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Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra (Suiza), ubicada en el histórico Palais des Nations.

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Entre otras cuestiones prioritarias, el CMI hace hincapié en el desarme nuclear, basándose en los nuevos principios normativos introducidos por el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, un tratado del que el CMI ha sido un destacado defensor desde hace mucho tiempo. “Si bien es cierto que la invasión rusa de Ucrania ha hecho que la amenaza de una conflagración nuclear vuelva a ocupar un lugar más prominente en la conciencia y el discurso públicos, esta amenaza siempre ha persistido”, reza el texto, observando que los Estados poseedores de armas nucleares se han resistido sistemáticamente a avanzar hacia un desarme nuclear general y completo.

“Tanto desde el punto de vista legal como ético”, afirma el CMI, “es anómalo que, a diferencia de las armas químicas y biológicas, las minas antipersonal y las municiones en racimo, las armas nucleares, que son las armas de destrucción masiva más indiscriminadas creadas por los seres humanos, no estén prohibidas de forma general y universal”. El CMI insta a que la Nueva Agenda para la Paz se base en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares a fin de acelerar los progresos “hacia la eliminación de esta categoría de armas tan moralmente atroz”.

El texto del CMI también indica que los años transcurridos desde la publicación en 1992 del Programa de Paz de la ONU se han visto marcados trágica e indeleblemente por el fenómeno del extremismo y la violencia de inspiración religiosa, y los conflictos en torno a la identidad religiosa. “En situaciones donde la discriminación religiosa queda reflejada en el acceso oficial o práctico a los derechos de ciudadanía, los riesgos de este tipo de violencia aumentan considerablemente”, se afirma en el texto. “En estos contextos, la cooperación interreligiosa destinada a prevenir y hacer frente a la violencia, así como a promover la inclusión, la igualdad ciudadana y los derechos fundamentales para todas las personas, es de vital importancia”.

En las aportaciones presentadas, se subraya que, a pesar de que la discriminación y el odio por motivos religiosos han sido factores clave de conflicto, la religión también sigue siendo una importante fuente de resiliencia social. Por consiguiente, el CMI recomienda que la Nueva Agenda para la Paz reconozca “la importancia de colaborar con pacificadores religiosos e interreligiosos a escala nacional en la construcción de una paz sostenible”.

Si bien se suele considerar que las sanciones y las medidas conexas constituyen un medio preferible a la intervención armada para restaurar la paz y la seguridad internacional, en el texto presentado, el CMI observa que las sanciones “a menudo provocan un sufrimiento humano y otras consecuencias al menos igual de graves, y por lo general más extendidas, que el uso de la fuerza armada”. Además, este tipo de medidas suelen fracasar en la consecución de los objetivos declarados. En vista de ello, el CMI propone que se reconsidere a fondo la utilidad de las sanciones, así como sus repercusiones negativas.

Las aportaciones presentadas también ponen de relieve la importancia de la salud mental, el apoyo psicosocial y la superación de traumas a fin de evitar la repetición y la transmisión intergeneracional de los ciclos de violencia e inestabilidad. Recomendando capacitar a los actores religiosos y colaborar con ellos, el CMI afirma que “especialmente en los contextos donde los servicios profesionales de salud mental son insuficientes ante la magnitud de las necesidades, las comunidades y los líderes religiosos locales a menudo son, por defecto, los principales, o potenciales, proveedores de la atención y el apoyo psicosocial”.

Las aportaciones del CMI también adoptan una postura con respecto al vínculo entre las actividades extractivas de recursos y los conflictos. “Creemos que una gestión eficaz de los recursos naturales de una sociedad —en particular con el fin de garantizar una distribución equitativa de los beneficios y un reparto justo de las cargas— debe ser una prioridad no solo de la agenda para el desarrollo sostenible, sino también de la Nueva Agenda para la Paz”, dice el texto. “En este sentido, se debe conceder la debida importancia a las políticas que promueven una distribución equitativa de la riqueza, la inversión pública y un empleo digno”.

La injusticia racial es con frecuencia un factor subyacente de conflicto e inestabilidad. “La persistencia del racismo, la xenofobia y la discriminación que conllevan sigue constituyendo una gran amenaza para la paz en muchas sociedades, cuya importancia va en aumento en algunos contextos”, reza el texto presentado por el CMI. “Por consiguiente, la Nueva Agenda para la Paz debe ayudar a incrementar la visibilidad y los recursos asignados a los mecanismos de la ONU que promueven la justicia racial, e intensificar los llamados a favor del establecimiento de comunidades inclusivas y sostenibles, libres de tal discriminación”.

Aportaciones presentadas por el Consejo Mundial de Iglesias para la Nueva Agenda para la Paz de la ONU (en inglés)

Lo que conduce a la paz: llevar al mundo a la reconciliación y la unidad, declaración de la 11ª Asamblea del CMI

Más información sobre la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales