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La obispa Sofie Petersen, miembro del Comité Central del CMI, celebra veinticinco años como obispa de la Diócesis de Groenlandia. Todas las fotografías: Claus Grue/CMI

La obispa Sofie Petersen, miembro del Comité Central del CMI, celebra veinticinco años como obispa de la Diócesis de Groenlandia. Todas las fotografías: Claus Grue/CMI

*Por Claus Grue

Aunque le encanta lo que hace, hay momentos en los que la obispa Sofie Petersen siente el fuerte deseo de estar en un lugar distinto a su acogedora oficina diocesana de Nuuk (Groenlandia). Preferiblemente al aire libre, inhalando el frío aire del Ártico ante un paisaje asombrosamente bello donde vagan imponentes osos polares y enormes ballenas se abren paso lentamente a lo largo de la costa entre las aguas cubiertas de casquetes de hielo.

El estilo de vida occidental establecido, con horas de trabajo programadas de manera estricta y agendas apretadas, se ha enfrentado siempre a la fuerte competencia de los instintos y las tradiciones culturales de los inuit. La profunda dedicación a la Madre Naturaleza corre por las venas de los groenlandeses nativos.

“Aquí estamos acostumbrados a salir a navegar cuando el tiempo nos invita a hacerlo, no cuando el reloj nos permite salir del trabajo. Por ese motivo, a veces me pregunto por qué estoy sentada aquí cuando podría estar fuera disfrutando de nuestra bella naturaleza”, dice Petersen.

Disko Bay en primavera.

En su opinión, tales anhelos no dependen solo de las diferencias culturales, sino también de los genes.

“Por ejemplo, la naturaleza nos ha enseñado a acumular reservas de energía comiendo alimentos más pesados en el invierno”, ejemplifica.

Estar ahí para la gente

La imposición de las tradiciones y la gobernanza danesas ha tenido un grave efecto en la cultura y los valores inuit que predominan en Groenlandia. Los siglos de dominación colonial han generado alienación e inactividad, que se consideran en gran medida la causa fundamental del alcoholismo y de otros problemas sociales que siguen plagando la isla. Aunque la Iglesia de Groenlandia hace mucho para dar esperanza a las personas marginadas y ayudarlas a salir de la miseria, a Petersen le gustaría hacer más para promover iniciativas locales donde se debatan los asuntos sociales desde una perspectiva bíblica.

“Contamos con un programa diaconal integral para apoyar y facilitar el trabajo voluntario en las congregaciones locales de toda la isla. Intentamos estar ahí para la gente cuando y donde nos necesiten. Sin embargo, la constante escasez de clero, y de otros miembros del personal y voluntarios, hace algunas veces que sea difícil para nosotros utilizar plenamente nuestras asignaciones diaconales. Eso constituye un desafío, especialmente en las zonas rurales”, explica Petersen.

Operar en grandes distancias en un clima ártico, donde no hay carreteras ni vías férreas que conecten los asentamientos, plantea desafíos para los tres decanatos que cubren la isla. A menudo, los helicópteros y los trineos de perros, además de toda clase de barcos, son el único medio de transporte que permite llegar a zonas remotas.

Predicar el Evangelio es, en muchos lugares, tarea de los catequistas, que reciben una formación completa y la autorización de la Diócesis de Groenlandia para realizar tareas pastorales cotidianas que no requieren ordenación. En los lugares donde no hay catequistas, los decanatos emplean a los llamados catequistas-lectores para presentar textos preparados por un pastor ordenado o un catequista en otro lugar. Estos arreglos hacen posible que la Iglesia de Groenlandia cumpla su obligación de reunir a las personas para las oraciones y los cultos de forma periódica, también en zonas poco pobladas.

“Las circunstancias geográficas y demográficas aquí permiten a los pastores ordenados visitar las congregaciones remotas quizá dos o tres veces al año, normalmente para confirmaciones y bodas”, explica Petersen.

