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Conferencia sobre Misión Mundial y Evangelización

Moverse en el espíritu: llamado para la transformación del discipulado

8-13 de marzo de 2018

Arusha, Tanzanía

Estudio bíblico 4

Discípulos equipados, abrazan la Cruz

Lucas 24.1–12

Pero el primer día de la semana, muy temprano, las mujeres regresaron al sepulcro. Llevaban las especias aromáticas que habían preparado. Como se encontraron con que la piedra del sepulcro había sido quitada, entraron; pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras ellas se preguntaban qué podría haber pasado, dos hombres con vestiduras resplandecientes se pararon junto a ellas llenas de miedo, se inclinaron ocultando su rostro; pero ellos les dijeron: « ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. ¡Ha resucitado! Acuérdense de lo que les dijo cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado. Pero al tercer día resucitará.”» Ellas se acordaron de sus palabras, y cuando volvieron del sepulcro les contaron todo esto a los once, y a todos los demás. Las que contaron esto a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las otras mujeres. El relato de las mujeres les pareció a los apóstoles una locura, así que no les creyeron; pero Pedro se fue corriendo al sepulcro y, cuando miró hacia dentro y vio los lienzos allí dejados, volvió a su casa pasmado de lo que había sucedido.

El 25 de junio de 2015, pocos días después de la masacre de las nueve personas que participaban en un estudio bíblico en la Iglesia Metodista Episcopal Africana Madre Emanuel (AME) de Charleston, Carolina del Sur, la Hermana Mary Tutt y yo viajamos de la Iglesia AME de Allen de White Plains, Nueva York, al lugar de esa tragedia. Al llegar, encontramos cantidad de gente en la calle de la iglesia, preparándose para entrar y ver por última vez al Honorable Rev. Clementa C. Pinckney, una de las víctimas. En cuanto llegamos a la ciudad de Charleston, fuimos enseguida a la iglesia, pero aun así, solo pudimos entrar pocos minutos antes de que cerraran las puertas. Allí vimos caras conocidas y discretamente nos pusimos en la fila. Cuando entramos en el santuario de Madre Emanuel, nos dijeron: “Ni teléfonos móviles ni fotos”. Solicitud que obedecía a una cuestión de respeto de la familia.

Los mártires del 17 de junio de 2015 fueron nueve y nosotros vimos el cuerpo de uno. Me pregunté qué había ido a ver a Charleston cuando pasé cerca del cuerpo sin vida de Pinckney hermosamente vestido con un traje que reflejaba su compromiso con la proclamación de la buena nueva de Jesús y siendo pastor de personas que seguirían el camino de esa buena nueva. ¿Cuán importante era estar presente en esta vigilia para que hubiera viajado con la Hermana Tutt? ¿Por qué no bastaba marchar y organizar en White Plains? ¿Por qué sentí la necesidad visceral de estar en su funeral en el TD Arena para llorar con una comunidad de fe que incluía a la Iglesia AME y la superaba con creces? Las respuestas a estas preguntas se me escapan. Pero mi alma todavía corre a Charleston, mis venas todavía bombean sangre profunda llamando a los profundos charcos de sangre derramada y mis pies todavía empiezan a agitarse con buena disposición cuando pienso en junio de 2015.

Teología mujerista

La teología mujerista es un estuario de teología negra de la liberación y, en cierta medida, de la teología de la liberación latinoamericana. En muchos sentidos, el camino de esta evolución es paralelo y se entreteje con las teologías postcoloniales. Seguramente, hay aspectos en que la teología  mujerista precede a esas teologías, aprovechando antiguos códigos morales, principios teológicos y formas constructivas de ser comunidad. Ahora bien, hecho muy significativo, la teología mujerista que surge en Estados Unidos es un retoño del comercio transatlántico de esclavos y de las mujeres afrodiaspóricas que se forjó en ese comercio y sus legados, así como a través de los mismos.

