VISIÓN PARA EL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS

Estimada moderadora del CMI, estimados dirigentes del Comité Ejecutivo y

miembros del Comité Central:

Les saludo en nombre de nuestro Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Gracias por esta oportunidad de presentar mi candidatura para el cargo de secretario general del CMI y de dirigirme a ustedes hoy. El ecumenismo siempre ha formado parte del ADN de mi ministerio, que abarca unos 35 años como ministro ordenado en la Iglesia Presbiteriana Unida en África Austral y el período anterior. Esa es la razón por la que he seguido participando en el proceso de candidaturas para el cargo de secretario general durante los últimos dos años. Mi servicio en el CMI es una llamada a servir a Dios, a la iglesia y al mundo. 

Vivimos tiempos llenos de desafíos que apelan a nuestro compromiso. Todos estos desafíos, entre ellos, la pandemia de la COVID-19, la guerra en Ucrania, los conflictos y las divisiones en Etiopía, Sudán, Mozambique, Palestina/Israel y otros lugares del mundo, la violencia de género, el cambio climático, la pobreza, el hambre, el racismo y los conflictos étnicos (y la lista continúa), exigen que la Iglesia se tome en serio la misión de Dios en el mundo.

En estos tiempos turbulentos estamos llamados a ser diligentes, flexibles y resilientes. ¿Cómo puede integrarse esto en las estructuras de gobernanza, liderazgo y gestión del CMI? Esto es algo que merece una atención considerable y un examen minucioso para seguir discerniendo los signos de los tiempos.

La visión y la misión del Consejo Mundial de Iglesias están bien reflejadas en la siguiente declaración:

El Consejo Mundial de Iglesias es una comunidad de Iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador, según el testimonio de las Escrituras, y procuran responder juntas a su vocación común, para gloria del Dios único,  Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Como se deriva de esto, el CMI cuenta ya con una misión, un plan programático estratégico y unas prioridades que han sido aprobadas por la última Asamblea General y que se han plasmado en la “peregrinación de justicia y paz”.

En consonancia con lo anterior, me gustaría formular mi “propia” visión del CMI para indicar en esencia lo que considero que son los elementos clave relacionados con esta visión y el estilo operativo práctico que visualizo para el CMI de ser elegido como próximo secretario general. La siguiente declaración expresa mi visión del CMI:

Un CMI unido, floreciente, sostenible y contextualmente relevante, orando, rindiendo culto, dando testimonio y trabajando juntos para tener un impacto en el mundo y transformarlo con el amor de Dios, la justicia, la paz, la reconciliación y la unidad, participando en el reino de Dios en la tierra y la plenitud de vida para toda la creación.

Me gustaría ofrecer los siguientes puntos de acción/prioridades visionarios que encarnarían mi visión mencionada anteriormente:

  • Fortalecer la comunión y la unidad visible de las iglesias.

El CMI es una comunidad de iglesias que confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador en el cielo y en la tierra. Nuestra unidad, propósito y misión radican en Cristo. Creo en la misión, el mensaje y la importancia de la iglesia en el mundo actual. Por lo tanto, la unidad cristiana visible es absolutamente necesaria para dar testimonio a un mundo quebrantado y sufriente. Una iglesia dividida es un testimonio frágil y endeble para un mundo ya fragmentado. Mi visión de la unidad cristiana se basa en Juan 17:21: “para que todos sean uno así como tú, oh Padre, […] para que el mundo crea que tú me enviaste”.

  • Aplicar la visión, la misión y las prioridades del CMI desde la Asamblea General.

Una de las funciones importantes del secretario general es garantizar la aplicación de la visión, la misión y las prioridades estratégicas del CMI, por lo que deben formar parte del plan de visión. Un punto importante sería la aplicación de las prioridades estratégicas que surgirán de la Asamblea General de 2022.

  • Emprender juntos la misión de Dios para salvar, sanar, transformar, reconciliar y unir a la humanidad y a toda la creación.

