Discernir los signos de los tiemposCambios en el contexto religioso, cultural y eclesialCambios en el contexto político, social y econonómico internacional / Renovar nuestro compromiso

Las conversaciones ecuménicas proporcionan a los delegados un espacio para compartir sus experiencias sobre la forma en que se plantean sus preocupaciones fundamentales para el futuro de las iglesias y enfocan su testimonio y acción comunes. ¿Cómo responden las iglesias, individual y colectivamente, a las diversas realidades de un mundo que cambia rápidamente? ¿Cuáles son hoy las principales preocupaciones que exigen a las iglesias actuar juntas, porque afectan al ser mismo de la iglesia, desgarran a las personas y las separan unas de otras, pero también porque constituyen un acicate para que las iglesias sean fieles al llamamiento de convertirse y ser una en Cristo, para que el mundo crea (Juan 17:21)? ¿Cuáles son las cuestiones de vital importancia para los niños y los jóvenes debido a que son decisivas para su propio futuro y para las vidas de las generaciones venideras?

Se invita a todos los participantes a compartir sus preocupaciones e ideas, representando plenamente el sentir tanto de sus iglesias como de sus pueblos, y a responder al llamamiento común en Cristo. Las conversaciones ecuménicas ofrecerán, mediante el diálogo, una estimulante oportunidad de examinar juntos la dinámica y las tendencias predominantes del mundo de hoy y discernir los signos de los tiempos a la luz de la fe.

Llamados a ser colaboradores con Dios

En el centro de la fe cristiana se halla la afirmación de la presencia de Dios en este mundo: en la encarnación de Cristo, Dios asume la totalidad del orden creado, visible e invisible, cielo y tierra, para la sanación, reconciliación, transformación y transfiguración de todo el cosmos. Cristo se hizo carne y vivió entre nosotros (Juan 1:14). En Él y por Él fueron creadas todas las cosas y en Él han de unificarse, reconciliarse, transformarse, transfigurarse y salvarse (Col 1:15-23): una nueva humanidad y un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21:1).

El mundo es creación de Dios y pertenece a Dios. La humanidad lleva el sello de la imagen de Dios y está llamada a desarrollarse a semejanza de Dios (Gen 1:26). El Espíritu de Dios llena y sostiene toda la creación (Sal 104:29-30). Todo el mundo está repleto de la gracia de Dios. En Cristo, por medio de la Encarnación, todos hemos recibido "la plenitud de Dios, gracia por gracia" (Juan 1:16).

Por la gracia de Dios toda la creación se sostiene, se transforma, se transfigura y se unifica. Por su gracia, Dios tiene la iniciativa en todas las cosas. Sin embargo, la nueva humanidad en Cristo, renovada, regenerada y transformada por la gracia de Dios, recibe el encargo de participar en la sanación y transformación del mundo por la acción de Dios (1 Cor 3:9). Por la gracia de Dios, el mundo está llamado a la transformación, sanación y reconciliación, pero el ministerio de proclamación sigue siendo responsabilidad nuestra (Col 1:23). La martyria, leitourgia, koinonia y diakonia de la iglesia se convierten, por lo tanto, en actos sinérgicos por medio de los cuales los cristianos, en pleno acuerdo y compromiso, realizan en sus vidas, por la misión, la oración y la acción, la obra de la gracia de Dios para la transformación del mundo.

Por estas razones teológicas, el tema de la Asamblea se presenta en forma de oración. Estamos convencidos de que es preciso abandonar cualquier expectativa arrogante basada en la premisa de que sólo con nuestras fuerzas y capacidades será posible cambiar y transformar el mundo. La gracia de Dios se concede gratuitamente, la salvación se ofrece a toda la humanidad y a toda la creación, pero no se nos impone, ya que el misterio de la libertad humana es también un don de Dios. La buena nueva de la gracia de Dios pone así de manifiesto la profundidad del pecado humano, el cual sigue distorsionando la imagen de Dios en los seres humanos y hace que se explote la creación de Dios sin piedad y sin límites. No cabe duda de que también muchos cristianos dejan de responder a la gracia de Dios como hijos liberados de Dios (Rom 8:21; Cor 7:23).