En Coming Apart (1979), Alice Walker escribe: “Una ‘mujerista’ es una feminista, solo que más común.”[1] Pocos años después, en 1983, propondría una definición más amplia de “mujerista” en su libro de ensayos In Search of Our Mothers’ Gardens; en la tercera parte de la definición que da en ese ensayo, la autora abre la puerta a infinitas posibilidades de participación interdisciplinaria. Allí escribe: “Ama la música. Ama la danza. Ama la Luna. Ama al Espíritu. Ama el amor y la comida y la redondez. Ama la lucha. Ama a la gente. Ámate a ti misma. Independientemente.”[2] Delores S. Williams fue la primera en desarrollar el concepto “mujerista” de Walker en estudios teológicos y en usar la frase “teología mujerista”.

Esta breve historia de dicha teología puede parecer tangencial en un estudio minucioso de Lucas 24.1-12, pero no lo es, pues el mujerismo y la teología mujerista prestan mucha atención a la agonía y la muerte de personas que son “híper (in)visibles”,[3] como las denomina Katie G. Cannon. Este término se usa para expresar las maneras en que los cuerpos de las mujeres negras son muy visibles cuando son aptos para la opresión, el sufrimiento y la exterminación, pero son ignorados, borrados e inexistentes cuando forman parte de la comunidad humana apta a participar en cada nivel del quehacer y el discurso humanos. Al igual que las mujeres en el sepulcro –María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo, y las otras mujeres que estaban con ellas– Walker, Williams y Cannon son de las que van a las tumbas y los lugares de muerte y agonía. No solo van para ver qué pasó después de la crucifixión y la muerte de Jesús, dispuestas a recuperar lo que puede ser recuperado de su cuerpo inerte y honrar el cuerpo de Jesús tras su muerte; también van a ver qué pasó después de la masacre de incontables mujeres negras, hombres negros, niños negros y otros confinados en espacios de híper (in)visibilidad. Ellas (y nosotros que caminamos por la senda que trazaron) van a las viejas tumbas olvidadas de Rebecca Jackson y Recy Taylor; ellas (y nosotros que caminamos por la senda que trazaron) van a las tumbas más recientes de Anthony Lamar Smith, Sandra Bland y Kiwi Herring.

El manejo específico de la liberación, el sufrimiento y la teología mujerista que desarrolla Williams tiene una importancia crítica cuando consideramos Lucas 24.1-12. En lo que respecta a la liberación, Williams se niega a usar el éxodo como punto de partida, a pesar de su fecundidad temática para la teología negra de la liberación; en cambio, se centra en el relato de Agar como texto más descriptivo de la liberación en la vida y las experiencias de mujeres negras. Junto con muchos teólogos indígenas y postcoloniales, Williams se niega a caer en la trampa colonizadora de promover una huida de la esclavitud. Antes bien la liberación se expresa en el encuentro con el Dios que ve (Génesis 16.13–14).[4]

Williams también propone una forma alternativa de pensar el sufrimiento, forma que  proviene de personas cuyas experiencias de vida bien pueden describirse en términos de sufrimiento perpetuo. En lo que respecta al sufrimiento, Williams sostiene que “el rescate, la sustitución y las teorías morales de expiación no pueden servir para dar una respuesta aceptable a la pregunta de las mujeres afroamericanas sobre la redención y la subrogación.”[5] Por el contrario, escribe que “la teóloga mujerista usa el pensamiento y la acción sociopolíticos del mundo de las mujeres afroamericanas para mostrar a las mujeres negras que su salvación no depende de ninguna forma de subrogación sacralizada por las comprensiones tradicional y ortodoxa de la vida y muerte de Jesús.”[6]

Según Williams, el sufrimiento perpetuo y la subyugación por los cuerpos negros y morenos –en particular de las mujeres de ascendencia africana en los Estados Unidos– requieren una teología que interrumpa el sufrimiento y no una que lo transforme de concepto abstracto a realidad. Mientras que la cruz de Jesús se sigua abrazando como una expresión de subrogación de Jesús, para las personas que fueron sufridoras subrogadas por familias domésticas, Estados nación y cada categoría entre unas y otros, no hay liberación ni salvación alguna en la cruz Jesús. El sufrimiento, para Williams, no se puede aplaudir ni afirmar. Por consiguiente, debemos ser cuidadosos acerca de la forma en que abrazamos la cruz y lo que abrazamos con ella.

