Por Mirjam Schubert

Johannesburgo tiene dos caras. Una es Sandton City con sus elevadas torres, hoteles de primera, centro comercial de lujo y un centro de conferencias por cuyos pasillos, desde el 22 de agosto, se apresuraban los delegados en la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (CMDS). La otra cara, a sólo seis kilómetros a vuelo de pájaro, es el suburbio Alexandra, con las cubiertas de hojalata de sus tugurios apoyadas una contra otra. Muchos de los residentes en el suburbio no saben si mañana tendrán algo para comer.

Fue en Alexandra, no en Sandton, donde un equipo ecuménico que asistió a la CMDS se preparó para la Cumbre. Presidido por el secretario general del Consejo de Iglesias de Sudáfrica (SACC) Dr Molefe Tsele y coordinado por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), el equipo constaba de más de 60 individuos de todos los continentes y de una amplia gama de iglesias y confesiones. Algunos habían participado en todas las reuniones preparatorias (prepcoms). Al visitar el más antiguo suburbio de Sudáfrica, el equipo daba una señal clara: "Los residentes en Alexandra son la gente de la que esta Cumbre debe ocuparse", explicó el Dr Martin Robra del CMI.

En un servicio ecuménico en Alexandra, los miembros de la congregación local de la Iglesia Presbiteriana acogieron a sus visitantes de ultramar con canciones y danzas. "Me impresionó el ambiente alegre y positivo en una zona que parece tan desamparada", dijo Miragh Addis, miembro canadiense del equipo. "Estamos aquí para que la voz de los que no tienen voz pueda oírse en la Cumbre", dijo el Rev. Dr Alan Boesak en su sermón.

Este fue el objetivo que se fijó el equipo ecuménico. "Creemos firmemente que todavía hay esperanza de cambiar el mundo", dijo Shanti Sachithanandam de Sri Lanka.

Pero la realidad de la mesa de negociaciones es a menudo compleja, y algunos miembros del equipo llegaron con menos optimismo. "No me hacía ilusiones sobre el resultado de la Cumbre", dijo Demba Moussa Dembele del Senegal.

"El reconocimiento del carácter sagrado de la creación y de la relación espiritual entre todas sus partes": así describe el equipo la base de su compromiso en una declaración titulada "Justicia, corazón de la sostenibilidad". Esto entraña el apoyo a una ética que defienda y realice la vida. "Esta ética -sigue la declaración- supone el respeto a la integridad del cosmos y el compromiso de respetar la dignidad y promover el bienestar con y de todos los miembros de la comunidad terrestre."

Esta ética sustentada en la fe, y las imágenes del suburbio Alexandra, determinaron los esfuerzos del equipo en Johannesburgo. Muchos miembros del equipo se unieron a grupos de trabajo de organizaciones no gubernamentales -sobre mujeres, energía, agua, o regiones particulares- en los que las ONG compartieron información y se prepararon para hacer presión. En las negociaciones oficiales, que estaban abiertas a las ONG, y en el edificio de la conferencia, los miembros del equipo pasaron su mensaje directamente a los políticos: no es posible hablar de desarrollo sostenible sin justicia. "La presión de las ONG sobre los delegados tuvo un efecto considerable sobre las negociaciones", informó Henrik Grape de Suecia. "Muchos delegados estaban contentos de poder referirse a la sociedad civil para dar más peso a sus argumentos."

Los miembros del equipo dialogaron también con otros participantes e intervinieron en las celebraciones del "Foro Mundial de los Pueblos". La cumbre de las ONG tuvo lugar en el centro de exposiciones Nasrec, bastante lejos de Sandton. "Para mí, la oportunidad para un intercambio real se dio aquí más que en las negociaciones en el centro de conferencias -dijo la estadounidense Jackie Moreau.- Nasrec fue un lugar que nos inspiró e inspiró a otros, un lugar propicio para tejer redes que ayuden a trabajar en casa."

