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Oraciones por la paz en Imjingak. Oubunmi Adedoyin Badejo de Nigeria.

Oraciones por la paz en Imjingak. Oubunmi Adedoyin Badejo de Nigeria.

Fotografía:

En una visita a la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur, que divide la península coreana desde hace 63 años, los participantes de la 10a Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en Busan mostraron el sábado su solidaridad con el pueblo coreano por medio de mensajes de paz.

 

Desde la guerra de Corea (1950-1953), la península coreana vive dividida en dos. Ha habido constantes enfrentamientos fronterizos entre el sur capitalista y el norte comunista y no hay perspectivas de que se pueda alcanzar una rápida solución al conflicto.

 

Kim Young-jin, pastor de la Iglesia Presbiteriana de la República de Corea, trabaja como voluntario en la Asamblea. Su familia es de Kaesung, una ciudad cerca de la frontera coreana. Cuando estalló la guerra en el país su familia fue separada. Su tía y sus abuelos viven en Corea del Norte y desde entonces no ha tenido contacto alguno con ellos. “Hay surcoreanos que no están interesados por la división”, explica Kim. “Y otros, en cambio, sí lo están porque están preocupados por la carga financiera que la unificación conllevaría”, añade. Él, por su parte, espera una pronta reunificación. “Como cristianos debemos creer en ella y trabajar por ella”, observa.

 

A Kim le conmueve que los participantes del CMI, que han venido de todas partes del mundo, hayan manifestado su solidaridad. “Es importante que la situación coreana no caiga en el olvido y que venga el mayor número posible de personas para que puedan ver por sí mismas lo que la división del país significa para el pueblo coreano”, afirma.

 

En Imjingak, a una hora de Seúl, desde un mirador los visitantes pueden echar un vistazo al otro lado de la frontera norcoreana. Los días despejados, se puede ver a los soldados norcoreanos desfilando.

 

En la zona fronteriza, los participantes en la Asamblea prepararon pequeñas cintas de telas colores con mensajes de paz, oraciones y deseos para el pueblo coreano, que luego anudaron en una de las vallas más cercanas a la frontera.

 

Alambradas y soldados recuerdan la división

 

En ciudades surcoreanas como Busan o Seúl no hay signos visibles que recuerden que la península de Corea todavía está dividida. No obstante, en Imjingak, a solo unos pocos kilómetros de la frontera norcoreana, los soldados y las alambradas recordaron a muchos participantes en la Asamblea que el conflicto coreano sigue siendo una realidad tan actual como hace sesenta años. Garland Debner Pohl, de la Iglesia Católica Romana, también tiene este sentimiento. Esta participante en la Asamblea tiene un vínculo personal con el conflicto coreano, ya que su marido participó en la guerra de Corea. Cuando estalló el conflicto tenía solo veinte años y acababa de empezar sus estudios universitarios en Estados Unidos. No estaba obligado a participar en el combate, pero decidió alistarse voluntariamente. “Quería ir, como se decía entonces, para matar a unos cuantos comunistas”, explica haciendo un gesto de desaprobación. “Era fácil convencer a un hombre joven de que los comunistas no eran seres humanos”. No obstante, su marido nunca estuvo en primera línea, sino que trabajó en una base americana.

 

Aunque durante la guerra de Corea, ella todavía era una niña se acuerda de las noticias en los periódicos sobre los soldados americanos a los que se tuvo que amputar los pies porque se les habían congelado. “Las noticias sobre nuestros soldados era atroces”, dice añadiendo que entonces nunca pensó en la situación del pueblo coreano. “Para mí, como americana, venir aquí ha sido una experiencia especial”, observa Debner Pohl, de 75 años de edad. “Tengo mala conciencia”, afirma esperando que tenga lugar un cambio político lo antes posible. “Esto es por lo que oro”.

 

Se pueden solicitar fotografías de alta resolución a través de photos.oikoumene.org.

 

Sitio web oficial de la X Asamblea del CMI