Por Royal Orr

Este es el segundo relato de una serie de tres sobre el Programa de Acompañamiento.

El equipo del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI) estaba reunido en una colina que dominaba el puesto de vigilancia israelí en la carretera de Jerusalén a Ramallah. Un soldado joven patrullaba en torno a un fortín en una elevación cercana. A lo lejos, la ciudad palestina de Ramallah se cocía al sol de mediodía.

Marita Roos y Marit Jorgensen, de Suecia y Dinamatca, observadores experimentados del conflicto, estaban explicando a los acompañantes ecuménicos la manera de evaluar la seguridad de la situación. Daban además indicaciones sobre lo que conviene observar y anotar en los puestos de vigilancia, como parte de una semana de formación para participantes en el PEAPI.

El puesto de vigilancia tenía dos puntos de control a una distancia aproximada de medio kilómetro. Varios soldados armados, con cascos y chalecos antibalas, registraban los vehículos y comprobaban la documentación. Un jefe de más edad permanecía descubierto bajo la débil sombra de una bandera israelí que ondeaba al cálido soplo del aire.

Uno de los acompañantes ecuménicos señaló hacia Kalanda. Una ambulancia estaba detenida en el punto de control alejado, con sus luces azules lanzando destellos. El equipo empezó a contar. Después de veinte minutos, los acompañantes avanzaron con la fila de peatones, esperando bajo redes de camuflaje hasta que los soldados les permitieron cruzar.

En el lado de Kalandia, Bernt se acercó al conductor de la ambulancia, el cual invitó a los acompañantes a ver a los pacientes en el interior.

"El conductor dice que los soldados le han dicho que tenía que tener un salvoconducto en inglés para pasar -explicó Bernt-. El suyo está sólo en árabe. Están esperando un permiso de más arriba."

Varios miembros del equipo pasaron a la parte trasera del vehículo. Una niña de seis meses recientemente operada estba allí con su madre y su padre. Intentaban llegar a un hospital de Jerusalén para un control médico. Había otro hombre en un rincón.

El doctor que iba con la ambulancia dijo que el hombre padecía una enfermedad mental, y que lo estaban trasladando a una institución especializada. Con ayuda de Marita, Bernt preguntó si sería útil que el equipo del PEAPI hablara con los soldados en el puesto de control. El conductor dijo que tal vez.

"¿Qué pueden hacer para fastidiarnos más? -añadió el padre contrariado-. ¿Matarnos? Eso sería normal."

Bernt y Marita fueron con Heidi y Anne-Lene, ambas estudiantes de medicina, a hablar a los soldados israelíes. Otra acompañante, Brigitta, permaneció junto a la puerta de la ambulancia conversando reposadamente con la madre de la niña enferma.

La cola de vehículos se extendía hasta perdida de vista en dirección a Ramallah. Al lado de la ambulancia, se estaba obligando a dos hombres a descargar por completo un camión lleno de alfombras y muebles.

Los acompañantes hablaron algunos minutos con el joven que estaba de servicio en el control.

"El soldado dice que el problema no es un salvoconducto, -dijo Marita cuando regresó la pequeña delegación-. El presunto enfermo mental no tiene documentos de identidad. No le dejan entrar, pero están dispuestos a dejar pasar a la familia si él se queda atrás."

Bernt y Marita dieron esta información al conductor de la ambulancia.

El grupo deliberó entonces sobre lo que convenía hacer. Hay poco tiempo para cualquier actividad en la repleta semana de formación impartida a los acompañantes ecuménicos, incluida esta visita a Kalandia. Pero muchos de ellos se sentían responsables de las personas de la ambulancia. Nadie sabía qué más podría hacerse.

El equipo del PEAPI decidió partir. Los acompañantes cruzaron la línea de control y empezaron a caminar de regreso hacia Jerusalén. A lo largo de su camino había barricadas de hormigón, alambre de espino y altas vallas metálicas.

Mientras los acompañantes conversaban entre sí, una limusina Mercedes engalanada con serpentinas blancas y flores pasó hacia Ramallah. En su interior iba un joven delgado vestido de etiqueta; su novia estaba a su lado, cubierta con un velo blanco.

En el punto de control hacia la parte de Jerusalén, estaba detenido el siguiente vehículo de la comitiva nupcial. Era un minibús lleno de mujeres y niños palestinos que cantaban y daban palmadas homenajeando a los recién casados. Una mujer soldado israelí dio palmadas con ellos mientras se apartaba para dejarles pasar.

Frustración y esperanza. Más tarde, en una sesión de reflexión en Jerusalén, el grupo analizaría las inevitables tensiones que han de soportar observadores y acompañantes en una situación de conflicto.

El PEAPI es un programa ecuménico del Consejo Mundial de Iglesias.

Puede verse más información sobre el programa, informes de los acompañantes y fotos en:

wcc-coe.org/wcc/what/international/palestine/eap.html

Royal Orr es asesor de Columbia Communications, Canadá, y presidente de la compañía productora de vídeo N.E.X.T. Productions. Está además encargado del programa nacional de asuntos religiosos "Spirit Connection", de la Iglesia Unida del Canadá. Estuvo en Jerusalén en agosto de 2002 para contribuir a la orientación local del PEAPI.