Por Paul Jeffrey, Jerusalén

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Durante semanas, Katam Mahmod Zud había contemplado la valla que cruzaba el fértil campo por debajo de su casa en la aldea cisjordana de Ti'innik. Aunque estaba afligida por lo que les ocurría a sus vecinos, que perdían algunas de sus mejores tierras, estaba satisfecha de que a ella la respetaran. Y he aquí que un día del mes de julio los agrimensores israelíes pusieron una señal de cemento pintada con colores vivos entre su casa y el pequeño terreno en el que ella cultiva cereales y hortalizas para los diez miembros de su familia. "Me dijeron que era para marcar el trazado de la segunda fase del muro, y que dentro de pocos meses llegarían los equipos de construcción para construir otro muro -dijo-. ¿Dónde voy entonces a cultivar alimentos para mis hijos? El muro les quitará el pan de la boca."

La barrera que va a separar a Zud de su campo tiene distintos nombres, según la persona que hable. La mayoría de los israelíes la llaman "valla de separación", entendiendo que 'buenas vallas hacen buenos vecinos', y pretenden que es necesaria para protegerlos de los ataques de hombres-bomba suicidas. Para la mayoría de los palestinos es "el muro", que recuerda el de Berlín, y sostienen que equivale a la rapiña total de sus tierras fértiles y su agua. De hecho es una valla en unos lugares y un muro de hormigón de ocho metros de altura en otros.

Concebido originalmente por israelíes progresistas como manera de frenar la expansión de los asentamientos judíos ilegales en la Cisjordania ocupada, debía construirse en la Línea Verde, la frontera de facto entre Israel y Cisjordania desde la guerra de 1967. En su concepción original, la valla dejaría fuera a los palestinos no deseados al mismo tiempo que frenaría el proceso de desmembración de Cisjordania por los asentamientos y las carreteras que los colonos han abierto convirtiendo la tierra de los palestinos en un complejo rompecabezas al que no puede darse coherencia alguna.

El primer ministro Ariel Sharon se oponía al principio a la valla, por creer que nada debía obstaculizar la expansión de los asentamientos. Pero cuando avanzaba la segunda intifada y la población reclamaba contra los terroristas suicidas, Sharon se apropió de la idea y ordenó la construcción de una barrera que, en lugar de seguir la Línea Verde, serpentea entrando y saliendo de Cisjordania, extrayendo del territorio palestino los valles fértiles y los asentamientos en lugares elevados. Las extensiones de la barrera propuestas para el futuro, incluida una que rebana el Valle del Jordán de los montes rocosos, dejarán a los palestinos con aproximadamente el 42 por ciento de Cisjordania. Un eventual Estado palestino tendrá mucha población sin medio alguno viable de subsistencia.

Tal es la situación denunciada por los críticos, que acusan a Israel de querer un estado vasallo débil y dependiente fragmentado en Bantustanes y poblado por trabajadores baratos para la industria israelí, o bien, todavía peor, una situación tan insostenible que los palestinos emigren en masa, dejado toda Palestina para los israelíes. La mayor parte de los israelíes apoyan la construcción de la barrera. Según Maya Johnston, investigadora de B'Tselem, un grupo israelí de derechos humanos que se opone a la barrera, "El muro ha sido vendido como lo mejor que se haya inventado en la lucha contra el terrorismo. Por eso la mayoría lo apoya. Están hartos de autobuses que vuelan por los aires y bombas en centros comerciales, y no ven otra solución."

Los dirigentes religiosos de la región se oponen con vehemencia a la construcción de la barrera.

"El muro de separación es un instrumento psicológico caro. Yo, como israelí, si veo que se levanta el muro, podría pensar: ¡Ah, ahora estoy protegido! Pero es algo únicamente psicológico. Dará a algunos israelíes el sentimiento de que ahora esos bribones ya no van a entrar. Pero ¿por cuánto tiempo? ¿Y si los palestinos consiguen agujerear el muro, o cavar túneles por debajo? ¿Qué hacer entonces?" -se pregunta Bernard Sabella, profesor de sociología en la Universidad de Belén y director ejecutivo del Departamento de Servicio a los Refugiados Palestinos del Consejo de Iglesias de Oriente Medio.

"La verdadera protección viene del tipo de relación que se mantiene. No se puede cortar de repente una relación que siempre ha existido. No es posible eludirla. Volverá y te perseguirá si la cuestión no es resuelta", dice Sabella.

El obispo episcopal de Jerusalén, Riah Abu El-Assal, advierte que los israelíes se están encerrando también tras la valla. "Las fronteras más seguras -dice- son los vecinos reconciliados, y los vecinos más próximos son los palestinos. Los israelíes deben despertar antes de que sea demasiado tarde. Esas vallas y esos muros no solo cercarán las ciudades palestinas añadiendo motivos de rencor, sino que también encerrarán a la comunidad israelí en una especie de gueto."

