POR LA SANACIÓN DE LAS NACIONES1
Apocalipsis 22: 1 - 5

Rev. Robina Winbush, Iglesia Presbiteriana (USA)

Al Moderador, los vicemoderadores, los presidentes, el Secretario General y los miembros del personal, los delegados, los representantes, los observadores, los amigos, mis hermanas y hermanos en Cristo y en la creación los saludo esta tarde en el nombre y con la alegría incomparable de Jesús - quien es ahora y siempre la cabeza de la Iglesia. 

¿Quieren ustedes unirse a mí en oración? (oración espontánea)

He conocido ríos :

He conocido ríos tan antiguos como el mundo y más viejos que el flujo de la sangre que corre por las venas humanas.

Mi alma se ha vuelto profunda como los ríos.

Me bañé en el Éufrates cuando eran jóvenes los amaneceres.

Construí mi cabaña al borde del Congo y el río arrulló mi sueño.

Miré hacia el Nilo y erigí las pirámides en sus márgenes.

Oí el canto del Misisipí cuando Abe Lincoln se fue a Nueva Orleans, y he visto su lodoso fondo tornarse dorado a la puesta del sol.

He conocido ríos.

Antiguos y oscuros ríos.

Mi alma se ha vuelto profunda como los ríos.1 

Langston Hughes escribió el clásico poema "The Negro Speaks of Rivers," (El negro habla de ríos) para recordar a un pueblo, que había estado esclavizado, que su historia comenzaba mucho antes de 1619, cuando sus antepasados, tras sobrevivir a los horrores de la travesía del Atlántico en barcos negreros, habían sido llevados encadenados a los Estados Unidos… escribió para recordarles que su pasado no era un legado de esclavitud, sino que su historia comenzaba junto a los ríos de África que estaban conectados a un pueblo y cuyo ADN espiritual transportaba los ricos recursos de un pueblo y una tierra de la que se los había separado. 

Al prepararnos para dejar Porto Alegre y la 9ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias tras concluir una semana de extraordinarios servicios de culto, de estudios bíblicos edificantes, de plenarios apasionantes, de largas reuniones en los comités y de sesiones administrativas, de estimulantes ofrendas en las reuniones de mutirão, de encuentros, de saludos y de contactos con hermanas y hermanos de una e común y una familia común, hacemos una pausa por última vez para tratar de oír una "palabra más del Señor". Algo que podamos llevar con nosotros de regreso a nuestros hogares…que no sea un documento más, ni una pulsera u otro recuerdo, ni otro libro o material de información, sino algo que podamos llevar en lo profundo de nuestro caudal espiritual para que la energía, la renovación, los compromisos no se pierdan en los asuntos corrientes y las rutinas de nuestra vida cuando regresemos a casa.

Me sentí atraída por el texto del Apocalipsis por las imágenes eucarísticas y bautismales así como por los temas escatológicos de un mundo nuevo transformado. Pensé que sería una conclusión apropiada para una Asamblea que había orado y tratado de entender el poder transformador de Dios. ¿Qué mayor trans­formación que la visión de la Nueva Jerusalén y las promesas escatológicas que nos ofrece la visión de Juan?

Juan, el escritor del Apocalipsis está exiliado en una isla llamada Patmos y escribe a un pueblo, que padece la persecución y la dominación del Imperio Romano, que la realidad que están viviendo no es la palabra definitiva de Dios. Ese pueblo es parte de un plan cósmico más amplio y Juan escribe para recordarles que a ellos no les corresponde dejarse seducir por el imperio, sino, en última instancia, la victoria de Dios y del Reino de Cristo. Nestor Míguez señala: "el Apocalipsis se escribió y se leía originalmente en una situación de total desamparo. Juan de Patmos y sus lectores viven en una situación en la que son súbditos de un poder imperial que no admite discrepancia alguna… Las pequeñas comunidades de cristianos de Asia Menor no constituyen un problema real para el poder romano, pero cuando manifiestan una oposición simbólica de cualquier tipo que sea a la pretensión del Emperador de dominar sin obstáculo alguno comienzan las dificultades para ellos. Y ese es el caso del Apo­­calipsis". 2 Míguez señala que "leído desde esa situación, el mensaje del Apocalipsis es muy diferente al que suelen reivindicar los poderosos". Míguez sugiere que la intención original del Apocalipsis como impugnación del poder imperial fue desvirtuada cuando la iglesia llegó a ser la iglesia del Imperio, y la empresa misionera pasó a colaborar (o quiso hacerlo) con la expansión de la cultura y el poder de occidente. 

