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Fotos: Ivars Kupcis/CMI

Fotos: Ivars Kupcis/CMI

La Primera Guerra Mundial había empezado y el planeta estaba en plena crisis cuando se convirtió en arzobispo de Uppsala, en 1914. A pesar de todo, el pionero ecuménico y buscador de la paz, Nathan Söderblom, imaginó un nuevo camino para la iglesia, y fue un hombre de acción.

El 3 de junio, la Dra. Simone Sinn, profesora de Teología Ecuménica en el Instituto Ecuménico del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) de Bossey, observó que en aquel entonces el mundo se estaba “dispersando”, igual que hoy; y que había “miedo, odio y hostilidad” en el mundo, igual que hoy.

Söderblom, sin embargo, “plantó cara a la crisis imaginando nuevas relaciones inspiradas en el Evangelio”.

“Söderblom abrió el camino para que la iglesia imaginara una nueva forma de ser iglesia en el mundo”, dijo la Dra. Sinn durante un seminario sobre Nathan Söderblom de media jornada de duración que fue organizado en el CMI y copatrocinado por la Iglesia de Suecia.

‘El movimiento ecuménico ha madurado’

Afirmó que “las relaciones ecuménicas forman parte de ser iglesia en la actualidad, y ese no era el caso hace cien años. El movimiento ecuménico ha madurado”.

En el seminario, el obispo emérito Jonas Jonson, biógrafo de Söderblom y erudito ecuménico sueco, habló sobre su libro “Nathan Söderblom: llamado a servir”.

Describió la estética extrovertida de Söderblom, que inspiraba; fue un lingüista, visionario y motivador que viajó a los Estados Unidos cuando era joven, y cuyo espíritu ecumenista unió a personas de la tradición ortodoxa, del catolicismo romano y de otras religiones.

El seminario del CMI fue verdaderamente ecuménico, ya que la audiencia estuvo compuesta por estudiantes del Instituto Ecuménico y del Instituto de Estudios Superiores de Teología Ortodoxa de Chambésy, además de muchos asistentes en línea. También asistió un representante del Vaticano.

Los estudiantes tuvieron la oportunidad de conversar con los decanos ecuménicos sobre la espiritualidad y las obras de un visionario ecuménico cuyos encuentros con personas de otras confesiones pueden haber parecido adelantados a su tiempo, pero a quien la salud le falló a la edad de 65 años, en 1931.

Jonson relató la vida de Söderblom a través de una historia fascinante, describiendo los primeros años de su vida, en los que inspiró a los estudiantes y al mundo académico con su amplia visión de la iglesia y del mundo.

“Él pudo compartir la despreocupación que reinaba en el período de la preguerra, probar el sabor de la modernidad y la certeza de que la religión, la cultura, la ciencia y la tecnología traerían un futuro brillante a la humanidad”.

“Con determinación y una energía inagotable, Söderblom encarnó el optimismo y el progreso de la preguerra, disfrutó de fronteras abiertas, del intercambio académico y de los primeros signos de cooperación y unidad cristianas”.

Una estatua que inspira a los secretarios generales

Su influencia en el ecumenismo ha sido tal que el secretario general del CMI, el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, habló de la estatua de Söderblom que hay frente a su oficina en el Centro Ecuménico, y del ecumenismo de amor que rezumaba de él:

“Desde mi primer día como secretario general del Consejo Mundial de Iglesias, he visto el rostro de Lars Olof Jonathan Söderblom, a quien llamaban Nathan, un clérigo sueco que fue arzobispo de la Iglesia de Suecia en Uppsala entre 1914 y 1931. En 1930 recibió el Premio Nobel de la Paz por su labor uniendo a las iglesias por la paz”.

Tveit subrayó que “fue capaz de unir a las personas en relaciones verdaderamente significativas...nunca tuvo miedo de ser una voz crítica”.

Jonson observó que cuando Söderblom se convirtió en arzobispo, “ningún obispo y solo unos pocos miembros del clero votaron por él. Aún así, el gobierno lo propuso, y el rey confirmó el nombramiento.

“Probablemente su elección alivió una polarización política prevaleciente, al tiempo que ayudó a renovar una iglesia envejecida, ya que Söderblom era conocido no solo por su teología moderna sino también por simpatizar con el movimiento obrero, así como por su apoyo a la realeza y a las fuerzas armadas”.

Los demás obispos “lo encontraban impredecible, demasiado poco dogmático y, a menudo, demasiado radical en los asuntos sociales, y además veían sus proyectos ecuménicos e internacionales de unidad y paz como una empresa personal”.

Sin embargo, pronto se consagró como “el arzobispo más carismático, con la mente más abierta y con más energía que había tenido la Iglesia de Suecia desde la reforma del siglo XVI”.

A pesar de su popularidad, Söderblorn tuvo que afrontar la desaprobación de sus compañeros hasta el final de su vida. Su “extraordinaria labor humanitaria durante y después de la guerra”, su pertenencia a la Academia Sueca, y su reconocimiento como una de las personalidades más respetadas de Europa, acalló a sus críticos.

“Solo después de la Conferencia Cristiana Universal sobre Vida y Trabajo, en Estocolmo en 1925, y más aún después del Premio Nobel en 1930 y de su inesperada muerte un año después, las objeciones dieron paso al elogio nacional e internacional. A partir de entonces se convirtió en un ícono de la buena voluntad y de la santidad”, dijo Jonson.

Premio Nobel de la Paz

El hombre que ganaría el Premio Nobel de la Paz poco antes de su muerte “no era un teólogo sistemático con una cristología o una eclesiología bien desarrolladas. La ética cristiana y la acción práctica tuvieron prioridad sobre la dogmática de la iglesia; el espíritu universal de Dios tuvo mayor relevancia que la sacramentalidad encarnada; la cruz de la reconciliación inspiraba más fe que la resurrección”, dijo Jonson.

El Dr. Georges Tsetsis, que fue el representante permanente del Patriarcado Ecuménico entre 1985 y 1999, es el autor de un documento titulado “Nathan Söderblom y la Iglesia ortodoxa”.

En él escribió: “Uno de los aspectos más interesantes de la historia eclesiástica contemporánea ha sido la relación establecida, en torno a 1918, entre el arzobispo Nathan Söderblom de Uppsala y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, una relación que, sin duda, constituyó un elemento clave en la evolución del movimiento ecuménico actual”.

 

Más fotos del Seminario sobre Nathan Söderblom en el Centro Ecuménico