Estimados participantes de esta 11ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, celebrada en torno al tema “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad”. Permítanme que les salude cordialmente en nombre de la delegación católica oficial, compuesta por casi veinte miembros y patrocinada por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, así como de muchos otros católicos que asisten a esta reunión en diferentes capacidades. Me complace especialmente traer conmigo el saludo del papa Francisco, quien les desea una fructífera Asamblea, y una carta que les leeré en español.

Las asambleas del CMI, que reúnen a representantes de las iglesias miembros y a muchos otros participantes de casi todas las comuniones cristianas, representan momentos privilegiados en la vida del movimiento ecuménico. La Santa Sede ha enviado observadores delegados a todas las asambleas desde la 3ª Asamblea de Nueva Delhi, en 1961, en señal de nuestra creciente relación.

Aunque la Iglesia Católica no es miembro del CMI, desde la época del Concilio Vaticano II ambas entidades han desarrollado una colaboración multiforme. Los católicos oficialmente designados por la Santa Sede son miembros activos de varias comisiones del CMI, en particular, de la Comisión de Fe y Constitución, de la Comisión de Misión Mundial y Evangelización, y de la Comisión de Educación y Formación Ecuménica. Diferentes dicasterios de la Curia Romana y de otras organizaciones católicas colaboran en las correspondientes áreas programáticas del CMI. Ambas entidades preparan conjuntamente los textos para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, colaboran en proyectos comunes de promoción de la justicia y la paz, y se preocupan por los migrantes y los refugiados, por los jóvenes y por el cuidado de la Creación. La labor del Grupo Mixto de Trabajo reviste especial importancia, ya que, desde 1965, actúa como catalizador de una fructífera cooperación. El Grupo ha completado recientemente su décimo mandato, con la publicación de dos importantes estudios que incluyen recomendaciones para las iglesias; el primero de ellos aborda la construcción de la paz en situaciones de conflicto, y el segundo, la situación de los migrantes y los refugiados.

            Las tres visitas papales al Centro Ecuménico de Ginebra han sido momentos especiales en la historia de las relaciones entre la Iglesia Católica y el CMI. Quien abrió el camino fue el papa Pablo VI, en 1969. El suyo fue un gesto de alto significado simbólico en un momento en que la relación entre la Iglesia Católica y el CMI estaba aún en sus albores. Quince años después, en 1984, Juan Pablo II visitó el CMI. En su discurso, durante un culto ecuménico, insistió en que no había vuelta atrás en la participación de la Iglesia Católica en el movimiento ecuménico. El 21 de junio de 2018, el papa Francisco visitó el CMI para conmemorar el 70º aniversario de su fundación. Esta “peregrinación ecuménica”, según el nombre que recibió la visita, tuvo por lema “Caminando, trabajando y orando juntos”, que describía acertadamente el tipo de relación que la Iglesia Católica viene desarrollando con el Consejo Mundial de Iglesias desde hace más de medio siglo.

            Los diversos aspectos de nuestro camino juntos hacia la unidad de los cristianos constituyen verdaderos logros en esta relación entre la Iglesia Católica y el CMI, que ha superado la prueba del tiempo. Que esta Asamblea lleve a todas las comuniones cristianas aquí representadas, y al mundo mismo a la reconciliación y la unidad, en el poder y la luz del Espíritu Santo.

Sigue la Carta del papa Francisco, leída en español.