Gobernanza en el marco del autogobierno

Como obispa, es la líder espiritual de casi la totalidad de los 56 000 habitantes de Groenlandia. En torno al 98% de sus compatriotas son miembros de la Iglesia de Groenlandia. Desde 2009, cuando Groenlandia obtuvo una considerable independencia de Dinamarca gracias a un referéndum, la Diócesis de Groenlandia se rige por el Gobierno autónomo de Groenlandia, que también la financia en su totalidad. Una nueva ley aprobada en 2010 estableció la oficina diocesana del obispo en Nuuk como el órgano rector y administrativo central de la Iglesia de Groenlandia. A Petersen le complace este acuerdo, que cree que facilita que los procesos de toma de decisiones se desarrollen sin problemas y hace que resulte fácil resolver con rapidez toda clase de asuntos.

Oficina diocesana en la capital de Groenlandia, Nuuk.

En comparación con Escandinavia, la historia de Groenlandia como sociedad cristiana es más bien corta. El próximo año, se cumplirán solo trescientos años desde que Hans Egede, misionero danés luterano, llegara a las costas para colonizar la isla, encomendado por el rey Federico IV de Dinamarca. Y no fue hasta 1953 cuando se permitieron iglesias de denominaciones distintas a la luterana.

Hacer frente a las diferencias culturales

Las diferencias culturales entre Groenlandia y Dinamarca han tenido impacto en la fe cristiana.

“De donde yo vengo, ser cristiano es universal. En Dinamarca, donde fui a la escuela, estudié Teología y viví diecisiete años en total, ser cristiano es lo mismo que ser danés. Existe una diferencia enorme en nuestra forma de pensar porque el cristianismo siempre se ve influenciado por el contexto en el que está. La cultura está integrada en la fe y la evangelización depende de la teología que sigamos. En Groenlandia, el cristianismo ha reprimido nuestra cultura”, concluye Petersen.

En cierta medida, Petersen cree que todavía sucede hoy en día. Un ejemplo es la indignación que en ocasiones causa entre los cristianos más conservadores que se toque en la iglesia un instrumento inuit tradicional como es el tambor.

“Para algunos, el tambor, y también la flauta, representan el paganismo”, afirma Petersen.

Aun así, la fe cristiana se ha convertido en una parte vital de la vida cotidiana de Groenlandia, a pesar de que la haya introducido la colonización. Las iglesias suelen estar llenas los domingos y la gente disfruta reuniéndose como una comunidad cristiana, orando y cantando himnos en su idioma materno.

“Los groenlandeses suelen relajarse con más facilidad y se reúnen más a menudo. Nuestro estilo de vida es más relajado en comparación con los modos de vida occidentales”, dice Petersen.

Nacida en Maniitsoq en la costa oeste de Groenlandia, y enviada a Dinamarca a los once años para ir a la escuela, se siente afortunada por tener dos patrias.

“Aunque echaba muchas veces de menos mi hogar, vivir en el extranjero me hizo independiente a edad temprana. Me aportó asimismo nuevas perspectivas y me permitió ver las cosas desde ángulos diferentes. Aprendes mucho sobre tu herencia de esa manera, lo cual me ha fortalecido en mi propia identidad”, dice.

Escuchar la llamada de Dios a edad temprana

A los once años, también sabía que quería seguir los pasos de su padre y hacerse pastora cuando creciera. Y que definitivamente quería vivir en Groenlandia. Desde que escuchó la llamada de Dios, ha apreciado cada momento como sierva suya. Predicar el Evangelio y formar parte de una comunidad cristiana en lo bueno y en lo malo ha sido una bendición para ella. Y sigue siéndolo.

“Se trata de ser mirada con el amor de Dios. Se trata de atreverse a compartir algo que nos toca en lo profundo de nuestros corazones. Se trata de reconocer que como seres humanos somos vulnerables y que necesitamos a alguien ahí, a Dios todopoderoso, eso es, para que esté siempre de nuestro lado. Es por eso por lo que llevamos a nuestros hijos al bautismo”, explica Petersen.