Por lo tanto, el tema de la Asamblea es una invitación a la reflexión, la metanoia y la transformación. Estamos llamados, en primer lugar, a reconocer y afirmar la iniciativa y la acción de Dios en todos y a orar para respaldarla. Al mismo tiempo, se nos estimula a dar una respuesta personal a la iniciativa de Dios y actuar en consonancia con nuestra nueva humanidad renovada por la gracia, como conciudadanos con Cristo y colaboradores con Dios (Ef 2:19).

El tema de la Asamblea es una invitación a considerar el mundo como lugar amado por Dios e impregnado de la gracia de Dios. Visto con los ojos de la fe, este mundo puede y debe transformarse: de relaciones injustas a más justas, de la destrucción ambiental al cuidado de la creación, de un mundo marcado por las consecuencias mortales del pecado a un mundo abierto a recibir la vida de las manos de Dios. Es un milagro que se repite una y otra vez cuando las personas, en medio de graves amenazas para sus vidas, celebran en el culto la presencia y el poder de la gracia de Dios. Con ellas oramos: "Dios, en tu gracia, transforma el mundo."

"Otro mundo es posible" fue el lema de quienes se reunieron en Porto Alegre en el Foro Social Mundial, resistiendo a la globalización económica neoliberal y comprometiéndose a luchar por otros mundos posibles. Los cristianos tienen incluso más razones para resistir al fatalismo y decir: Dios creó el mundo y nunca dejará de cuidarlo (Genesis 1-2). En su muerte en la cruz, Cristo compartió el sufrimiento de un mundo que gime por su liberación (Romanos 8). "Cristo ha resucitado. Ha resucitado verdaderamente". La alegría pascual es la expresión del ansia y la esperanza de que se rompan las cadenas del pecado y de la muerte para todos los seres humanos y toda la creación (Colosenses 1:15 ss). El poder creador, reconciliador y salvador del Espíritu Santo sigue transformando el mundo como el aliento del amor de Dios (agape), que es el poder transformador de la gracia de Dios (Romanos 8-11).

Recordando que toda la vida ha sido creada por Dios y que Dios continúa cuidándola, afirmamos la sacralidad de toda vida y acogemos el don de la vida dado por Dios que compartimos con todas las demás criaturas y con toda la creación. La tierra no es nuestra; es el hogar común de Dios para todos los conectados a la red de vida, que formamos la comunidad de la tierra (Salmo 24:104). No somos nosotros quienes sostenemos la vida, sino Dios. Todo nuestro poder humano deberá rendir cuentas a Dios. Todas las actividades humanas deben reconocer y respetar la lógica y las reglas (ecología y economía) del gran hogar de la vida (oikoumene) creado por Dios, estableciendo unas relaciones justas y sostenibles que contribuyan a la paz y al florecimiento de las comunidades.

 

Discernir los signos de los tiempos

Al tratar de determinar nuestras tareas específicas en la transformación del mundo de hoy, es importante comenzar siempre desde nuestras convicciones de fe y basar nuestras acciones en fundamentos bíblicos y teológicos. Sin embargo, es igualmente importante comprender el contexto en que trabajamos y al que nos dirigimos. Dios amó al mundo, aunque era pecador y había caído, y por medio de Cristo, en el Espíritu Santo, lo recogió, junto con las consecuencias del pecado, para transformarlo y redimirlo desde dentro. De igual forma, los cristianos hoy, antes de afrontar y cuestionar el mundo y sus medios, tienen que comprenderlo y amarlo, tienen que identificar los signos de la presencia de la gracia de Dios y tratar de construir sobre ese fundamento, mediante la gracia de Dios, con su trabajo de transformación y reconciliación.

