Introducción
La Epifanía, fiesta de la revelación de Jesucristo, se enfoca en Cristo, la luz del mundo, y trae a creyentes y no creyentes al lugar en donde Dios se encarnó en un niño vulnerable en medio de persecución y desesperanza. En el siglo IV se designó la fecha para la Epifanía en el Oriente y poco después también se celebró como festival del nacimiento de Cristo en el Occidente. En la tradición occidental, a partir del siglo XIII, la fiesta se concentró en los tres “Reyes Magos” y los interpretó como reyes originarios del Oriente. En algunos países, los niños se visten como los “tres reyes” y van de casa en casa escribiendo una bendición para el año nuevo sobre la puerta principal mientras recolectan dinero para actividades diaconales. En la tradición occidental, la Epifanía o el “Día de los Reyes Magos”, sigue una línea natural tras la celebración de la Navidad, 12 días antes, y está íntimamente relacionada con la historia del nacimiento de Jesús en Belén, con la huida de su familia de Herodes a Egipto y, finalmente, con su asentamiento en Nazaret, de acuerdo con las profecías del Antiguo Testamento.
Pasaje de la Biblia: Mateo 2:1-12
Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes. Y he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalén preguntando:
“¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle.”
Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó, y toda Jerusalén con él. Y habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron:
“En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:
‘Y tú, Belén, en la tierra de Judá,
de ninguna manera eres la más pequeña entre los gobernadores de Judá;
porque de ti saldrá un gobernante
que pastoreará a mi pueblo Israel.’”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos e indagó de ellos el tiempo de la aparición de la estrella. Y enviándolos a Belén, les dijo:
“Vayan y averigüen con cuidado acerca del niño. Tan pronto lo hallen, háganmelo saber, para que yo también vaya y lo adore.”
Ellos, después de oír al rey, se fueron. Y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo sobre donde estaba el niño. Al ver la estrella, se regocijaron con gran alegría. Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose lo adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. Pero, advertidos por revelación en sueños que no volvieran a Herodes, regresaron a su país por otro camino.
Reflexión
Este breve episodio en el Evangelio según San Mateo ha cautivado la imaginación de los cristianos por siglos y fue origen de muchas leyendas. Los Reyes Magos llegaron a ser identificados como hombres sabios, reyes o astrólogos. En la iglesia occidental, se les dieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar, sin referencia bíblica alguna. En Mateo 2, los Reyes Magos están representados como personas que hacen lo que se les dice, siguen su llamado, no buscan ningún honor para ellos mismos y se humillan gustosamente arrodillándose ante una mujer y un niño como hacen los sirvientes. Los Reyes Magos son personas que vienen de lejos, que no pertenecen a la comunidad Judía y a quienes Dios muestra lo que se oculta en Cristo – la luz que lo revela proveniente de su estrella. Incluso como bebé, Jesús inspira tanto adoración como hostilidad; temas que se vuelven esenciales en toda la narrativa de Mateo el evangelista.
Los Reyes Magos son los primeros entre muchas personas y personajes que adoran a Jesús descritos en el evangelio de Mateo. La palabra griega elegida para designar a los Reyes Magos, proskyne’o, se usa para la devoción que se muestra solo a Dios (Mateo 4:11). Por lo tanto, cuando los Reyes Magos adoran a Jesús, de acuerdo con la historia de Mateo 2, adoran a Dios presente en y a través del niño Jesús.
La historia también revela la hostilidad de la gente poderosa de ese tiempo contra Jesús y su familia, que resultó en la huida de su familia a Egipto para escapar de la persecución y la muerte.
En nuestra historia bíblica, el amor de Cristo puede identificarse con la luz que viene del pesebre. Dios hecho hombre atrae a las personas desde lejos de las maneras menos esperadas y las mueve hacia Él. Los Reyes Magos, que obviamente son hombres no creyentes con un pasado pagano, sin saber nada de este “rey de los Judíos”, son llamados a buscarlo y alabar a Dios, presente como niño en un pesebre. Son ellos los que encuentran a la sagrada familia y no el Rey Herodes o sus consejeros, los “principales sacerdotes y escribas”. Los Reyes Magos, sin saberlo, tienen un papel principal en el drama que sucederá: la persecución y el asesinato de los niños de menos de dos años de edad y la dramática huida de Jesús y sus padres a Egipto.
El texto revela como Dios manifiesta su ser divino a las personas que están fuera de la comunidad religiosa. No hay “propios” y “extraños”. De hecho, a quienes se percibe como extraños son ultimadamente propios que reconocen la identidad de Dios y lo adoran verdaderamente como su encarnación en Jesús. Dios llama a las personas a seguir su luz. Algunas la seguirán, otros no. Pero todos están llamados a buscar a Dios en unidad y para la unidad. La unidad en la fe que la humanidad debe buscar es el llamado de Dios para seguir juntos la luz que lleva al pesebre.
