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Mindahi Crescencio Bastida Muñoz, director del Programa “Cuidadores originales” del Centro de Ética de la Tierra del Seminario Teológico de la Unión, rinde homenaje a la Tierra en la inauguración del evento en la ciudad de Nueva York.Foto:M. Schneider/CMI

Mindahi Crescencio Bastida Muñoz, director del Programa “Cuidadores originales” del Centro de Ética de la Tierra del Seminario Teológico de la Unión, rinde homenaje a la Tierra en la inauguración del evento en la ciudad de Nueva York.Foto:M. Schneider/CMI

En una jornada celebrada el 24 de septiembre bajo el título “Emergencia climática: las organizaciones confesionales alimentan sus aspiraciones: no dejar a nadie atrás”, representantes de docenas de iglesias y organizaciones de todo el mundo se reunieron para analizar su papel para detener el cambio climático y el sufrimiento humano que este ya está causando.

Reflexionando sobre la reunión durante un evento paralelo de la Cumbre sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York, la Rev. Dra. Cornelia Füllkrug-Weitzel, presidenta de Pan para el Mundo, dijo estar convencida de que renovar la espiritualidad, tanto personal como colectiva, es clave para lograr frenar el cambio climático. Eso implica plantear una pregunta que es muy difícil para muchas personas: “¿qué partes de nuestra espiritualidad pertenecen a la economía de mercado?”

Y añadió: “necesitamos hacer un autoexamen crítico para renovar nuestras raíces espirituales”, añadió. “Creo que realmente podemos y debemos hacerlo”.

Füllkrug-Weitzel opina que, solo a través de la unión, a pesar de las diferencias religiosas, podrán las comunidades religiosas encontrar un camino de verdad en lo relativo al cambio climático. “No hay futuro en el que haya verdad a menos que nos apoyemos los unos a los otros, tendiendo la mano a otras religiones y comprendiendo juntos el poder espiritual de afirmar la Creación”, dijo.

“Pero qué hacemos”, preguntó Olivia Wohlgemuth, una activista climática de 17 años, de Brooklyn, Nueva York. “Todos estamos tomando las medidas que podemos”, dijo. “Los líderes mundiales simplemente no lo están entendiendo. No entienden la urgencia de la situación”.

Mark MacDonald, arzobispo de la Iglesia Nacional Indígena Anglicana del Canadá y presidente del Consejo Mundial de Iglesias para América del Norte, definió el cambio climático como uno de los problemas morales más apremiantes que jamás haya afrontado la humanidad. “Está claro que los pueblos indígenas son los cuidadores de los ecosistemas intactos del mundo, que están gravemente amenazados por el cambio climático”.

También ha quedado muy claro que no existe un futuro viable para un planeta en el que no se respeten los derechos de los pueblos indígenas, dijo MacDonald. “La sabiduría indígena posee la fórmula para un futuro viable”.

Buscando respuesta a las preguntas

Dennis Frado, director de la Oficina Luterana para la Comunidad Mundial, planteó tres preguntas que se estudiaron en pequeños grupos antes de volver a reunirse. “¿Dónde están las deficiencias? ¿Qué podemos ofrecer nosotros, como comunidad religiosa? ¿Qué compromiso podemos adquirir?

En un seminario sobre las “Pérdidas y daños del cambio climático”, Sabine Minninger, asesora política sobre cambio climático para Pan para el Mundo, dio ejemplos de comunidades que ya están sufriendo debido al aumento de las temperaturas.

Desde la isla de Tuvalu, donde los residentes han invertido en una plataforma maciza de roca, en un intento por proteger la costa; hasta Filipinas, donde el tifón Haiyan ha dejado víctimas mortales y una gran devastación económica; el cambio climático está causando profundos daños y graves necesidades humanitarias, dijo Minninger. “El cambio climático está empujando a la pobreza a personas que habían logrado salir de ella”, dijo.

En los debates sobre migración climática, Jillian Abballe, directora de la Oficina de la Comunión Anglicana en las Naciones Unidas, dijo que hay partes de la Comunión Anglicana que desaparecerán por completo con el aumento del nivel del mar. “Incluso asistir a estas reuniones de las Naciones Unidas supone ya para las personas de esas zonas un verdadero reto”, dijo. “¿Cómo representamos a esas poblaciones?”

Andrew Fuys, director principal del programa sobre migración mundial del Servicio Mundial de Iglesias, asegura que es importante que las comunidades religiosas comuniquen con total claridad los principios que comparten con los pueblos a los que acompañan. “¿Hay alguna forma de obtener más repercusión de la que ya estamos logrando?”, preguntó. “Aún estamos entendiendo muchas cosas sobre la forma en que el cambio climático interactúa con otros factores que están provocando el desplazamiento forzoso de poblaciones”.

Christian Wolff, director del programa sobre migración y desplazamiento de ACT Alianza, afirma que las preguntas sobre economía y finanzas son centrales en los mensajes de las comunidades religiosas. “Para nosotros, la pregunta es: ¿podemos trasladar el mensaje de que esto es un problema moral? La supervivencia de las personas afectadas parece depender de recursos que ningún gobierno está dispuesto a comprometer”.

Y...¡acción!

Al final, la reunión dio como resultado aspiraciones, planes, ideas y medidas de acción concretas. “Redactamos una lista de objetivos cuantificables, de medidas concretas que la iglesia puede tomar”, dijo Janine Walsh, coordinadora de comunicadores de la Red de Acción Franciscana. “Empieza con objetivos ambiciosos, como lograr la neutralización o eliminación de las emisiones de carbono, y sigue con objetivos más modestos, como plantar un jardín de la victoria”.

Los líderes religiosos prometieron mantener el impulso de un movimiento orientado a la acción. “Idealmente, queremos que las personas dispongan de recomendaciones sobre las medidas que pueden tomar en su día a día”, dijo Brett Nadrich, director de comunicaciones de GreenFaith. “También queremos velar por que los grupos puedan llevar a cabo labores de sensibilización dentro de sus propias instituciones”.

 

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