Además, Williams ofrece un importante perspectiva para el tema del estudio bíblico de hoy que se conecta con los temas de los días anteriores; el tema del 12 de marzo de 2018 es “Transformar el mundo, equipando a los discípulos; el del 13 de marzo “Discípulos equipados abrazan la cruz”.  La transición de un día para el otro pone el énfasis en la utilidad, la funcionalidad, el equipamiento y la capacidad de quienes siguen el camino de Jesús, equipando a los discípulos y, por ende, siendo equipados por ellos. El tema del equipamiento es fundamental para la manera en que Williams maneja la cuestión del sufrimiento, incluido el de Jesús en la cruz. Ella explora la cuestión siguiente: La forma en que tendemos a “abrazar la cruz”, especialmente cuando parece que se abraza y se afirma el sufrimiento, ¿es un equipamiento de uso y utilidad para los discípulos de Jesús? Su respuesta es No. Por lo tanto, nos conduce hacia nuevas formas de abrazar la cruz y de  estar equipados como aquellos que seguirían el camino de Jesús.

El sendero que Williams propone para abrazar la cruz nos ayuda a leer Lucas 24, pues escribe: “La resurrección no depende de la cruz para la vida porque la cruz solo representa un mal histórico que trata de derrotar al bien. La resurrección de Jesús y el florecimiento del espíritu de Dios en el mundo como resultado de esa resurrección representan la vida de la visión ministerial del logro de la victoria sobre el intento del mal de acabar con ella.”[7] Continúa explicando: “Por lo tanto, para responder en forma significativa a la experiencia histórica de opresión subrogada de las mujeres negras, la teología mujerista debe mostrar que la redención de los seres humanos no tiene nada que ver con ningún tipo de rol subrogado o sustitutivo de Jesús, reputado por haberse desempeñado en un acto sangriento que supuestamente logró la victoria sobre el pecado, el mal o ambos.”[8]

Para ser aún más clara, Williams prosigue diciendo: “Así pues, la cruz se  convierte en una imagen de corrupción,  una flagrante demostración del pecado humano colectivo. Entonces, Jesús no vence al pecado muriendo en la cruz… lo vence en la vida, no en la muerte.”[9] Para mucho de nosotros, este replanteamiento es difícil de aceptar. Una reorientación de esa magnitud sería revolucionaria. Es más, Williams nos invita a abrazar la “visión ministerial” de Jesús, la vida de Jesús y la vida a la que Jesús nos llama como discípulos. Dicha visión puede conducir a la muerte y a través de ella, incluso a la muerte en la cruz, pero el énfasis y el abrazo están en la vida de rectitud, paz, alegría, justicia, gracia, misericordia y sanación que vivimos cada día. Por ese motivo, podemos afirmar el foco en los textos de la resurrección, incluso en tiempo de Cuaresma. Por eso motivo, podemos afirmar la cruz de Jesús como una progresión dolorosa y desdichada, aunque no sorprendente, de la vida en las experiencias de Agar y Jesús en el desierto y a través de ellas. Con Williams podemos afirmar que abrazar la cruz significa que en Lucas 24, las mujeres encuentran el sepulcro vacío, primero perplejas, pero luego, en una misión que continúa la visión ministerial. Esta última, a menudo pasa a través de las cruces que debemos cargar y la cruz de Jesús, pero siempre se centra en la vida.

Puntos claves del texto

Hay muchos puntos en Lucas 24.1-12 que vale la pena tener presentes. El hecho de que las mujeres vayan al sepulcro de Jesús el día de reposo es un punto que no debemos pasar por alto. Esas mujeres, que tendrían que haberse ocupado del cuerpo inerte de Jesús si lo hubieran encontrado, se hacen eco de la vida del que sanó en el día de reposo (Marcos 3.1-6 y Lucas 13.10-17). Seguramente, no hay error alguno en que las ropas que habían sido usadas en el cuerpo de Jesús, largas tiras de lino, fueran como vendas. Hay un sentido en que la propia ropa usada en los ritos funerarios expresaba la esperanza del vendado: la muerte no debe ser un final; lo que la ropa cubre debe ser sanado, ayudado o vencido. También está el hecho del sepulcro vacío. En última instancia, eso forma parte de la buena nueva de la vida, muerte y resurrección de Jesús que no puede, no debe ni debería cambiarse. El sepulcro vacío puede explicarse de varias formas, pero Dios procura mensajeros que dan sentido a esa vaciedad, a ese momento crítico de trauma y perplejidad.[10]