En su opinión, la iglesia debe hablar de cosas que importan en la vida cotidiana de las personas. Debe preguntar y desarrollar las preguntas clave, como: ¿qué es realmente lo más importante en la vida?

Desde que la doctrina cristiana ya no es una parte obligatoria del programa de educación de las escuelas de Groenlandia, el conocimiento de la Biblia y del Evangelio entre los niños y los adolescentes ha disminuido. Ese es uno de los múltiples desafíos a los que se enfrenta la iglesia en la actualidad que preocupan a la obispa.

“La comunidad cristiana consiste en entender que eres quien eres por los otros, no por ti mismo. Trata del prójimo. Hoy en día, se cría a los niños para que sean la atalaya en torno a la cual todo lo demás gira. Esa individualización es mala para ellos y mala para la sociedad”, afirma Petersen, que tiene cuatro nietos.

Una vida de compromiso y pasión

Este año, Petersen celebra su 25º aniversario como obispa de la Diócesis de Groenlandia. Su personalidad cálida, su mentalidad abierta, su falta de prestigio y sus genuinos rasgos inuit la han hecho sumamente popular en su país, donde la “obispa Sofie” lleva décadas siendo muy conocida.

Su compromiso de larga data con el movimiento ecuménico la ha convertido en una cara familiar y una dirigente religiosa respetada en el marco internacional, donde es una voz de gran interés en el debate sobre el cambio climático y una firme defensora de un enfoque integral basado en la fe de esa cuestión.

Desde 2006, Petersen ha sido miembro del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), que se reúne cada dos años en calidad del máximo órgano rector del CMI entre asambleas.

“Me siento bendecida por haber tenido la oportunidad de aprender toda clase de cosas diferentes y de participar en una amplia variedad de asuntos pertinentes: todo lo que va de los problemas del calentamiento global a las nuevas traducciones al groenlandés de la Biblia, los rituales y los himnos, de las que estoy especialmente orgullosa. He tenido el privilegio de visitar cada rincón de mi amado país, siendo testigo de lo mucho que significa la fe para los habitantes de Groenlandia. Eso me ha fortalecido en mi propia fe”, explica Petersen.

Después de veinticinco años como obispa, sigue echando de menos trabajar como pastora de una parroquia. Predicar el Evangelio y formar parte de una comunidad cristiana es lo que siempre le ha importado más.

“Predicar el Evangelio siempre es nuestra prioridad como iglesia. Si llega el día en que piensa que puede ir al trabajo y realizar el culto de manera rutinaria para quitárselo de encima, entonces es el momento de retirarse”, dice Petersen.

La sinceridad y la dulzura con las que comparte sus conocimientos y su experiencia ante una taza de café y pastas danesas en su acogedora oficina diocesana, y la alegría con la que habla de predicar y rendir culto, hacen que resulte difícil creer que algún día pueda perder su pasión y su compromiso. Puede que se retire como obispa a finales de año, pero nunca se retirará de la comunidad cristiana.

Este es el último reportaje de nuestra serie especial sobre Groenlandia, producida y publicada desde mayo de 2019.

Un enfoque holístico del cambio climático (comunicado de prensa del CMI del 3 de diciembre de 2019)

Una maestra y predicadora con raíces profundas (comunicado de prensa del CMI del 10 de septiembre de 2019)

Una animada vida eclesial en el entorno ártico (comunicado de prensa del CMI del 5 de agosto de 2019, en inglés)

“Un humilde siervo del rebaño de Dios” (comunicado de prensa del CMI del 10 de julio de 2019, en inglés)

“Un hombre preocupado, pero esperanzado” (comunicado de prensa del CMI del 26 de junio de 2019, en inglés)

“No hay piezas de repuesto para las ballenas” (comunicado de prensa del CMI del 13 de junio de 2019, en inglés)

“Tratar los traumas y sanar las heridas” (comunicado de prensa del CMI del 4 de junio de 2019)

“La vida de la iglesia en Groenlandia y los retos climáticos recogidos en una nueva serie de reportajes” (comunicado de prensa del CMI del 24 de mayo de 2019, en inglés)

*Claus Grue es consultor del Consejo Mundial de Iglesias en materia de comunicación.

