Image
IV Asamblea del CMI en Upsala, donde se plantó la primera semilla para un acuerdo de colaboración entre la Iglesia Pentecostal de Chile y la Iglesia Unida de Cristo. Foto: CMI

IV Asamblea del CMI en Upsala, donde se plantó la primera semilla para un acuerdo de colaboración entre la Iglesia Pentecostal de Chile y la Iglesia Unida de Cristo. Foto: CMI

En 2018 celebramos el 70º aniversario del Consejo Mundial de Iglesias. Con el fin de crear un animado relato de primera mano de la comunidad ecuménica y de nuestro camino común, las iglesias miembros han aportado historias de las personas, los acontecimientos, los logros e incluso los fracasos que han acentuado nuestra búsqueda colectiva de la unidad cristiana.

Este artículo ha sido escrito por Gerard S. Valdivia, un pastor y trabajador social jubilado de la Iglesia Pentecostal de Chile.

Las opiniones y los puntos de vista expresados en este artículo son los del autor y no reflejan necesariamente los principios básicos del Consejo Mundial de Iglesias.

En agosto de 1968, el obispo Enrique Chávez, fundador de la Iglesia Pentecostal de Chile, surgida de la Iglesia Metodista, y su pastor, el Rev. Gerard S. Valdivia, regresaban a Chile tras participar en la IV Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en Upsala (Suecia).

El obispo Chávez había participado en la Asamblea como delegado oficial de la Iglesia Pentecostal de Chile, una iglesia miembro del CMI desde la Asamblea previa celebrada en 1961, y en Upsala acababa de ser elegido miembro del Comité Central del CMI. El Rev. Valdivia había asistido a la Asamblea en calidad de observador delegado y había actuado como intérprete de su obispo, dado que el español todavía no era un idioma oficial del CMI.

Los dos hombres estaban platicando sobre el documento de la Asamblea “El Espíritu Santo y la catolicidad de la Iglesia”, presentado por el obispo Karekin Sarkissian de la Iglesia Apostólica Armenia, cuando el obispo Chávez se volvió hacia su pastor y le dijo: “Gerard, siento que el Señor desea que usted vaya a Nueva York a emprender una labor misionera entre los residentes hispanos”.

El pastor se quedó pasmado. Después de un momento, dijo: “¿Que me vaya a Nueva York a iniciar una misión? No creo que pueda hacerlo”.

El obispo Chávez respondió: “Bueno, Gerard, es usted quien decide si debe obedecer o desobedecer”.

El pastor volvió a permanecer un rato en silencio y finalmente contestó: “Obispo mío, cuando llegue a casa hablaré con mi mujer y con el cuerpo de presbíteros de mi iglesia sobre este encargo, y oraremos”.

Se había plantado una semilla ecuménica.

Inicios

En octubre de 1969, el Rev. Valdivia, su mujer la diaconisa Mirta Abigail y sus dos hijos pequeños dejaron su amado Chile para irse de misioneros, en condición de inmigrantes legales, a un país con una cultura completamente diferente, confiando en que el Señor les sería fiel y les guiaría y protegería de todas las formas posibles.

Primero llegaron a Lexington (Kentucky), donde el Sr. Valdivia debía trabajar durante un período inicial en una clínica de salud mental.

En esos primeros y, a veces, solitarios meses en un país extranjero, la familia de misioneros encontró un gran apoyo emocional y espiritual en las cartas del obispo Chávez, su líder espiritual en Chile; del Dr. Walter Hollenweger, entonces secretario de evangelización en la División de Misión Mundial y Evangelización del CMI; y del Rev. David J. du Plessis, un pastor pentecostal sudafricano que vivía en California.

A Brooklyn

En agosto de 1971, el Rev. Valdivia y su familia se mudaron a un área hispana de Brooklyn, en Nueva York. Con la ayuda financiera de la Iglesia Evangélica de Alemania, el pastor arrendó un pequeño local donde, en la Nochebuena de 1972, empezó a oficiar servicios religiosos al que asistían trabajadores de la fábrica donde él también trabajaba.

Finalmente, tras mucha evangelización y enseñanza del Nuevo Testamento, la misión chilena contó con suficientes miembros y simpatizantes para convertirse en la Iglesia Pentecostal de América del Norte (PCNA, por sus siglas en inglés).

Pero pronto, la fe y el compromiso de los misioneros chilenos tuvieron que hacer frente a una difícil prueba. Un anochecer, el Rev. Valdivia vio pasar ante su casa a un joven hombre con la cara cubierta de sangre que salía de su cabeza. Le ofreció ayuda y lo acompañó a un hospital cercano, sin saber que el hombre era miembro de una banda callejera.

Más tarde aquella noche, miembros de una banda enemiga se acercaron a su casa y pincharon las ruedas de la furgoneta de la iglesia y rompieron uno de los retrovisores. Temiendo por su seguridad y la de su familia, el Rev. Valdivia siguió el consejo de sus vecinos y de los miembros de su iglesia y se fue a vivir a otra zona de Brooklyn.

Programa de evangelización de la Iglesia Pentecostal Sunset Park de Brooklyn. Foto: Gerard S. Valdivia

Vecinos de la Iglesia Unida de Cristo

Pasado un tiempo, otra semilla ecuménica empezó a echar raíces.

Eran las 18:00 horas de una cálida tarde del verano de 1980. El Rev. Valdivia había ido a recoger a un miembro de su congregación en la furgoneta de la iglesia. Estacionó el vehículo frente a la Iglesia Congregacional Finlandesa, que formaba parte de la Iglesia Unida de Cristo (UCC, por sus siglas en inglés), situada al lado.

