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Erich Weingartner, el 22 de octubre de 2009. Foto: Peter Williams/CMI

Erich Weingartner, el 22 de octubre de 2009. Foto: Peter Williams/CMI

Erich Weingartner, quien anteriormente ha participado en la dirección de la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), también ha representado a CanKor, un recurso interactivo canadiense sobre Corea del Norte. Desde la Iglesia Evangélica Luterana en Canadá, fue asimismo fundador y director de la Dependencia de Enlace de la Ayuda Alimentaria del Programa Mundial de Alimentos.

A continuación, Weingartner comparte sus reflexiones sobre los setenta días de oración por la paz en Corea.

¿Cree que la oración es un modo eficaz de lograr la paz en Corea?

Weingartner: Si consideramos que la oración sustituye a la defensa de causas y a la acción, entonces NO. Esa clase de oración solo sería como pasarse la pelota o eludir nuestras responsabilidades hacia un poder mayor.

Cuando los cristianos de Corea del Norte y de Corea del Sur decidieron participar cada año en oraciones conjuntas por la paz, lo hicieron para expresar una aspiración común. Estas oraciones eran el símbolo de que participaban juntos como una comunidad de esperanza. La Federación Cristiana Coreana de Corea del Norte y el Consejo Nacional de Iglesias de Corea del Sur se comprometieron a practicar la paz y la unidad entre sí incluso antes de que fuera posible lograr una reunificación pacífica a nivel político.

Usted ha participado en los diálogos oficiales entre los cristianos de las dos partes de Corea desde el principio. ¿Qué ha aprendido de esas experiencias?

Weingartner: Permítame contarle el encuentro entre el Norte y el Sur que propuso por primera vez una oración conjunta anual como parte central de la acción por la paz de los cristianos coreanos. Corría el año 1986 y la reunión tuvo lugar en Glion (Suiza). Para preparar la reunión, tuve que negociar el permiso de los Gobiernos de Corea del Norte y de Corea del Sur. En Corea del Sur todavía gobernaba el dictador Chun Doo Hwan. En aquel tiempo, la Ley de seguridad nacional se aplicaba de manera estricta con castigos draconianos para cualquier ciudadano que estableciera contacto con cualquiera de Corea del Norte. Después de haber obtenido las autorizaciones necesarias de ambos gobiernos, las dos delegaciones se reunieron cara a cara por primera vez. Aunque las dos partes reconocían el carácter histórico de esa reunión, también abrigaban grandes sospechas y desconfiaban los unos de los otros. Los delegados del Sur bombardearon a los del Norte con preguntas que tenían por objetivo evidente comprobar si sus interlocutores eran realmente cristianos o solo agentes comunistas que se hacían pasar por cristianos. Los delegados del Norte albergaban sospechas parecidas en sentido contrario. El programa de los siguientes tres días incluía culto, estudios bíblicos y oraciones. Fueron esas oraciones –que recitaban ambas delegaciones– las que hicieron que poco a poco se derritiera el hielo y se revelara la humanidad del otro.

La reunión concluyó con una eucaristía que se celebró formando un gran círculo. Cuando el pastor que dirigía el servicio pidió a los participantes que se dieran la bendición de la paz, todos comenzaron a entremezclarse. Primero se estrecharon la mano, diciendo el tradicional “La paz sea con usted”. Pero la importancia de ese simple acto pronto hizo que todos se sintieran embargados por la emoción. Empezaron a abrazarse mientras se deseaban la paz. Las lágrimas comenzaron a brotar copiosamente. La paz dejó de ser una petición hecha por el otro para convertirse en un don dado libremente al otro.

Esta experiencia dio lugar a las tradicionales oraciones conjuntas por la paz en Corea de cada año. La paz necesita un vínculo emocional para que se establezca entre bandos opuestos. La oración reconoce que nuestros esfuerzos humanos racionales e intelectuales para establecer la paz no son bastante.

La oración no tiene por objetivo cambiar el pensamiento de Dios. La oración cambia las actitudes humanas pasando de la desconfianza y el odio a la cooperación y el amor.

