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© CMI/Marianne Ejdersten

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Por Marianne Ejdersten, Directora del Departamento de Comunicación del Consejo Mundial de Iglesias.

Llueve, hace frío y sopla el viento. El otoño se siente en el aire en el norte de Grecia. Acabamos de llegar al campo de refugiados de Idomeni, al norte de Grecia, en la frontera entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia. La llegada inminente del invierno supone una amenaza tan seria para los refugiados como los traficantes. En el peor de los casos el invierno significa la muerte.

Grecia ha recibido hasta ahora a más de 500 000 refugiados, 168 000 solo en el mes de septiembre. La situación es crítica. Además, los más pobres están aún en Siria y se espera que muchos lleguen en los próximos meses. Grecia está en medio de una crisis financiera y ha celebrado recientemente tres elecciones. Los griegos están luchando por sacar adelante sus propias vidas y, aun así, la mayoría de ellos ha recibido con los brazos abiertos a los sirios que han huido.

El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) visita Grecia durante cinco días a mediados de octubre. Es una forma de solidarizarse con los refugiados y de apoyar a las iglesias miembros del CMI de Grecia. El Consejo tiene 345 iglesias miembros en 110 países y representa a 550 millones de cristianos de todo el mundo. La delegación está dirigida por el Secretario General, el Rev. Olav Fykse Tveit, y el metropolitano Prof. Dr. Gennadios de Sassima, vicemoderador del Comité Central del CMI. La Prof. Dra. Dimitra Koukoura, de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, se une a la delegación cuando visitamos Tesalónica y el campo de refugiados. Yo también formo parte de la delegación para informar sobre lo que vemos y oímos.

Cuando llegamos al campamento de refugiados con el metropolitano Dimitrios de Gomenissa y Polykastron y su equipo, los voluntarios y los refugiados nos reciben con una cálida sonrisa. Reconocen al metropolitano; suele estar aquí ayudando. Sus empleados trabajan aquí todos los días para coordinar, ayudar, hablar con los refugiados, preparar la comida y dar a los niños algo interesante que hacer.

El metropolitano Dimitrios dice: “Ayudar es nuestra responsabilidad como iglesia. Debemos encontrar soluciones para resolver la crisis de los refugiados, Grecia no puede resolverla sola. Ahora lo importante es ayudar a mitigar esta situación crítica: proporcionar alimentos, agua y refugio”.

Y añade con una sonrisa: “También tenemos que crear espacios de descanso y reunión. Es importante que creemos una sensación de hogar, aunque solo sea para un corto período de tiempo. Preparamos comidas; hoy (16 de octubre) es el Día Mundial de la Alimentación y hemos hecho una sopa picante de alubias”. El hogareño y atrayente aroma de la sopa se extiende por todo el campamento, que tiene una veintena de tiendas de campaña y barracas. Los religiosos preparan la sopa bajo una carpa que hace de cocina. Bajo otra carpa hay una zona de juegos para los niños, que están pintando y dibujando. Observo los dibujos con curiosidad: hay coloridos príncipes y princesas, personajes de cuentos, animales y flores. Los niños dibujan tranquilamente y sonríen con expectación cuando el metropolitano y su equipo se acercan con una bolsa de caramelos. Resulta sorprendente verlos tan tranquilos y seguros después del terrible viaje huyendo de la guerra y el terror de Siria. Los niños rodean alegremente al metropolitano Dimitrios y él va dedicando un ratito a cada uno. También se reparten algunos caramelos aquí y allá.

Dimitrios destaca: “Todas las personas tienen el mismo valor, ya sean cristianas, judías o musulmanas. Todos deberían gozar de los mismos derechos y recibir el mismo trato, con pleno respeto de la dignidad humana. Todos estamos hechos a imagen de Dios”.

Seguimos adentrándonos en el campo y visitamos el hospital, gestionado por Médicos sin Fronteras. Están atendiendo a una mujer embarazada, a un hombre a quien han amputado un pie y a una joven que se hirió al escalar una alambrada durante su viaje a Grecia. Me parece que están excepcionalmente tranquilos; la expresión de sus rostros es relajada y sonríen con la esperanza de un futuro mejor en Europa.

