dios que requiere nuestra acción. Ésta sería un reflejo de la propia acción de Dios de amor y salvación de la humanidad. El siguiente paso de la gracia de Dios recibida en la fe es la “incorporación” en el cuerpo de Cristo, también expresada por el término “comunión”. De ahí se deriva la llamada hacia el testimonio y el servicio, la misión y la diaconía. Por analogía, nuestro compromiso ecuménico tiene sus raíces en la propia acción de salvación de Dios, desarrollándose a partir de ahí hasta convertirse en participación en el cuerpo de Cristo, y de ahí en responsabilidad y compromiso.

9. Como comunidad de Iglesias, el CMI es un espacio que, en este sentido, nos “pertenece” a todos (aunque quiero reiterar que, en realidad, nosotros le “pertenecemos” a él), pero es también un espacio del que todos debemos asumir la responsabilidad constantemente. Si volvemos la vista hacia nuestra historia, tenemos buenas razones de designarlo como un instrumento privilegiado del movimiento ecuménico, pero esta afirmación siempre se ve atemperada por la indispensable “modestia” de la consciencia de que el movimiento ecuménico en sí es mucho más amplio que este instrumento nuestro. Esto está muy bien expresado en el documento ‘Entendimiento y Visión Comunes’ (EVC). Dios, a través del Espíritu Santo, tiene su propia manera de llamar a las iglesias a la unidad, más allá de nuestros esfuerzos. 

Falsas dicotomías

10. Durante la última reunión del Comité Central, destaqué el tema del entendimiento holístico de la salvación y el discipulado en el discurso del moderador. Lo hice reflexionando sobre la base de la historia del movimiento ecuménico en su sentido más amplio y de las disposiciones de la constitución del CMI en particular. 

“Estas formulaciones [en la Constitución del CMI] reflejan con precisión la historia del movimiento ecuménico que llevó a la creación del CMI, en sus diversas corrientes: misión, vida y acción, fe y constitución, y educación cristiana. [...] Todas ellas son parte fundamental e integrante de la forma en que concebimos la oikoumene. Combinando todas estas corrientes en su formulación, la Constitución las reconoce como dimensiones específicas del único camino ecuménico. Desea dar a todas ellas la debida importancia en una comprensión holística de la salvación y el discipulado. Por lo tanto, queda excluida constitucionalmente desde el principio toda controversia sobre qué dimensión es más importante o a cuál debe darse preferencia.”1

11. A pesar de esto, a menudo tenemos que luchar con falsas dicotomías cuando describimos el camino ecuménico. Por falsas dicotomías entiendo un concepto o actitud que nos separa los unos de los otros, elementos que son fundamentales para la vida de la iglesia. En lugar de reconocerlos o afirmar su complementariedad, pueden llegar a utilizarse los unos contra los otros. 

12. Una de estas falsas dicotomías consiste en utilizar la acción y la doctrina la una contra la otra. Hice referencia a esta dicotomía en el más reciente discurso del moderador. Por ello, basta con decir aquí que un énfasis en la doctrina que minimizase la acción (por ejemplo, una acción social) convirtiendo la doctrina en un esfuerzo intelectual falso, hipócrita y vano, sería una falsa dicotomía. Por otra parte, un énfasis en la acción que descartase la doctrina por irrelevante perdería sus raíces espirituales y se tornaría, por ende, vacío y débil, como una casa construida sobre pilares temblorosos. 

13. Me gustaría reflexionar un poco más sobre la importancia del ministerio diaconal en la vida de la Iglesia, porque otra de las falsas dicotomías que existen considera que la diaconía tiene menos valor que la misión, en vez de ver la misión de manera holística y la diaconía como una dimensión esencial de la misión en sí misma. La misión sin la diaconía se convertiría fácilmente en una iniciativa violenta y arrogante que no respetaría la cultura, los valores y la identidad de los destinatarios del mensaje cristiano. Trataría de imponer la propia fe sobre la de los otros, en lugar de dar razón de la esperanza que hay en nosotros (Pedro 3:15) y respetar la decisión personal de fe de los demás. La proclamación y celebración de la Iglesia tiene que estar estrechamente conectada con la diaconía. “Si no, la proclamación podría ser considerada como proselitismo, y no como una invitación abierta a recibir el don de la salvación de Dios; y la celebración, como mero espiritualismo, y no como una adoración gozosa del Dios Trino”.2

