Declaración de apoyo a la promoción de derechos en relación con la situación de los migrantes y refugiados en Europa
“Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio”. (2 Timoteo 1:7)
Resumen: Los recientes acontecimientos en el campo de Moria en la isla de Lesbos, en Grecia, ponen de manifiesto las deficiencias de larga data de la política de migración y asilo de la UE, que son incompatibles con los propios valores fundamentales de la UE y con los principios éticos o religiosos fundamentales. Las iglesias y las organizaciones eclesiásticas internacionales reafirman su compromiso de dar una respuesta compasiva a las personas en situación de desplazamiento. Pedimos un apoyo adecuado tanto para las personas en situación de desplazamiento como para sus comunidades de acogida. Hacemos un llamado a favor de un Pacto de la UE sobre el asilo y la migración que respete los compromisos pertinentes en virtud del derecho internacional, el Pacto Mundial sobre los Refugiados y el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, así como los valores fundamentales de la UE de respeto de la dignidad y los derechos humanos, y de solidaridad efectiva entre los miembros de la UE.
Nuestras organizaciones representan a las iglesias de toda Europa y del mundo, así como a los organismos eclesiásticos que se ocupan especialmente de los migrantes, los refugiados y los solicitantes de asilo. Como organizaciones cristianas, estamos profundamente comprometidas con la dignidad inviolable del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, así como con los conceptos del bien común, de la solidaridad mundial y de la promoción de una sociedad que acoja a los extranjeros, atienda a los que huyen del peligro y proteja a los vulnerables.
También compartimos la convicción de que los valores fundamentales de la Unión Europea en materia de dignidad humana y respeto de los derechos humanos deben reflejarse en su política cotidiana. Recordamos el respaldo de la Unión Europea y sus Estados miembros al Pacto Mundial sobre los Refugiados, y de la Unión Europea y la mayoría de sus Estados miembros al Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular a finales de 2018, que confirman el compromiso de los Estados con sus obligaciones en virtud del derecho internacional de los refugiados, el derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos en lo que respecta a los derechos y la dignidad de las personas en situación de desplazamiento, incluidas, en particular, las que carecen de la documentación adecuada y necesitan protección. El presente llamado se realiza en el contexto de la reciente destrucción por un incendio del campo de Moria, en la isla de Lesbos, de nuestra profunda preocupación por los afectados por este incidente y, en especial, del próximo pacto de la Unión Europea sobre asilo y migración.
La migración es una parte integrante de la historia y la experiencia humanas. Aunque las personas tienen diversos grados de control sobre su decisión de desplazarse y diversas causas fundamentales (incluidas las antiguas como los conflictos, la hambruna y la pobreza, y las nuevas como el cambio climático), la migración sigue y seguirá siendo parte de la vida humana para muchas personas. En consecuencia, expresamos nuestra profunda preocupación por la estigmatización de la movilidad, especialmente en el caso de los más desfavorecidos y necesitados de protección, en el discurso público de muchos países, incluyendo, especialmente, los países de Europa, y pedimos un cambio de este discurso en la política, en los medios de comunicación y en nuestras comunidades, de acuerdo con los principios de dignidad, solidaridad y derechos humanos.
Vemos
Los acontecimientos de la noche del 8 de septiembre de 2020 en el campo de Moria y durante los días siguientes han puesto de manifiesto una vez más el estado fundamentalmente deficiente de la política europea de migración y asilo y el sufrimiento que ha creado: la desesperación de las personas que buscan protección y que a menudo se han visto obligadas a vivir durante años en condiciones inhumanas; la cólera y la frustración de los habitantes locales, que sienten que Europa los ha dejado solos con el desafío de la acogida y la atención a los refugiados; la respuesta actual, que ha abordado los síntomas de un problema mayor, pero no la causa real, y una reacción de la UE que expresa empatía, pero muestra una profunda falta de responsabilidad y ningún compromiso real de ayudar a los que necesitan protección, así como al Estado griego y a la población local que los acoge.
