Por Annegret Kapp (*)

"Aunque había sido amenazada muchas veces en Iraq, no quería irme", dice Cayran, una peluquera ortodoxa armenia. "Pero luego mi peluquería fue incendiada y robaron el coche de mi marido, que trabajaba como chofer. Así que abandonamos todo y huimos a Siria."

La pérdida de seres queridos, la necesidad de huir repentinamente del propio hogar y de la comunidad, y la penuria de vivir como refugiados son experiencias que necesitan ser contadas. Y quienes tienen poder para ayudar a poner fin a la tragedia de ser refugiado deben prestar oídos.

En una reunión celebrada el pasado mes de abril entre refugiados cristianos iraquíes y representantes de iglesias de todo el mundo en el Patriarcado Ortodoxo Griego de Antioquía y todo Oriente, en Damasco, cristianos iraquíes que ahora son refugiados en Siria hablaron de sus experiencias mientras miembros de las iglesias de los Estados Unidos, Alemania, Líbano, Pakistán y Suecia, así como los secretarios generales del Consejo Mundial de Iglesias y del Consejo de Iglesias de Oriente Medio, escucharon atentamente.

Los representantes de las iglesias oyeron historias de increíble sufrimiento en Iraq y de la sobreabundante hospitalidad de Siria. Supieron del dolor de vivir en Iraq y tener finalmente que abandonar el país. Fueron informados de la tensión a la que la afluencia de un millón y medio de refugiados iraquíes ha sometido a la economía siria, creando la necesidad de generar empleo y proporcionar seguridad a pesar de las preguntas sin respuesta sobre el futuro de los iraquíes.

Los precios de la comida y la vivienda se están disparando, y es sumamente difícil encontrar un trabajo bien remunerado. "Aunque no hubiera refugiados, la economía tendría que generar miles de empleos cada año para integrar a los jóvenes sirios que se incorporan al mercado de trabajo", explicó Samer Laham, director de relaciones ecuménicas del Patriarcado Ortodoxo Griego, a los visitantes extranjeros.

"Los animales viven mejor que los seres humanos"

Aquella tarde muchos hablaron del trauma sufrido por sus hijos y de la incertidumbre sobre su futuro. Cayran explicó que su hijo no puede hablar con normalidad desde que se salvó por muy poco de un secuestro.

"Los animales viven mejor que los seres humanos en Iraq", dijo Samira, una refugiada ortodoxa siria. "Al menos, tienen libertad para moverse. A nosotros nos daba demasiado miedo incluso ir a la iglesia porque habían secuestrado a gente allí."

Un día, cuando aún vivía en Iraq, Samira fue de compras con su hija. "Tres hombres armados nos pararon. Intimidaron a mi hija y le preguntaron por qué estaba en la calle sin velo. Desde entonces, ella no quiso salir de casa y dejó la universidad."

Aram, que había sido miembro de la Iglesia Ortodoxa Armenia en Bagdad, dijo: "Mi mujer y yo conocíamos a algunos cristianos que fueron asesinados. Como nuestros números de teléfono estaban en sus móviles, sus asesinos los usaron para llamarnos y amenazarnos."

Aram también habló de la desconfianza que está corrompiendo las comunidades en Iraq: "Teníamos unos amigos que resultaron trabajar para el Ejército del Mahdi [una de las organizaciones insurgentes]. Pensábamos que eran nuestros amigos, pero nos tomaron fotografías para que fuéramos asesinados."

Incidentes como la publicación de las caricaturas del profeta Mahoma en Dinamarca en 2005 benefician a los extremistas, que los utilizan para justificar sus intenciones ocultas de expulsar a los "no creyentes" del país, afirma convencido Munir, de la comunidad calvinista de Bagdad.

"Mi familia fue amenazada: o se van en 15 minutos o los matamos", Munir describió así su propia experiencia. Como no sabían cuán seria era la amenaza, fueron al apartamento de su hermana, que vivía al lado, y esperaron. Llegó entonces un grupo armado. "Violaron a nuestras mujeres e incluso pegaron a mi madre de 80 años." Después de que el cuñado de Munir, que había sido secuestrado, fuera puesto en libertad, la familia se marchó "de inmediato, sin ni siquiera llevarse ropa", vendiendo el apartamento por un cuarto de su valor.

En el exilio, los cristianos acuden a las iglesias en busca de ayuda

Sin embargo, la vida en Siria tampoco es fácil, ya que los recursos que los refugiados logran traer consigo pronto se agotan, y es difícil encontrar trabajo.

"Tengo un hermano y una hermana fuera de la región", dijo Munir. "Dependemos de su ayuda y somos una carga para ellos. Pero ellos no pueden permitirse enviarnos dinero todo el tiempo."

Para muchas familias representa una carga psicológica saber que cualquier emergencia o enfermedad los encontrará desprotegidos. Kwarin, padre de cuatro hijos, dejó su trabajo en una empresa de seguridad de Bagdad para reunirse con su familia en el exilio y cuidar de sus hijos. "Mi mujer necesita una operación con urgencia", dijo, "pero no tengo dinero para pagarla."