14. Por otra parte, la diaconía se separa en muchas ocasiones de la misión de la iglesia no sólo por razones prácticas, sino también por principio, y probablemente utilizando la conveniente y, en este caso, nada convincente excusa de que el servicio al prójimo debe estar centrado completamente en sus necesidades, sin ningún tipo de interés personal por parte de los que brindan el servicio diaconal. De este modo, la diaconía podría convertirse sin dificultad en una actividad “profesional” sin corazón ni inspiración, desligada de su motivación espiritual, que permanece en la sombra. 

15. En este contexto, quiero compartir las siguientes consideraciones de mi reciente discurso en la Asamblea de la Federación Mundial de Diaconía en Atlanta (Georgia, Estados Unidos):

“El ministerio diaconal es parte de la esencia de la iglesia. El testimonio y el servicio siempre han ido de la mano, o siempre deberían haber ido de la mano. En Hechos 6, encontramos el relato de siete diáconos que fueron elegidos para ayudar a aquellos miembros de la iglesia que más lo necesitaban, especialmente a las viudas. Esto tuvo lugar basándose en la declaración de los doce: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas.” (Hechos 6:2). A menudo surgen dos problemas de comprensión en relación con este pasaje. El primero presupone que los doce mantuvieron bajo su responsabilidad lo que es “verdaderamente” importante dentro de la iglesia, es decir, la proclamación de la palabra y la administración de los sacramentos; mientras que la diaconía es percibida como algo de naturaleza secundaria, que puede ser relegado a otros con menos autoridad. El otro problema de comprensión es que existen fronteras rígidas entre proclamación y servicio, y que cada una de estas áreas está restringida a su función y tarea específicas.

Lejos de estas presuposiciones, Hechos 6 debe interpretarse como el reparto de responsabilidades dentro de un único ministerio en la Iglesia que se deriva del ministerio de Cristo. Los doce no sólo proclamaron el Evangelio, también curaron a los enfermos. Los diáconos no sólo ayudaban a los necesitados con sus carencias materiales. Esteban, por ejemplo, vivió el martirio por haber dado testimonio de la palabra, y Felipe interpretó las escrituras para el ministro de finanzas etíope. Dio testimonio de Cristo como el sirviente descrito en Isaías 53, y bautizó al ministro. 

Por eso, la diaconía como parte de un entendimiento holístico de la misión era algo que ya estaba arraigado en la iglesia de los primeros tiempos, cuando los apóstoles pusieron sus manos sobre los elegidos para convertirse en diáconos, con la especial tarea de ocuparse de las necesidades de los pobres y vulnerables. Su tarea tenía el fundamento espiritual en el segundo mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo y en las enseñanzas de las Escrituras sobre ocuparse de las necesidades de los huérfanos, viudas y extranjeros. El ministerio diaconal está profundamente enraizado en nuestra fe en Jesucristo, el salvador de nuestro mundo”. (traducción libre)

Recuerdos en la encrucijada: evaluación y construcción de sueños

16. Unas palabras iniciales sobre la situación económica actual del mundo. Desde la última vez que nos reunimos, el mundo ha caído en una crisis financiera de dimensiones catastróficas. Las prácticas financieras dirigidas por la especulación y la codicia, acompañadas por una ideología de liberalismo económico que ha conducido a la desregulación radical de los sistemas bancarios y financieros, han desbaratado la economía mundial. La producción de los países ricos ha sufrido una gran reducción, y el desempleo ha crecido proporcionalmente. No obstante, los más afectados, una vez más, han sido los más pobres del mundo. En lugar de avanzar hacia la consecución de los objetivos del milenio, cien millones de personas más han entrado a formar parte de los pobres, y el hambre se ha incrementado considerablemente. Cantidades de dinero exorbitantes, que nunca se pensó que existieran o pudieran movilizarse para combatir el hambre, se han puesto rápidamente a disposición para rescatar a los bancos, a otras instituciones financieras y a las grandes empresas. Es posible que, al final de la crisis, los países ricos tengan de alguna manera una parte menos importante de la economía mundial y que algunas naciones del sur, que no están involucradas en las malas prácticas del sistema bancario, puedan recuperarse del declive financiero más rápidamente que otras. Con el impacto de la crisis, la presuposición ideológica de que el libre mercado y el proceso de globalización traerían consigo la prosperidad para todo el mundo ha entrado en receso. Sin embargo, no hay signos reales de que se estén corrigiendo los desequilibrios e injusticias del orden económico mundial, y el neoliberalismo podría celebrar su retorno una vez que la recesión toque a su fin. 