La preocupación inmediata ha sido provocada por un incendio, pero las razones que lo motivan son la continua negativa de la UE y sus Estados miembros a asumir sus obligaciones internacionales de protección de los refugiados y de protección y cumplimiento de los derechos humanos de todas las personas, independientemente de su situación migratoria. La creación de los denominados “hotspots” (centros de primera acogida de migrantes) y las disposiciones del acuerdo UE-Turquía de 2016 han llevado a una situación en la que la UE y sus estados miembros han declarado “resueltos” los desafíos del desplazamiento de la población hacia Europa, cerrando las puertas (y los ojos) de Europa. No obstante, como han demostrado los acontecimientos en la frontera entre la UE y Turquía en marzo de 2020, y ahora el desastre de Moria, ninguno de los problemas subyacentes se ha resuelto realmente.
Si bien la llegada de un millón de personas que solicitan asilo en 2015 y de varios cientos de miles más en los años siguientes es ciertamente un desafío, representa solo una pequeña proporción del número total de personas desplazadas forzosas en todo el mundo, que el ACNUR estimó en 79,5 millones en 2019, incluidos 45,7 millones de personas desplazadas internamente. De los que cruzaron las fronteras, el 85% se encuentran en países en desarrollo y el 73% en países vecinos al suyo. Dos tercios de los refugiados del mundo son acogidos fuera de Europa, en África (31%), Asia (20%), Oriente Medio y África septentrional (13%) y en la región de América (3%). De hecho, la mayor parte de esta responsabilidad recae sobre los países más pobres y vulnerables, como Uganda, Sudán, Pakistán, Líbano, Irán y Colombia. De hecho, Turquía, que se encuentra en las fronteras de la UE, es el país que alberga el mayor número de refugiados alojados en cualquier país (3,6 millones en 2019). Y, si bien las razones del desplazamiento son diversas, un número significativo de ellas, como la injusticia económica, el cambio climático, la herencia del colonialismo o los conflictos, están estrechamente relacionadas con las actividades pasadas o presentes de los actores europeos.
Dentro de la UE, el apoyo por motivos económicos a la libertad de circulación de sus propios nacionales ha ido acompañado de un reparto inadecuado de la responsabilidad hacia quienes vienen a Europa en busca de protección. Esto va acompañado de un discurso público en el que los migrantes y los refugiados suelen ser objeto de los discursos de odio en las redes sociales, así como de representaciones distorsionadas y deshumanizantes en los medios de comunicación.
La COVID-19 y sus consecuencias han hecho que, en muchos lugares, la ya difícil situación de estos países y de las poblaciones desplazadas que acogen sea aún más precaria: ya sea por la falta de higiene en las instalaciones o por los dramáticos recortes de las raciones de alimentos y otras ayudas a su disposición. Las restricciones generalizadas de los desplazamientos internos y transfronterizos a raíz de la pandemia han reducido aún más el acceso de las personas a un entorno de protección. Además, la supervivencia económica de muchas personas en situación de desplazamiento, así como la de sus anfitriones, se ha visto amenazada por las medidas de confinamiento y otras medidas relacionadas, que han afectado especialmente a las personas empleadas en el sector informal y han tenido un efecto desproporcionado en las mujeres y sus medios de subsistencia.
Creemos
Como cristianos, creemos que cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Todas las interacciones humanas, sociales y políticas deberían estar sustentadas por esta creencia. Ningún individuo o grupo merece ser etiquetado como un “problema”, sino que merece un trato digno como persona amada por Dios.
Creemos que la experiencia humana abarca tanto la particularidad como la complementariedad, ya que cada individuo posee derechos innatos, al tiempo que es parte integrante de un todo. La creación divina no es un proceso aleatorio. Cada ser humano constituye una parte integrante de la creación y del plan divino. Reconocer la personalidad del migrante y del refugiado es reconocer que nosotros, como sociedad, estamos en relación con los demás y encontramos nuestra propia humanidad al ver al “otro” no como una figura distante, sino como la propia clave de nuestra existencia tanto en conjunto como de forma individual.
Creemos que el amor ilimitado de Dios por la humanidad a través de Jesús es la buena nueva para todos. El propio Jesús era un refugiado: se refugió en Egipto de niño cuando María y José huyeron de la amenaza de Herodes de matarlo. También experimentó la vida bajo la ocupación romana, que privó a la gente de su libertad y pisoteó su dignidad. Por lo tanto, Jesús se identifica con el refugiado y el oprimido, y nos llama a identificarnos de manera igualmente compasiva con el vulnerable.