El éxito o fracaso de las conversaciones ecuménicas dependerá de que se produzca un encuentro auténtico y comprometido entre los delegados y los jóvenes al examinar los desafíos con que nos enfrentamos como personas de fe. Esto puede resultar a veces difícil y hasta conflictivo, pero contribuirá al proceso de discernimiento espiritual y a una comprensión mucho mejor de las formas en que diferentes personas experimentan los efectos de las nuevas realidades, según sea el lugar que ocupan en un mundo marcado por una desigualdad, violencia y abuso de poder cada vez mayores. Las diferencias en las respuestas a problemas éticos como la sexualidad humana y el comienzo y la terminación de la vida humana han debilitado gravemente el testimonio común dentro de las iglesias y también entre ellas. El reunirse en una conversación ecuménica ayudará a las iglesias a ver con mayor claridad lo que deben hacer en solidaridad y apoyo mutuos a nivel local, nacional, regional e internacional.

Estas conversaciones facilitarán la tarea de la asamblea de identificar y determinar el marco y las directrices para los trabajos futuros del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). Como comunidad de iglesias comprometidas a mantenerse unidas, a orar y a trabajar ecuménicamente haciéndose responsables unas de otras, el Consejo cumplirá su tarea solamente si el mandato que reciba de la asamblea refleja las preocupaciones comunes de las iglesias miembros y otros interlocutores ecuménicos, los ayuda a superar las cuestiones que los dividen y facilita su testimonio y acción comunes. El CMI puede hacer bien sólo aquellas cosas que las iglesias se han comprometido a hacer juntas reconociendo claramente su propia diversidad y diferencias.

 

Cambios en el contexto religioso, cultura y eclesial: Identidad y misión cristianas en un mundo multicultural y multirreligioso

  • En un mundo que, por una parte, se enfrenta con la aniquilación de las identidades por medio de la globalización y la homogenización cultural y, por otra, se halla desgarrado y fragmentado, la misión de la iglesia es proclamar la sanación y reconciliación y formar comunidades en las que se experimenten y vivan las semillas de la sanación y reconciliación.

  • En los contextos multiculturales y multirreligiosos en que viven los cristianos hoy en todas las partes del mundo, se necesita urgentemente una articulación renovada de la identidad cristiana y de la misión de la iglesia, no separada o en contra de otros, sino en relación con ellos.

  • Una iglesia que se define a sí misma como Cuerpo de Cristo, como comunidad de hombres y mujeres renovados por la gracia que participan por igual en la vida de un cuerpo único y común, debe aprender de las experiencias de las mujeres. Sus experiencias aportan una visión de colaboración en la búsqueda de la justicia, una clave de lo que significa ser iglesia.

  • ¿Cuál es la función y el lugar de las personas discapacitadas en la vida y misión de una iglesia que vive el ideal bíblico del cosmos entero reunido en Cristo y se considera a sí misma como un misterio y como la semilla de esa realidad escatológica íntegra y completa?

  • Al considerar hoy la antropología, no es posible ya tratarla de forma dualista y evitar temas considerados tabú, como la sexualidad, que son esenciales para la integridad y plenitud humanas. Las iglesias y los cristianos están divididos y siguen dividiéndose sobre estas cuestiones. Se espera una respuesta responsable, basada en fundamentos bíblicos y teológicos, así como en un análisis y reflexión desde el punto de vista médico, sociológico y psicológico.

  • Las nuevas tecnologías de información y comunicación han impregnado todas las esferas de la vida. La mayoría de las personas, y especialmente los jóvenes, están influidos por esas tecnologías, y frecuentemente dependen de ellas. ¿Cuál es el lugar y la función de tales tecnologías en la vida y misión generales de la iglesia hoy?

La cuestión de la transformación, sanación y reconciliación está íntimamente relacionada con la de la koinonia y la comunidad ecuménica. ¿De qué manera los nuevos enfoques ecuménicos de la eclesiología y el discipulado influyen en esta dinámica y son influidos por ella?