17. El año 2009 es también un año de intensos recuerdos del pasado e indica que nos encontramos en una encrucijada en el presente. Ha sido la ocasión para diversas celebraciones y conmemoraciones.

18. Para empezar con los eventos relacionados con las iglesias, este ha sido el año de la celebración del 500 aniversario del nacimiento de Juan Calvino. Calvino recuperó principios cristianos esenciales que habían sido ignorados durante mucho tiempo, como la soberanía de Dios y la autoridad de las escrituras, mediante la lectura de las doctrinas de la Iglesia a la luz de las enseñanzas bíblicas. Su insistencia en la libertad individual de cada creyente y el reconocimiento de que los magistrados son pecadores como todos nosotros contribuyeron a la democracia representativa y a la separación de la Iglesia y el Estado. 

19. Muchas voces, también provenientes de las familias confesionales más allá de las Iglesias Reformadas, destacaron la inestimable contribución de Calvino a la teología y a la organización de la Iglesia. Entre los distintos enfoques discutidos por los oradores y por los cientos de seguidores y aficionados de Calvino que acudieron a Ginebra para su 500 aniversario a principios de este año, hubo tal vez el aspecto sorprendente de la gran voluntad de reconocer las limitaciones de Calvino. Pero quizás esto no sea tan sorprendente, ya que no es la modestia la que ha conducido a este enfoque. Tiene que ver con la autocrítica y la constatación de que, por su naturaleza intrínseca, las iglesias existen en la complementariedad mutua. Y, después de todo, el mismo Calvino siempre quiso glorificar solamente a Dios. 

20. Volviendo a eventos más recientes, pero igualmente de gran relevancia ecuménica, hay que recordar que el 1 de septiembre de 2009, día en el que aún estaremos reunidos aquí como Comité Central, marca el 20 aniversario de la publicación de la encíclica de Su Santidad el Patriarca Ecuménico Dimitrios I en el día de la protección del medioambiente en 1989. La encíclica establecía este día del año como un momento de oración por la protección del medioambiente, de la buena creación de Dios. Este año, el día de la creación en septiembre servirá también como preparación para hacer oír la voz de las iglesias en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Copenhague. ¡Unamos nuestras voces el 13 de diciembre, resuenen las campanas de nuestras iglesias, las conchas, los tambores y los gongs trescientas cincuenta veces por la justicia climática!3

21. Como latinoamericano, no puedo dejar de mencionar el surgimiento de la teología de la liberación latinoamericana por su relevancia para la vida de las iglesias en las décadas recientes4. Ya en el año 1964, en una reunión de teólogos latinoamericanos en Petrópolis (Río de Janeiro), Gustavo Gutiérrez describió la teología como una ‘reflexión crítica sobre la práctica’. Esta línea de pensamiento se retomó en varias otras reuniones en preparación de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín (Colombia) en 1968. Las preocupaciones pastorales requerían nuevas reflexiones teológicas. La pobreza representaba un enorme reto para la conciencia cristiana y el testimonio de las iglesias. Estas reuniones funcionaban como “laboratorios para crear una teología sobre la base de las preocupaciones pastorales y la acción cristiana comprometida”5. Así, hace cuarenta años, apareció en su plenitud la teoría de la liberación. Un congreso teológico celebrado en Cartigny, Suiza, en 1969, asumió el desafío bajo el modesto título de “El significado del desarrollo: apuntes sobre la teología de la liberación”.6 Aquí fue donde Gustavo Gutiérrez presentó por primera vez sus apuntes sobre la teología de la liberación a una audiencia internacional. La conferencia fue patrocinada por SODEPAX, que era entonces el comité conjunto sobre Sociedad, Desarrollo y Paz del CMI y el Vaticano. 