Un foco muy importante para este texto es Lucas 24.11; en ese versículo, la palabra griega λερος (leros) se utiliza para expresar cómo fueron recibidas las palabras que las mujeres llevaron a su comunidad  al volver del sepulcro. Esa palabra es usada solo una vez en las escrituras cristianas y en la Nueva Versión Estándar Revisada de la Biblia en inglés se traduce por “un cuento ocioso”. Muchos de nosotros podemos estar tentados de creer que no importa que fueran mujeres que encontraran el sepulcro vacío de Jesús, que el hecho de su identidad de género es intrascendente. Sin embargo, no se trata de un error. También podemos estar tentados de pensar que la sugerencia de que las palabras de las mujeres fueran cuentos ociosos, nada tienen que ver con su género. Ahora bien, aquellas de nosotras que hemos visto y vivido la injusticia de género a cada nivel, sabemos que una acusación común contra las mujeres tiene que ver con la voz y la conversación. A menudo se acusa a las mujeres de cotilleo y hablar problemático. En otras partes de las escrituras cristianas, el habla de las mujeres está reglamentada y disciplinada (1 Corintios 14.34 y 1 Timoteo 2.12). Además, históricamente, se las ha acusado de ser histéricas. La palabra y el testimonio de las mujeres en los procedimientos judiciales y en muchas iglesias se siguen cuestionando aún hoy. Por lo tanto, el hecho de que los primeros testigos de la resurrección fueran mujeres es una poderosa interrupción de las tradiciones dentro y fuera de la iglesia.[11]

Recordar, regresar y relatar

Lucas 24.8-9 aclara la responsabilidad y la misión a las que nos llama el periscopio más grande del estudio del 13 de marzo de 2018. Indudablemente hay pruebas, tribulaciones y desafíos en nuestra vida que nos conducen a través de cementerios. De hecho, habrá quienes vivirán más allá de nuestros días terrenales y caminarán hacia y a través de los cementerios donde descansan nuestros cuerpos. En la vida del discipulado, siguiendo el camino de Jesucristo, nos encontraremos llegando a cementerios donde esperamos encontrar el cuerpo y el espíritu de Jesús. Llevaremos nuestras mejores especias a esos lugares, dispuestos a honrar el cuerpo (inerte) del Salvador.  Descubriremos que el cuerpo de nuestro Salvador ha desaparecido; esa experiencia nos dejará perplejos. No estaremos seguros de cuál es la mejor manera de proceder. Abordaremos a los mensajeros de Dios que tratan de interpretar y traducir esa experiencia para nosotros. Pero aun así nos será difícil. La tradición nos invita a hacer lo acostumbrado y lo que estamos acostumbrados a hacer. No obstante, los discípulos equipados que abrazan la cruz de Jesús como una ocasión desafortunada, pero no sorprendente, de una vida de discipulado deben estar dispuestos a liberarse de la tradición para recibir la resurrección. A fin de recibirla, debemos ser capaces de recordar, regresar y contar.

Recordamos el sufrimiento, pero más que eso, recordamos lo que Jesús dijo en vida antes de aquel sufrimiento final. Al igual que lo hicieron los mensajeros de Dios, participamos recordándonos unos a otros, lo que dijo e hizo Jesús en vida. Ahora bien, cuando recordamos no debemos contar con la muleta de nuestra culpa como perseguidores y seguidores de Jesús para justificar una interpretación expiatoria de la cruz; el recuerdo de nuestra culpa debe inspirarnos para ser mejores seguidores de Jesús y compañeros de Jesús en el camino de Jesús.

Regresamos a los lugares y a las personas donde y con quienes Jesús vivió durante su vida terrenal. No permanecemos en las inmediaciones de los cementerios. Nos abrimos camino a nuestros recursos, nuestros lugares de origen, aquellos centrales donde nos encontramos y encontramos a nuestra gente y donde Dios nos encuentra, nos crea y nos recrea.

