Por Larry Fata (*)

Un breve video y fotos sin cargo disponibles, ver abajo.

"¡No! ¡Estos son mis huéspedes, y esta es mi casa!" La advertencia se dirige a los soldados israelíes que tratan de cortar el paso de un grupo de mujeres que cruzan los terrenos de un monasterio. Su autor es el padre Claudio Ghilardi, un sacerdote pasionista italiano. Su mensaje es claro: al menos en lo que concierne a los terrenos del monasterio, no permitirá que los soldados hostiguen a los palestinos. Los soldados desisten mientras el padre Claudio está presente. Las mujeres palestinas prosiguen su camino, tratando de cruzar por las tierras del monasterio para llegar a Jerusalén por el otro lado. El final de su viaje depende de que haya o no soldados esperando a la salida, pero al menos han llegado hasta allí, gracias a la intervención del padre Claudio.

El padre Claudio luce elegante con su sotana y boina negras, pero este día parece preocupado. Cuenta que toda la mañana ha estado expulsando de los terrenos a policías fronterizos israelíes y negociando con los soldados. La razón de su preocupación se vislumbra amenazadora a lo lejos, es el "muro de separación" que el gobierno de Israel construye. El horrible monstruo de hormigón de nueve metros de altura, que deja chicos a los muros de piedra mucho más bajos pero más agradables a la vista del monasterio, está presto para la invasión, como lo indican los dos orificios abiertos en el muro del monasterio. De momento, las obras se han detenido tan solo a pocos metros de los terrenos del monasterio, gracias en parte a las intervenciones tanto del cónsul italiano como del nuncio apostólico del Vaticano, pero es grande el daño que ya se ha hecho. Y el padre Claudio no cree que esta situación dure mucho. "Esto no es una barrera -exclama-. Esto es una frontera. ¿Por qué no dicen la verdad?"

El monasterio de Santa Marta de los Padres Pasionistas está situado en la confluencia de Jerusalén Este, Abu Dis y Al-Izariyyeh (Betania), lugar bíblico este último donde vivían las hermanas María y Marta y su hermano Lázaro. Parece que las autoridades de Israel quieren construir su muro directamente a través de los terrenos del monasterio, en contravención del acuerdo de 1997 entre el Estado de Israel y el Vaticano sobre el respeto de las propiedades eclesiásticas. No solo el pueblo de Betania, Abu Dis y partes de Jerusalén Este quedarán económicamente separados del resto de Jerusalén, sino que dos mil cristianos que viven en las proximidades del monasterio perderán también su centro espiritual.

La iglesia del padre Claudio, llamada Santa Marta, está ahora vacía. No se permite a los fieles venir a ella, porque está situada en la parte de los terrenos que corresponde a Jerusalén. Pueden entrar en el monasterio por la parte de Betania, pero no se les permite, si hay presencia de soldados o policías, acercarse a la parte de Jerusalén por donde les sería posible salir. Muchos de los cristianos que solían llenar la iglesia venían de las ciudades fronterizas de Abu Dis y Betania, y la mayoría carecen de permiso para entrar en Jerusalén. En estas condiciones, el padre Claudio dice misa donde se les permite ir a sus fieles, en una iglesia perteneciente al contiguo convento de Hermanas Combonianas en la parte de Betania.

El monasterio forma el centro de un "complejo" católico que comprende tres conventos cercanos. Las Hermanas de la Caridad administran un orfanato para 45 niños; las Hermanas Combonianas tienen una escuela para 38 alumnos de grado elemental; y las Hermanas de Nuestra Señora de Dolores en Abu Dis tienen un hogar para 74 ancianos beduinos. Los conventos y los habitantes a quienes prestan servicios quedarán aislados entre sí y aislados del padre Claudio.

A los problemas religiosos y de propiedad, se añade la cuestión de la importancia arqueológica de los terrenos. En las propiedades del monasterio están ubicadas unas grandes cisternas que datan de tiempos romanos y 12 grandes tumbas pertenecientes a miembros de la primitiva comunidad judeocristiana, con inscripciones en arameo. Algunos de estos hallazgos se han visto perturbados o dañados por las actividades en torno a la construcción del muro. "Cuando vinieron, causaron daños en los sitios arqueológicos -dice el padre Claudio-. El gobierno no respeta la historia de esta tierra, una historia que es importante también para el pueblo judío."

El gobierno de Israel ha hablado mucho sobre la necesidad de un muro para detener los ataques terroristas dentro de sus fronteras anteriores a 1967. Se ha escrito mucho criticando el trazado del muro en algunos lugares donde penetra profundamente en Cisjordania, anexando de facto gran parte de las tierras palestinas. Israel ha declarado que la "valla de separación" o la "barrera", como el gobierno prefiere llamarla, es necesaria para separar a los israelíes de los palestinos.