22. Estamos en la víspera del centenario de la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo, y esta es la última reunión del Comité Central antes de un evento de tal importancia para el CMI. Parece que hay características del mismo que tienen particular resonancia en estos momentos. El centenario de la Conferencia Misionera Mundial el año que viene es un momento evocador para muchos de los que trabajan por la misión y la unidad de la Iglesia en todo el mundo.

23. Como afirma Kenneth R. Moss: “En lugar de limitarse en gran parte al Atlántico Norte, en Edimburgo 2010 habrá un enfoque internacional hacia el sur, con el reconocimiento de que el centro de gravedad del cristianismo se ha desplazado con creces hacia el sur durante el pasado siglo. La idea es que un 60% de los delegados en Edimburgo 2010 provengan del sur global. El proceso tendrá como objetivo ser realmente internacional en su enfoque. (...) La imaginación es la necesidad de detectar los contornos de un movimiento misionero que ya no va ‘del occidente a los demás lugares’, sino ‘de todas partes hacia todos’”7

24. Pasando a los eventos en el área e la política, recordemos en primer lugar el año 1989, año en el que tuvo lugar un cambio histórico con la caída del muro de Berlín. De 1961 a 1989, un muro de 154 kilómetros hecho de cemento armado dividía Berlín en dos. Llegó a ser el símbolo de la división del mundo en dos sistemas en confrontación. Hay un trozo de aquel muro aquí, en el jardín del centro ecuménico. Fue un regalo del primer gobierno de la República Democrática Alemana elegido libremente para CEC, como símbolo de reconocimiento por el papel que las iglesias desempeñaron en los cambios pacíficos que tuvieron lugar en Europa del Este. En este proceso, las iglesias tuvieron la oportunidad de ejercer para con la sociedad civil su compromiso con la paz, la justicia y la integridad de la creación; su compromiso con los procesos democráticos y su compromiso con la inalienable dignidad del ser humano, y pudieron hacerlo de manera pacífica. Recordamos con gratitud aquellos días y podemos recrear aún en nuestras mentes las impresionantes escenas de alegría, de gente escalando el muro y celebrando su fin. Pero no por ello olvidamos que muchos otros muros, ya sean de cemento, de prejuicios o de leyes que discriminan a los extranjeros, persisten o están siendo levantados, dividiendo a los pueblos y causando grandes sufrimientos en muchos lugares del mundo. Recordamos también a los que perdieron sus vidas en la plaza de Tiananmen, en Beijing (China), hace veinte años.

25. El final de los años 80 vino marcado también por el movimiento del apartheid en Sudáfrica. En 1989, Namibia comenzó su transición hacia la independencia que se selló el año siguiente, convirtiéndose así en el último país de África en dejar atrás el colonialismo. En Latinoamérica, el final del régimen de Pinochet en Chile marcó el fin simbólico de las dictaduras militares en el continente. El reciente golpe militar en Honduras ha evocado tristes recuerdos del pasado; esperemos que pase también a los libros de la historia como un episodio anacrónico que no ponga en peligro en manera alguna el fortalecimiento de la democracia en la región. 

26. Tenemos también que recordar las esperanzas recientes. La elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos ha traído consigo una fuerte oleada de esperanza en todo el mundo. No se pueden esperar cambios radicales de una sola persona dentro de un sistema que está basado en los privilegios del poder económico, político y militar. No obstante, las esperanzas van desde políticas de resolución pacífica de conflictos hasta sensibilidad hacia las necesidades básicas de los pueblos del mundo e inclusión de los asuntos medioambientales en el programa político de los Estados Unidos. El 20 de enero de 2009, los miembros de la junta, los líderes de las iglesias y los miembros asociados de la Conferencia Estadounidense del Consejo Mundial de Iglesias firmaron y enviaron una carta a la oficina del presidente Barack Obama. La carta expresaba las expectativas de las comunidades cristianas en el país y, en muchos sentidos, también la esperanza internacional que rodea al nuevo presidente de la nación más poderosa e influyente del mundo: 