Sin embargo, no hay nada en nuestro texto que glorifique lo que está sucediendo. Los regalos que trajeron los Reyes Magos – oro, incienso y mirra – eran regalos tradicionales para un rey, pero también regalos utilizados para la preparación del entierro de un cuerpo. Incluso desde el inicio, Mateo establece la realeza de Jesús y hace referencia a la labor que llevará a cabo en la Pascua: su muerte en la cruz y su resurrección.
La historia de los Reyes Magos también hace referencia a la fe en que la salvación de Dios es para todos, incluyendo quienes se percibían como no creyentes pero que fueron atraídos hacia Cristo por su luz y su llamado de adoración y servicio. La historia de Mateo nos recuerda que la distinción entre “propios” y “extraños” empezó a erosionarse con la venida de Cristo, y se ha esfumado. Algunas personas que se percibían como “propios” (los consejeros de Herodes) eran “extraños”. Los extraños, los extranjeros y los Reyes Magos desconocidos que siguieron humildemente la luz de la estrella se convirtieron el quienes encontraron la verdad de Jesús.
La unidad en la fe no se edifica sobre logros personales o un estado específico, sino la voluntad de buscar juntos la luz de Dios, a Dios en el pesebre, a Dios que se hizo pobre y perseguido, en Cristo Jesús.
El llamado de Cristo a seguirlo es, entonces, un llamado a la unidad de la humanidad, un llamado a buscar la luz de Cristo juntos, a buscar las formas correctas de encontrar a Dios en el pesebre y de adorarlo verdaderamente. De esta manera, la historia de la Epifanía también se convierte en un llamado radical a la unidad en la fe y el culto, el testimonio y el servicio. La celebración de la Epifanía en la iglesia no debe ser una celebración triunfal para quienes han visto la luz por su estado privilegiado, sino un firme recordatorio para nosotros de que la gloria de Dios se puede manifestar donde menos lo esperamos. Algunas veces la luz de Cristo brilla incluso a través de nuestra luz, cuando el pueblo de Dios se convierte en luz para los demás (Isaías 60:3; Efesios 3:10)
La luz de Cristo puede mover al mundo hacia la unidad en la fe y la humanidad cuando juntos somos atraídos hacia Cristo por su luz para actuar como la luz del mundo en proclamación, testimonio y servicio, diakonia.
Preguntas para seguir reflexionando
- ¿Dónde podemos buscar la luz de Cristo en nuestra vida, comunidad o sociedad?
- ¿Quiénes son los “propios” y los “extraños” en nuestras comunidades?
- ¿Qué significa para nosotros buscar la unidad en la fe?
- ¿Qué significa para nosotros buscar la unidad en testimonio y servicio?
- ¿Cómo podemos contribuir a difundir la luz de Cristo en nuestros contextos?
Oración
Señor Dios, en este día revelaste a tu Hijo a las naciones con la guía de una estrella. Guíanos ahora con la fe para reconocer tu presencia en nuestras vidas y déjanos ver finalmente toda tu gloria a través de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, Dios único, ahora y siempre. Amén. (Lutheran Book of Worship)
Himno: “Deilig er den himmel blå”
Brillante y glorioso es el cielo,
Radiante es el alto firmamento,
donde brillaban estrellas doradas
inclinando sus rayos a la tierra
llamándonos al cielo arriba
llamándonos al cielo arriba.
Aquella bendita noche de Navidad
En la negrura brilló una luz
Todas las estrellas palidecían,
Todo su lustro se desvanecía lentamente,
Mientras la estrella de Navidad se acercaba,
mientras la estrella de Navidad se acercaba.
Sabios del lejano oriente,
cuando vieron la preciosa estrella,
buscaron al Rey de las naciones,
y dieron sus ofrendas,
a Él como Rey y Señor
a Él como Rey y Señor.
Lo encontraron en Belén,
pero no llevaba diadema;
vieron solo una doncella humilde
con un niño puro y santo,
durmiendo en sus brazos amorosos,
durmiendo en sus brazos amorosos.
Guiados por la estrella encontraron
a Él por quien resuenan las alabanzas infinitas,
nosotros también tenemos una estrella guía,
que por siempre nos dará
luz para encontrar a nuestro Señor,
luz para encontrar a nuestro Señor,
Como estrella, las santas palabras del Señor
nos llevan a nuestro Rey y Señor;
Brillante, de sus páginas sagradas
brille su luz por siempre
brille en nuestro camino de vida,
brille en nuestro camino de vida.
N.F.S. Grundtvig 1810
Melody Church of Norway Hymnal No. 90, por Jacob Gerhard Meidell, 1840, https://www.hymnsandcarolsofchristmas.com/Hymns_and_Carols/NonEnglish/deilig_er_den_himmel_bla.htm
Acerca de la autora
Stephanie Dietrich es una sacerdote ordenada en la Iglesia Luterana de Noruega que trabaja como profesora de Teología en la VID Specialized University en Oslo. Es miembro de la Comisión de Fe y Constitución y de la Comisión de Diálogo Ortodoxo-Luterano.