Relatamos los que hemos visto y lo que hemos hecho. Relatamos que fuimos a los cementerios con la intención de expresar nuestra costumbre, pero fuimos interrumpidos por la verdad de la resurrección.  Relatamos que en el sepulcro nos reunimos con mensajeros. Sobre todo, relatamos que el sepulcro de Jesús estaba vacío. Relatamos lo que nos dijeron los mensajeros de Dios. Nuestras piezas principales del equipamiento del discipulado son nuestros recuerdos, nuestros regresos y nuestros relatos.

  • ¿Qué significa el recuerdo en la escritura desde de la perspectiva de su tradición?
  • ¿Qué significa el regreso en la escritura desde de la perspectiva de su tradición?
  • ¿Qué significa el relato en la escritura desde de la perspectiva de su tradición?

La Hermana Mary Tutt y yo viajamos a Charleston como parte de nuestra de vida de fe juntas. Viajamos como dolientes, pero también como pastoras y congregantes, como una mujer más joven y otra mayor, como una que está aprendiendo a vivir y liderar en la época de un movimiento para vidas negras y como otra que vivió el fin de la segregación en el sur del país, la emigración al norte y el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos.

Juntas, recordamos. Recordamos la tragedia ocurrida días antes en Charleston; recordamos a los miles y miles que ya no están, que murieron en días, semanas, meses, años, décadas y siglos   anteriores. Recordamos incluso que no pudimos sacar fotos ni usar nuestros celulares. También recordamos a Jesús soportando un sufrimiento injusto tanto en la vida como en la cruz. La Hermana Tutt y yo recordamos que incluso el cuerpo sin vida del Rev. Clementa Pinckney, no era más que una cáscara vacía en el ataúd que estaba en la parte delantera del santuario.

Juntas, regresamos. La Hermana Tutt y yo regresamos a White Plains, Nueva York. Regresamos a nuestros hogares; regresamos a nuestros sentimientos. Regresamos a las pruebas y los desafíos, los dones y las gracias particulares de nuestros hogares individuales y compartidos. Regresamos de los cantos fúnebres a la vida diaria y a las personas de quienes vinimos. Al igual que las mujeres en el sepulcro de Jesús, al igual que las mujeres que piensan, escriben y viven en el espíritu mujerista, no hicimos de nuestra casa una tumba.

Juntas, relatamos. La Hermana Tutt y yo no tenemos la misma historia. Tampoco vemos exactamente lo mismo, pero sí vemos muchas de las mismas cosas. Nuestras impresiones no eran exactamente las mismas acerca de lo que vimos, pero sí trajimos una historia a los lugares donde regresamos. Relatamos que vimos una iglesia. Relatamos que vimos un cuerpo, pero que ese cuerpo no era el hombre que una vez vivía en él y a través de él. Relatar que vimos a compañeros miembros de la Iglesia AME, familiares, amigos y espectadores.  Relatamos que vimos una elegía, una en el estadio y la otra en la pantalla. Relatamos cómo la violencia y el sufrimiento que impulsaron nuestro viaje eran insensatos. Relatamos de los muchos que estaban vivos y luchando por vivir. Relatamos un mensaje de Amazing Grace. Relatamos de maneras similares a aquellas de la gran nube de testigos: María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y las otras mujeres, Pedro que creyó, las teólogas mujeristas y muchísimos otros. Relatamos que al igual que el sepulcro de Jesús, el ataúd, la tumba, en verdad, estaban vacíos. E incluso recordamos, regresamos y relatamos la historia de la resurrección más allá de la tumba como un abrazo a la visión ministerial que, en nuestra experiencia, nos codujo a través de la cruz de Jesús.

Preguntas

  1. ¿Qué creemos sobre el sufrimiento y la cruz? ¿Cómo podemos reorientar nuestras creencias al respecto?
  2. Según su experiencia de Jesús y su encuentro diario con varias personas de su comunidad, ¿qué significa para cada uno de ustedes abrazar la cruz?
  3. ¿Cómo vivirían la buena nueva y la visión del ministerio de Jesús en su vida cotidiana? ¿Cómo viven en calidad de discípulos misioneros de Jesús?
  4. Cuando volvamos a nuestras comunidades después de la Conferencia sobre Misión Mundial, ¿qué recordaremos para hablar en formas similares a las de aquellas de las grandes nubes de testigos sobre la esperanza que ofrece la historia de la resurrección más allá de la tumba?