Usted vivió en Corea del Norte más de dos años como trabajador humanitario durante la terrible hambruna de los años noventa. ¿Cómo ha influido esa experiencia en su percepción de la necesidad de paz?

Weingartner: Durante los primeros días de la asistencia humanitaria había una enorme desconexión entre los trabajadores humanitarios y los homólogos de Corea del Norte. Un buen número de trabajadores humanitarios llegaron con la actitud de que estaban entrando en territorio enemigo. Los malentendidos y los prejuicios causaron numerosos conflictos y una falta de cooperación que perturbó el trabajo.

Nuestras percepciones vienen determinadas en gran medida por nuestras actitudes. Uno de mis colegas dijo una vez que Corea del Norte es como el test de las manchas de tinta de Rorschach. Cuando vas allí, verás lo que esperas ver. Si buscamos enemigos, encontraremos enemigos. Ya no vemos a los individuos como seres humanos con las mismas necesidades, miedos, alegrías y lágrimas que nosotros. Y con frecuencia proyectamos en los demás lo que no conseguimos ver en nosotros. Si, por el contrario, buscamos posibles amigos, si intentamos entender al otro dentro de su propio contexto y vida, entonces seguramente encontraremos amigos, como sin duda me pasó a mí.

¿Considera que los setenta días de oración mundial por la paz en la península de Corea son una acción útil durante el 70º aniversario del comienzo de la guerra de Corea?

Weingartner: Veo la paz coreana como una especie de prueba de fuego para toda la humanidad. Si no podemos encontrar la manera de poner fin a la locura de una guerra de setenta años en la península de Corea, ¿cómo esperamos resolver los problemas más urgentes que amenazan la supervivencia de todo nuestro planeta?

En cambio, si conseguimos realizar la tarea relativamente sencilla de declarar el fin de la guerra en Corea, estaríamos enviando un poderoso mensaje de esperanza al mundo entero. La paz en Corea nos puede enseñar a todos que los problemas pueden resolverse si trabajamos juntos para sanar nuestra humanidad fracturada y polarizada.

Construir la paz requiere un cambio en nuestras propias percepciones. Requiere algún tipo de transformación. Requiere que abramos nuestros corazones y nuestras mentes para vernos en los demás. La oración puede ayudarnos a superar la hostilidad que hay en nuestro interior. Por medio de la oración, podemos llegar a ver la humanidad que reside en todos nosotros, incluso en nuestros enemigos.

Mi oración personal por la paz es la siguiente:

Dios de amor,

Confesamos

que no hemos sido capaces de amar a nuestros enemigos, como nos has ordenado.

Confesamos

que hemos sido más eficaces librando la guerra que negociando la paz.

Confesamos

que hemos perdido la confianza en tu guía como el Señor de la historia.

Danos fe

en que la paz es posible en la península de Corea incluso después de setenta años de guerra.

Danos esperanza

en que nuestros débiles esfuerzos por promover la paz con justicia darán abundantes frutos.

Danos amor

que nos anime a superar las sospechas y el odio con corazones y mentes abiertos.

Príncipe de paz,

ayúdanos a descubrir la verdad en nosotros mismos para que podamos convertirnos en agentes de reconciliación; derrama tu misericordia sobre Corea y, de igual modo, sobre el resto de este mundo turbulento.

Amén.

Comienzan los setenta días de la campaña mundial de oración para poner fin a los setenta años de la guerra coreana (comunicado de prensa del CMI del 6 de febrero de 2020)

“¡Oramos por que haya paz ahora y termine la guerra!”: Setenta días de oración mundial por la península de Corea (comunicado de prensa del CMI del 5 de febrero de 2020, en inglés)

Recursos, oraciones y kit de medios sociales para la campaña “Luz de paz” (en inglés)

Fotografías de la presentación de la campaña mundial de oración por la paz en Corea

Grabación en vídeo del acto de presentación de la campaña mundial de oración (en inglés)