Mientras otros hablan de planes de futuro, a Magdalena Keller le resulta difícil despedirse. Durante 17 años, de 1982 a 1999, ha dirigido la Casa Locarno. Ahora se cerrará el lugar de encuentro, y se venderá la casa situada por encima de la ciudad suiza de Locarno en el Lago Maggiore, que el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y la Entraide protestante suisse (EPER) habían comprado en 1947.

Durante tres días, del 24 al 26 de mayo de 2002, los miembros de la Sociedad Casa Locarno, junto con la plana mayor de colaboradores, los huéspedes y los amigos en Locarno-Monti y la vecina Ascona, celebraron la despedida con una velada de encuentro, una conferencia del secretario general del CMI, Konrad Raiser, una convivencia festiva en la casa, el camino y la mesa del Señor, y una exposición sobre el tema: "Dignidad en la despedida, ánimo al emprender un nuevo camino".

"Casa en el camino"

De esta manera la idea original de la Casa, ofrecer un lugar de encuentro y reconciliación entre personas, confesiones, nacionalidades y religiones, deberá seguir viviendo en la "Casa Locarno en el camino". A partir de 2003, el proyecto de la Casa continuará en diversos centros de encuentro y reunión en Europa central y oriental.

Para Konrad Raiser era motivo de alegría que la despedida fuese al mismo tiempo un punto de partida. Raiser recordó que la Casa ha significado mucho para muchas personas durante muchos años: "Me alegra que el nombre del CMI esté ligado al de la Casa". Aquí ha habido algo más que descanso. Lejos de la agitación cotidiana, las personas se han encontrado por encima de sus divisiones (lingüísticas, culturales y religiosas). Lo que le importa al ecumenismo, lo han vivido a un nivel humano fundamental.

En su conferencia sobre el tema: "Derribar las fronteras en Europa", consideró Raiser "el perdurable legado de la historia". En los últimos mil años, ha habido pocas fronteras que no hayan cambiado. Pero una de ellas, la que separaba el Imperio Romano de Oriente y de Occidente, se convirtió en frontera entre diferentes estructuras sociales, políticas y eclesiásticas. Según Raiser, la tarea ecuménica decisiva en la Europa de hoy consiste en traspasar esa frontera. La Casa del futuro podría aportar una importante contribución al acercamiento en Europa. Para ello, entre otras cosas, hay que reconocer a los musulmanes como parte integrante de Europa. Un papel especial corresponde, por lo tanto, al entendimiento entre cristianos y musulmanes.

El secretario central de la EPER, Franz Schüle, presentó el proyecto de "Casa en el camino", que deberá tener su centro de gravedad en Europa oriental. Un primer encuentro ya ha tenido lugar en Polonia. Schüle prevé encuentros en el Cáucaso entre iglesias ortodoxas y luteranas, así como con musulmanes, o en la región fronteriza rumana. Pero también deben proseguirse los encuentros de orientación temática, como hace poco se ensayaron en Locarno sobre mujeres o jóvenes. La responsabilidad de la organización debe confiarse a nivel local o regional. El secretario central de la EPER definió el nuevo comienzo como "una búsqueda y una aventura". "Lo que ahora imaginamos es que surgirá en toda Europa una red de 'Casas' pequeñas y grandes."

Con miras a la misión futura de la Casa, Raiser aconseja que se asocien nuevos representantes del ecumenismo. El CMI podría servir de cobertura y dar así legitimidad a la nueva forma de encuentro.

Pese a la tristeza producida por la despedida de Casa Locarno, todos estuvieron de acuerdo de que Europa ha cambiado tanto en el último medio siglo, que la Casa Locarno, en la forma que tenía hasta ahora, había quedado desfasada.

Así lo confirmó también Susann Künzler, la actual directora de la Casa. Desde el cambio experimentado en Europa en 1989/90, había cada vez menos huéspedes procedentes de Occidente. Franz Schüle recordó que la Casa se había fundado como respuesta a la difícil situación que se vivía tras la Segunda Guerra Mundial, en una Europa también humanamente rota. De ahí surgió un lugar de encuentro ecuménico, entre Oriente y Occidente.

Historia vivida

En Casa Locarno ha encontrado siempre expresión directa el curso de la historia, subrayó Elisabeth Werner, directora de la Casa de 1961 a 1982. Y se habían de sentir las consecuencias de la guerra todavía durante mucho tiempo. Todavía recordaba vivamente las noches de vela junto a la cama de un huésped enfermo que había sobrevivido al campo de concentración. También Magdalena Keller había sufrido al comprobar lo difíciles y dolorosos que habían sido los encuentros entre alemanes del Este y del Oeste en la Casa tras la caída del muro.

Todo esto estaba inscrito en los libros de oro, en los que aparecen tantos nombres prominentes, como el teólogo Karl Barth o el ex presidente de la República Federal de Alemania, Gustav Heinemann.

El checo Peter Novak, de la República Checa, contempla melancólico el valle, desde el jardín de la Casa. Casa Locarno ocupa un lugar elevado sobre el Lago Maggiore; es una espléndida mansión, desde la que se disfruta de una maravillosa vista sobre Locarno y la orilla opuesta del lago. Peter se siente atraído nuevamente por la hermosura del Tesino. Tiene ahora 29 años, es enfermero, y hace cuatro años trabajó un semestre como voluntario en la Casa, de la que tuvo conocimiento por una revista de la Iglesia Husita. Le gusta el paisaje. Cuando le preguntan sobre lo que más le gustó en aquél entonces, responde tan sólo: "Era sencillamente hermoso." Y estaba encantado de haber conocido a tantas personas de distintos países.

Las amistades han perdurado, entre ellas las anudadas por la administradora de la Casa, Hannedore Steger, que disfruta mucho trabajando con jóvenes. A menudo, dice, era difícil encontrar manera de entenderse en el plano lingüístico.

En los últimos años la mayoría de los huéspedes vinieron de Europa oriental: Chequia, Hungría, Eslovaquia, Rumania o Estonia. De estos países son también los actuales voluntarios y voluntarias. Por ejemplo Susanna Söld, de 23 años, hija de un párroco, viene de Rumania. Sus padres habían estado aquí un año antes.

Voluntarios eran también antaño los llamados "Hijos de Casa". Entre ellos estaba en los años 1962/63 Mieke Korenhof, holandesa de nacimiento y hoy teóloga en Alemania. En un tiempo en el que todavía no se viajaba con tanta facilidad, recuerda, en ningún otro lugar se han podido conocer en tan poco tiempo tantas personas de diferentes países y contextos religiosos. En Casa Locarno ella vio crecer y conformarse el ecumenismo; y se forjaron muchas amistades. " Un lugar así se lleva en el corazón", dice 40 años más tarde.

Rainer Lang es encargado de Comunicación en ACT (Acción Conjunta de las Iglesias) International.

Las fotografías que acompañan esta crónica están disponibles en nuestro sitio Web: www.photooikoumene.org/events/events.html