A lo largo de los años, desde la fundación del CMI, se han reexaminado, ampliado, reformado y rearticulado el significado y el objetivo tradicionales del movimiento ecuménico. El documento del CMI Un entendimiento y una visión comunes constituyó un intento de presentar de forma coherente los distintos significados y objetivos de la oikoumene y lo que las personas de nuestro tiempo esperan de ella. El proceso de reflexión continúa todavía y es decisiva la necesidad de una rearticulación clara de la visión ecuménica contemporánea.

  • ¿Cuáles son el significado y los componentes de la búsqueda de la unidad en un mundo confrontado con una cultura de violencia, con la búsqueda de armas de destrucción masiva más sofisticadas? ¿Qué significa ser humano en una época en que el poder de los ricos crece sin cesar, los emigrantes se enfrentan con la discriminación y se ponen en tela de juicio categorías éticas básicas de entendimiento y acción?

  • ¿Qué nuevas formas de ecumenismo y de cooperación económica motivarán e inspirarán hoy a las personas?

  • ¿en una época en la que se ponen en tela de juicio las estructuras institucionales ecuménicas y se expresa la necesidad de reconfigurarlas; en la que está surgiendo un ecumenismo postdenominacional de base y son muchos quienes buscan expresiones de fe más experenciales?

  • ¿en una época en la que muchos cristianos, en particular los jóvenes, anhelan una mayor profundidad espiritual y una expresión más significativa de la fe?

  • ¿en una época en la que los Evangélicos, Pentecostales y Carismáticos están desarrollando sus propias estructuras intereclesiales y se están interesando y empeñando en una búsqueda ecuménica de la unidad, la cooperación y el servicio?

  • ¿Cómo puede la comunidad de iglesias actuar en unión con los ministerios especializados y las comunidades y organizaciones locales para responder a las necesidades y sufrimientos humanos, cuando la cooperación y diaconía cristiana tradicionales se hallan amenazadas por la competencia por los recursos entre los distintos actores que trabajan en el campo del desarrollo humano ?

  • Desde el comienzo del movimiento ecuménico, el movimiento juvenil fue el motor que le dio vida y mantuvo ardiendo su llama. ¿Cuál podría ser la función de los jóvenes, incluidos los estudiantes y otros laicos, en la transformación del paisaje ecuménico hoy?

  • ¿Cuáles son el contenido y las metodologías de la formación ecuménica que podrían adaptarse y ejercer un impacto en las personas de nuestro tiempo?

 

Cambios en el contexto político, social y económico internacional: El desafío de la globalización y del imperio económico

La justicia, en cuanto esencia del amor de Dios, indujo a los profetas a criticar los efectos destructivos de la injusticia y del abuso de poder sobre los pueblos y la tierra. La visión de la vida auténtica que tenían los profetas estaba enraizada en la opción preferencial de Dios en favor de los pobres, que constituye el núcleo de los relatos de liberación de Israel de la esclavitud, y en la visión del Sabbath y el Jubileo acerca de la buena creación de Dios (Ex 21, Lev 25, Dt 15, Is 61). Jesús reafirma esta visión cuando proclama el año jubilar del Señor (Lc 4) y enseña a los discípulos a liberarse de la injusticia, de la codicia y del temor del futuro (Mt 6:19 ss), a servir a Dios y no a mammon (Mt 6:24), a confiar en el amor de Dios que cuida toda clase de vida (Mt 6:25ss.) y a "buscar primero el reino de Dios" (Mt 6:33). Jesús se incorpora en el pan y el agua de vida (Juan 6:22ss.;7:37 ss.). Se parte su cuerpo y su sangre se derrama en beneficio de todos (Lc 22:14 ss.) para que todos tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10:10). Porque el evangelio proclama el amor de Dios revelado en Cristo, señala también la profundidad del pecado humano que conduce a la muerte y la destrucción y afirma la necesidad de una justicia transformadora y del cuidado de la tierra.

