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Jad Saba Yusef Salem nació en Ma’alul y vivió allí hasta que los habitantes del pueblo tuvieron que huir en 1948. Todas las fotos: Albin Hillert/CMI

Jad Saba Yusef Salem nació en Ma’alul y vivió allí hasta que los habitantes del pueblo tuvieron que huir en 1948. Todas las fotos: Albin Hillert/CMI

Por Albin Hillert*

Ma’alul, un pueblo palestino destruido durante la guerra árabe-israelí de 1948, recibió a mediados de marzo la visita de un grupo de acompañantes ecuménicos.

“Me hubiera gustado invitarles a una casa de verdad, y no solo acogerlos como un refugiado”, dijo Jad Saba Yusef Salem al recibir al grupo de acompañantes en el pueblo.

Hoy, Salem, que tiene 95 años, es una de las pocas personas que todavía viven de las 75 familias que en 1948 habitaban el pueblo.

“Ahora la memoria me falla, pero todas las cosas que aprendí en la escuela todavía las recuerdo”, explica jocosamente Salem, antes de pasar a contar la historia de una comunidad de unas 800 personas que cultivaban la tierra, produciendo trigo y maíz, y donde también abundaban los manzanos.

Un grupo de acompañantes ecuménicos suben a la colina de Ma’alul. En 1948, aquí solían crecer manzanos, una fuente de alimentos e ingresos para los habitantes del pueblo. Tras la ocupación de estas tierras, los árboles frutales fueron reemplazados por un bosque de pinos.

“En esta zona hay dos pozos de agua, uno aquí y otro en la montaña”, indica Salem. “Antes de 1948, los compartíamos con nuestras comunidades vecinas judías. Éramos todos amigos”.

Pero la paz en Ma'alul no duró. El territorio fue ocupado en 1948 y las casas fueron arrasadas.

Los habitantes de Ma’alul eran mayoritariamente palestinos cristianos y musulmanes. Sus lugares de culto todavía permanecen en pie en lo alto de la colina.

En la actualidad, lo que queda del pueblo son dos iglesias, una mezquita y un mausoleo de la época romana.

Vacas pastando en la ladera de la colina de Ma’alul. Una familia beduina ha recibido permiso para utilizar la colina para su ganado, incluido el uso esporádico de las antiguas construcciones eclesiales como establos.

“El principal incidente antes de que decidiéramos que debíamos marcharnos”, recuerda Salem, “fue que una mujer de nuestra comunidad, que estaba delante de la puerta de su casa mirando hacia donde estaban los ocupantes, fue abatida mientras estaba allí de pie. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nuestros vecinos ya no eran amigos nuestros”.

Los aldeanos de Ma’alul no huyeron a un único lugar, sino que buscaron refugio en pueblos cercanos como Nazaret y Jaffa, o se fueron a Siria o el Líbano.

“Al principio creímos que sería algo temporal, cosa de pocas semanas, pero en realidad nunca pudimos regresar”, afirma Salem.

“Los habitantes de Ma’alul se convirtieron en personas desplazadas, perdieron sus tierras, sus casas, su trabajo, quedándose sin nada para reemplazar esas pérdidas”, observa Diana Bisharat, una mujer estadounidense de 33 años, descendiente de antiguos habitantes de Ma’alul, que se casó y se fue a vivir a Israel hace 11 años.

Diana Bisharat y Jad Saba Yusef Salem reciben a los acompañantes ecuménicos en el edificio de la Iglesia Católica de Ma’alul.

“Ma’alul no era solo un pueblo, era una familia”, reflexiona Bisharat. “Y todavía hoy recordamos, mantenemos la cabeza alta. Cada Pascua, obtenemos permiso del Gobierno israelí y nos reunimos aquí como comunidad, para celebrar, oficiar una misa y recordar juntos”.

“Mi mujer y yo nos casamos en junio de 1947”, dice Salem para concluir. “Todavía tengo salud y amo la vida. Me puedo preparar mi desayuno y nos ayudamos en las tareas del hogar. Así es como quiero vivir la vida, ser fuerte, para que nada me detenga”.

La seguridad de un libro

“Conocer a alguien como Salem hace que quiera seguir hablando. Tengo miles de preguntas”, observa uno de los acompañantes ecuménicos al irse del pueblo.

“No estoy seguro de tener las palabras adecuadas para hablar de esta experiencia”, dice, pero tras una breve pausa prosigue. “Cuando dejé mi trabajo anterior, buscaba hacer algo nuevo y pensé que este programa era algo en lo que tenía sentido participar”.

El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) ofrece la presencia continua de 25 a 30 acompañantes ecuménicos que acompañan a las comunidades locales durante tres meses brindándoles una presencia protectora, recopilando documentación y siendo testigos de sus luchas cotidianas y sus esperanzas.

“A principios de los años noventa, seguía las negociaciones de paz de Madrid en las noticias de la televisión. Hablaban de ellas durante veinte minutos cada día, una cobertura bastante importante. Y me interesé por esta cuestión, leí libros, cómodamente instalado en mi sillón”, explica el acompañante.

“Ahora estamos en 2019 y estoy aquí, y esto no es un libro, no es una página de un libro de un centenar de páginas”, dice. “En las colinas del sur de Hebrón, donde estoy destinado, veo a hombres y mujeres. A este señor. Tiene 95 años y no es un libro”.

“Ahora estamos en 2019 y estoy aquí, y esto no es un libro, no es una página de un libro de un centenar de páginas”, dice uno de los acompañantes.

Y concluye: “Al visitar las comunidades de aquí, te das cuenta de la seguridad que existe en los libros. Lees y aprendes, pero incluso cuando narran las peores cosas los libros no te hacen llorar. Al menos a mí no me hacen llorar. Pero esto sí. Este hombre anciano, fuerte, con ese brillo en los ojos”.

Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (en inglés)

La cena del sabbat ayuda a humanizar ambos lados de la historia (comunicado de prensa del CMI del 27 de marzo de 2019)

Los acompañantes ecuménicos ofrecen su presencia protectora, tanto de noche como de día, ante la amenaza de demolición de Khan al Ahmar (artículo del CMI del 4 de octubre de 2018)

Vida matutina y resistencia bajo la ocupación: los acompañantes ecuménicos son testigos en los puestos de control de Jerusalén y de la Ribera Occidental (artículo del CMI del 4 de octubre de 2018)

Labores matutinas: los acompañantes ecuménicos hacen compañía a los pastores en el valle del Jordán (artículo del CMI del 7 de octubre de 2018)

*Albin Hillert es consultor del Consejo Mundial de Iglesias en materia de comunicación.