El equipo ecuménico organizó también dos reuniones: una sobre la deuda ecológica de los países ricos, y otra sobre responsabilización colectiva. En este contexto, los representantes de las ONG, de los gobiernos y de las empresas respondieron a las preguntas del público y de la prensa. Durante un debate de mesa redonda sobre "Un clima de justicia", Karen Lexèn de Suecia hizo un llamamiento, suscrito asimismo por el CMI y por organizaciones de desarrollo y ayuda de los Estados Unidos, Canadá, Aotearoa-Nueva Zelandia y Europa.

"Las organizaciones que trabajan para el desarrollo han despertado y reconocido que también ellas deben adoptar una posición clara sobre el cambio climático -dijo Lexèn.- Estamos todos unidos al lado de los más pobres y débiles, que son los más afectados por el cambio climático... Todos unidos queremos urgir a los gobiernos a que se encaren con las causas del cambio climático con más rapidez y eficacia."

Durante su permanencia en Johannesburgo, el equipo ecuménico puso especial empeño en contactar con la gente más allá de la CMDS. Una oportunidad fue un servicio de culto sobre el VIH/SIDA en la iglesia anglicana de Cristo Rey en Sophiatown, donde Hellen Wangusa de Uganda, miembro del equipo, predicó el sermón. Después del servicio, los jóvenes de la parroquia guiaron a los miembros del equipo por un barrio desde el cual, bajo el régimen de apartheid, miles de personas habían sido expulsadas hacia poblados lejanos. Testigos presenciales y jóvenes relataron con palabras y canciones la historia de aquel turbulento pasado.

Al final de una semana agotadora, el equipo ecuménico regresó a Alexandra donde el SACC, el Foro Mundial de los Pueblos y otras ONG habían organizado una manifestación de solidaridad con los habitantes del suburbio y los desposeídos de todo el mundo.

Desde el Estadio de Alexandra, los manifestantes marcharon y danzaron por el camino bajo el calor sofocante por las calles estrechas del suburbio hasta los amplios bulevares de Sandton, a nueve kilómetros. "Con esta marcha la gente ha podido finalmente salvar la distancia entre Sandton y Nasrec", comentó Sipho Mtetwa, de Sudáfrica. "En el sector pobre, la gente acudía para saludarnos, tocarnos y felicitarnos", dijo David Hallman de Canadá. "Sólo unos pocos se quedaron para ver la manifestación tras una barrera de la policía." Y Miragh Addis contó que un niño de Alexandra le había dado las gracias "por ir en manifestación por mí".

El resultado de la CMDS fue decepcionante en muchos aspectos. El equipo ecuménico lamentó en particular la incapacidad de las partes negociadoras para convenir en unos objetivos o un calendario respecto a la energía. Pero, según Larisa Skuratovskaya de Russia "también pudimos celebrar algunas victorias. Canadá, Rusia y China ratificaron el Protocolo de Kyoto. Ya no lo esperábamos. Ahora puede entrar en vigor. También, gracias a las protestas masivas de las mujeres, se incluyó la estipulación sobre derechos humanos y libertades fundamentales en los párrafos sobre atención de salud. Esto significa que podemos impedir que la mutilación genital, por ejemplo, sea aceptada como legítima."

Estos logros son modestos. Pero lo que puede celebrarse va más allá de los cambios y las aperturas de lenguaje de los textos aprobados. Como observa en su informe sobre la CMDS David Hallman, coordinador del programa sobre cambio climático y oficial del programa en la Iglesia Unida del Canadá, "Más allá de las pequeñas victorias en los acuerdos formales, la red de contactos tejida y la capacidad promovida entre los grupos de la sociedad civil reforzarán los movimientos de resistencia en defensa de la justicia y el diseño de alternativas que puedan llevar verdaderamente a una comunidad sostenible."

Mirjam Schubert, periodista alemana, acompañó al equipo ecuménico durante la la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible que se celebrará en Johannesburgo (Sudáfrica) del 26 de agosto al 4 de septiembre.