Informe del Comité de Examen II

Versión aprobada por la Octava Asamble
(diciembre 1998)

1. La deuda y el jubileo en el nuevo milenio

En vísperas del tercer milenio, la Asamblea jubilar del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) debe reflexionar sobre las prescripciones del jubileo instituidas por Dios y la proclamación de Cristo, que reafirma esa visión. Reunidos en el África subsahariana, hemos oído el clamor de millones de personas que soportan los costos sociales, políticos y ecológicos del implacable engranaje de la deuda. Estamos llamados a buscar, a través de un proceso de discernimiento y acción, nuevos medios de romper ese yugo, remediar sus consecuencias y velar por que las crisis de la deuda no se repitan. Esto sólo puede lograrse mediante un nuevo y justo orden mundial.

El CMI está firmemente empeñado en unirse a las personas de fe y a las comunidades de conciencia en el cumplimiento del mandato del sabat y del jubileo, haciendo resonar la trompeta y alegrándose en la esperanza del jubileo y de la condonación de la deuda. Proponemos para estudio la presente declaración a todos los miembros de la comunidad ecuménica, exhortamos a las iglesias a la acción, y nos comprometemos a lograr la condonación de la deuda.

Desde el decenio de 1970, el Consejo Mundial de Iglesias, sus iglesias miembros y sus asociados ecuménicos atribuyen gran prioridad a la solución de la crisis de la deuda. En varias ocasiones, el CMI ha manifestado su solidaridad con las víctimas del endeudamiento. En cumplimiento de una decisión del Comité Central, la consulta del CMI sobre la deuda celebrada en Los Rubios (1998), en la que participaron representantes de 24 países y diversas denominaciones, puso en marcha un proceso encaminado a elaborar esta declaración de política y este plan de acción. Lamentablemente, las esperanzas de las iglesias de lograr la condonación de la deuda de los países pobres y la solución del problema del hambre no se han cumplido.

2. La visión del sabat y del jubileo... un llamamiento jubilar en favor de la vida para todos

A través de la tradición del sabat y del jubileo, las escrituras hebraicas y cristianas presentan un importante mandato de superar periódicamente la injusticia y la pobreza estructurales, y restablecer relaciones justas. En las tradiciones hebraicas más antiguas, la utilización y la explotación de la tierra estaban limitadas por el respeto al sabat y al año del sabat. Las personas y los animales debían descansar cada siete días y la tierra cada siete años (Ex 23:10-12). Durante el año del sabat se debían condonar las deudas y liberar a los esclavos, y durante el año del jubileo, se debían restituir todas las tierras familiares (Lev 25). Estos mandamientos se recogen en el "año favorable del Señor"(Is 61:1-2a) y se describen en Isaías 65:17-25 como "nuevos cielos y nueva tierra". En otras palabras, la justicia trae la paz a toda la creación de Dios. En el Nuevo Testamento, Jesús amplía la visión del jubileo proclamando la buena nueva a los pobres, la libertad a los cautivos, la devolución de la vista a los ciegos y la liberación a los oprimidos. Jesús enseñó a sus discípulos a orar por el perdón de las deudas (como nosotros perdonamos a nuestros deudores). Pentecostés se caracterizó por la redistribución de las posesiones para que "no hubiera entre ellos ningún necesitado" (Hch 4:34; cf. Dt 15:4).

La tradición del sabat y la visión del jubileo son tan pertinentes hoy como lo eran hace miles de años. El sometimiento de los países más pobres a los gobiernos y acreedores occidentales a causa de la deuda es una forma actual de esclavitud. La acelerada concentración de la riqueza en manos de unos pocos en los países ricos y la devastadora caída del nivel de vida en los países más pobres exigen la adopción de medidas correctivas en consonancia con los ciclos del sabat y el jubileo. La crisis de la deuda tiene unos costos sociales, políticos y ecológicos que ya no se pueden tolerar y deben ser suprimidos. Sólo cuando hayamos cumplido el mandamiento del sabat y del jubileo, podremos "volvernos a Dios" y "alegrarnos en la esperanza".

3. La Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias afirma que:

a. Es urgente condonar la deuda de los países pobres y poner fin al devastador ciclo de la acumulación de la deuda.

La economía mundializada de hoy favorece la acumulación de la riqueza en las manos de unos pocos mediante préstamos o especulación. Este proceso es impulsado por los países del G7 a través de las instituciones de Bretton Woods, que han incitado a los países deudores a solicitar préstamos en los mercados financieros internacionales, y se ve facilitado por la desregulación de los movimientos de capital en el mundo entero, propiciada por el FMI. Como la deuda externa sólo se puede pagar en divisas fuertes (por ejemplo, dólares estadounidenses o libras esterlinas), los países endeudados están obligados a orientar sus economías hacia la movilización de los fondos necesarios mediante las exportaciones o nuevos préstamos. Esto explica por qué los países deudores se ven obligados a concentrarse en cultivos comerciales como café, cacao y claveles, en vez de los alimentos básicos, y por qué están atrapados en interminables ciclos de créditos.

