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Misa en memoria de los 500 inmigrantes cuya embarcación volcó en la costa de Lampedusa. © Sara Speicher/CMI

Misa en memoria de los 500 inmigrantes cuya embarcación volcó en la costa de Lampedusa. © Sara Speicher/CMI

Las fronteras –ya sean físicas, políticas o psicológicas– que niegan a las personas el goce de sus derechos humanos, su dignidad o su vida van en contra del Evangelio, el cual nos insta a proteger y acoger a los migrantes y refugiados. Ese fue el tema recurrente de una conferencia internacional sobre migración y acogida, “Vivir y dar testimonio de la frontera” (Living and Witnessing the Border), que tuvo lugar del 30 de septiembre al 2 de octubre, en Palermo.

En su bienvenida a más de un centenar de participantes de Europa y Estados Unidos de América, el Rev. Luca M. Negro, presidente de la Federación de Iglesias Protestantes de Italia (FCEI), la cual organizó la conferencia, destacó que el problema de los refugiados y de la migración es fundamental en el testimonio cristiano. Señaló que las fronteras son cada vez más impenetrables: “En lugar de ser un punto de encuentro entre culturas, las fronteras son cada vez más hostiles”.

Durante su intervención en la primera jornada, Diamando Vlassi, miembro del Patriarcado Ecuménico y representante del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), destacó la declaración sobre el desplazamiento forzado emitida en 2016 por el Comité Central del CMI, que afirmaba que los Estados soberanos podían controlar las fronteras, pero insistía también en que debían respetar el derecho internacional humanitario.  Habló sobre su experiencia tramitando solicitudes de asilo en Grecia en un momento de restricción del movimiento en Europa, y dijo que cuando es seguro volver, la mayoría de los migrantes prefieren volver a casa.

“Una cosa es viajar voluntariamente a otros lugares para conocer otros pueblos y culturas; otra muy distinta es que te maltraten, te persigan y te agredan obligándote a abandonar tu hogar por la fuerza, sin dignidad ni esperanza”, dijo. “No se puede medir el dolor de quien es despojado de su patria”.

Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2016 había más de 65 millones de personas en todo el mundo que habían sido desplazadas por la fuerza; sin embargo, la mayoría se ha quedado en su país o se ha refugiado en un país vecino. El número de personas que busca refugio en Europa ha aumentado en los últimos años, en gran medida debido a las guerras en Siria e Irak. Muchos refugiados y migrantes corren el riesgo de cruzar el Mar Mediterráneo para llegar a un lugar seguro, pero miles de ellos pierden la vida en el intento.

Doris Peschke, secretaria general de la Comisión de las Iglesias para los Migrantes en Europa, dijo que las imágenes que publican los medios de comunicación de “avalanchas de personas” y el uso que se hace de las estadísticas mundiales para mostrar una migración sin precedentes “alimenta los ánimos para crear políticas restrictivas”.

Haciendo alusión a una reciente declaración de la Comisión de las Iglesias para los Migrantes en Europa (CIME), “¡No tengamos miedo, sino esperanza!”, Peschke dijo: “no negamos que los miedos estén ahí, pero no podemos dejar que nos controlen”. La señora Peschke subrayó la necesidad de acometer un análisis crítico, y de que se vean signos políticos y ecuménicos de esperanza.

Una señal de esperanza que se destacó en la conferencia son los “corredores humanitarios”, una cooperación entre la FCEI, la Comunidad de Sant'Egidio, las iglesias Valdense y Metodista y el gobierno italiano que ha permitido, en dos años, identificar a un millar de refugiados, prestarles asistencia en el proceso de solicitud de visados humanitarios y en su integración en las comunidades locales, con el acompañamiento de congregaciones y parroquias.

La colaboración establecida para estos “corredores humanitarios” constituye un modelo cuyos autores esperan pueda replicarse en otros países, especialmente en Europa.

Tal y como dijo Cesare Zucconi, de la Comunidad de Sant'Egidio, en un taller de la conferencia: “Cuando los cristianos afrontan retos juntos, pueden hacer cosas muy creativas e innovadoras que otros pueden replicar. También debemos trabajar en sinergia con otras instituciones. Las iglesias no pueden lidiar solas con esta compleja situación”.

Los participantes en la conferencia asistieron a una misa celebrada en Lampedusa en memoria de las 368 víctimas mortales de la tragedia del 3 de octubre de 2013, cuando un barco que transportaba a más de 500 inmigrantes desesperados volcó a pocos kilómetros de la costa de la isla.

Durante toda la conferencia, los ponentes destacaron que la desesperación que causan la guerra, la persecución y el hambre empujan a las personas a abandonar sus hogares, y que el cierre de fronteras alimenta que hagan intentos cada vez más peligrosos de llegar a un lugar seguro donde poder empezar una nueva vida.

También se expresó la esperanza de reconstruir vidas y de contribuir a crear comunidades.

Jean Fontanieu, secretario general de la Federación Entraide Protestante, de Francia, señaló que, aunque políticamente el país no quiere aceptar a los migrantes, culturalmente, los ciudadanos son mucho más abiertos, ya que todos reconocen la experiencia de la migración en sus propios orígenes.

Varios participantes hablaron de la contribución que los migrantes han hecho a sus propias iglesias locales atrayendo a nuevos miembros, tanto locales como extranjeros, y aportando una energía y un compromiso renovados. No obstante, reconocieron que quedan desafíos por superar, pues a la gente le cuesta adaptarse a los cambios.

Hablando en italiano, el Rev. Eugenio Bernardini, moderador de la Junta Valdense, instó a todos a: “Trabajar juntos como una comunidad multicultural. Esa será la base para las generaciones futuras. Esa es la iglesia del futuro”.

“¡No tengamos miedo, sino esperanza!”, declaración de la CIME (en inglés)

La conferencia internacional fue organizada por Esperanza Mediterránea, el programa de refugiados y migrantes de la Federación de Iglesias Protestantes de Italia (FCEI)

Declaración Ecuménica de la Conferencia Internacional “Vivir y dar testimonio de la frontera”

Declaración del Comité Central del CMI sobre la crisis del desplazamiento forzado