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Por Jione Havea*

Texto: Éxodo 15:22–25a

Contexto

Leo este pasaje en el contexto de Pasifika (el Pacífico), donde las aguas subterráneas de muchas islas bajas son cada día más salobres debido a que el agua del mar sube e invade las capas freáticas. Nuestras aguas subterráneas son amargas y no tenemos una solución.

Reflexión

Éxodo 15:22-25a relata un acontecimiento en Mara. Después de que Israel escapara de Egipto y cruzara el Mar de los Juncos, Moisés llevó al pueblo al desierto de Shur. Habían viajado durante tres días —algunos a pie y otros en carros—, bajo el sol abrasador del implacable desierto, sin encontrar agua. Cuando llegaron a Mara, encontraron agua; pero no pudieron beberla porque estaba amarga. Así que el pueblo murmuró —legítimamente— contra Moisés. Digo “legítimamente” porque, como líder, era responsabilidad de Moisés proveer lo que el pueblo necesitaba (como hacen los progenitores con sus familias).

El pasaje más extenso (Éxodo 15:22-27) se ha leído tradicionalmente como un juicio contra el pueblo por “rebelarse” contra el Señor. La pregunta que plantearon a Moisés —“¿Qué hemos de beber?”—, que ya he dicho que se planteó “legítimamente”, se entiende como rebelión y prueba de que carecían de fe en el Señor. Esa lectura —la de ver a Israel como un pueblo rebelde en el desierto— es problemática porque el texto es claro: el pueblo murmuró contra Moisés, no contra el Señor. Y en segundo lugar, el Señor proporcionó una solución: un árbol que Moisés arrojó al agua y que depuró el agua hasta hacerla potable. El Señor proveyó al pueblo; el Señor no se enojó y no rechazó su cuestionamiento a Moisés. En cambio, Moisés se enfadó y (basándose en algo que había dicho el Señor) condenó al pueblo (véase el versículo 26).

Elegí el pasaje más corto (Éxodo 15:22-25a) para esta reflexión con el fin de invitar a una lectura diferente de lo que sucedió en Mara. El Señor no condenó al pueblo; sino que proporcionó un remedio para el agua amarga, y el pueblo dejó de refunfuñar. La sanación del agua amarga hizo posible la paz en la comunidad. Dicho de otro modo, el agua dulce hizo que la gente que murmuraba se volviera pacífica. Por eso creo que es más fácil conseguir la paz cuando el agua es dulce.

En Pasifika, el agua subterránea es amarga y no existe un remedio natural ni sobrenatural. Recientemente, muchas de las islas Pasifika han recurrido a una solución innovadora —la desalinización— para convertir el agua salada del mar en agua potable. Pero eso no trata la salobridad de las aguas subterráneas. Los pozos de agua en Pasifika no son de agua dulce.

Existen aguas amargas en otras tierras, con sequías y guerras que empeoran las condiciones de vida de los humanos sedientos... y de otras especies. En el momento de escribir estas líneas, hay guerras en Ucrania (invadida por Rusia) y Gaza (invadida por el moderno Estado de Israel), así como guerras civiles en Etiopía, Myanmar, Congo, Yemen, Somalia y Libia, entre otros. Estas guerras hacen más amargas las aguas subterráneas y más remota la paz.

Éxodo 15:23 explica que el lugar se llamaba Mara porque el agua era amarga (término hebreo que significa “amargo”; véase también la historia de Noemí, que dijo a las mujeres que la llamaran Mara porque el Todopoderoso le había hecho la vida muy amarga: Rut 1:20). En el texto, da la impresión de que el agua de Mara ya era amarga (si no lo había sido siempre) antes de que llegaran Moisés y el pueblo. El agua no era amarga a causa de la presencia o el cuestionamiento del pueblo.

La sanación del agua amarga fue transformadora para el pueblo descontento; pero no lo fue para la percepción del lugar. Aunque “las aguas se volvieron dulces” (Éxodo 15:25), el nombre del lugar siguió siendo Mara: amargo. Esto es desafortunado. Sin un cambio de nombre, el estigma de la “amargura” permanece sobre el lugar. En Éxodo 15:27, Moisés y el pueblo llegaron a Elim, “donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas”. Se aleja a los lectores del lugar, a pesar de que sus aguas ya estaban depuradas, aptas para el consumo.

Quizá no podamos cambiar los textos bíblicos escritos; pero sí podemos cambiar nuestra percepción de los personajes y lugares de los textos bíblicos. En otras palabras, podemos transformar nuestras interpretaciones, empezando por las interpretaciones “amargas” de Éxodo 15:22-25a. Podemos ir aún más lejos y transformar nuestra interpretación de otros textos sobre aguas amargas, como el relato de Números 5:11-31. A la sombra de Israel en Mara, murmuremos contra esos textos y recemos para que el Señor, o quien sea, nos ayude a transformar la amargura en dulzura.

Preguntas

¿Qué puede hacer para que el agua amarga se convierta en potable?

¿Qué puede hacer para cambiar de opinión sobre puntos de vista y textos que le parecen amargos?

Recursos

Sherry Kirkland, Drinking bitter waters (Beber aguas amargas) (2020, acceder aquí)

Shmuel Simenowitz, Where the Wood Meets Water (Donde la madera se encuentra con el agua) (acceder aquí)

Acción

Deje de malgastar agua (cierre los grifos, reduzca el tiempo para bañarse o lavarse, etc.).

Alce su voz contra la contaminación hídrica y la escasez de agua, ya que el acceso a agua no contaminada es un derecho humano.

Participe en manifestaciones relacionadas con el agua no contaminada y el uso del agua.

*El reverendo Dr. Jione Havea es pastor nativo de la Iglesia Metodista de Tonga y progenitor de una hija multicultural. Actualmente es investigador principal en el Trinity Methodist Theological College (Aotearoa, Nueva Zelanda) y en el Centre for Religion, Ethics and Society (Universidad Charles Sturt, Australia).