Hablo con la chica que se hirió escalando una alambrada durante su viaje para encontrar la seguridad y empezar una nueva vida en Europa. Viaja sola. Sus padres se quedaron en Siria, con sus abuelos y su hermano mayor discapacitado. Me explica que sus padres no podían dejar a su hermano mayor ni a los abuelos y decidieron quedarse, a pesar del riesgo que corren sus vidas, pues son cristianos. Pero optaron por dar a Leila (como podemos llamarla) una nueva oportunidad en otra parte del mundo. Le dieron hasta el último céntimo de sus ahorros, unos 700 €. Ya casi no le queda nada y aún tiene por delante un largo viaje.

Leila me cuenta que sueña con un lugar en el mundo donde no haya violencia, guerra, ni terror. “Imagínese poder ir algún día al colegio sin tener que preocuparse por que la acosen, la amenacen e incluso que la maten; o lo peor que puede pasar, que la secuestren”, me dice con calma. Mírala: tiene 18, tal vez 19 años, pero ha vivido experiencias inimaginables para mí, una persona de 45 años que viene de la segura y pacífica Suecia, en el norte de Europa. Cuando hablo de mi país veo el anhelo en el rostro de Leila. “El sueño es lograr vivir en Suecia o en Alemania”, dice Leila.

Y me pregunta con interés: “¿Sabe algo sobre Luleå?, hay una línea directa para los refugiados entre Grecia y Luleå. ¿Cree que podría estudiar medicina allí?, me gustaría mucho poder ayudar a otras personas”. Dejo a Leila en el hospital; pero antes de que me vaya, ella se inclina hacia la maceta de flores que adorna el cobertizo del hospital, arranca una ramita de albahaca y me la da. “Piense en mí la próxima vez que vea esto. Para mí este aroma significa la esperanza de un nuevo futuro, tal vez en otro país. Quizá pueda volver a casa si el conflicto en Siria se resuelve, quizá pueda volver a ver a mi familia. Puede que sí y puede que no. Al menos estamos en contacto gracias a mi teléfono móvil”.

La delegación camina con los refugiados hacia la frontera. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es responsable del campamento y tiene varios cientos de voluntarios que organizan las actividades. Un voluntario anuncia: “Es el turno del grupo 1022 para caminar hacia Serbia”. Caminan unidos en grupos y los voluntarios les ayudan hasta llegar a la frontera. Al otro lado les esperan la policía, alambradas y militares. Tienen por delante una larga y extenuante caminata. Hablo con nuestro conductor, el padre Serafim. Me explica que Grecia, Macedonia y Serbia forman una zona de amortiguación entre los países para facilitar el desplazamiento hasta Europa. Los refugiados caminan siguiendo las vías del tren, la forma más fácil de avanzar en este valle. El viento aúlla y llueve a cántaros. Puedo ver el peligro que acecha a los refugiados, el invierno supone una gran amenaza.

El Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias, el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, está pidiendo una solución internacional a la situación de los refugiados. Y esa solución debe llegar ya.

Tveit afirma: “También tenemos que encontrar una solución pacífica y sostenible a la situación de Oriente Medio, y buscar la manera de que los cristianos puedan vivir en esta región. Se trata de respetar el derecho internacional y la dignidad humana. Todas las personas tienen derecho a vivir en paz y libertad”.

Tveit subraya “la importancia de que las iglesias protejan la dignidad humana y la igualdad de todas las personas” e insiste en que la labor que se lleva a cabo en Grecia demuestra el firme compromiso de las iglesias con los derechos de todas las personas.

La delegación visitó a líderes religiosos en Atenas y en Apostoli, la organización diaconal ortodoxa.

En 2010 el arzobispo Jerónimo fundó Apostoli en Atenas. Apostoli es una de las mayores organizaciones de ayuda de Grecia, distribuye alimentos a 10 000 familias cada mes. Trabaja con Caridades Cristianas Ortodoxas Internacionales (IOCC). Su programa proporciona alimentos básicos a las familias y promueve la economía agrícola local.