 

Oración*

Dios de vida

danos amor más allá de las fronteras;

Abre nuestros ojos a significados nuevos y más profundos de abrazar la cruz.

Llévanos a recordar, regresar y recontar la historia de la resurrección más allá de la tumba.

Qué siempre aspiremos a esa vida ofrecida por Jesús resucitado.

Como discípulos transformados y equipados,

ayúdanos a trabajar para derrotar a esos males históricos que representa la cruz.

Y, que moviéndonos en el Espíritu

podamos abrazar la visión del ministerio de ser transformados y transformar el discipulado

mediante vidas de rectitud, paz, alegría, justicia, gracias, misericordia y sanación. Amén

* Traducción libre



Sobre la autora

 

Jennifer S. Leath, profesora asistente de Religión y justicia social en la Escuela de Teología Iliff y pastora de la Capilla Campbell de la Iglesia AME (Denver, Colorado, Estados Unidos).

Notas

[1] Alice Walker. (2006) Coming Apart. In Layli Phillips (ed.) The Womanist Reader. Routledge, New York, p. 7, 11. En una nota de pie de página explica el significado de womanist (mujerista) que abarca el término feminista, tal como se define en el Webster, pero también significa instintivamente en pro de la mujer. Aunque no se incluye en el diccionario (en español tampoco) tiene una fuerte raíz en la cultura de las mujeres negras. A mi entender,  deriva del término peyorativo womanish (mujeril) que nuestras madres empleaban para describir, en el intento de reprimir, un comportamiento fuerte, escandaloso o deslenguado cuando éramos niñas: “¡Estás actuando de forma mujeril! Etiqueta que fracasó, en gran medida, porque seguíamos actuando así siempre que podíamos, es decir, como nuestras propias madres y como otras mujeres que admirábamos. La ventaja de usar la palabra mujerista reside en que como es de mi propia cultura, no tengo que añadir la palabra “negra” (una necesidad molesta y un problema que tengo con la palabra feminista) dado que la negritud está implícita en el término; dado que, aparentemente, las mujeres blancas no sienten la necesidad de indicar “feminista blanca” porque la palabra feminista es aceptada como un fruto su cultura.

[2] Alice Walker. (1983) In Search of Our Mothers’ Gardens: Mujerista Prose, 1st ed. Harcourt Brace Jovanovich, San Diego.

[3] Katie Cannon. (2007) Sexing Black Women: Liberation from the Prisonhouse of Anatomical Authority. In Dwight N. Hopkins and Anthony B. Pinn (eds.) Loving the Body: Black Religious Studies and the Erotic. Palgrave Macmillan, Basingstoke, p. 11–30.

[4] Delores S. Williams. (1993) Sisters in the Wilderness: The Challenge of Mujerista God-Talk. Orbis Books, Maryknoll, N.Y., pp. 5-7. Traducción libre de todas las citas.

[5] Ibíd. pág. 164.

[6] Ibíd. pág.164.

[7] Ibíd. pág. 165.

[8] Ibíd. pág. 165.

[9] Ibíd. pág. 166.

[10] William Barclay. 2001 The Gospel of Luke, revised and updated edition. Westminster John Knox Press, Louisville, Ky.; Richard Horsley. 1987 Jesus and the Spiral of Violence: Popular Jewish Resistance in Roman Palestine, 1st ed. Harper & Row, San Francisco; Bruce Malina. 1981 The New Testament World: Insights from Cultural Anthropology. John Knox Press, Atlanta Ga.

[11] Aún es así, a pesar de la reciente afirmación de María Magdalena del Papa Francisco mediante un día de fiesta y la denominación de “Apóstala de los apóstoles”. “Mary Magdalene, ‘Apostle to the Apostles,’ Given Equal Dignity in Feast,” consultado el 3 de octubre de 2017 en https://aleteia.org/2016/06/10/mary-magdalene-apostle-to-the-apostles-g…. Traducción libre.