La visión es que las iglesias miembros del CMI y sus asociados trabajen juntos para proclamar al mundo la buena noticia de la salvación y la vida en Jesucristo, sabiendo que el amor de Cristo “nos lleva a la reconciliación y la unidad” (Ef 5:14). La tarea continua sería reunir a las iglesias para compartir la Missio Dei.

  • Trabajar por la unidad y la justicia en el mundo, manteniendo a ambas unidas.

Lo incluyo como un punto aparte porque debe ser una prioridad para el CMI. Nuestra tarea como CMI no es solo trabajar por la unidad cristiana visible, sino también defender y salvaguardar el llamado a la justicia y la paz en el mundo. Esto incluye un ministerio profético y público que toma partido por las personas pobres, oprimidas, maltratadas y abandonadas del mundo. El CMI está llamado a situarse del lado de Dios para reflejar la justicia de Dios (incluida la justicia económica, de género y ecológica) en el mundo. La unidad y la justicia deben ir juntas como las dos caras de una moneda o las dos alas de un pájaro; se necesitan ambas para marcar la diferencia. No podemos tener unidad sin justicia. Es importante que las abordemos internamente como comunidad de iglesias para que proclamemos un testimonio (externo) auténtico y creíble al mundo.

  • Trabajar con organizaciones ecuménicas, personas de otras religiones y no religiosas para crear un mundo mejor para toda la creación.

El CMI no puede trabajar independiente y exclusivamente por su cuenta en el compromiso con la misión de Dios en el mundo. Su propia razón de ser habla de reunir a un número muy diverso de iglesias miembros en una comunidad. En este sentido, ya es ecuménico. La “Carta Ecuménica” del CMI reconoce la necesidad de que el CMI trabaje con otros interlocutores ecuménicos, con personas de otras religiones y con personas no religiosas para lograr un mundo mejor para toda la creación. El ecumenismo se refiere a todo el mundo habitado. En resumen, se trata de llevar el evangelio en su totalidad a todas las personas en todo el mundo. Este debe seguir siendo el enfoque especial de la visión del CMI. Tenemos que trabajar con eficacia y eficiencia con los asociados ecuménicos y honrar el valor de las asociaciones compartidas para transformar el mundo.

  • Crear espacios seguros para conversaciones honestas, veraces y valientes para abarcar, comprender y dialogar sobre gran variedad de puntos de vista.

Antes he establecido y subrayado la necesidad de la unidad cristiana. Desgraciadamente, las iglesias cristianas suelen estar en desunión y en desacuerdo en cuanto a la doctrina, el sistema de gobernanza, las afiliaciones políticas y las cuestiones éticas. La fragmentación de las iglesias puede verse, por ejemplo, en los temas de la sexualidad humana, el aborto, la guerra de Ucrania y Rusia, el conflicto entre Palestina e Israel, etc. Es importante que, aunque estemos divididos en estas cuestiones, no abandonemos nuestra unidad en Cristo. Por lo tanto, creo que el CMI debe seguir reforzando y facilitando espacios seguros en los que las iglesias puedan reunirse, dialogar y hallar puntos comunes en relación con estas cuestiones potencialmente divisivas: espacios seguros en los que se manifiesten la unidad de Cristo y el Espíritu Santo.

  • Elevar las voces de los marginados y desatendidos en el CMI para que no dominen el poder y la autoridad económica y eclesial, sino que creemos una cultura de inclusión, diversidad y equidad.

Los poderosos suelen tomar el mando y el control de cualquier organización. ¿Cómo podemos trabajar de manera diferente en el CMI teniendo en cuenta y ejemplificando la humildad y la naturaleza de servicio de Jesucristo? Imagino un CMI que no solo crea espacios seguros, sino también espacios de igualdad para que las voces marginadas y olvidadas sean escuchadas, respetadas y apreciadas dentro de la comunidad. Requiere de todos nosotros la disposición de hacer una experiencia kenótica (de vaciamiento de la propia voluntad) puesto que, al seguir a Cristo, nos tomamos en serio las necesidades del “otro”. Necesitamos utilizar el modelo de consenso en la toma de decisiones de forma más creativa para garantizar la libertad de participación.