El líder de Apostoli explica que ahora mismo el mayor desafío es coordinar las actividades para maximizar los beneficios de la ayuda. Cada semana los representantes de las iglesias se reúnen para definir las mejores formas de ayudar a los afectados. Esas reuniones son de vital importancia no solo para la grave situación que vive hoy Grecia, sino también para el futuro.

De la reunión con el arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda Grecia emerge el claro deseo de que las organizaciones ecuménicas movilicen a las iglesias de todo el mundo para atender a los refugiados y ayudarles a superar el invierno, así como de detener el tráfico de personas.

El arzobispo dijo: “Si todas las iglesias participan activamente podremos crear un paso seguro para todos. Eso implica que no habrá negocio para los traficantes. La trata o el tráfico de personas es ilegal y las autoridades deberían perseguirlo, pero el fenómeno existe y está creciendo. Las iglesias pueden contribuir en este sentido informando a las personas sobre sus derechos y procurándoles un paso seguro”.

En mi último día en Grecia visito la Iglesia de Suecia, la pequeña congregación luterana y escandinava. Esta iglesia de migrantes de Grecia tiene sus instalaciones en el centro de Plaka. El Rev. Gunnar Lidén habla de su trabajo diaconal para atender a los refugiados y coordinar la ayuda de las demás organizaciones. “La labor ecuménica está adquiriendo fuerza con la crisis;  se están formando nuevas alianzas y nos estamos conociendo mejor gracias al trabajo en el terreno”, dice Lidén. La Iglesia de Suecia es una de las 20 iglesias y organizaciones ecuménicas de la zona que participan en las reuniones semanales con Apostoli.

Durante la visita también tuvimos la oportunidad de conocer a Alessandra Morelli, la nueva coordinadora superior de operaciones del ACNUR en Grecia. Su determinación, competencia y sabiduría han quedado grabadas en mi memoria, y sobre todo sus últimas palabras:  “Nadie puede perder la vida en Europa a causa del tiempo. Para ello hay que redistribuir los recursos y revisar la legislación y la coordinación”.

La visita solidaria se acerca a su fin. El tiempo en Grecia está dando un giro al otoño con vientos fríos. Me doy cuenta de que el calendario es nuestro enemigo: no nos queda mucho tiempo. Ha llegado el momento de tomar medidas para ofrecer una solución sostenible a los refugiados, y en cambio, los medios informan de que hay más países europeos que están cerrando sus fronteras. Esto supone una enorme amenaza para la dignidad humana además del incumplimiento del derecho internacional. Debemos tomar medidas ahora.

El metropolitano Gennadios, vicemoderador del Consejo Mundial de Iglesias, dice después de la visita: “El Consejo Mundial de Iglesias ha desempeñado una tarea especial desde 1948. El problema de los refugiados era importante después de la Segunda Guerra Mundial y hoy vuelve a serlo. Es hora de que creemos juntos soluciones sostenibles a largo plazo. La dignidad humana es sagrada. Como iglesia tenemos la misión de protegerla”.

El Secretario General, Olav Fykse Tveit, se quedará en Grecia unos días más para participar en una consulta organizada por el gobierno griego en torno a la crisis de los refugiados y la situación en Oriente Medio. Dentro de una semana la Iglesia Evangélica de Alemania y el Consejo Mundial de Iglesias celebrarán otra consulta en Munich con unos 30 líderes religiosos de Europa y Oriente Medio, que se centrará en el papel de las iglesias en la crisis de los refugiados. Asimismo se están manteniendo conversaciones con las Naciones Unidas para organizar una reunión entre las iglesias y los funcionarios de la Organización a principios del año que viene. Ahora mismo el trabajo a nivel local y mundial es fundamental: está salvando vidas. Eso nos quedó claro después de nuestra visita a Grecia.

Terminaré citando de nuevo a Morelli: “Nadie puede perder la vida a causa del tiempo”.