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Carta de las comunidades y teólogos/as indígenas a las iglesias

Teólogos y teólogas indígenas de diversos lugares del mundo nos hemos reunido para, con nuestro diálogo e intercambio de saberes, continuar "Afirmando espiritualidades de vida”. La ciudad de La Paz, Chuquiago marka en aymara, y Bolivia ha sido el espacio que nos cobijó y empapó en la búsqueda de nuevos caminos para que nuestros pueblos y la humanidad ‘Vivan Bien’.

En este encuentro comprendimos que a pesar de los miles de kilómetros, que a pesar de los océanos y mares que nos distancian, nuestros pueblos indígenas comparten similares sufrimientos y dolores históricos, pero también comparten una riqueza de prácticas de resistencia y recreación cultural. Nuestros pueblos hoy están tercamente vivas, cuestionando el modelo mundial de desarrollo que lleva al mundo a su colapso.

En esta ocasión y como teólogos y teólogas indígenas expresamos nuestra voz a las iglesias cristianas, a los espacios que hemos asumido como parte de nuestra propia vida, confiamos que son y serán generadoras de Buena Noticia. Con profundo amor y con la fuerte confianza que tenemos en el Dios de la Vida y de los Pueblos nos atrevemos a expresar nuestra voz para que nuestras iglesias sean testimonio del Amor del Dios de la Vida para la humanidad y para todos los seres vivientes.

Nuestra situación en las iglesias

Nosotros como pueblos originarios e indígenas no hemos podido vivir nuestra propia identidad tanto cultural como espiritual en nuestras iglesias. En todos los espacios eclesiales a lo largo del mundo se nos dijo que debíamos dejar nuestra cultura, tradiciones y prácticas para ser verdaderos cristianos. En la mayoría de nuestros pueblos la religión cristiana se impuso junto con la cultura de la sociedad dominante; se pisotearon no solo los derechos a nuestra propia expresión religiosa sino los derechos fundamentales de todo ser humano.  

Tratando de sobrevivir como pueblos y mantener las culturas construidas por nuestros ancestros fuimos obligados, en la mayoría de los casos, a vivir una doble identidad: cristiana e indígena. Muchas de nuestras prácticas y concepciones de vida pasaron a una suerte de clandestinidad, vivimos a nuestro modo la experiencia de las primeras comunidades cristianas perseguidas por el imperio. 

En la mayoría de las sociedades aún somos minoría y como tal marginalizados y privados de nuestros derechos humanos y ciudadanos. A pesar del avance de los derechos humanos y las leyes que comienzan a proteger la cultura, identidad y vida de los pueblos indígenas, aún no está reconocida ni respetada nuestra manera indígena de vivir y comprender nuestro rol en la recreación de la vida, por ello denunciamos al orden mundial que se impuso con la dominación de los continentes y el saqueo de las riquezas de los pueblos. Ese orden mundial tiene un rostro actual y es el  sistema económico capitalista que nos impone ideales de individualismo y consumismo, destruyendo así, sobre todo en nuestra juventud, la vida comunitaria y solidaria.

En los años recientes estamos asistiendo a un florecer de reflexiones y aportes de las diversas teologías indígenas del mundo, sin embargo nuevamente constatamos las serias amenazas y retornos hacia modelos de iglesia y teología excluyentes, centralizadas, homogeneizadoras culturalmente y funcionales al orden mundial.

Nuestra afirmación de fe

Como teólogos y teólogas indígenas y cristianos mantenemos nuestra fe en el Dios de la Alianza (Gn 9:12), el Dios que hace un pacto no solo con la humanidad sino con todos los seres vivientes para preservar la vida.

Afirmamos nuestra fe en el Dios de los pueblos, que va suscitando éxodos, procesos de liberación y construcción de sociedades justas e incluyentes en todos los pueblos y culturas (Am 9,7).

Creemos que la Palabra de Dios es Buena Noticia, evangelio, para todas las personas y pueblos, especialmente para las personas sufrientes, excluidas y oprimidas. La Palabra de Dios solo puede traducirse en vida, y vida para todos y todas (Jn 10:10), lo que nos lleva a dudar de que aquella palabra que aún dicha por ‘autoridades religiosas’ genera muerte, legitima la explotación y la injusticia social. Creemos que la Palabra de Dios es Buena Noticia que viene desde los pueblos indígenas para la humanidad afirmando el amor a la vida y la convivencia respetuosa.

Creemos que el Espíritu Santo, fuerza vivificadora, está enraizada en todas las culturas y pueblos del mundo, va dinamizando los movimientos de personas hacia una vida de convivencia armónica y por medio de varias señales quiere una vida plena para todos los seres vivientes.

