Introducción

Como cristianos, reconocemos que estamos llamados a amar a Dios y a amar al prójimo. El amor por los demás no puede limitarse a decir palabras bonitas. Nuestro amor debe abarcar acciones serias. La solidaridad es sagrada porque es el resultado del amor compasivo y responsable. La solidaridad es el tipo de amor que Jesús mostró y que Jesús nos llamó a compartir unos con otros.

 

Texto bíblico

1 Pedro 4: 711

 

El fin de todas las cosas se ha acercado. Sean, pues, prudentes y sobrios en la oración. Sobre todo, tengan entre ustedes un ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados. Hospédense los unos a los otros sin murmuraciones. 10 Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguien habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguien presta servicio, sirva conforme al poder que Dios le da, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.

 

Reflexión

Una palabra para describir el trabajo activo del amor es “cuidado”. El cuidado no solo es un sentimiento, sino una acción; un comportamiento que expresa un amor profundo y verdadero. Las personas solidarias pueden pensar en los demás con amor y buscar activamente el bienestar de los necesitados. Cuando cuidamos a los demás como a nuestros semejantes, permaneciendo juntos a pesar de nuestras diferencias y respetándonos como iguales, esto es solidaridad. Jesús nos enseñó que la solidaridad es sagrada. Jesús mismo cuidó a todos a su alrededor y no trató a nadie como menos importante o merecedor que los demás. La Biblia nos recuerda que este fue el propósito y la misión de Jesús: “Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder. Él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38). Incluso el arresto y la crucifixión de Jesús muestran la solidaridad de Dios con la humanidad, especialmente con el dolor, el sufrimiento y la opresión humana. La cruz de Cristo, que originalmente era un símbolo de ejecución, se convierte en símbolo del poder de la solidaridad sagrada para vencer al pecado, al mal y a la muerte misma.

La iglesia primitiva también buscó vivir en solidaridad en todos los aspectos de su vida. Estas comunidades cristianas compartían unos con otros todo lo que tenían y se definían no solo por lo que decían sino por sus actos de atención hacia los demás. Los apóstoles, como Pedro y Pablo, instaron a estas comunidades a evitar dar a ciertos miembros un estatus superior y a otros un estatus inferior por sus riquezas u otros factores, sino a vivir, trabajar y rendir culto como iguales en solidaridad los unos con los otros y con la misión de Jesucristo. 

En Nablus, la ciudad donde presto mis servicios, hay un lugar llamado Tikieah en donde las personas cocinan y ofrecen alimentos gratuitos de buena calidad todos los días a todos los que lo piden, sin importar quien sean. Este es un ejemplo de solidaridad para todos en nuestra sociedad. Otro ejemplo es la solidaridad que muestran las personas de diferentes nacionalidades y confesiones, incluyendo palestinos, israelíes, judíos, cristianos y musulmanes y otros en todo el mundo, que vienen juntos a trabajar por una paz justa en Jerusalén, la Tierra Santa y en todos los lugares donde hay injusticia y conflicto. La solidaridad no siempre es fácil pero, cuando los humanos la encuentran, es un don sagrado que nos ayuda a vislumbrar el corazón de Dios.

Pedro 4: 9-10 nos ofrece un modelo de solidaridad en la comunidad humana: “9Hospédense los unos a los otros sin murmuraciones. 10Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. Con este consejo podemos comprender que la solidaridad está íntimamente relacionada con la sacralidad. Al hospedarnos los unos a los otros, prestar servicio plenamente, compartir alegremente, pensar en los demás y orar por todos, experimentamos la bendición de Dios que conmueve nuestros corazones y recibimos la paz y el profundo consuelo de Dios.

 

De esta manera, la solidaridad es una relación sagrada: otorga gracia y tranquilidad a quien la ofrece y a quien la recibe.

 

Preguntas:

1. ¿Por qué cree usted que la solidaridad es sagrada?

2. ¿Cuáles son algunos ejemplos de solidaridad en su contexto?

 

Oración

Santo Dios, tú nos muestras que los actos de bondad y misericordia están entre las características de un cristiano creyente y tú, oh Señor, has plantado estas cualidades en nosotros. Ayúdanos, Señor, a ver tu cara en cada persona pobre y necesitada, en cada persona enferma o cautiva, en cada persona que necesita cuidado y orientación. Llámanos a la solidaridad con todo tu pueblo, como te presentaste en la cruz en un último acto de solidaridad con nosotros. Bendícenos y bendice nuestras vidas para tu servicio. Amén.