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Disko Bay in springtime.

Disko Bay in springtime. Photo: Claus Grue/WCC

In her mind, such yearnings are not only contingent on cultural differences, but on genes as well.

“For instance, nature has taught us to build up energy reserves by eating heftier food in winter,” she exemplifies.

Being there for people

Imposing Danish traditions and governance has taken its toll on the Inuit culture and values predominant in Greenland. Centuries of colonial rule have bred alienation and quiescence, which is largely seen as a root cause of alcoholism and other social problems still plaguing the island. Although the Church of Greenland does plenty to give marginalized people hope and help them out of their misery, Petersen would like to do more to encourage local initiatives where social issues are discoursed from a Biblical perspective.

“We have a comprehensive diaconal programme in place to support and facilitate voluntary work in local congregations throughout the island. We try to be there for people whenever and wherever they need us. However, a constant shortage of clergy, as well as other personnel and volunteers, sometimes makes it difficult for us to fully utilize our diaconal allowances. That is a challenge, particularly in rural areas,” Petersen explains.

Operating over vast distances in an arctic climate, where there are neither roads nor railways connecting settlements, poses challenges to the three deaneries covering the island. Often, helicopter and dogsled, plus all kinds of boats, are the only possible means of transportation to remote areas.

Preaching the Gospel is in many places done by catechists, who are thoroughly trained and authorized by the Diocese of Greenland to carry out day-to-day pastoral duties which don’t require ordination. In places where there aren’t any catechists, so called reader-catechists are engaged by the deaneries to deliver texts prepared by an ordained pastor or a catechist elsewhere. Such arrangements make it possible for the Church of Greenland to fulfil its obligation to gather people for prayers and worships on a regular basis, also in sparsely populated areas.

“Geographic and demographic circumstances here will allow ordained pastors to visit remote congregations perhaps two or three times a year, typically for confirmations and weddings,” Petersen explains.

Governance under self-rule

As bishop, she is the spiritual leader of almost all of Greenland’s 56,000 inhabitants. Around 98 percent of her fellow countrymen are members of the Church of Greenland. Since 2009, when a referendum gained Greenland considerable independence from Denmark, the Diocese of Greenland is organized under the self-ruling Government of Greenland, which also fully funds it. A new law adopted in 2010 established the bishop’s diocesan office in Nuuk as the central governing and administrative body of the Church of Greenland. Petersen is pleased with this arrangement, which she thinks facilitates smooth decision-processes and makes it easy to quickly resolve all kinds of issues.

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Diocesan office in Greenland capital Nuuk

Diocesan office in Greenland capital Nuuk. Photo: Claus Grue/WCC

Compared to Scandinavia, Greenland has a rather short history of being a Christian society. Next year, it will be only 300 years since Hans Egede, a Lutheran, Danish missionary, came ashore to colonize the island, assigned by King Fredrik IV of Denmark. And it wasn’t until 1953, that churches of other denominations than Lutheran were allowed.

Coping with cultural differences

The cultural differences between Greenland and Denmark have had their impact on Christian faith.

“Where I come from, being a Christian is universal. In Denmark, where I went to school, studied theology and lived for 17 years altogether, being a Christian is the same as being Danish. There is an enormous difference in our way of thinking because Christianity is always influenced by the context it is in. Culture is integrated in faith and evangelism depends on the theology we pursue. In Greenland, Christianity has quelled our culture,” Petersen concludes.

To a certain extent, she believes that that is still the case today. An example is the outrage it sometimes causes among more conservative Christians when a traditional Inuit instrument like the drum is beaten in church.

“To some, the drum, and the flute as well, represents heathenism,” says Petersen.

Still, the Christian faith, albeit brought in with colonization, has become a vital part of everyday life in Greenland. Churches are often full on Sundays and people enjoy getting together as a Christian fellowship, praying and singing hymns in their native language.

