1. Desde principios de 2003, el conflicto de Darfur ha desencadenado una ola de violencia incontenible que ha resultado en la muerte de cientos de miles de civiles y en una enorme crisis humanitaria con millones de personas inocentes desplazadas y expuestas a crímenes viles (tortura, violación, raptos). El conflicto entra en su sexto año y constituye un desafío moral para la comunidad internacional que no debe por más tiempo silenciar e ignorar la situación de deterioro continuo de miles de personas inocentes que se enfrentan diariamente con la muerte y la hambruna y están expuestas a condiciones que tienen como objetivo para provocar su destrucción física.

2. La búsqueda de la justicia, la paz y la reconciliación ha estado en el centro de la misión de las iglesias cristianas como una respuesta a las enseñanzas de Jesús en el sermón del monte: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. […] Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5: 6-9). Las iglesias de diferentes lugares del mundo, y especialmente las de países que han sufrido violaciones manifiestas de los derechos humanos, han estado luchando contra la impunidad a nivel nacional e internacional. Esta lucha se justifica no tanto por la búsqueda del castigo como por la superación de la violencia y la impunidad, el apoyo a las víctimas y la búsqueda de justicia, paz y reconciliación.

3. Las iglesias y las organizaciones ecuménicas siempre han interpretado los llantos de las víctimas como una petición de respeto a sus derechos. Las víctimas tienen derecho a saber qué ocurrió exactamente en el caso de violaciones graves de los derechos humanos. En este contexto, las iglesias alzaron su voz profética con respecto al genocidio armenio. Como se afirmó en el “Informe sobre el genocidio armenio”, aprobado por el Comité Central del CMI celebrado en Ginebra del 15 al 22 de febrero de 2005: “Desde la perspectiva cristiana, el camino hacia la justicia y la reconciliación exige el reconocimiento del crimen cometido como condición sine qua non para la sanación de las memorias y la posibilidad del perdón. Perdonar no es olvidar, sino mirar atrás con mirada y corazón convertidos y restaurar las relaciones entre culpables y víctimas”.

4. Las iglesias deberían asumir una vez más su papel pionero y alzar su voz profética con respecto a la crisis de Darfur. Los crímenes cometidos en Darfur contra civiles inocentes equivalen al crimen de genocidio tal y como lo prescribieron la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de las Naciones Unidas y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI).

5. Los Estados tienen la responsabilidad primordial de proteger a su población del genocidio, la depuración étnica, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad. Sin embargo, cuando manifiestamente los Estados no protegen a su población, la comunidad internacional en su conjunto tiene la responsabilidad colectiva de responder. Ya no tiene derecho a continuar siendo un mero espectador ni a permitir que la perpetración de atrocidades a gran escala, como las que se cometen en Darfur, siga quedando impune.

6. Lamentablemente, el Gobierno del Sudán no ha conseguido proteger a sus habitantes. Además, tras la orden de detención emitida por la CPI contra el presidente de la República del Sudán, Omar Hassan Ahmed Al Bashir, el Gobierno sudanés procedió a la expulsión de Darfur de una serie de organizaciones de ayuda humanitaria que estaban proporcionando asistencia vital a millones de personas en la región.

7. Al mismo tiempo, la falta de progresos en las negociaciones de paz hace que el futuro de esta región destrozada por la guerra y de los medios de vida de sus habitantes preocupe aún más. También tiene consecuencias para el ya precario Acuerdo general de paz, firmado entre el Gobierno del Sudán y el Movimiento/Ejército de Liberación del Pueblo Sudanés en 2005, que puso fin a veintiún años de conflicto en el país más grande del continente africano. El conflicto de Darfur es sin duda bastante complejo y no se debería subestimar su relación con otras partes del Sudán y los conflictos actuales de los países vecinos, así como su efecto desestabilizador en toda la región, especialmente en vista de las próximas elecciones del Sudán en 2010 y del importante referendo del país en 2011 sobre una posible secesión del sur del Sudán.

Reconociendo la gravedad del conflicto de Darfur y sus consecuencias para la paz y la estabilidad del Sudán como expresó el comité general de la Conferencia de Iglesias de toda el África en su “Declaración sobre la situación en el Sudán” publicada entre el 24 y el 27 de marzo de 2009, el Comité Central del CMI, reunido en Ginebra, Suiza, del 26 de agosto al 2 de septiembre de 2009:

A. Condena las atrocidades masivas cometidas contra civiles inocentes en Darfur.

B. Afirma su compromiso y su apoyo a todos los empeños nacionales e internacionales que tienen como objetivo la búsqueda de la justicia y la responsabilidad con vistas a forjar una paz duradera mediante un verdadero proceso de reconciliación que permitirá a las personas volver a asentarse y reintegrarse en sus comunidades, de las fueron desplazadas por la fuerza.

C. Insta al Gobierno del Sudán a que asuma toda la responsabilidad por la protección de sus ciudadanos independientemente de su origen étnico y su filiación religiosa o política, y además apela a las partes del conflicto de Darfur para que limiten todas las formas de violencia y respeten la dignidad y los derechos humanos de los habitantes de la región.

D. Apela al Gobierno del Sudán para que permita la asistencia humanitaria ininterrumpida a fin de llegar a todas las personas que sufren en Darfur y apela a la comunidad internacional para que proporcione los recursos necesarios.

E. Pide al Gobierno del Sudán que muestre su compromiso activo con la justicia y la paz cumpliendo con las declaraciones y los acuerdos que ha firmado, particularmente el Acuerdo general de paz.

F. Insta a las naciones africanas y a la comunidad internacional, tanto individualmente como mediante organizaciones tales como la Unión Africana, la Liga Árabe y las Naciones Unidas, a que continúen apoyando el proceso de paz a través de un diálogo constructivo con todas las partes implicadas en el conflicto.

G. Agradece la asistencia prestada por la fuerza de mantenimiento de la paz UNAMID (Operación Híbrida de la Unión Africana y las Naciones Unidas en Darfur), y pide más apoyo económico y logístico por parte de la comunidad internacional para permitir que UNAMID proteja a la población civil de la manera más eficaz.

H. Reconoce el importante papel de las iglesias del Sudán a la hora de promover el diálogo interreligioso y de abogar por la paz, la justicia, la reconciliación y el respeto a la dignidad y el bienestar de todo el pueblo del Sudán.

I. Alienta a todos los cristianos a que oren por el fin de las hostilidades en Darfur y por una paz duradera en el Sudán.

 

Aprobada por consenso unánime

 

La siguiente oración se propone como recurso para facilitar el compromiso de las iglesias con el tema al que se refiere la declaración:

Dios compasivo, que con la muerte de tu hijo en la cruz, sufres junto a la humanidad herida,

Recordamos a las comunidades y a los pueblos de todo el mundo que han sido víctimas de genocidio y de crímenes masivos contra la humanidad.

(los nombres de comunidades y pueblos específicos podrán ser insertados aquí)

Consuela a los que lloran la pérdida de sus seres queridos.

Acompaña a quienes viven con las cicatrices de la violencia.

Bendice a cuantos trabajan por la verdad, la reconciliación y la sanación de las memorias.

En tu nombre, oramos.