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Foto: Sean Hawkey/CMI

Foto: Sean Hawkey/CMI

Las fronteras nacionales, religiosas y étnicas no tienen ninguna importancia para el virus de la COVID-19. Ver su efecto en el mundo entero nos recuerda la interconexión de toda la familia humana. En las próximas semanas, los cristianos, los judíos y los musulmanes participarán en aspectos centrales de sus calendarios rituales. Aunque normalmente es una época de reuniones festivas, ahora todos tienen dificultades para encontrar una manera de celebrar dadas las precauciones que debemos tomar para protegernos y proteger a nuestros seres queridos y nuestras comunidades. Las comunidades cristianas, judías y musulmanas están respondiendo a todos los desafíos de este tiempo sin precedentes: combaten el odio y la intolerancia que han surgido a causa de la pandemia, proporcionan servicios de primera línea a los necesitados, mantienen la comunidad y buscan alternativas creativas para conmemorar y celebrar en un mundo de distanciamiento social y cuarentena.

¿De qué maneras ve Su Beatitud a las iglesias adaptarse a la vida en medio del brote del coronavirus, en Tierra Santa y en el resto del mundo?

En la larga historia de nuestra Iglesia, el mundo ha pasado naturalmente por innumerables dificultades. Somos capaces de proceder con claridad siguiendo las instrucciones de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que dijo: “Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Marcos 12:17). De esta manera, en particular durante la situación actual en la que afrontamos el coronavirus, mantenemos nuestra vida de oración como deberíamos, pero dentro de los límites fijados por las autoridades con el propósito de velar por la salud y la seguridad públicas.

¿Cómo podemos proteger vidas? ¿Qué podemos hacer como iglesias y comunidades religiosas?

Nuestro Señor Jesucristo resumió toda la ley y los profetas en dos mandamientos: amar a Dios con todo lo que tenemos, y amar al prójimo –incluso a nuestros enemigos– como a nosotros mismos. Estos mandamientos guían nuestra misión cristiana, y nuestra Iglesia ha reiterado su compromiso con la misión filantrópica que alivia las cargas de otros cuando es necesario, tanto material como moralmente. De este modo, como servidores de Cristo y como líderes espirituales, deberíamos participar en los actos de asistencia que podamos cuidando de los mayores y los vulnerables, y pidiendo a Dios que tenga misericordia de su creación y nos libre de esta pandemia.

Su Beatitud, por favor, comparta algo del trabajo litúrgico en las celebraciones de la Pascua en Jerusalén. ¿Cómo celebraron en medio de la COVID-19?

Dado que Jerusalén es el lugar físico del encuentro humano-divino, nuestros servicios durante la Semana Santa y la Pascua se celebraron a pesar de la difícil situación y la incapacidad, por las necesarias directrices sanitarias, de recibir a peregrinos y miembros de nuestra comunidad local para que estuvieran presentes físicamente en el Santo Sepulcro. Estos servicios fueron retransmitidos en línea y vistos por cientos de miles de personas aquí en Tierra Santa y en el mundo entero.

¿Cuáles son las reflexiones de Su Beatitud sobre el hecho de que las celebraciones de la Pascua en Jerusalén contaran con más de dos-tres millones de seguidores en los medios sociales?

Al enfrentarnos a esta crisis actual, está claro que la profunda necesidad de conectar con los lugares sagrados movió a personas del mundo entero de todos los entornos religiosos e incluso no religiosos. Es un consuelo para ellos saber que hay esperanza, que se plasma en nuestras oraciones por el mundo entero y por cada uno de nosotros, y por liberarnos de este virus. Del mismo modo, las personas se dan cuenta de que, sin la protección celestial, la vida no tiene propósito y es incierta. La esperanza de la resurrección que es la Pascua está en la victoria de Dios sobre los poderes del mal, y su luz que nunca falla sobre las tinieblas es la promesa de la vida eterna con él.

¿Cuál es el principal recuerdo personal de Su Beatitud de la Pascua de 2020 en Jerusalén?

Puede que nuestra celebración de la Pascua en Jerusalén se haya vivido en una situación sin precedentes, pero su propósito sigue siendo el mismo. Dios no está confinado en sitios locales, porque el ser humano es la iglesia donde el Espíritu Santo mora: “porque el templo de Dios es santo, y ustedes son ese templo” (1 Co 3:17).

¿De qué maneras pueden los jefes de iglesias y los dirigentes religiosos de Jerusalén ser un modelo en medio de la COVID-19?

Las iglesias de la Ciudad Santa de Jerusalén y de Tierra Santa siguen siendo un testimonio vivo que se expresa en y a través de las oraciones en el lugar mismo de la crucifixión, el entierro y la resurrección de nuestro Señor Jesús. Como pastores del rebaño de Cristo, continuamos nuestra misión para mantener vivo el espíritu y difundir el mensaje de esperanza, porque se nos ordena: “No apaguen el Espíritu” (1 Ts 5:19).

Y se nos exhorta a alentar a los pusilánimes, ayudar a los débiles, los necesitados y los enfermos de nuestra sociedad, y apoyarnos los unos a los otros en momentos de incertidumbre, miedo y sufrimiento. Al mismo tiempo, como comunidades religiosas, pedimos a todas las personas que cumplan las directrices establecidas por las autoridades con el fin de mantenernos a salvo y sanos.

Dado que Su Beatitud se enfrenta a desafíos sin precedentes, ¿por qué puede orar la comunidad mundial?

Agradezcamos a nuestro Señor y Salvador Jesucristo su amor permanente y que nunca nos haya abandonado. Debemos orar por la manifestación del amor de Dios en los actos y la compasión hacia nuestros hermanos y hermanas humanos, pues san Juan nos enseña: “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20).

Preguntas preparadas por la directora de comunicación del CMI, Marianne Ejdersten.

 

Iglesias miembros del CMI en Tierra Santa

Los dirigentes religiosos de Jerusalén oran juntos por que se acabe el coronavirus (en inglés)