La COVID-19 se ha cobrado la vida de más de 3,4 millones de personas, más de 160 millones de personas han resultado infectadas [1], y se calcula que 124 millones de personas se han visto abocadas a la pobreza extrema desde el comienzo de la pandemia en 2020 [2] (mientras, durante el mismo período, la riqueza total de los multimillonarios de todo el mundo aumentó en 5 billones de dólares estadounidenses hasta los 13 billones de dólares estadounidenses en doce meses, el incremento más espectacular jamás registrado [3]).

Al mismo tiempo, el mundo ha realizado rápidos avances sin precedentes a la hora de comprender la enfermedad y desarrollar diagnósticos fiables, métodos terapéuticos y vacunas altamente eficaces.

Este progreso solo fue posible por la colaboración no partidista de la comunidad científica mundial, compartiendo conocimiento e información, aunque las fronteras nacionales estuvieran selladas. Nunca antes tantos expertos de tantos países se han concentrado a la vez en un único tema y con tal urgencia.

A su vez, esto ha sido posible gracias a la inversión masiva de los gobiernos con fondos públicos, y del sector filantrópico, subvencionando la investigación, el desarrollo y la experimentación científicos, reforzando las capacidades de fabricación y alcanzando acuerdos de compra anticipada de vacunas y diagnósticos [4].

No obstante, de los aproximadamente 1400 millones de dosis de las vacunas contra la COVID-19 administradas hasta el momento, más del 80% se han destinado a países de ingresos elevados, mientras solo el 0,4% de las dosis han sido administradas en países de ingresos bajos [5]. Unos pocos países ricos han garantizado para ellos mismos la mayoría del suministro anticipado, dejando poco a los países menos prósperos. Aunque algunos de los países más ricos han sido generosos a la hora de compartir sus suministros de vacunas, otros han realizado pedidos de dosis suficientes para vacunar a toda su población varias veces y han prometido compartir solo después de haber completado sus propios programas de vacunación, perpetuando el patrón de clientelismo que alimenta la desigualdad y la injusticia [6].

Se necesitan unos 11 000 millones de dosis para vacunar al 70% de la población mundial, asumiendo que se inyecten dos dosis por persona. Con esta medida y basándonos en las previsiones actuales de disponibilidad –limitadas por la falta de capacidad de producción y el acaparamiento de vacunas por parte de algunos países productores–, los investigadores calculan que se tardarían dos o más años en vacunar a las personas de los grupos con ingresos más bajos [7].

Solo podemos vencer a esta pandemia interviniendo a nivel mundial, aplicando las herramientas eficaces de que disponemos ahora, haciendo que sean accesibles universalmente para todos y cada uno en todas las regiones, con justicia y equidad.

Aunque los países por separado logren controlar y eliminar los brotes dentro de sus propias fronteras, en la medida en que se permita al virus circular y propagarse sin control por cualquier lugar la enfermedad seguirá siendo una amenaza para nuestra vida en comunidad en todas partes. Y mientras el virus siga circulando en las comunidades de cualquier lugar, el riesgo de que surjan nuevas variantes contra las que las vacunas podrían ser menos eficaces seguirá existiendo, junto con la posibilidad de la pandemia y sus consecuencias en términos de enfermedad, muerte y perturbación de nuestras sociedades durante años [8]. Nadie está seguro hasta que todos estemos seguros. De hecho, como cristianos creemos que la humanidad es un solo cuerpo (1 Corintios 12:12), y que si una parte de él sufre eso afecta al cuerpo entero, y el cuerpo entero está llamado a actuar de forma solidaria.

De nuestra experiencia afrontando la pandemia del VIH, hemos aprendido la importancia de que la prevención, el tratamiento y el cuidado sean accesibles y asequibles para todos. Cuando surgió la pandemia del VIH en los años ochenta, se desarrollaron rápidamente los antirretrovirales que salvan vidas, y sin embargo pasó una década antes de que estuvieran disponibles en el África Subsahariana. No podemos repetir los dolorosos errores de la respuesta temprana al SIDA, cuando las personas de los países más ricos recuperaban la salud, mientras se dejaba atrás a millones de personas de los países en desarrollo.

La pandemia mundial de la COVID-19 ha sido una importante prueba de estrés de la cooperación multilateral y la solidaridad humana. La desigualdad amplia y persistente en el acceso y la distribución de productos de protección y diagnóstico en un primer momento y de las vacunas aprobadas ahora es el resultado de un nacionalismo moralmente inadmisible y corto de miras, y demuestra claramente que no estamos superando esta prueba.

Como cristianos, no podemos aceptar este resultado. Confesamos la dignidad y valía dada por Dios a cada ser humano (Génesis 1:27), que toda persona tiene derecho a sentir el amor incondicional de Dios, y que nada en este mundo –incluso una pandemia– puede separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:37-39). Además, se nos manda amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos (Levítico 19:18; Marcos 12:31). Nuestra fe nos llama a buscar y cuidar a los más débiles y vulnerables de entre nosotros (Isaías 1:17; Santiago 1:27).

“Llamado a superar la injusticia y la desigualdad en el mundo para vencer a la pandemia mundial de la COVID-19”, declaración del Comité Ejecutivo del CMI, 20 de mayo de 2021

 


[1] John Hopkins University and Medicine: Coronavirus Resource Centre (Centro de información del coronavirus):     https://coronavirus.jhu.edu/map.html (en inglés)

[2] Últimas estimaciones del impacto de la COVID-19 en la pobreza mundial: Repaso del año 2020 y perspectivas para 2021: https://blogs.worldbank.org/es/datos/ultimas-estimaciones-del-impacto-de-la-covid-19-coronavirus-en-la-pobreza-mundial-repaso

[3] The billionaire boom (El auge de los multimillonarios), Financial Times Weekend, 15/16 de mayo de 2021 (en inglés).

[4] Big Pharma takes it all (Las grandes farmacéuticas lo acaparan todo), A Public Eye Report, marzo de 2021 (en inglés):

https://www.publiceye.ch/fileadmin/doc/Medikamente/2021_PublicEye_BigPharmaTakesItAll_Report.pdf

[5] Alocución de apertura del Director General de la OMS en la rueda de prensa sobre la COVID-19 celebrada el 9 de abril de 2021:

https://www.who.int/es/director-general/speeches/detail/director-general-s-opening-remarks-at-the-media-briefing-on-covid-19-9-april-2021

[6] I Run the W.H.O., and I Know That Rich Countries Must Make a Choice (Gestiono la OMS y sé que los países ricos deben tomar una decisión), artículo de opinión del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, 22 de abril de 2021, New York Times (en inglés): https://www.nytimes.com/2021/04/22/opinion/who-covid-vaccines.html

[7] What it will take to vaccinate the world against COVID-19 (Qué hace falta para vacunar al mundo contra la COVID-19), por Aisling Irwin, Nature, 25 de marzo de 2021 (en inglés): https://www.nature.com/articles/d41586-021-00727-3

[8] The coronavirus is here to stay — here’s what that means (El coronavirus está aquí para quedarse: le contamos lo que eso significa), Nature, 16 de febrero de 2021 (en inglés): https://www.nature.com/articles/d41586-021-00396-2