“Los desafíos son inmensos e imponentes. Se encuentran en cada sector de la sociedad y, ciertamente, en toda la amplitud de la familia humana del mundo. Mucha gente en este mundo de abundancia tiene que lidiar con la pobreza; estamos llamados por Dios a ocuparnos de los necesitados. Muchos lugares del mundo están quebrados por la violencia y la guerra; estamos llamados por Cristo a mantener la paz. Nuestro papel no es señalar con el dedo a su nuevo gobierno y decir “hagan algo”. Nuestro papel, en cambio, es trabajar mano a mano con su gobierno para lograr los cambios que necesitamos desesperadamente para que los Estados Unidos y el mundo se asemejen más a la visión de Dios para la humanidad y para toda la creación. Nuestro papel es recordarnos a todos nuestra responsabilidad cuando no seguimos esa visión”8 (traducción libre)

¿Y las iglesias y el movimiento ecuménico hoy y veinte años después?

27. Esta reunión del comité central está revestida de especial importancia. Un simple vistazo al programa ya nos da una idea del número de asuntos importantes que se discutirán durante los próximos días. Hacia el final de este discurso, pondré de relieve tres de los temas que se van a tratar y haré algunos comentarios breves sobre los mismos, y esto sin tener en cuenta los retos programáticos y financieros con los que tendremos que enfrentarnos. Me gustaría aprovechar este momento para subrayar un tema más fundamental. Tal vez esta sea también una oportunidad especial para retomar de nuevo la cuestión de la “visión” de nuestro viaje y el del CMI como comunidad de iglesias. Uno de los espacios privilegiados para ello son los momentos de oración comunitaria que compartimos. Además, tenemos ante nosotros, tanto en la reflexión teológica como en la revisión de las actividades de nuestros programas, una oportunidad para recentrar nuestra visión: una manera de relacionar el pasado con un nuevo futuro. El documento EVC (Entendimiento y Visión Comunes) puede, con toda certeza, ser una fuente de inspiración y una guía para nosotros. No debe ser interpretado como una afirmación estática, sino como una invitación a seguir reflexionando sobre nuestra visión.

28. Nuestra realidad es muy compleja y se compone de diversos niveles. Una visión simplista no es suficiente para describirla o hacer frente a sus retos. Esta conclusión es también válida si tenemos en cuenta la vida de las iglesias y la situación actual del Consejo Mundial de Iglesias. Por un lado, algunas iglesias han descubierto que había la suficiente cercanía entre ellas para fusionarse o establecer acuerdos de plena comunión, y así lo han hecho, cambiando de esta manera el panorama ecuménico. Entre las “principales” iglesias protestantes y anglicanas, podemos hablar de comunión de facto, un desarrollo ecuménico de grandes dimensiones. Por otro lado, el debate y las conclusiones sobre las cuestiones morales han causado una profunda polarización entre algunas familias confesionales y en el interior de las mismas.

29. Como venimos enfatizando desde Puerto Alegre, nos encontramos en un mundo y en un panorama religioso muy diferente del de las pasadas décadas. El pluralismo religioso y la fragmentación cultural se han se han puesto más de relieve. La membresía del CMI ya no es tan representativa del cristianismo mundial (o de las iglesias que no son católicas romanas) como antes. Muchas nuevas iglesias evangélicas y pentecostales (y también neopentecostales) son elementos muy activos dentro del panorama religioso, pero sólo unas pocas han pasado a ser miembros del CMI o están dispuestas a entablar un diálogo con el mismo. Para algunas de ellas, parece que la visión del movimiento ecuménico podría estar desapareciendo. Aún así, tenemos buenas razones para expresar nuestra gratitud a la historia del movimiento ecuménico y del CMI durante su relativamente corta existencia. Del cambio fundamental que ha conducido al diálogo, la cooperación y el espíritu de comunidad entre las familias confesionales se han obtenido resultados palpables. En la esfera pública, personalidades que no representan a las iglesias han reconocido abiertamente los frutos que han dado los esfuerzos ecuménicos en términos de solidaridad: contribuciones significativas para erradicar el apartheid, poner fin a las dictaduras en América Latina, o para la visión de eliminar las divisiones en Europa, todas ellas mencionadas anteriormente.