Aun cuando se aceptara el argumento del gobierno de que el muro es necesario para la seguridad de Israel, la mayoría de los palestinos no pueden entender por qué ha de atravesar por esta zona. "No hay judíos aquí. No va a separar judíos de palestinos, separará palestinos de palestinos", comenta Emad, un palestino que posee actualmente tarjeta de identidad de Jerusalén y puede recorrer el corto trayecto para trabajar, pero que no podrá hacerlo si se construye el muro a través del monasterio.

¿Y qué significará el muro para la menguante comunidad cristiana en Tierra Santa? Los cristianos constituían antaño un próspero 10 a 15 por ciento de la población palestina. Hoy día son oficialmente tan solo el 2 por ciento, y algunos dicen que en realidad están más cerca del 1 por ciento. La construcción de un muro a través del monasterio, separando a los cristianos de su iglesia y de sus servicios comunitarios, no hará sino acentuar el éxodo de los cristianos de Tierra Santa.

"Hemos vivido aquí durante más de 100 años, bajo gobiernos turcos, británicos, jordanos y ahora israelíes, y nadie trató de impedir que la gente viniese a orar. Este muro impedirá que la gente venga a la iglesia a orar. ¿Por qué? Es escandaloso", protesta el padre Claudio.

Israel ha negado las acusaciones de que esté presionando a las iglesias para que se marchen, pero su reciente política de denegar la mayoría de solicitudes de visado a trabajadores eclesiásticos clérigos y laicos, haciendo difícil cuando no imposible que las iglesias prosigan su trabajo, contribuirá también a la erosión de esta comunidad cristiana.

Pese a las dificultades, el padre Claudio apuesta por quedarse

Al pasar por la ladera oriental del Monte de los Olivos para ir a encontrar al padre Claudio, pasamos por Beit Fage (Betfagé), donde Jesús se detuvo para comer algunos higos de camino para Jerusalén. Es aquí donde los cristianos inician sus celebraciones de Semana Santa el Domingo de Ramos, siguiendo los pasos de Cristo cuando descendió de lo alto del Monte de los Olivos y entró en la antigua ciudad de Jerusalén. Pronto, Betfagé quedará separada de muchas de las comunidades cristianas fuera de Jerusalén a causa del muro, que pondrá en peligro la tradicional procesión del Domingo de Ramos.

Al llegar al paraje llamado localmente "Bawabe" podemos ver inmediatamente parte del problema del padre Claudio. Un muro temporal de hormigón bloquea la carretera que conecta Jerusalén Este con Betania. Hay una pequeña abertura en la que hoy un soldado comprueba los documentos de identidad. Este muro corre perpendicular al monasterio, lo que significa que parte de la propiedad está en lo que sería el lado de Jerusalén y parte en el lado opuesto. El muro está cubierto con pintadas: "Ama a Dios, ama a la gente"; "La paz se hace por el acuerdo, no por la separación"; y "Dios nos conduce a la paz". Ir a Betania y a Abu Dis no es problema, y el soldado no nos presta atención, como no la presta a los estudiantes palestinos que cruzan hacia la Universidad Al Quds ni a los muchos otros palestinos que van en esa dirección. Pero comprueba las identidades de todos los palestinos que van hacia Jerusalén. Quienes no tienen la tarjeta azul de Jerusalén o el permiso adecuado no pueden pasar.

Hay aquí, a ambos lados del muro de Bawabe, multitud de taxis y furgonetas que sirven como taxis compartidos. Hay también puestos improvisados de venta de muchas cosas, desde frutas y legumbres hasta zapatos y camisetas. Los comerciantes tratan de sacar provecho del tráfico peatonal que Israel ha suscitado con sus numerosos puntos de control; es una pequeña industria floreciente en una zona con una tasa de desempleo del 60 por ciento o más. Nos abrimos paso a través de la muchedumbre para entrar en el aparente oasis de paz y tranquilidad que es el monasterio de Santa Marta de los Padres Pasionistas.

De hecho, en los terrenos hay la actividad de una colmena. Por todas partes hay soldados tratando de detener a los palestinos, y el padre Claudio interviene en favor de sus "huéspedes". Los miembros del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI) actúan como testigos y defensores. El hermoso terreno poblado de olivos, almendros y pinos es en estos momentos un pandemónium.

Los palestinos que tratan de cruzar son principalmente gente que trabaja en Jerusalén pero que no tiene los permisos adecuados. Hay también quienes buscan atención médica, ya que los servicios de salud en algunas partes de Cisjordania son pocos y están lejos. Esta madrugada, el padre Claudio se despertó a las cuatro por los disparos de gas lacrimógeno de la policía fronteriza en lo que es esencialmente su patio trasero. Los soldados han mantenido una presencia constante en el terreno, y recientemente también la policía de fronteras ha empezado a aparecer regularmente.