Creemos en Jesucristo, resucitado, que está presente en los pueblos indígenas acompañándoles en su resistencia a la exclusión y animándole en sus valores de equidad, armonía y convivencia fraterno-sororal con todos los seres.

Dios, expresado en diversos idiomas y símbolos, para los pueblos indígenas es como una madre generosa y compasiva, como la brisa y el viento refrescante, como el calor del sol en las mañanas,  como el corazón de la tierra de la cual emerge vida; es como el gran árbol que da sombra y cobija; es como el rio que riega los campos, como los ancestros que velan por nuestro caminar. Dios es mucho más desde la perspectiva de cada pueblo, pero la forma común y compartida de reconocer su presencia es en el rostro aliviado del sufriente, en la sonrisa de la niña, en los ojos esperanzados de los niños, en la vida que rebrota después de ser condenada a perecer.

Nuestra esperanza y palabra

Como personas que pertenecemos a pueblos y comunidades indígenas y que hemos asumido el seguimiento de Jesús, el Cristo, y habiéndonos congregado en diferentes iglesias esperamos:

  • Se escuche la voz de nuestros pueblos indígenas que a pesar de haber sufrido situaciones de opresión y exclusión han sabido salir adelante y desde sus propias experiencias plantean caminos para el Vivir Bien, para la convivencia con la Madre Tierra, y valores que animan a la vida comunitaria incluyente.
  • Que nuestras iglesias sean espacios de verdadera comunidad incluyente y expresión de una auténtica vivencia de la fe en el Dios de los pueblos y de la vida. Que las iglesias insertas en territorios indígenas  asuman la cultura, idioma, símbolos y espiritualidad de los propios pueblos; que aprendan a vivir la encarnación del verbo en las culturas e historia de los pueblos indígenas.
  • Que en nuestras iglesias podamos expresar nuestras propias vivencias de fe y que ellas ya no sigan siendo comprendidas como externas a nuestro pueblo. Queremos una iglesia que celebre la resurrección del Jesús de los pueblos con voces y palabras propias, en una liturgia que tome en cuenta la rica tradición simbólica, ritual y oral de nuestros pueblos.
  • Que nuestras iglesias no separen la fe de la vida, sino que vivan profundamente el evangelio como compromiso por la vida de todos y todas. Pedimos más práctica de amor, solidaridad y justicia que atención a dogmas y doctrinas que dividen y juzgan a personas, pueblos y culturas. Que nuestras iglesias sean testimonio en su organización de profundos valores y ética humano-cristianos.

Nuestro compromiso

Habiendo expresado nuestra palabra a las iglesias expresamos nuestro propio compromiso para encaminar al sueño de iglesias y sociedades incluyentes que afirmen la vida justa y digna de los seres vivientes.

Nos comprometemos a seguir profundizando en nuestra espiritualidad indígena buscando maneras prácticas y dinámicas afirmar la vida desde las  complejas realidades de dolor y muerte que viven nuestros pueblos. Seguiremos haciendo reflexión crítica de nuestra fe, que es tejido indígena y cristiano, para que no sea manipulada en función de intereses de poder o sectarios, sino más bien sea el fundamento que da sentido a la vida de nuestros pueblos y a cada existencia personal.

Buscaremos que la presencia de Cristo en nuestra espiritualidad y en nuestros pueblos sea palpable, latente y encarnada, para salir de los conceptos y esquemas dualistas que han dominado la comprensión cristiana, aunque ellas también son producto de otras experiencias de encuentro.

Nos comprometemos a trabajar recreando nuevos modos de leer la biblia desde nuestro contexto, que nos aporta elementos valiosos para una vida incluyente como la reciprocidad, el vivir bien, la armonía, la complementariedad y otros valores que necesitamos para una vida en plenitud. Buscaremos el diálogo entre las ricas tradiciones para encontrar en medio de ella la Palabra de la ‘Fuente de Vida’.

Buscaremos que las nuevas generaciones de nuestros pueblos y de sociedades no indígenas asuman el camino espiritual de los pueblos indígenas y recuperen la valiosa tradición de las primeras comunidades cristianas, que en tiempo de imperio afirmaron la comunidad, el compartir del pan y los bienes y principalmente que nadie tiene derecho a enseñorearse sobre la humanidad. Esas comunidades y su terca resistencia propositiva son un testimonio que nos convoca a ser buenos cristianos y por otro lado la lucha de nuestros ancestros nos apremia para construir una ‘tierra sin mal’.

Chuquiago marka (La Paz), enero de 2011