30. El Foro Cristiano Mundial, que se reunió por primera vez en Nairobi a finales de 2007, da fe del nuevo enfoque del ecumenismo que incluye a las iglesias ortodoxas, católicas romanas, anglicanas, protestantes reformadas, pentecostales y evangélicas, así como a las redes cristianas y organizaciones para-eclesiásticas. Se puede encontrar una variedad similar en el Consejo General, que se prepara en estos momentos para celebrar el centenario de Edimburgo 1910 y que es posiblemente representativo de un sector de los cristianos del mundo más amplio que cualquier otra organización anterior.

31. En estos momentos existe la necesidad de reflexionar sobre cómo puede el movimiento ecuménico ofrecer una visión que no sea para la institución, sino para el mundo: un mundo que está tan dividido como lo estaba cuando el telón de acero y el muro de Berlín aún existían; cuando el apartheid y las dictaduras militares aún estaban vigentes, aunque está dividido de manera más compleja y, al mismo tiempo, más flagrante y sutil: el acceso restringido o la falta de acceso al agua, a la comida, a la educación y a la asistencia sanitaria de una gran proporción de la población mundial. La pobreza extrema sigue siendo una realidad.

32. El contexto del panorama ecuménico actual viene marcado por nuevos actores alineados a aquellos que han seguido los pasos de los fundadores del movimiento. Ya he mencionado las nuevas iglesias evangélicas y pentecostales en expansión, pero, incluso si tomamos en consideración a las iglesias que tradicionalmente han tenido una participación clara en el movimiento ecuménico, nuevos actores han entrado en escena. Se ha hablado principalmente de las iglesias y los consejos de iglesias, y ahora de otro tercer actor que ha hecho su aparición: las Comuniones Cristianas Mundiales. Las organizaciones ecuménicas en su sentido más amplio, junto con los ministerios especializados de las iglesias, han logrado elevados niveles de impacto en las vidas de las iglesias y en la sociedad, debidos en gran medida al trabajo diaconal en las áreas de la ayuda humanitaria y el desarrollo. Esto les ha situado en una posición más visible en la mesa redonda de la dinámica ecuménica. Mantener la coherencia del movimiento ecuménico se ha convertido, en muchas ocasiones, en un gran reto. Las relaciones entre estas partes han ganado en complejidad, y la tentación de competir en vez de cooperar no debería ser subestimada. Ésta es una razón de más por la que deberíamos estar agradecidos y brindar nuestro apoyo a aquellos esfuerzos que sí mantienen y refuerzan un compromiso ecuménico común y desarrollan sus relaciones en torno a un programa elaborado en consenso. 

33. Según la definición de nuestro Comité de Continuación sobre Ecumenismo en el siglo XXI, las actividades ecuménicas se llevan hoy a cabo en diferentes niveles por iglesias que actúan a través de organismos conciliares: las Comuniones Cristianas Mundiales, los ministerios especializados, las organizaciones ecuménicas internacionales, las comunidades ecuménicas, las organizaciones misioneras, las facultades y asociaciones de teología, las academias ecuménicas, los centros de formación de laicos y muchos otros organismos ecuménicos. El gran número de organizaciones ecuménicas constituye un enorme reto para las iglesias y los organismos de financiación, de los que se espera que participen en estos organismos y les apoyen. 

34. La relación entre las iglesias y las organizaciones ecuménicas en su sentido más amplio puede y debe continuar desarrollándose de manera positiva. Por un lado, nuestro entendimiento de las organizaciones ecuménicas puede ir en el sentido de brazos extendidos hacia las iglesias que proporcionan asistencia a las personas que lo necesitan, trayendo a la mesa temas como la conciencia y la ciudadanía; luchando por una sociedad justa y sostenible. Por otro lado, podemos destacar que las iglesias, en tanto que comunidades de fe, constituyen la inspiración y la motivación de las organizaciones ecuménicas. Por separado, a las iglesias, como organismos, se les quedarían los brazos demasiado cortos como instrumentos de servicio, y las organizaciones ecuménicas perderían a largo plazo su inspiración esencial. 