"Esta gente me ayuda cuando hay soldados", dice el padre Claudio, refiriéndose a los acompañantes ecuménicos. Alexandra Rigby-Smith, acompañante sueca, ha trabajado hoy en el monasterio. "Muchos estaban asustados -dice-. Hemos tratado de ayudarlos a pasar por los controles de los soldados para poder ir a trabajar, al hospital, a la universidad, a ver a sus familiares, etcétera. Una mujer beduina temblaba, tan nerviosa estaba. Pudimos hacer pasar a algunos, pero una mujer embarazada que iba al médico no pudo pasar. Fue una gran frustración."

El padre Claudio nos dice que hace pocos meses los soldados encontraron explosivos a uno de los palestinos que cruzaban por el monasterio. Pero no le parece que ésa sea una razón para castigar colectivamente a toda la comunidad. Uno de los soldados dice a un miembro de nuestro grupo que los palestinos cavaron un túnel bajo el terreno del monasterio para llevar explosivos a Jerusalén. Inspeccionamos el "túnel", y en efecto hay una abertura que permite el paso de una persona, pero no mucho más.

Para el padre Claudio, no es sorprendente que la gente trate por todos los medios de ir al otro lado, donde pueden encontrar trabajo. "Un padre de familia que conozco, con ocho hijos, no ha trabajado durante un mes. Yo le ayudo espiritualmente y le doy algún alimento. Más no puedo hacer."

Pero el padre Claudio hace realmente mucho más. El monasterio se ve como un puerto seguro. Los enfermos vienen a él y él los lleva en su automóvil al hospital, valiéndose de su estatus para atravesar los controles. También ha tenido que llevar a mujeres parturientas al hospital. Si no fuera por él, estas mujeres habrían tenido que dar a luz en sus casas, situación que contribuye a la alta mortalidad infantil en Palestina. La gente lo llama "abuna" -nuestro padre- aunque no sean cristianos.

Pero ni siquiera el padre Claudio es siempre capaz de convencer a las autoridades, y tampoco es inmune ante los problemas. Nos muestra una cicatriz en el brazo: "Fue un regalo del ejército -dice-. Disparaban gas lacrimógeno y me dieron aquí."

El padre Claudio nos lleva a un rápido paseo en torno al monasterio, señalando los edificios de las iglesias católica latina, católica armenia, ortodoxa griega y anglicana. Algunos de los edificios son utilizados como viviendas económicas para palestinos cristianos locales. El muro separará todos estos centros comunitarios.

Todo el tiempo que nuestro grupo camina por un sendero entre los olivos, los palestinos corren en sentido contrario tratando de cruzar. Los soldados los detienen y los acompañantes ecuménicos interceden por ellos. Cuando llega el padre Claudio, dice a los soldados que no molesten a los palestinos, y lo curioso es que ellos escuchan sin replicar. Naturalmente, él no puede intervenir en favor de cada palestino que trata de cruzar, y no puede estar constantemente presente.

"Este muro no respeta los derechos humanos del pueblo palestino -dice el sacerdote-. No respeta la propiedad privada, porque el gobierno de Israel se apropia de la tierra en la que lo construye. No es tierra del gobierno, es tierra de gente pobre. ¿Qué más quieren de esta gente?"

El padre Claudio recibe alguna ayuda en los muchos trabajos diarios de otro sacerdote italiano de Abu Dis. Aparte de esto, está esencialmente solo, pero no siempre ha sido así. Antes del estallido de la actual Intifada en 2000, había cinco sacerdotes que vivían en el monasterio con él. Todos se marcharon, por el temor y la incertidumbre causados por la situación. Cuando se le pregunta si también a él lo obligarán a irse, responde en tono desafiante: "La única manera de hacerme abandonar es matarme. Esta es mi casa. Esta gente es mi familia."

Nuestro paseo termina en la iglesia del padre Claudio, donde la ausencia de fieles es simbólica de la paulatina desaparición de cristianos en Tierra Santa. A unos cientos de metros, según la tradición, está el lugar donde el Evangelio nos dice que Jesús llamó a Lázaro en su tumba y lo resucitó de entre los muertos. Si el muro es completado, será necesario un milagro de parecida magnitud para restaurar aquí la comunidad cristiana.

Larry Fata, maestro y periodista estadounidense, es editor y encargado de comunicación del PEAPI.

Contacto para los medios en Jerusalén: Cathy Nichols, +972 2 628 9402

Un breve video (3 min. 50 Mb) del padre Claudio (hablando en inglés) está disponible sin cargo en:

www.eappi.org/eappiweb.nsf/list/abudismovie.html

Fotos en alta resolución sin cargo están disponibles en:

wcc-coe.org/wcc/what/international/palestine/abu-dis-photos.html

El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI) se inició en agosto de 2002. Los acompañantes ecuménicos constatan y dan testimonio de las violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, apoyan acciones de resistencia noviolenta junto con activistas de la paz locales (cristianos, palestinos musulmanes e israelíes), ofrecen protección mediante su presencia noviolenta, abogan públicamente por los desfavorecidos y manifiestan su solidaridad con las iglesias y con cuantos luchan contra la ocupación. El Consejo Mundial de Iglesias coordina el programa. Sitio web: www.eappi.org