Una invitación a las iglesias a que renueven su compromiso de buscar la unidad y de profundizar su diálogo

Las Asambleas del CMI han aprobado textos en los que se proponía una visión o se precisaban las cualidades de "la unidad que buscamos".1. En armonía con esos textos, la Novena Asamblea celebrada en Porto Alegre ha aprobado este texto en el que se invita a las iglesias a proseguir juntas su peregrinación, como un paso más hacia la plena unidad visible.

Esta invitación tiene dos objetivos: a) reflexionar acerca de lo que, en este momento de la peregrinación ecuménica, pueden decir juntas sobre algunos aspectos importantes de la Iglesia; y b) exhortar a las iglesias a que reanuden las conversaciones -que sirvan para apoyarse mutuamente sin perder franqueza y penetración- sobre la calidad y el grado de su comunidad y su comunión, y sobre las cuestiones que aún las dividen. 2

I

1. Los delegados en la Novena Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias damos gracias al Dios Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que ha llevado a nuestras iglesias a entablar una relación y un diálogo fecundos. Por la gracia de Dios hemos podido permanecer juntas, aunque no haya sido fácil. Se han hecho considerables esfuerzos para superar las divisiones. Somos "una comunidad de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador, según el testimonio de las Escrituras, y procuran responder juntas a su vocación común, para gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo".3 Reiteramos que "el objetivo principal de la comunidad de iglesias que forma el Consejo Mundial de Iglesias es ofrecer un espacio donde las iglesias puedan exhortarse unas a otras a alcanzar la unidad visible en una sola fe y en una comunión eucarística, expresada en el culto y en la vida común en Cristo, mediante el testimonio y el servicio al mundo, y a avanzar hacia la unidad para que el mundo crea".4 Nuestras divisiones persistentes son verdaderas heridas en el cuerpo de Cristo, y la misión de Dios en el mundo sufre en consecuencia.

2. Las iglesias que constituyen la comunidad del CMI siguen comprometidas unas con otras en el camino hacia la plena unidad visible. Este compromiso es un don de nuestro Señor misericordioso. La unidad es un don divino y una vocación. Nuestras iglesias han afirmado que la unidad por la que oramos, esperamos y trabajamos es "una koinonía" que se nos da y se expresa en la confesión común de la fe apostólica, una vida sacramental en común a la que accedemos por un bautismo único y que celebramos juntos en una sola comunidad eucarística: una vida en común cuyos miembros y ministerios se reconocen y reconcilian mutuamente; y una misión común como testigos del Evangelio de la gracia de Dios y al servicio de toda la creación"5. Esta koinonía ha de expresarse en cada lugar y mediante una relación conciliar de iglesias de diferentes lugares. Tenemos mucho trabajo por delante si tratamos juntos de entender el significado de la unidad y la catolicidad así como el del bautismo.

II

3. Confesamos la Iglesia una, santa, católica y apostólica, como se expresa en el Credo Niceno Constantinopolitano (381). La unicidad de la Iglesia es imagen de la unidad del Dios Trino y Uno en la comunión de las Personas divinas. Las Sagradas Escrituras describen la comunidad de los cristianos como el cuerpo de Cristo cuya interrelacionada diversidad es esencial para su integridad: "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos" (1 Co 12:4-7).6 Así pues, como pueblo de Dios, como cuerpo de Cristo y como templo del Espíritu Santo, la Iglesia está llamada a manifestar su unidad en la rica diversidad.

4. La Iglesia como comunión de creyentes es creada por la Palabra de Dios, porque al oír la proclamación del Evangelio la fe, por la acción del Espíritu Santo, se despierta (Ro 10:17). Puesto que la buena nueva proclamada para despertar la fe es la que trasmitieron los apóstoles, la Iglesia creada por ella es apostólica: Edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, la Iglesia es la casa de Dios, un templo santo en el que el habita y actúa el Espíritu Santo. Por el poder del Espíritu Santo los creyentes son juntamente edificados en un templo santo en el Señor (véase Ef 2: 21-22). 7

5. Afirmamos que la fe apostólica de la Iglesia es una, como el cuerpo de Cristo es uno. Sin embargo, es legítimo que haya diferentes formulaciones de la fe de la Iglesia. La vida de la Iglesia como nueva vida en Cristo es una. Sin embargo, está construida mediante diferentes carismas y ministerios. La esperanza de la Iglesia es una, aunque se exprese en expectativas humanas diferentes. Reconocemos que hay diferentes puntos de partida eclesiológicos y una variedad de opiniones sobre la relación de la Iglesia con las iglesias. Algunas diferencias expresan la gracia y la bondad de Dios y se deben discernir en la gracia de Dios por medio del Espíritu Santo. Otras diferencias dividen a la Iglesia y se deben superar por medio de los dones del Espíritu: la fe, la esperanza y el amor, para que la separación y la exclusión no tengan la última palabra. El plan de Dios "[es] reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos" (Ef 1:10), reconciliar las divisiones humanas. Dios, en el amor, llama a su pueblo al discernimiento y a la reanudación del camino hacia la plenitud de la koinonía.