35. El antiguo miembro del personal del CMI Simon Oxley recordaba el año pasado en una presentación realizada durante las “conversaciones a la hora del almuerzo” de la biblioteca y los archivos del CMI que “el cambio es el cauce común entre las cuatro corrientes del movimiento ecuménico que se combinan en el CMI: Fe y Constitución, Vida y Acción, Misión, y Educación. No es posible lograr la unidad de las iglesias, como quiera que deseemos definirla, sin cambio. Un orden internacional, nacional y local justo no puede lograrse sin cambio”. Oxley mencionó en aquel momento un ejemplo histórico que ilustra cómo este tema se viene encontrando presente en la vida del Consejo desde hace tiempo:

Los archivos del CMI de los años cincuenta contienen una réplica semipública muy reveladora del Secretario General, Visser ’t Hooft, a un experimentado, pero bastante nuevo miembro del personal en lo que ahora llamaríamos un órgano consultivo. El miembro del personal hizo un comentario que venía a querer decir que si las iglesias hubieran sabido que, al unirse al CMI, estaban firmando cambiar, nunca lo habrían hecho. La respuesta contundente de Visser ’t Hooft fue que cambiar es lo que habían hecho en Ámsterdam y lo que venían haciendo desde entonces.9

36. Cuando adoptamos el proceso de consenso, cambiamos considerablemente. Al aceptar el nuevo proceso en el CMI, las iglesias miembros firmaron por la apertura al cambio. Oxley concluye afirmando que el consenso no consiste en una manera de encontrar una opción con la que todos puedan estar fácilmente de acuerdo, sino que implica estar abiertos a cambiar de postura o a descubrir lo nuevo. El nuevo marco del panorama ecuménico está enfrente de nosotros, y lo experimentan en sus vidas cotidianas nuestras iglesias y sus redes y relaciones pero, aún así, parece que seguimos sin ser capaces de describirla o de definirla. 

37. El teólogo suizo que trabaja actualmente en Brasil, Rudolf von Sinner, miembro del Comité de Continuación sobre Ecumenismo en el siglo XXI, nos recordaba en 2007: 

El único movimiento ecuménico que puede haber es el que se basa en la confianza y, primeramente, en la confianza en Dios, que se hizo hombre en Cristo y está presente a través del Espíritu Santo. Basándonos en esta confianza, podemos asumir el riesgo de confiar en el otro. Esto nos hace vulnerables, pero es la única forma de construir relaciones significativas .En muchos casos, aún así, es justamente la confianza la que falta, y muchas veces reina abiertamente la competición y se destruye la confianza a conciencia.10 (traducción libre)

38. La confianza solo puede desarrollarse si nos volvemos constantemente hacia Jesús como nuestro Señor y Salvador, si buscamos con diligencia cuál es la voluntad de Dios y estamos abiertos a dejarnos guiar por el Espíritu Santo.

39. Volvamos ahora entonces a Juan 6. Interrumpimos el transcurso de esta historia en el punto en el que muchos de los discípulos de Jesús le habían vuelto la espalda porque no podían soportar las consecuencias radicales de ser discípulos suyos. Entonces, Jesús preguntó a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros? (Juan 6:67). Uno de ellos le traicionaría más tarde. Simón Pedro negaría conocerle más tarde, pero dio la respuesta que superaría a su negación y le haría un apóstol fiel de Jesús: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (v.68) ¿A quién iremos? Al seguir a Jesús, permanecemos fieles también al compromiso ecuménico. No es algo opcional. No podemos volver la espalda y conformarnos con nuestras propias particularidades como iglesias diversas. Perseveramos, en cambio, en la búsqueda de la unidad entre las iglesias, con aquellos a los que hemos reconocido como hermanos y hermanas que comparten una única fe en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, por la gloria de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo.

