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Jill Tabart (a la derecha) y Margaretha M. Hendriks-Ririmasse (a la izquierda) en la reunión del Comité Central del CMI de 2011. Foto: Kelly Brownlee/CMI

Jill Tabart (a la derecha) y Margaretha M. Hendriks-Ririmasse (a la izquierda) en la reunión del Comité Central del CMI de 2011. Foto: Kelly Brownlee/CMI

En 2018 celebramos el 70º aniversario del Consejo Mundial de Iglesias. Con el fin de crear un animado relato de primera mano de la comunidad ecuménica y de nuestro camino común, las iglesias miembros han aportado historias de las personas, los acontecimientos, los logros e incluso los fracasos que han acentuado nuestra búsqueda colectiva de la unidad cristiana.

La autora de esta historia es la Dra. Jill Tabart, que fue presidenta de la Iglesia Unida en Australia de 1994 a 1997. Asimismo, fue mentora en materia de consenso en la IX Asamblea del CMI en 2006.

Las opiniones y los puntos de vista expresados en este artículo son los del autor y no reflejan necesariamente los principios básicos del Consejo Mundial de Iglesias.

En 2002, la Comisión Especial sobre la Participación Ortodoxa en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) propuso un cambio en los procedimientos de las reuniones: pasar a la toma de decisiones por consenso. Esta iniciativa surgió de un creciente malestar debido a que las voces minoritarias no eran debidamente escuchadas. Dado que la Iglesia Unida en Australia (UCA, por sus siglas en inglés) había cambiado sus procedimientos de reunión, pasando de un modelo de confrontación a uno de consenso, el CMI me encargó escribir un libro [Coming to Consensus: A Case Study for the Churches (Llegar al consenso: un estudio de caso para las iglesias) © Publicaciones del CMI, 2003] sobre el camino recorrido por la UCA para alcanzar esa decisión.

La Iglesia Unida en Australia fue creada en 1977 como resultado de la unión de las denominaciones reformadas y evangélicas (Unión Congregacional de Australia, Iglesia Metodista de Australasia e Iglesia Presbiteriana de Australia). A mediados de los años ochenta, estábamos determinados a encontrar una manera de resolver problemas acorde con nuestro compromiso de pedir la orientación del Espíritu Santo a la hora de discernir la voluntad de Dios para la iglesia.

Las reglas y normas para el debate legalista y de confrontación (basadas en el sistema parlamentario de Westminster y en gran medida extraídas de los procedimientos utilizados por las denominaciones antes de su unión) parecían cada vez más inadecuadas (y a veces bastante obstruccionistas) para ser fieles a nuestro compromiso.

Fue ni más ni menos un milagro de la gracia de Dios lo que permitió que la joven iglesia australiana adoptara un cambio tan radical en su Asamblea Nacional de 1994, y que en los años posteriores la UCA pudiera establecer una nueva manera de ser comunidad como pueblo de Dios: los oradores en los consejos de la iglesia abandonaron la actitud de ‘la única respuesta válida es la mía, ganar a toda costa’ adoptada en debates anteriores, las voces previamente silenciadas se incluyeron en el examen de las cuestiones abordadas, y poco a poco aprendimos cómo escucharnos de verdad unos a otros al buscar la orientación de Dios para discernir el camino que la iglesia debe seguir en todas las decisiones.

No obstante, es muy diferente establecer un nuevo paradigma en un consejo ecuménico mundial que en una pequeña iglesia miembro que comparte una misma tradición en un único país.

El mayor reto de mi vida se presentó cuando me invitaron a formar parte de un grupo encargado de preparar nuevos procedimientos de discernimiento que debían introducirse en las reuniones de la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas (hoy Comunión Mundial de Iglesias Reformadas) en Ghana en 2004. Luego, formé parte del equipo que elaboró las directrices para los nuevos procedimientos del CMI, y fui nombrada mentora responsable de introducir los nuevos métodos de consenso en la IX Asamblea del CMI celebrada en Porto Alegre (Brasil) en 2006. En los comités centrales posteriores, seguí ejerciendo la función de mentora en consenso (y, después, el Rev. Gregor Henderson, otro antiguo presidente de la UCA, también lo hizo), mientras este nuevo proceso de discernimiento para la toma de decisiones se fue convirtiendo en la norma en las reuniones del CMI.

El consenso es un proceso de búsqueda del sentir común de la reunión sin recurrir a una votación formal, y el establecimiento de un diálogo auténtico, que es respetuoso y propiciador del apoyo y el enriquecimiento mutuos, orando al mismo tiempo para discernir la voluntad de Dios. Dado que las iglesias miembros utilizan diversos modelos por lo que respecta a los procedimientos de las reuniones, mantener el compromiso con los principios de consenso en la toma de decisiones requiere una constante atención por parte del CMI. No se trata de un proceso que se puede dar por terminado, sino que sigue exigiendo cuidadosos preparativos y medidas de apoyo en cada nueva Asamblea y en cada nuevo Comité Central. Las ventajas hacen que el empeño merezca la pena:

  • Se genera un mayor sentimiento de comunidad, ya que el objetivo deja de ser ganar una discusión desde una posición preestablecida y pasa a ser discernir juntos la voluntad de Dios para las iglesias.
  • Se permite que todos los miembros contribuyan al discernimiento, tanto si son oradores seguros de sí mismos o no.
  • Se promueve la aceptación de los resultados de las decisiones por parte de las iglesias.

¡Qué privilegio tan maravilloso ha sido para la UCA observar la integridad con la que el CMI, en cuanto organismo intercultural e intereclesial, ha adoptado el método de consenso en la toma de decisiones! ¡Y qué impresionante es ver que algunas iglesias miembros del CMI deciden emprender esta ardua labor en sus propios contextos, para asegurarse de que su toma de decisiones se hace sobre la base de su pertenencia a la comunidad cristiana y no simplemente sobre la base de las normas seculares aceptadas!

Que Dios nos siga cuestionando en nuestras maneras de ser iglesia y sigamos aprendiendo unos de otros al intentar escuchar la voz del Espíritu Santo para que podamos permanecer fieles a la voluntad de Dios para la iglesia.

Dra. Jill Tabart
Presidenta de la Iglesia Unida en Australia de 1994 a 1997 y mentora en consenso en la IX Asamblea del CMI en 2006.


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