Pero ¿qué significa afirmar estos valores en los nuevos contextos internacional y político, social y económico? La globalización económica y una nueva configuración geopolítica ejercen un impacto enorme en las vidas de las personas de todas las regiones del mundo. Con mucha frecuencia, estas fuerzas niegan la necesidad urgente de combatir la desigualdad y la pobreza crecientes y las guerras y las amenazas a la naturaleza, así como la propagación de las enfermedades y la muerte y la fragmentación de las comunidades a causa del VIH y el SIDA. El temor a las pérdidas está muy arraigado, especialmente entre quienes siguen beneficiándose de un crecimiento económico y una acumulación de la riqueza distribuidos desigualmente a expensas de los pobres y de la naturaleza. ¿Existen los medios para conseguir que la visión de la vida como don de la gracia de Dios estimule a las personas a confiar en que la calidad de sus vidas puede mejorar cuando se detenga la carrera hacia la concentración de la riqueza y el poder en las manos de unos pocos, de forma que empiecen a resistir al impulso constante hacia el crecimiento económico y el abuso de poder?

  • ¿Cómo afrontan las iglesias las diferentes dimensiones y formas de las relaciones de poder que influyen en las vidas y modos de vivir de las personas a nivel local, pero también a nivel nacional e internacional, p.ej., las alianzas militares internacionales, el sistema de las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales o la Organización Mundial del Comercio?

  • ¿Qué hace falta para proclamar la verdad ante el poder en un contexto en que las formas de poder político, militar, económico, social, cultural y religioso están cada vez más vinculadas entre sí para apoyar un poder imperial y hegemónico?

  • ¿Cómo se pueden proteger las vidas y la dignidad de las personas del impacto de la violencia creciente? ¿Cuáles son las nuevas amenazas a la paz que socavan aún mas la seguridad y la vida futura de las comunidades?

  • ¿Serán capaces las iglesias de construir comunidades acogedoras en este entorno tan violento y competitivo en el que se devalúa sistemáticamente la vida?

  • ¿Cuál es la función propia de la religión en la política y la vida pública? ¿Cuáles son los muchos peligros de los que la religión puede ser presa en la política y cómo se puede manipular la religión y abusar de ella para contrarrestar y paralizar la crítica que deben hacer las iglesias?

  • Pese a todas las promesas de quienes siguen defendiendo el paradigma económico predominante, el escándalo del aumento de la pobreza y la desigualdad económica es una realidad mortal para millones e incluso miles de millones de personas, niños, mujeres, hombres, hermanas y hermanos. ¿Cómo pueden las iglesias reforzar su voz profética para exigir estructuras políticas y económicas y marcos institucionales justos e intensificar el impacto de su cooperación ecuménica?

  • Esta pregunta está íntimamente relacionada con la función de la ciencia y la tecnología que pone a prueba el testimonio de santidad de vida de las iglesias.

  • Señala también la importancia vital de los recursos de la tierra que debemos cuidar y no saquear. ¿Qué función tienen en todo esto las poblaciones indígenas, las mujeres y los grupos marginales?

  • ¿En qué manera el racismo, la discriminación por castas y otras formas de discriminación justifican y agravan la injusticia y la desigualdad?

  • ¿Cuáles son los efectos en los niños y las mujeres y cuáles son las muchas formas en que cargan con lo peor de los problemas y son víctimas de la violencia?

En el centro de todo esto se hallan las cuestiones de poder e injusticia estructural que es preciso comprender y resolver.

 

Renovar nuestro compromiso

Al reflexionar juntos en las conversaciones ecuménicas durante la Asamblea acerca de las difíciles tareas comunes con que se enfrentan las iglesias hoy, cabe esperar que compartiendo diferentes experiencias y acciones, alegrías, frustraciones, logros y fracasos, los cristianos de diferentes partes del mundo aprendan unos de otros y fortalezcan su comunidad y su compromiso de mantenerse y actuar unidos para renovar y transformar las iglesias y el mundo. El mandato futuro que surgirá de la asamblea será vital y coherente sólo si brota de un compromiso renovado de las iglesias para con su llamamiento ecuménico. Mientras oramos "Dios, en tu gracia, transforma el mundo", nos unimos también a la oración de Jesucristo, "que todos sean uno" (Juan 17:20).