La deuda externa crece en forma exponencial. Las propuestas actuales para la gestión de la deuda, como las elaboradas por los acreedores (Iniciativa en favor de la reducción de la deuda en los países pobres muy endeudados (PPME)) ofrecen demasiado poco, demasiado tarde y a pocos países. Como son formuladas por los acreedores, su finalidad es el cobro de la deuda, no su alivio. Además, los acreedores occidentales, representados por el FMI, imponen condiciones que tienen por objeto generar ingresos para el servicio de la deuda. Los programas de ajuste estructural imponen condiciones inaceptables a los países deudores y los despojan de preciosos recursos. A menos que los actuales planes de gestión de la deuda se transformen en oportunidades de remisión de la deuda, el devastador ciclo de acumulación se repetirá, condenando a más millones de personas al sufrimiento.

Los países más pobres no son los únicos atrapados por la crisis de la deuda. Países a los que arbitrariamente se define como países "de ingresos medios" también están amenazados por las crisis de la deuda. Tal como lo muestran las crisis de Asia sudoriental y de Brasil, los préstamos irresponsables conducen a inversiones especulativas, altos niveles de endeudamiento y fugas de capitales. Cuando los gobiernos tienen que respaldar sus propias monedas contra ataques especulativos, se ven obligados a aumentar los tipos de interés y a solicitar nuevos préstamos al FMI. Además, como lo ilustra el caso de Tailandia, el FMI obliga a los gobiernos deudores a "nacionalizar" las pérdidas causadas a la economía privada por la crisis financiera, transfiriendo al sector público la carga de los préstamos de los que no se benefició. Se necesita con urgencia una reducción considerable de la deuda de los países de ingresos medios gravemente endeudados para que puedan escapar a la espiral de la deuda y el deterioro económico.

Las políticas de las instituciones de Bretton Woods, en especial la rápida liberalización de las corrientes de capital, son, cada vez más, puestas en tela de juicio. En recientes declaraciones públicas, el economista jefe del Banco Mundial, ha llamado la atención sobre los vicios fundamentales de esas políticas. Además, ha señalado el doble rasero aplicado por las instituciones de Bretton Woods según se trate de economías occidentales o de países endeudados.

b. Las necesidades básicas y los derechos fundamentales de las personas y las comunidades y la protección del medio ambiente deben anteponerse al reembolso de la deuda.

Los países muy endeudados, forzados por la escasez de capital a solicitar nuevos préstamos, están obligados a adoptar las políticas del FMI y a renunciar al control de su soberanía económica. Se presiona a los gobiernos deudores para que den prioridad al reembolso de la deuda, antes que al gasto destinado a satisfacer las necesidades en materia de salud, saneamiento, agua potable, educación y otras necesidades sociales. Esto socava la credibilidad de esos gobiernos ante su población, lo que, a su vez, debilita las instituciones democráticas nacionales. Las negociaciones sobre deudas y préstamos siempre se realizan en secreto entre élites del Norte y élites del Sur, lo que favorece la corrupción.

El desvío de recursos desde las poblaciones empobrecidas de los países deudores hacia los ricos acreedores occidentales es una violación de los derechos humanos. Además, la impunidad con la que los acreedores pueden imponer esas políticas es una burla a la justicia. Los niños y las mujeres se ven obligados a soportar el costo exorbitante del reembolso de la deuda a causa de las reducciones que impone a los programas en materia de salud, saneamiento y agua potable. Por otra parte, al dar la prioridad a las exportaciones, los países pobres talan sus bosques y explotan en exceso sus tierras y sus recursos no renovables, agravando aún más la deterioración ambiental. Los altos niveles de la deuda y la degradación conducen inevitablemente al conflicto y la desintegración social, en particular, la guerra. Las dictaduras militares y corruptas así como los gobiernos del régimen de apartheid han contraído el tipo de deuda más inaceptable, definido en el derecho internacional como deuda odiosa.

c. Se necesita con suma urgencia nuevas estructuras y mecanismos, que entrañen la participación y el diálogo entre acreedores y deudores.

Tanto los prestamistas como los prestatarios deben asumir la responsabilidad de la crisis de la deuda. Es injusto que los acreedores dominen el proceso de alivio de la deuda. Necesitamos estructuras nuevas, independientes y transparentes, que rijan las relaciones entre los deudores y los acreedores. En especial, necesitamos un nuevo procedimiento de arbitraje justo para la condonación de la deuda internacional, que asegure que las pérdidas y las ganancias se compartan a partes iguales.