Así pues, entendemos la revelación (Apocalipsis) de Jesús a Juan en la isla de Patmos como una promesa escatológica de lo que ha de venir y una crítica social, política y religiosa del Imperio Romano y de las vanas reivindicaciones del imperio sobre las promesas eternas del Dios de la creación y de Cristo resucitado que reina victorioso. Juan habla de la connivencia de los sistemas económicos, militares, culturales y también religiosos que hacen la guerra a Dios, a los fieles y a toda la creación que no se han doblegado ante las imágenes de la gloria temporal del imperio. Recuerda a las iglesias de Asia Menor, y también a la iglesia universal, que su principal … o más bien, la única lealtad debe ser hacia el cordero que fue sacrificado, pero reina ahora desde su trono. Debemos resistir a la tentación de ser cooptados por los sitstemas de explotación y de dominación. En medio del caos cósmico y de los sistemas imperiales mundiales, es un llamamiento, un recordatorio de que nunca debemos abandonar nuestro puesto como fieles testigos de Cristo resucitado - el Señor viviente. Nunca será fácil ni con­fortable nuestra relación con el imperio, pero es una relación que mide la labor del imperio con la vara del autosacrificio en la cruz. Brian Bloun sugiere que "El Apocalipsis aspira a un testimonio que sea un activismo comprometido, resistente, transformador dispuesto a sacrificar todo en un esfuerzo para que el mundo sea una realidad que responda al papel de Jesús de soberano y salvador de todos y de todo".3

Sí, leer el Apocalipsis es entender con imágenes vigorosas las palabras de Pablo a los Efesios, "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gober­nadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes." 4

Sue Davies nos recuerda también que "mientras el apocalipsis de Juan nos ofrece un fértil terreno para identificar los poderes de muerte de nuestros días, también afirma enérgicamente la soberanía de Dios sobre la historia humana y terrenal."5 Esta es la afirmación que yo les invito a ustedes a explorar con­migo esta tarde mientras terminamos de hacer nuestro equipaje espiritual para regresar a casa. 

Sí, el Apocalipsis está lleno de esperanza escatológica. Sin embargo, ¿no podríamos considerar que el Apocalipsis no es simplemente una visión de lo que ha de venir, sino una visión de lo ya presente? No tenemos que esperar a que Dios sea soberano: ¡Dios es soberano ahora! Juan comparte con nosotros un vislumbre de lo que está ya más allá de nuestra realidad y de las limitaciones de nuestra comprensión actual. Viene a ser una invitación a vivir como si el reino de Dios y la comunidad de los amados por Dios ya existiera.

Cuando yo era niña, solíamos cantar una canción sencilla en mi iglesia local, la Presbiteriana de Betania en Columbus, Ohio. Admito que no la cantábamos con frecuencia en el culto dominical formal, pero podía oírse durante los servicios de reavivamiento o durante la semana o en cualquier momento en que osáramos sentir la libertad y la fuerza del Espíritu Santo. Era muy sencilla:

"Dios está ya aquí. ¿No sientes su presencia? Dios está ya aquí. Solo tienes que abrir tu corazón, porque Dios ya está aquí."

El mensaje era sencillo, pero profundo. El Dios al que servimos no está lejos en algún reino distante, sino que por la gracia de Dios en el acontecimiento de la encarnación, Dios ha escogido poner su morada en medio de la realidad humana. No es que nuestros mundos sean perfectos, pero en la confusión y en los problemas mismos de la realidad humana, Dios ha escogido su morada. 

Durante esta Novena Asamblea hemos orado "Dios, en tu gracia, transforma el mundo." Es una oración que contiene, como la mayor parte de las oraciones, una confesión de fe. Confesamos nuestra creencia de que el mundo necesita ser transformado. Confesamos nuestra creencia de que es el don gratuito del amor de Dios que llamamos su gracia lo que operará la transformación. Es una oración y una confesión pujante.

Por voz del profeta Isaías, Dios nos asegura que antes de que nosotros lo invoquemos él nos responderá, y mientras estamos todavía hablando Dios nos escucha.6 

¿Quieren ustedes considerar conmigo la posibilidad de que Dios haya estado susurrando a nuestros espíritus durante esta asamblea: "Estoy transformando el mundo"? 

Estamos reunidos en el mismo lugar en que el Foro Social Mundial ha declarado antes que … "Otro mundo es posible." Como pueblo de fe, como los que proclaman el nombre del Ungido, Jesús de Nazaret, venimos para dar testimonio espiritual de esa verdad. 

La visión final que Juan evoca es la de un mundo en transformación. Juan escribe sobre un río no contaminado con los desechos sobrantes del imperio o las catástrofes cósmicas, sino un río vivificante que alimenta la tierra y toda la creación. Es un río que no puede ser privatizado ni explotado en beneficio de unos pocos. A diferencia de la visión de Ezequiel, la visión del río en Juan no se restringe al Templo como morada de Dios, sino que fluye libre y directamente del trono de Dios. ¿Sería posible que "el río que ameniza la ciudad de Dios" descrito por el salmista no sea limitado ni controlado por nuestras casas eclesiásticas, sino que sea el poder del Espíritu de Dios que actúa libremente en medio de nosotros? ¿Sería posible que nosotros, lavados en las aguas bautismales de la gracia de Dios y alimentados con la fuerza vital misma del Cordero… el cuerpo y la sangre de Cristo crucificado y resucitado, seamos invitados a ser copartícipes en la obra divina de transformar la creación?

