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SALUDO DEL PRESIDENTE DEL CLAI A LA IX ASAMBLEA DEL CMI

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

A nombre de las iglesias latinoamericanas y del Consejo Latinoamericano de Iglesias les recibimos en nuestra region con gozo y expectación. Gracias hermanos y hermanas por venir a America Latina. Abrimos nuestros brazos y corazones para recibirles con el calor y la alegria que caracterizan a nuestros pueblos e iglesias y a la vez les invitamos a compartir nuestra alegria. 

Ustedes arriban a nuestras tierras latinoamericanas en momentos en que, junto a crisis en nuestros modelos económicos, políticos, sociales y también en lo eclesial y lo ecuménico, surgen nuevas senales, símbolos y signos de renovación y esperanza. 

En lo político, junto al agotamiento temprano de un modelo de democracia excluyente, surgen senales de una nueva democracia participativa. En lo economico, junto al modelo impuesto que nos ha conducido a desigualdades profundas, empobrecimiento y concentración del poder, surgen intentos por buscar caminos mas solidarios y humanos de hacer economía, siendo lo deseable que ésta esté al servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía. En lo cultural, junto a los intentos por imponer culturas hegemónicas, tanto desde afuera como a nuestro interior, surge el deseo de reconocer nuestras diversidades y el clamor de los pueblos indígenas y afro-latinoamericanos tras más de 500 anos de dominación. 

No excluimos en ese rechazar modelos impuestos la realidad eclesial y ecuménica. Sin dejar de reconocer el valor de nuestras institucionalidades eclesiásticas, surgen movimientos renovadores y expresiones de ser iglesias diferentes a tradiciones y modelos que no fueron siempre nuestros. En lo ecuménico, la institucionalidad ecuménica tradicional y hasta "rutinaria" se ve desplazada por una nueva vocación que busca la unidad de las iglesias a partir de lo cotidiano y lo pastoral. 

Nuestra oración junto al lema de esta IX Asamblea, `Dios, en tu gracia, transforma el mundo` es el pedir la gracia que nos capacite para discernir y acompanar esas nuevas senales y signos de renovación y esperanza. Que la gracia nos fortalezca para caminar con Dios en su obra de transformación del mundo, de las iglesias y de la "oikumene".

Nuestro único pesar es que en esta Asamblea en nuestro continente no nos podamos unir alrededor de la Mesa del Senor. Creemos que el movimiento ecuménico debe poder celebrar y adorar bajo la libertad del Espíritu, y compartir el don de la gracia de la Eucaristía. Esto le da sabor y luz. Que la gracia de Dios nos ayude, con sentido de arrepentimiento, a afirmar el camino de la unidad que se hace celebración de gracia en la resurrección de Cristo.