Creemos que nuestra vocación como cristianos e iglesias nos obliga a acoger al extranjero como respuesta al propio Jesús. Al reconocer a Cristo en el rostro del extranjero, comenzamos a transformar la situación de “nosotros” y “ellos” en una nueva relación de “nosotros”; el encuentro se convierte en bendición y nos hacemos humanos juntos.
Como consecuencia de esta convicción, rechazamos la idea de que una acogida compasiva a los recién llegados vaya en detrimento de los que viven actualmente en Europa. Las políticas deberían abordar las necesidades específicas de los recién llegados a Europa y fomentar su potencial de contribución, al tiempo que se abordan los temores expresados, las preocupaciones legítimas y las necesidades de los habitantes actuales. En lugar de la división y la exclusión, debemos esforzarnos por lograr esto promoviendo el respeto y el apoyo mutuos.
Nos comprometemos
Al abogar por un enfoque más digno de la recepción, protección y cuidado de las personas en situación de desplazamiento, las iglesias y los organismos eclesiásticos han sido y serán proactivos al ofrecer una acogida compasiva y promover la integración social y una convivencia justa y pacífica en Grecia, en toda Europa y más allá.
Seguiremos:
- Ofreciendo varios canales de PASO SEGURO, ya sea a través de corredores humanitarios, apoyo para la reubicación o ayuda con la reunificación familiar.
- Respondiendo directamente en Lesbos y más allá: por ejemplo, apoyando financieramente actividades para los recién llegados y los habitantes locales por igual.
- Promoviendo la protección de los niños en situaciones de emergencia.
- Contribuyendo, a través de nuestras asociaciones para la labor de la paz y el desarrollo, a lograr las condiciones necesarias para que las personas ya no se vean obligadas a abandonar sus países de origen.
Las iglesias de la Grecia continental han abierto sus puertas y han ofrecido hospitalidad a los desplazados de Lesbos y otros “hotspots”. Las iglesias también se encuentran entre las fuerzas motrices para ofrecer espacios de reubicación en otros países de la UE y han desempeñado un papel fundamental para acoger y recibir a los recién llegados. Las iglesias de muchos lugares ofrecen hospitalidad a los recién llegados, una escucha atenta de las preocupaciones de los habitantes existentes y de los recién llegados por igual, y un espacio para el encuentro entre los nuevos y los antiguos vecinos, independientemente de su nacionalidad, género, edad o creencias.
Inevitablemente, cuando personas de diversos orígenes étnicos y religiosos conviven juntos, surgen conflictos, especialmente en circunstancias que cambian rápidamente y en un clima de penuria económica en el que los miembros más vulnerables de la sociedad han sido descuidados durante mucho tiempo por los que están en el poder. La convivencia en la diversidad puede ser a la vez enriquecedora y estar llena de desafíos. Por lo tanto, apuntamos hacia un espíritu de solidaridad y buena voluntad, y hacia un compromiso de participación constructiva. Para ello, trataremos de modelar un discurso público incluyente sobre los refugiados y migrantes que sea respetuoso con los mismos. Dentro de nuestras iglesias, facilitaremos el intercambio y el encuentro entre los que tienen opiniones diferentes sobre la migración, e incluso con los refugiados y los propios migrantes.
Pedimos
Aunque todavía estamos conmocionados y tristes por los acontecimientos en Moria, pedimos que se aprendan lecciones de esta experiencia. En primer lugar, a las personas afectadas de Lesbos se les deben ofrecer soluciones y vínculos duraderos y equitativos. En vísperas de la puesta en marcha del pacto de la Comisión Europea sobre asilo y migración, nos sentimos alentados por el discurso de la presidenta von der Leyen sobre el estado de la Unión del pasado 16 de septiembre:
“Adoptaremos un enfoque humano y humanitario. Salvar vidas en el mar no es una opción. Además, aquellos países que cumplen sus obligaciones legales y morales o que están más expuestos que otros deben poder contar con la solidaridad del conjunto de nuestra Unión Europea... si redoblamos nuestros esfuerzos, espero que todos los Estados miembros hagan lo mismo. La migración es un reto europeo, y toda Europa debe arrimar el hombro...” En este contexto, reafirmamos los principios de la cumbre de la Unión Europea celebrada en Tampere en 1999, en particular el “respeto absoluto del derecho a solicitar asilo” y “la aplicación plena e inclusiva de la Convención de Ginebra” como principios rectores de la política de asilo en la actualidad. Esto debe incluir el acceso efectivo a un procedimiento para las personas que soliciten asilo, independientemente de cómo y por qué ruta hayan llegado a Europa.