Comentario final para esta reunión del Comité Central

40. Añado unas últimas palabras sobre nuestra reunión. Como de costumbre, tenemos ante nosotros un programa cargado. Tendrán que tomarse varias decisiones de particular importancia para la vida del CMI. Me gustaría mencionar tres de entre ellas. Para empezar, está la cuestión del lugar de reunión para la próxima asamblea, en el año 2013. Estamos muy agradecidos por el hecho de que las iglesias de cuatro lugares distintos hayan expresado su deseo de ser las anfitrionas de la asamblea. Al hacer nuestra elección tendremos en cuenta, por supuesto, los aspectos logísticos, la participación de las iglesias y el testimonio público que daremos al celebrar la asamblea en el lugar determinado que hayamos seleccionado. En segundo lugar, recibiremos el informe del grupo de trabajo sobre gobierno, responsabilidad y reglamento del personal, y lo discutiremos. Estamos también agradecidos por el diligente trabajo llevado a cabo por este grupo. Como resultado de su profundo compromiso con el CMI, no se han limitado a hacer propuestas para la acción inmediata, sino que han querido ir más allá y mirar hacia el futuro, preguntándose qué ajustes en la vida y en la estructura del CMI podrían ser los más adecuados para asumir los retos y el trabajo al que nos debemos como organización. El informe de este grupo de trabajo nos acompañará también más allá de esta reunión. Por último, querría mencionar la elección del futuro Secretario General del CMI. Es obvio que no hay necesidad de recordar la importancia de esta decisión para la vida del CMI y para sus iglesias miembros. Mucho de lo que es el CMI y de cómo se percibe a la organización viene condicionado por la manera en la que su Secretario General lleva a cabo sus responsabilidades, tanto en el área de las relaciones con las iglesias como en la gestión dentro de la propia organización. 

41. En nuestro programa para esta reunión también tendremos tiempo para reunirnos y expresar la gratitud del Consejo Mundial de Iglesias por la dedicación de Samuel Kobia al trabajo de la organización como Secretario General.

42. Nuestra última reunión como Comité Central fue extremadamente difícil y hubo una gran tensión, como bien recordarán. Entretanto, hemos logrado ocuparnos de los temas subyacentes para superar las dificultades y los obstáculos. Esto sólo ha sido posible gracias a los esfuerzos de todas las partes involucradas. El interés más noble del CMI se erigió como la prioridad para todos. Me gustaría expresar mi agradecimiento, en especial, a los presidentes, al Comité Ejecutivo y al Secretario General por todos los esfuerzos de mediación y resolución en la búsqueda de la verdad y de la reconciliación, para después mirar hacia el futuro del CMI, según lo propuesto por el Comité Central. Tengo esperanza y confío en que esta reunión del Comité Central se desarrollará con el mismo espíritu y será un reflejo de los mismos compromisos. Después de todo, no es nuestra causa la que está en juego, sino el plan de Dios, a cuyo servicio está el CMI. La confesión del apóstol Pedro nos puede servir de guía: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Juan 6:68).

 

1 - 2008 Discurso del Moderador, Comité Central, febrero de 2008 en: The Ecumenical Review, enero de 2008

2 - Cita de mi discurso de apertura del 24 de julio de 2009, en la Asamblea de la Federación Mundial de Diaconía (Atlanta, Georgia, Estados Unidos)

3 - Para más información sobre la campaña de toque de campanas para la justicia climática, visite la página web del CMI: http://www.oikoumene.org/en/events-sections/countdown-to-climate-justice/bellringing.html

4 - Sigo aquí a Leonardo y Clodovis Boff: Introducing Liberation Theology, Orbis Books, Maryknoll, 1987.

5 - Ibid. p.69

6 - Gustavo Gutierrez Merino en: In Search of a Theology of Development, A Sodepax Report, Suiza 1970, p.116 y sig.

7 - Cf. MOSS, Kenneth R.. Edinburgh 2010 – springboard for mission. Disponible en: www.edinburgh2010.org/fileadmin/files/edinburgh2010/files/pdf/Edinburgh%202010_03.pdf

9 - OXLEY, Simon. Where's the passion? Why ecumenism needs the heart as well as the mind. A conversation starter. Disponible en: library.oikoumene.org/fileadmin/files/wcclibrary/Wheres_the_passion.pdf Consultado el 5 de agosto de 2009.

10 - cf. Comité de Continuación sobre Ecumenismo en el siglo XXI. Documentos e informe sobre la primera reunión del comité, Ginebra: CMI,2008,p.20