6. La catolicidad de la Iglesia expresa la plenitud, la integridad y la totalidad de su vida en Cristo por medio del Espíritu Santo en todo tiempo y lugar. Este misterio se expresa en cada comunidad de creyentes bautizados en la que se confiesa y se vive la fe apostólica, se proclama el Evangelio y se celebran los sacramentos. Cada iglesia es la Iglesia católica y no únicamente una parte de ella. Cada iglesia es la Iglesia católica, aunque no la totalidad de ella. Cada iglesia realiza su catolicidad cuando está en comunión con las demás iglesias. Afirmamos que la expresión más visible de la catolicidad de la Iglesia es la santa comunión compartida en un ministerio mutuamente reconocido y reconciliado.

7. La relación entre las iglesias consiste en una interacción dinámica. Cada iglesia está llamada a dar y recibir dones y a rendir cuentas a las demás. Cada iglesia debe ser consciente de todo lo que es provisional en su vida y tener la valentía de reconocerlo ante las demás. Incluso hoy, cuando no siempre es posible compartir la eucaristía, las iglesias divididas se rinden cuentas mutuamente y expresan aspectos de la catolicidad cuando oran unas por otras, comparten recursos, se ayudan en épocas de necesidad, toman decisiones juntas, trabajan juntas por la justicia, la reconciliación y la paz, se rinden cuentas del discipulado inherente al bautismo y mantienen el diálogo ante las diferencias negándose a decir "No te necesito" (1 Co 12:21). Separadas unas de otras nos empobrecemos.

III

8. Todos los que han sido bautizados en Cristo están unidos con Cristo en su cuerpo: "porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva" (Ro 6:4). En el bautismo, el Espíritu confiere la santidad de Cristo a los miembros de Cristo. El bautismo que nos une con Cristo exige a las iglesias que sean francas y honestas unas con otras, aun cuando comportarse así sea difícil: "sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Ef 4:15). El bautismo confiere a las iglesias la libertad y la responsabilidad para avanzar hacia la proclamación común de la Palabra, la confesión de la única fe, la celebración de una eucaristía y el compartir pleno en un ministerio. Hay algunas que no observan el rito del bautismo en agua, pero comparten la vivencia espiritual en Cristo.8

9. Nuestra común pertenencia a Cristo por el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo permite y exige a las iglesias caminar juntas, aun estando en desacuerdo. Afirmamos que hay un solo bautismo, como hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, una esperanza de nuestra vocación, un Señor, una fe, un Dios y Padre de todos nosotros (cf. Ef 4:4-6). En la gracia de Dios, el bautismo manifiesta la realidad de que pertenecemos unas a otras aunque algunas iglesias todavía no pueden reconocer a las otras como Iglesia en el pleno sentido de la palabra. Recordamos las palabras de la Declaración de Toronto, donde las iglesias miembros del CMI afirman que "la feligresía de la iglesia de Cristo es más amplia que la de sus propios cuerpos eclesiásticos. Por consiguiente, buscan entrar en contacto viviente con los que confiesan el señorío de Cristo, que están fuera de sus filas".9

IV

10. La Iglesia como creación de la Palabra y el Espíritu de Dios es un misterio, un signo y un instrumento de lo que Dios quiere para la salvación del mundo. La gracia de Dios se expresa en la victoria que da Cristo sobre el pecado y en la sanación y la integridad del ser humano. El reino de Dios puede percibirse en una comunidad que reconcilia y reconciliada llamada a la santidad: una comunidad que se esfuerza por superar las discriminaciones manifestadas en las estructuras sociales pecadoras, y que aspira a curar las divisiones en su propia vida y a la sanación y la unidad de la comunidad humana. La Iglesia participa en el ministerio de reconciliación de Cristo, que se vació de sí mismo, cuando lleva a cabo su misión, afirmando y renovando la imagen de Dios en toda la humanidad y trabajando junto a todos los que ven negada su dignidad humana por la marginación económica, política y social.

11. La misión es parte integrante de la vida de la iglesia. La iglesia expresa en su misión su vocación de proclamar el Evangelio y ofrecer el Cristo vivo a toda la creación. Las iglesias se encuentran viviendo junto con personas de otras religiones e ideologías de nuestro tiempo. Como instrumento de Dios, que reina sobre toda la creación, la Iglesia es llamada a entablar el diálogo y la colaboración con ellas para que su misión traiga el bien de todas las criaturas y el bienestar de la Tierra. Todas las iglesias están llamadas a luchar contra el pecado en todas sus manifestaciones, tanto las que están dentro de ellas como las que las rodean, y a trabajar con otros para combatir la injusticia, aliviar el sufrimiento humano, superar la violencia y conseguir la plenitud de la vida para todas las personas.