A diferencia del relato del Génesis, el árbol de la vida no es ya inaccesible a la humanidad, sino que crece junto al río, alimentándose del libre flujo del Espíritu que viene de la presencia de Dios en medio de la ciudad. Como el árbol se alimenta del río de la vida. Su fruto es abundante y suficiente … y sus hojas abundan en las cualidades medicinales que sanan y transforman a las naciones. 

Díganme, ¿han visto ustedes últimamente algunas hojas que Dios utilice para sanar a las naciones y transformar el mundo? Antes de llegar a Porto Alegre, un pequeño grupo de nosotros se detuvo en Salvador, Bahía. Tuvimos el privilegio de visitar a algunas mujeres influyentes relacionadas con el Instituto Teológico de Educación de Bahía (ITEBA). Habían formado un grupo llamado YAMI, simbolizado por el fruto de un cactus que crece en el desierto. Su compromiso era dar voz y un instrumento para las mujeres negras, indígenas y pobres del Nordeste del Brasil. Nos invitaron a visitar un centro comunitario que las mujeres construían en un terreno que había sido utilizado como "quilombo." Los quilombos eran comunidades muy organizadas de africanos que se negaban a ser esclavos al ser llevados a Brasil. Este quilombo concreto recibió su nombre de una mujer negra llamada Zerefina, famosa por su enérgica resistencia a la opresión. El centro comunitario del Quilombo Zerefina se construía para dar voz y ser un instrumento a las mujeres y los niños de las proximidades para que pudieran organizar sus propias vidas. He ahí una hoja sanadora.

En la pesadilla de la pandemia del VIH y el SIDA, en lugar de aguardar a que se despierte la conciencia moral de las compañías farmacéuticas del Norte y el Occidente, Brasil produce medicinas que pueden ponerse a nuestra disposición en los países que no pueden pagarlas… ¿Es esta una hoja sanadora?

Cuando Cindy Sheehan, una madre cuyo hijo murió en la guerra de Irak, moviliza a otras madres y familias en abierto desafío a la administración de Bush y su corrupta política bélica … ¡esto es una hoja sanadora! 

Cuando una antigua base militar estadounidense en Cuba se transforma en una universidad en la que se da formación a más de 7.000 médicos para América Latina… esto es literalmente una hoja sanadora.

Cuando jóvenes cristianos palestinos nos dicen que no pueden permanecer silenciosos frente a la ocupación y la opresión, que deben enseñar la esperanza y comprometerse en ser agentes de esperanza en medio de la violencia… ¡es una hoja sanadora! 

Cuando jóvenes europeos creen que pueden hacer algo y organizan un movimiento internacional de jóvenes comprometidos para operar el cambio … esto es una hoja sanadora.

Cuando experimentamos el crecimiento del cristianismo en África, Asia y América Latina, y el para­digma deja de ser un cristianismo definido por los ricos y poderosos, esto es una hoja sanadora.

Cuando el Consejo Mundial de Iglesias puede romper el silencio y la oposición y empezar a hablar abierta y sinceramente de las cuestiones de la sexualidad humana y a facilitar el diálogo entre y dentro de las iglesias…¡esto es una hoja sanadora!

Cuando la Red Ecuménica de Defensa de las Personas Discapacitadas puede ayudarnos a redefinir nuestra idea de sanación y salud y aunque no todos tengan las mismas capacidades físicas y mentales … todos son creados a imagen de Dios… esto es una hoja sanadora.

Podría continuar, pero sospecho que ustedes pueden dar testimonio de las hojas sanadoras que ustedes han experimentado y visto. 

Hay una pregunta que tengo que hacer ante ustedes. Dios está transformando el mundo. ¿Están ustedes dispuestos a ser una hoja del árbol de la vida, que Dios utiliza para sanar a las naciones? ¿Están ustedes dispuestos a no inclinarse ante los dioses temporales de la explotación y la dominación, y a prestarse para que sus vidas y sus iglesias se utilicen para la sanación de las naciones y la transformación del mundo?

Recuerden que el poder y la fuerza de ser una hoja dependen de ustedes… Es consecuencia de estar unidos al árbol de vida que hunde sus raíces en el río de la vida que fluye del trono de Dios y del Cordero. Cuando estén ustedes apesadumbrados y cansados, estén seguros de que el río de la vida les dará fuerza. 

Sí, las palabras de Langston nos hablan todavía … "He conocido ríos … Mi alma se ha vuelto profunda como los ríos." 


1 "For the Healing of the Nations: The Book of Revelations in an Age of Conflict", Justo L. Gonzaález (Orbis Books Maryknoll, NY 1999)

1 "The Negro Speaks of Rivers", Langston Hughes

2 Néstor O Míguez, Plurality, Power and Mission

3 Brian K. Blount, Can I Get a Witness: Reading Revelation through African American Culture, Westminster/John Knox Louisville, KY 2005 p. 38

4 Efesios 6: 12

5 Susan E. Davies, The Accra Confession: A View From the Belly of the Beast. Aquí en Porto Alegre, Sue me comunicó este escrito presentado en la consulta sobre Mujeres y Mundialización, de la Alianza Reformada Mundial, agosto de 2005, Jamaica.

6 Isaías 65: 24