  • Movilizar y aumentar el compromiso entre las iglesias miembros para apoyar al CMI.

Preveo una cultura de participación y compromiso de las iglesias miembros que no consista meramemte en momentos aislados de interés en el CMI, sino que estén deseosas de integrarse y participar plenamente en la vida, el trabajo y el testimonio del CMI. La visión debe extenderse a la colaboración, la visita, el entendimiento y la movilización de las iglesias miembros. Significa la inclusión en los programas, consultas y conversaciones del CMI en todos los niveles. Las distintas regiones deben estar capacitadas y estructuradas para una participación e implicación significativas en el CMI en su conjunto.

  • Llegar a las iglesias que no son miembros para que participen en la labor del CMI.

Aunque las iglesias miembros y los asociados ecuménicos son esenciales para el CMI, preveo la ampliación y la expansión para lograr la participación y acoger a otras iglesias que aún no forman parte del CMI, especialmente si comparten la misión común de proclamar a Cristo al mundo. Aunque sigamos los procedimientos y protocolos de adhesión al CMI, constituiremos una comunidad muy acogedora para quienes actualmente no son miembros. Esto es importante, ya que trabajamos por la unidad y el testimonio cristianos en el mundo.

  • Desarrollar un modelo de liderazgo de mesa redonda y desarrollar la unidad y cohesión del personal.

Mi visión es crear un equipo de personal sólido, centrado y unido al servicio de la visión, la misión y las prioridades del CMI, y con el objetivo de cumplirlas con alegría y devoción. La unidad y la justicia en el CMI comienzan con los líderes y los miembros del personal que las articulan y las extienden a toda la comunidad. El bienestar y la productividad del personal son esenciales para un CMI sostenible y exitoso.

  • Reforzar la sostenibilidad financiera del CMI mediante el éxito del proyecto Green Village, las relaciones con los donantes y las asociaciones.

Los recursos y la sostenibilidad financiera son cruciales para cualquier organización o institución. Una visión para el CMI debe implicar lo mismo: una visión para una comunidad floreciente en recursos humanos, asociaciones, relaciones y finanzas. Es importante cuidar y atender a los asociados y a los donantes. Tenemos que reconocer que la sostenibilidad y el éxito del CMI no pueden medirse solo en términos materiales y financieros, sino en los dones de las propias personas y en todo lo que aportan de sus diferentes experiencias de vida y contextos.

Lo expuesto aquí esboza mi visión del CMI y algunas prioridades de visión relacionadas, entre otras no mencionadas, que conformarían mi liderazgo como secretario general del CMI, si se me diera la oportunidad.

Para concluir, me gustaría decir que cuento con la experiencia de liderazgo y gestión necesaria para el papel de secretario general del CMI. Mis años de experiencia como ministro en congregaciones, mi papel como moderador y secretario general de la glesia Presbiteriana Unida en África Austral, los numerosos trabajos que he realizado y mi participación en organizaciones ecuménicas internacionales y nacionales, mi experiencia con jefes de Estado y líderes interconfesionales y mi papel como decano de la Facultad de Teología y Religión de la Universidad de Pretoria me capacitan adecuadamente para la tarea. Por encima de todo esto, mi amor y pasión por Jesús, la iglesia y un mundo en transformación es lo que me impulsa a ponerme a disposición de este llamado.

Les agradezco su tiempo y su consideración. Que Dios les conceda sabiduría, paz y alegría mientras disciernen juntos en oración el camino a seguir. ¡Bendiciones!

Jerry Pillay (Rev. Prof. Dr.)