Justo en ese momento, salió por la puerta el pastor de la iglesia, el Rev. Eino Salo. Leyó el nombre escrito en el costado del vehículo y le dijo: “Entonces, es usted pentecostal”.

Y fue así como empezó una experiencia ecuménica que condujo a que la misión chilena arrendara la bonita Iglesia Congregacional Finlandesa, y celebrara su primer culto allí el 22 de octubre de 1980.

Deseo de colaboración

La semilla ecuménica siguió brotando cuando el misionero chileno expresó a su interlocutor finlandés su deseo de establecer contactos a niveles más altos de la iglesia y trabajar a favor de un acuerdo internacional de cooperación entre la Iglesia Pentecostal de Chile y la UCC, también miembro del CMI.

Pronto tuvo lugar una reunión entre los dos pastores de Brooklyn, el Rev. Dr. Thomas Boates, pastor de la UCC encargado de la zona, y el Dr. Jeff Utter, director del departamento de la UCC para América Latina y el Caribe, en el Centro Intereclesial de Nueva York, donde entonces trabajaba el Rev. Valdivia.

El Dr. Utter le preguntó al Rev. Valdivia cómo sabía que la UCC estaba buscando una iglesia en Chile para iniciar un acuerdo de colaboración. “Yo no lo sabía, pero el Señor sí lo sabía”, contestó simplemente el pastor chileno.

En junio de 1981, el obispo Chávez vino a Nueva York para participar en una reunión con los dirigentes de la UCC en su sede central. En representación de la UCC, estuvieron presentes el Dr. Utter; la Rev. Elinor G. Galucha, directora de la División de Ministerios de Ultramar; el Dr. David M. Stowe, vicepresidente ejecutivo de la División de Ministerios de Ultramar; y la Sra. Audrey C. Smack, secretaria de Asuntos Mundiales. El Rev. Valdivia acompañó al obispo Chávez.

Ante estos primeros y extraordinarios contactos ecuménicos, el obispo Chávez expresó alegría y pidió a la UCC que enviara un representante a la próxima conferencia anual de la iglesia chilena que se iba a celebrar en febrero de 1982.

El primero en participar fue el Dr. Gustav Kuether, un antiguo misionero en un país de América Central que hablaba español con fluidez. Luego, durante esos maravillosos años en que estos dos organismos cristianos de contextos históricos y sociales tan diferentes fueron conociéndose, se contó con la participación de otros varios dirigentes de la UCC.

Acuerdo formal

Del 27 de junio al 2 de julio de 1985, el obispo Chávez, el Rev. Nicolás Concha y el Rev. Valdivia participaron en el Sínodo General de la UCC, celebrado en Ames (Iowa), por invitación de la iglesia estadounidense. El momento más feliz para los chilenos fue cuando el presidente de la UCC, el Dr. Avery Post, propuso que la Iglesia Pentecostal de Chile y la UCC establecieran un acuerdo de colaboración para la gloria de Dios. Esta resolución fue adoptada por unanimidad.

Desafortunadamente, el obispo Chávez solo pudo asistir a los inicios de esta maravillosa relación ecuménica. Tras el sínodo de Ames, sufrió un repentino y agudo ataque de demencia y perdió todos los recuerdos relativos a este viaje histórico a los Estados Unidos. Cinco años después, se fue a estar con su Señor.

Su sucesor, el obispo Ulises Muñoz M., proporcionó el apoyo necesario para garantizar la continuación de la colaboración. Acogió con satisfacción una iniciativa de cooperación de la Conferencia de Massachusetts de la UCC y contribuyó de forma decisiva a establecer contactos eclesiales fraternales entre las iglesias locales que participaron en la Conferencia y las iglesias pentecostales de Chile.

Frutos ecuménicos

Las visitas de pastores y jóvenes han ayudado a mantener una relación ecuménica fluida. En 1995, el Rev. Oscar Aguayo y su familia, por invitación de la Conferencia de Massachusetts, recorrieron miles de kilómetros como misioneros residentes durante un año, compartiendo en las iglesias estadounidenses su experiencia pentecostal chilena y el extraordinario crecimiento del movimiento metodista pentecostal en Chile.

Esta colaboración también ha dado frutos ecuménicos con otras iglesias. En el marco del acuerdo de colaboración de la UCC con la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en los Estados Unidos, la misionera Elena Huegel fue a Chile a ayudar a la iglesia en la educación cristiana y otros ámbitos. La iglesia chilena tiene ahora un instituto bíblico, en el que graduados de la Comunidad Teológica Evangélica de Chile imparten clases.

Un día la Sra. Huegel tuvo una idea genial. Pensó que sería estupendo que la Iglesia Pentecostal de Chile tuviera un centro en los Andes para estudiar la palabra de Dios, cuestiones relacionadas con el medio ambiente y otros asuntos.

Gracias al apoyo financiero de su congregación, los esfuerzos de los jóvenes y la ayuda de otras denominaciones, el sueño se convirtió en una realidad maravillosa: un precioso centro de conferencias que la Sra. Huegel llamó Centro Shalom.

Sin lugar a dudas, la Iglesia Pentecostal de Chile ha experimentado y sigue experimentado la bondad de las palabras de Jesucristo recogidas en Juan 17:21: “[…] para que todos sean uno [...] para que el mundo crea [...]”.

 

Más información sobre el 70º aniversario del CMI

Resumen de las historias publicadas hasta la fecha

Si usted también se siente inspirado para enviarnos su historia sobre el CMI, ¡contacte con nosotros!