Se necesita con urgencia una voluntad política colectiva para idear un mecanismo internacional de concesión y solicitud de préstamos, inspirado en principios éticos, que suponga la participación de la sociedad civil, incluidas las iglesias, en el proceso de alivio de la deuda y en la prevención de futuras crisis. Este mecanismo debe propiciar soluciones basadas en la ética, que impliquen responsabilidad mutua, que sean transparentes y que satisfagan no sólo las exigencias de eficacia económica sino también las de protección de las necesidades humanas básicas y derechos fundamentales, así como el medio ambiente. Cuando la condonación de una deuda u otras medidas de alivio den lugar a una liberación de fondos, se debe permitir a las organizaciones de la sociedad civil que participen en las decisiones acerca de la reasignación de esos fondos para fines sociales.

d. Las iglesias pueden hacer una contribución importante y necesaria a la búsqueda de soluciones para poner fin a la crisis de la deuda, particularmente mediante el establecimiento de relaciones de colaboración solidaria.

Las iglesias y las Comuniones Cristianas Mundiales han realizado una importante labor en favor de la condonación de la deuda. El CMI alienta a las iglesias miembros, a las instituciones relacionadas con las iglesias y a las campañas y movimientos pertinentes, como el Jubilee 2000 Coalition, a que renueven su compromiso con la solución de la crisis de la deuda, informando y movilizando a la opinión pública para generar una voluntad política capaz de transformar las estructuras y relaciones internacionales injustas. La mejor forma en que las iglesias pueden hacerlo es pidiendo información a sus gobiernos sobre las políticas de concesión y solicitud de préstamos.

La Asamblea insta a las iglesias miembros y a sus asociados a que organicen los foros indispensables para el debate con los gobiernos y las instituciones financieras internacionales. Las iglesias deberían instar a los gobiernos de los países más ricos a: i) que aumenten el apoyo a programas bilaterales y multilaterales para la condonación de la deuda, y ii) que respalden los esfuerzos para lograr que las instituciones financieras internacionales sean más democráticas, transparentes y sensibles a las necesidades de los más pobres del mundo.

4. La Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias insta a las iglesias miembros y al Movimiento Ecuménico a que obren en favor de:

a. la condonación de la deuda de los países pobres gravemente endeudados, para que al entrar en el nuevo milenio puedan volver a empezar;

b. una reducción considerable, en el mismo plazo, de la deuda de los países de ingresos medios gravemente endeudados;

c. la participación de la sociedad civil en las decisiones sobre la forma en que los fondos disponibles gracias a la condonación de la deuda deberían utilizarse para reparar los daños sociales y ecológicos, y la posibilidad de que la sociedad civil participe en el seguimiento de esas medidas;

d. el establecimiento de un procedimiento de arbitraje, transparente e independiente, para la condonación de la deuda, y de políticas en materia de solicitud y concesión de préstamos, basadas en criterios éticos, a fin de impedir que vuelva a producirse la crisis de la deuda;

e. la promoción de principios éticos de gobierno en todos los países para erradicar la corrupción;

f. un apoyo sin reservas a la población empobrecida de los países endeudados que no pueden cumplir las obligaciones del servicio de la deuda y sufren sanciones en consecuencia.

5. En consonancia con la tradición del sabat y del jubileo, la Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias hace un llamamiento a los dirigentes de los países del G8 para que reconozcan la urgente necesidad de:

a. condonar las deudas de los países más pobres para que al entrar en el nuevo milenio puedan volver a empezar;

b. reducir considerablemente las deudas de los países de ingresos medios dentro del mismo plazo;

c.aceptar que la condonación de la deuda no puede depender de que se hayan reunido las condiciones establecidas por los acreedores;

d. establecer un nuevo procedimiento de arbitraje, independiente y transparente, para negociar y ponerse de acuerdo sobre la condonación de la deuda internacional;

e. aplicar medidas para promover la responsabilidad y transparencia por parte de los países deudores cuando se condone la deuda. Estas medidas deberán ser determinadas y controladas por organizaciones comunitarias locales, incluidas las iglesias y otras organizaciones representativas de la sociedad civil;

f. utilizar su poder para conseguir que los fondos ilícitamente transferidos a cuentas bancarias extranjeras secretas sean devueltos a los países deudores;

g. iniciar, en consulta con la sociedad civil, un proceso de reforma económica mundial encaminado a una justa distribución de las riquezas y a la prevención de nuevos ciclos de deuda.


Informe del Comité de Examen II
Octava Asamblea y 50 Aniversario