“Greenlanders tend to unwind easier and get together more often. Our lifestyle is more relaxed, compared to western lifestyles,” Petersen says.

Born in Maniitsoq on Greenland’s west coast, and sent to Denmark as an eleven-year-old to go to school, she feels fortunate to have two motherlands.

“Although I was often homesick, living abroad made me independent early on. It also gave me new perspectives and enabled me to see things from different angles. You learn a lot about your heritage that way, which has strengthened me in my own identity,” she says.

Heeded God’s call early on

At the age of eleven, she also knew that she wanted to walk in her father’s footsteps and become a pastor when she grew up. And that she definitely wanted to live in Greenland. Since she heeded God’s call, she has cherished every moment as his servant. Preaching the Gospel and being part of a Christian fellowship through thick and thin has been a blessing to her. And it still is.

“It is about being looked upon with God’s love. It’s about daring to share something that touches us deep down in our hearts. It’s about acknowledging that we as human beings are vulnerable and that we need someone there, God Almighty, that is, to always be by our side. That is why we carry our children to baptism,” Petersen explains.

In her opinion, the Church must talk about things that matter in people’s everyday life. It must ask and elaborate on key questions, like; what is really most important in life?

Since Christian teaching no longer is a compulsory part of the education programme in school in Greenland, the knowledge of the Bible and the Gospel among kids and teenagers has decreased. That is one of many challenges facing the church nowadays that the bishop worries about.

“The Christian fellowship is about understanding that you are what you are because of others, not because of yourself. It is about thy neighbour. Nowadays, children are brought up to be the vantage point around which everything else circles. Such individualization is bad for them and bad for society,” says Petersen, who has four grandchildren herself.

A lifetime of commitment and passion

This year, Petersen celebrates her 25th anniversary as bishop of the Diocese of Greenland. Her warm, open-minded, non-prestigious personality and genuine Inuit traits have made her immensely popular at home, where “Bishop Sofie” has been a household name for decades.

Her long-time commitment to the ecumenical movement has also made her a familiar face and well-respected church leader on the international scene, where she is a poignant voice in the climate change debate and a strong advocate for a holistic, faith-based approach to that issue.

Since 2006, Petersen has served as member of the World Council of Churches (WCC) central committee, which convenes every second year as the highest governing body of the WCC in-between assemblies.

“I feel blessed to have had the opportunity to learn about all kinds of different things and to be involved in a broad array of pertinent issues; everything from global warming issues to new translations into Greenlandic of the Bible, rituals and hymns, which I am particularly proud of. I have been privileged to visit every corner of my beloved home country, witnessing how much faith means to people in Greenland. That has strengthened me in my own faith,” Petersen explains.

After 25 years as bishop, she still misses working as a pastor in a parish. Preaching the Gospel and being part of a Christian fellowship is what always has mattered the most to her.

“As a Christian church, preaching the Gospel is always our first priority. If a day comes when you think that you can go to work and routinely get the worship over and done with, then it is time to retire,” says Petersen.

The sincerity and gentleness, with which she shares her knowledge and experience over coffee and Danish pastry in her cosy diocesan office, and the joy with which she talks about preaching and worshipping, makes it hard to believe that she ever could lose her passion and commitment. She may retire as bishop later this year, but she’ll never retire from the Christian fellowship.

This is the last feature story in our special series on Greenland, produced and published since May 2019.

A holistic approach to climate change (WCC press release of 3 December 2019)

A deeply rooted teacher and preacher (WCC press release of 10 September 2019)

A vibrant church life in Arctic surroundings (WCC press release 5 August 2019)

"A humble servant in God’s herd" (WCC press release 10 July 2019)

"A worried but hopeful man" (WCC press release 26 June 2019)

“There are no spare parts for whales” (WCC press release 13 June 2019)

"Dealing with traumas and healing of wounds" (WCC press release 04 June 2019)

"Greenland church life and climate challenges featured in new series" - WCC press release 24 May 2019

*Claus Grue is a communication consultant for the World Council of Churches.