Image
Palestine-2022-Hillert-20221122_AH2_3897.jpg

Archive photo – 22 November 2022, Jerusalem, Palestine: People go about their day near the Jaffa gate in the Jerusalem old city.

Fotografía:

Sus dos hermanos y su padre tienen documentos de identidad de Jerusalén, pero, como ella y su madre no, la familia tuvo que trasladarse a un lugar en las afueras de Jerusalén para permanecer unida. A Samyah no se le permite entrar en Jerusalén; ni siquiera ha podido hacerlo para asistir al funeral de su abuela.

A continuación, Samyah reflexiona sobre las dificultades y la esperanza que ha generado en su vida el hecho de que le hayan denegado el documento de identidad.

Samyah se presenta diciendo su nombre, que es el nombre que le ha dado su familia, pero, según el Estado, en realidad, no tiene nombre.

“No tengo documento de identidad”, dice. “Es como si no existiera, pero existo”.

Le resulta difícil explicar su situación, pero no tanto como la ardua batalla que ella y su familia llevan librando desde hace una década para poner fin a su situación de “apátrida” y recuperar sus “derechos de residencia en Jerusalén”. La situación de Samyah es aún más complicada porque la Autoridad Palestina no puede darle un documento de identidad de Cisjordania.

“Por un lado, intento llevar una vida normal, pero, por otro, el Ministerio del Interior de Israel no reconoce mi derecho por ser palestina”, explicó. “Mi verdadera identidad es la de palestina de Jerusalén, pero están intentando imponerme la identidad de apátrida”.

Samyah vive con su familia en un barrio de las afueras de Jerusalén. “Pago impuestos a Israel —también impuestos municipales—, facturas de agua y electricidad, pero no me dan un documento de identidad”, dice. “Pago impuestos, pero no obtengo ningún derecho a cambio”.

Lleva ocho años viviendo allí. “Toda la familia (mi padre, mi madre y mis hermanos) tuvo que trasladarse conmigo desde Jerusalén”, explica. “He perdido mi derecho a llevar una vida normal: a tener permiso de conducir, seguro médico y, simplemente, a desplazarme libremente de un sitio a otro”.

Las oportunidades perdidas se han ido acumulando a lo largo de los años. “Nunca he viajado al extranjero”, dice. “¿Cómo voy a viajar sin papeles?”.

Pero sueña con viajar. “Si tuviera la oportunidad de viajar, me gustaría visitar un país donde se respeten los derechos humanos”, dice. “Me encantaría conocer lugares nuevos, aprender sobre las culturas del mundo y probar nuevos tipos de comida”.

Cree que debe tener derecho a elegir dónde ir, un derecho que la mayoría de la gente da por sentado.

“Sí, sueño con viajar: con ir al borde del mar y poder ver y hacer cosas bonitas”, dice. “Me encanta la playa, y quiero poder ir a sentarme allí y probar platos deliciosos”.

Pero, sin documento de identidad, es demasiado arriesgado para ella ir a la playa. No se siente segura.

“Quiero tener permiso de conducir, cuenta bancaria y tarjeta de crédito para poder comprar por Internet artículos que otras personas de todo el mundo pueden comprar”, dijo. “Incluso si algún día contemplase la posibilidad de casarme, no estoy segura de cómo se manejaría legalmente mi situación, porque no tengo documento de identidad”.

En medio de esta negación de sus sueños, esta joven cuenta con lo que ella describe como el “tremendo apoyo” de su familia. “Son toda mi vida”, afirma. “Me han conseguido un abogado, y me alientan en todo momento”.

Cada vez que sus familiares viajan, le compran regalos, obsequios de los países que ella sueña con visitar.

Aun así, se prepara para el futuro con la esperanza de una vida mejor. “He estudiado Derecho en la universidad, y ahora estoy cursando un máster en Derecho Internacional y Diplomacia”, explicó. “Fue muy difícil que la universidad me admitiera; tuve que ir y explicarles que se trata de una situación humanitaria”.

Su esperanza para el futuro reside en su capacidad para oponerse a esta injusticia. “Sé que tengo derecho a un documento de identidad”, afirma. “El Ministerio del Interior de Israel me niega el derecho a vivir en Jerusalén”.

Ella sigue adelante; sigue luchando.

“Quiero que las iglesias de todo el mundo oren por mí, para que pueda vivir libremente”, dice. “Quiero que el Ministerio del Interior de Israel reconozca mi existencia como ser humano”.

Por encima de todo, quiere existir ante los ojos de los demás. “Quiero que se hagan esfuerzos para que se reconozca mi humanidad”, afirma.

El Ministerio del Interior de Israel no inscribe automáticamente a las personas palestinas nacidas en Jerusalén Este. Si uno de los progenitores posee un documento de identidad de Cisjordania, se le niega la condición de ciudadano, y la familia debe pasar por una complicada y costosa batalla legal para inscribir a la criatura en el registro. El caso de Samyah ilustra la lucha de una familia palestina para llevar una vida normal juntos en Jerusalén, a pesar de tener las circunstancias en contra.

Israel sigue teniendo la autoridad para aprobar las solicitudes de reagrupación familiar y dejó de tramitarlas en el año 2000 (salvo en el contexto de dos “gestos” diplomáticos, el primero en 2007 y el segundo en agosto de 2021). Miles de personas viven en Cisjordania sin reconocimiento legal alguno y sin esperanza de acogerse a un procedimiento formal de reagrupación familiar.

*Samyah es un pseudónimo utilizado para proteger la identidad de la joven que estuvo dispuesta a compartir su historia.