Aunque los refugiados agradecen a Siria y a las iglesias del país su hospitalidad, muchos sienten que la comunidad internacional les ha dado la espalda. La frustración predomina en relación con las embajadas de países occidentales que han rechazado sus solicitudes de visados una y otra vez. "¿Quieren que los padres vuelvan a Iraq y sean asesinados antes de permitir salir a sus hijos? ¿Deben nuestras jóvenes volver y ser violadas antes de que se les permita irse?", preguntaba furioso un hombre.

Gritos de "¡No!" o incluso "¡Nunca!", tanto en inglés como en árabe, llenaron la sala cuando se preguntó a los refugiados si querían volver a Iraq."Por supuesto que quiero volver a mi país", explicó una joven de Basora. "Pero, ¿pueden ustedes garantizarme que no me matarán? Mis familiares volvieron y fueron asesinados la primera noche."

El pastor Dr. Volker Faigle, de la Iglesia Evangélica en Alemania, agradeció a los hombres y mujeres que ofrecieron su testimonio a la delegación del CMI por su claro mensaje. "No podemos traer pasajes de avión o visados", reconoció. "Pero mi iglesia y la Iglesia Católica Romana en Alemania unirán sus fuerzas y se pondrán en contacto con el Gobierno, el parlamento y las instituciones europeas para contarles lo que hemos visto y oído. [...] Cuando volvamos a nuestros países, pensaremos en ustedes, oraremos por ustedes y actuaremos por ustedes."

La preocupación de las comunidades cristianas sirias por sus hermanas y hermanos en y de Iraq fue palpable en todos los encuentros que la delegación del CMI mantuvo con líderes religiosos.

El patriarca Ignatius Zakka I, de la Iglesia Ortodoxa Siria, nacido en Iraq, contó a los visitantes ecuménicos la historia de un sacerdote de su iglesia que había sido asesinado una semana antes, tras oficiar la liturgia. "No queremos que Iraq se quede sin cristianos, pero si están en peligro allí, ¿cómo podemos decirles que se queden?", preguntó.

Muchos refugiados cristianos han experimentado cuán peligroso es pertenecer a una minoría religiosa en Iraq. "Los cristianos y otras minorías están pagando el precio de la guerra de Iraq", dijo Samer Laham, "porque se los sospecha de traición y de ayudar a las fuerzas aliadas, como si no formaran parte del tejido social y no hubieran compartido el pan con sus hermanos musulmanes desde hace siglos."

Por ello, cuando llegan al país anfitrión, los cristianos depositan la mayor parte de su confianza y esperanza en que las iglesias los ayuden. Las fronteras denominacionales, por otro lado, se superan con facilidad. "Las puertas de nuestra iglesia siempre están abiertas para los iraquíes, ya sea para que celebren sus propios oficios religiosos o para que se unan a los nuestros", afirmó el patriarca melquita católico griego Gregorio III. Su patriarcado trabaja mano a mano conun centro islámico para atender a los refugiados iraquíes, sean cristianos o musulmanes.

El pastor Boutros Zaour, de la Iglesia Nacional Evangélica, dijo: "Ha sido el sino de Siria ser hospitalaria con los refugiados desde que los armenios buscaron aquí refugio de las persecuciones que sufrieron bajo el Imperio Otomano."

"Las historias personales que escuchó la delegación fueron desgarradoras", dijo Clare Chapman, secretaria general adjunta del Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos, al final de la visita. "Debemos orar por los refugiados iraquíes y trabajar juntos como iglesias miembros del CMI y como ciudadanos de nuestros países para abordar las condiciones que soportan a diario. Debemos asumir seriamente nuestra responsabilidad, como personas de fe, de hacer todo lo que podamos para apoyarlos mientras intentan rehacer su vida, una vida que perdieron sin tener la culpa."

(*) Annegret Kapp, editora del sitio web del CMI, es miembro de la Iglesia Evangélica en Württemberg, Alemania.

Más información sobre la visita de la delegación del CMI a Siria

Galería de fotos

Iglesias miembros del CMI en Siria [en inglés]

Miembros de la delegación del CMI a Siria:

  • Rev. Dr. Samuel Kobia, secretario general del CMI.

  • Sr. Guirguis Saleh, Consejo de Iglesias de Oriente Medio, secretario general.

  • Sra. Clare Chapman, Consejo Nacional de Iglesias de EUA, secretaria general adjunta.

  • Obispo Samuel Azariah, miembro del Comité Ejecutivo del CMI; Iglesia del Pakistán.

  • Obispo Nareg Alemezian, miembro del Comité Central del CMI; Iglesia Apostólica Armenia (Cilicia), Líbano.

  • Rev. Dr. Volker Faigle, Iglesia Evangélica en Alemania, representación ante la República Federal de Alemania y ante la Unión Europea.

  • Sr. James D. Thomson, Red Ecuménica Mundial sobre Migración; Consejo Nacional de Iglesias de Australia, Christian World Service, director de política y sensibilización.

  • Sra. Kristina Hellqvist, Red Ecuménica Mundial sobre Migración; Iglesia de Suecia, consultora sobre inmigración y refugiados.

  • Sra. Carla Khijoyan, Secretaría para Oriente Medio del CMI.

  • Sra. Rima Barsoum, encargada del programa de Relaciones Cristiano-Musulmanas del CMI.