"La verdadera causa de todo este asunto de construcción de muros es la ocupación. Cuando los israelíes dejen de ocupar las tierras de otros, podrán reclamar y recibir la seguridad que tanto desean. No es tiempo de construir muros. Es tiempo de tender puentes. Y solo si aprenden a tender un puente más bien que a levantar un muro podrán garantizar su seguridad, su paz y su estabilidad", añade el obispo.

Muchos palestinos dicen que no se opondrían al muro si se construyera en la Línea Verde. "Si quieren construir un muro, que lo hagan en su tierra, no en la nuestra," dice Ghazi Hanania, ortodoxo griego miembro del Consejo Legislativo Palestino.

La pretensión israelí de que el muro se construye por motivos de seguridad no impresiona a muchos que viven bajo ocupación israelí. "El muro no se hace para tener seguridad, se hace para robar tierras. Los israelíes quieren tierras y quieren también la paz. Pero no pueden tener ambas cosas," dice el Dr. George Imseih, pediatra que trabaja en el campamento de refugiados de Ama'ri en Ramallah.

Al hacer más difícil la vida en los territorios ocupados, la barrera puede de hecho agravar los problemas de seguridad para los residentes de Israel. "¿Para la seguridad de quiénes es el muro? ¿Se sienten los israelíes más seguros cuando perdemos nuestras tierras, cuando no podemos cosechar nuestros olivos, cuando nuestros hombres tienen problemas psicológicos porque no pueden alimentar a sus hijos? Con el muro, la vida es lo mismo que la muerte, porque sin tierras y sin trabajo estamos muertos. Esto es lo que lleva a los atentados suicidas. Si yo tuviera una oportunidad de matarme, lo preferiría antes que estar muerta en vida." Así razona Mozain Jorban, una mujer de la aldea cisjordana de Rummana donde casi todas las familias han perdido valiosas tierras agrícolas por culpa de la barrera.

El agua, que ha sido un elemento esencial del conflicto israelí-palestino desde los años cuarenta, es clave también para entender el trazado actual de la barrera. "Si miras un mapa de los recursos naturales de Cisjordania, especialmente del agua, y lo comparas con un mapa del muro, verás que coinciden. No es por casualidad," dice Abdul-Latif Khaled, hidrólogo de Jayyous, donde la valla ha separado a los agricultores de sus campos fértiles y de todos los pozos de la ciudad.

No estando dispuestos a aceptar la pérdida total de sus tierras, 32 agricultores de Jayyous pasan casi todas las noches de la semana acampados en sus campos al otro lado de la barrera, acompañados a veces por miembros internacionales del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel, coordinado por el Consejo Mundial de Iglesias. Los agricultores se proponen permanecer allí, especialmente la temporada crítica de la recolección de aceitunas en el mes de octubre, para estar seguros de que el ejército israelí no les cerrará definitivamente el paso a sus campos. No creen en las promesas del gobierno de que siempre podrán utilizar una puerta en la valla junto a su pueblo. En agosto, ésta solo se abría una hora por la mañana y una hora por la tarde. "La puerta sólo existe para los periodistas, con objeto de poder decir que los israelíes permiten el paso de los palestinos a sus campos. Pero es mentira" -dice Shareef Omar Khaled, uno de los agricultores, quien explica que en varios lugares los colonos israelíes han separado a los agricultores palestinos de sus campos mediante vallas, dejando puertas que luego de algunos meses son cerradas permanentemente.

Al recibir en agosto a una delegación del Consejo Mundial de Iglesias, el jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos del ministerio israelí de asuntos exteriores, Gadi Golan, rechazó las quejas de los agricultores de que el muro les arrebataba las tierras de cultivo. "La tierra en que se construye el muro sigue perteneciendo a los agricultores -dijo-. No hay expropiación. Es cierto que tendrán dificultades para utilizarla, pero sigue siendo propiedad de ellos."

Esto no es un consuelo para los agricultores de Jayyous, decididos a no permitir que la valla les impida seguir labrando sus campos y recogiendo sus cosechas. "Si perdemos nuestras tierras quedaremos reducidos a la mendicidad -dice Shareef Omar Khaled-. Por eso hemos acampado aquí. Estamos decididos a quedarnos. Aunque el ejército trate de aniquilarnos, estamos dispuestos a morir, pero no a vivir como mendigos."

Matt Robson, cuáquero británico miembro del equipo de Acompañamiento Ecuménico, ha dormido varias noches con los agricultores de Jayyous en sus campos al otro lado de la valla. Dice que los agricultores se han comprometido a aferrarse a sus tierras, pase lo que pase. "Hay aquí una enorme capacidad de resistencia. Están furiosos, pero la furia no se manifiesta de manera violenta. Me impresiona la noviolencia por parte de los palestinos. Se niegan a ceder."

Una selección de fotos sin cargo en alta resolución para acompañar esta crónica está disponible en:

www.wcc-coe.org/wcc/what/international/palestine/eappi-sept2003.html

También sin cargo está disponible (en inglés) una nueva publicación del CMI, escrita por dos de los acompañantes ecuménicos: "Security or Segregation? The Humanitairan Consequences of Israel's Wall of Separation".