V

12. A lo largo de su historia el Consejo Mundial de Iglesias ha sido un instrumento privilegiado por el cual las iglesias han podido escucharse y hablarse en relación con cuestiones que ponen a prueba a las iglesias y en peligro a la humanidad. Las iglesias que constituyen el movimiento ecuménico también han estudiado mediante diálogos multilaterales y bilaterales las cuestiones que causan división. Y sin embargo, las iglesias no siempre han reconocido la responsabilidad que tienen unas respecto a otras y no siempre han reconocido la necesidad de rendirse cuentas de su fe, su vida y su testimonio, así como la de articular los factores que las mantienen separadas. Teniendo presente la experiencia de la vida que ya compartimos y los logros de los diálogos multilaterales y bilaterales, ha llegado el momento de dar juntos pasos concretos.

13. Por lo tanto, la Novena Asamblea pide al Consejo Mundial de Iglesias que siga facilitando las conversaciones en profundidad entre las distintas iglesias. Invitamos también a todas nuestras iglesias a que asuman la difícil tarea de dar un informe veraz de la relación de su fe y constitución con la de las demás iglesias. Se pide a cada iglesia que articule los juicios que informan, y hasta califican, su relación con las demás. El compartir sincero de los atributos comunes, las divergencias y las diferencias ayudará a todas las iglesias a perseguir las cosas que contribuyen a la paz y fortalecen la vida común.

14. Con miras al objetivo de la plena unidad visible se llama a las iglesias a abordar los asuntos recurrentes de maneras nuevas y más penetrantes. Entre las preguntas que tienen que plantearse constantemente las iglesias figuran las siguientes:

a. ¿En qué medida puede discernir nuestra iglesia la expresión fiel de la fe apostólica en su propia vida, oración y testimonio, y en los de las otras iglesias?

b. ¿En qué percibe nuestra iglesia la fidelidad a Cristo en la fe y la vida de las otras iglesias?

c. ¿Reconoce nuestra iglesia un modelo común de iniciación cristiana, basado en el bautismo, en la vida de las otras iglesias?

d. ¿Por qué cree nuestra iglesia que es necesario, o aceptable, o imposible compartir la Cena del Señor con las otras iglesias?

e. ¿De qué maneras puede nuestra iglesia reconocer los ministerios ordenados de las otras iglesias?

f. ¿En qué medida puede compartir nuestra iglesia la espiritualidad de otras iglesias?

g. ¿En qué forma nuestra iglesia se unirá a otras iglesias para hacer frente a los problemas como los planteados por las hegemonías sociales y políticas, la persecución, la opresión, la pobreza y la violencia?

h. ¿Hasta qué punto participará nuestra iglesia con otras iglesias en la misión apostólica?

i. ¿En qué grado comparte nuestra iglesia con otras iglesias la formación religiosa y la educación teológica de las demás?

j. ¿En qué medida puede nuestra iglesia unirse en oración con otras iglesias?

Al responder a estas preguntas, las iglesias se verán interpeladas para reconocer ámbitos de renovación en sus propias vidas, y nuevas oportunidades para profundizar sus relaciones con las iglesias de otras tradiciones.

VI

15. Nuestras iglesias caminan juntas en la conversación y la acción común, confiadas en que el Cristo resucitado continuará revelándose a sí mismo como lo hizo al partir el pan en Emaús y que desvelará el significado más profundo de la comunidad y la comunión (Lucas 24:13-35). Observando los avances en el movimiento ecuménico, alentamos a nuestras iglesias a continuar en este camino arduo pero gozoso, confiando en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuya gracia transforma nuestras luchas por la unidad en frutos de la comunión.


1 La presente invitación a las Iglesias se elaboró a solicitud del Comité Central del CMI (2002), en un proceso que organizó la Comisión de Fe y Constitución del CMI. En una reunión celebrada en Nicosia, Chipre, en marzo de 2004, se escribió un primer borrador; éste se revisó (atendiendo a los extensos comentarios recibidos de los órganos rectores del CMI, la Comisión de Fe y Constitución y el Comité de Dirección de la Comisión Especial) en una segunda reunión celebrada en Nicosia en mayo de 2005. Fe y Constitución, en nombre del CMI, hace llegar su agradecimiento a la Iglesia de Chipre, que tuvo la amabilidad de acoger estas reuniones preparatorias. En la reunión de la Comisión Permanente de Fe y Constitución, celebrada en Aghios Nikolaos, Creta, en junio de 2005, se efectuó una revisión final.

2 Para ayudar en este proceso, Fe y Constitución elaboró y envió a las iglesias un nuevo documento de estudio, "The Nature and Mission of the Church: A Stage on the Way to a Common Statement" (Naturaleza y Misión de la Iglesia: una etapa en el camino hacia una declaración común), Documento de Fe y Constitución No. 198.

3 Base, CMI (Constitución, I).

4 Objetivos y funciones, CMI (Constitución, III).

5 "La unidad de la iglesia como koinonía: don y vocación", Declaración de Canberra, 2.1

6 Las citas de la Escritura proceden de la traducción de Reina-Valera.

7 The Nature and Mission of the Church, §23.

8 Véase, "La unidad de la Iglesia como koinonía: don y vocación". Declaración de Canberra, 3.2.

9 Declaración de Toronto, IV.3