Denunciamos las actividades destinadas a mantener a los que buscan seguridad y protección en las fronteras de Europa o fuera de ellas. La continuación del enfoque de los denominados “hotspots”, los procedimientos fronterizos o la externalización no resolverán el problema de la protección, pero sí crearán muchas nuevas tragedias.
Dentro de la Unión Europea, la responsabilidad de la recepción y la acogida debe ser compartida más equitativamente. El actual sistema de “Dublín”, con su enfoque de facto que adjudica la responsabilidad a los países de primera entrada en la UE (como Chipre, Malta, Grecia e Italia) es fundamentalmente injusto tanto para los solicitantes de asilo como para los países de las fronteras exteriores y, en la práctica, compromete el derecho a una acogida adecuada.
Los profesionales de los medios de comunicación y los periodistas deben respetar la dignidad humana de los migrantes y los refugiados, garantizar una cobertura equilibrada de sus historias, colaborar con los migrantes y los refugiados y permitirles contar sus propias historias, y evitar las expresiones estereotipadas y negativas, así como la victimización y la simplificación excesiva.
La protección en la región de origen y la mejora de las condiciones en los países de origen siguen siendo importantes para que las personas no se vean obligadas a desplazarse. Sin embargo, mientras se obligue a las personas a desplazarse, Europa (como una de las regiones más ricas y desarrolladas del mundo) debería aceptar su obligación de acoger y proteger, en lugar de coaccionar a terceros países para que detengan la migración hacia Europa.
La solidaridad debería ser el principio rector de la migración y, en particular, la recepción de refugiados en la UE. La solidaridad significa que los hombros más fuertes aceptan más responsabilidad que los más débiles, pero también que cada uno contribuye con lo que puede. Por lo tanto, pedimos un sistema que involucre a todos los Estados miembros de la UE en la recepción e integración efectiva.
La política de asilo y migración de la UE debe ir más allá del modo de crisis: los canales de migración regulares, incluso a través de ZONAS DE PASO SEGURAS, serán una parte esencial de la reducción de los incentivos para los viajes peligrosos y del debilitamiento del modelo comercial de los traficantes. Estas ZONAS DE PASO SEGURAS deben estar abiertas a las personas que buscan protección, pero también a las personas que se reúnen con su familia o que vienen a Europa para mejorar su propio bienestar y el de la región trabajando en Europa.
Para concluir, abogamos firmemente por la asistencia humanitaria inmediata para que las autoridades griegas y los agentes humanitarios sobre el terreno puedan responder a las necesidades de las personas desplazadas, así como por soluciones estructurales a largo plazo para la respuesta de la región a las personas en situación de desplazamiento. En particular, pedimos un pacto de la Unión Europea sobre migración y asilo que garantice que cada Estado miembro cumpla sus obligaciones para que los países situados en las fronteras de Europa no se enfrenten solos a esos desafíos. Todos los Estados miembros de la Unión Europea, con la ayuda de los agentes locales, incluidas las iglesias, deberían asumir sus responsabilidades en materia de recepción e integración de los refugiados mediante la reubicación permanente y otros mecanismos de reparto de la responsabilidad. Esperamos que la UE rechace el discurso y la política del miedo y la obstrucción, y que adopte una posición basada en principios y una práctica compasiva basada en los valores fundamentales de la UE.
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Esta declaración está firmada conjuntamente por ACT Alianza, la Comunión Anglicana, la Comisión de las Iglesias para los Migrantes en Europa, la Conferencia de Iglesias Europeas, la Iglesia Evangélica Griega, el Centro de Integración de los Trabajadores Migrantes - Programa Ecuménico de Refugiados, organización sin fines de lucro de la Iglesia de Grecia, la Federación Luterana Mundial, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, la Asociación Mundial de Comunicación Cristiana, la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (Región de Europa), el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Metodista Mundial.