El seminario fue convocado por el proyecto “El futuro del trabajo – El trabajo después de Laudato si’” y la Comisión Católica Internacional de Migración.
Los participantes discutieron los valores como base para promover la justicia social en el reino del trabajo. Al compartir algunos elementos clave del pensamiento social ecuménico, el Rev. Dr. Kenneth Mtata, director del programa de Testimonio Público y Diaconía del CMI, destacó el significado de los derechos individuales y colectivos: “El trabajo es tanto una empresa individual como colectiva. La justicia social solo se puede realizar cuando los derechos individuales se inscriben en el contexto del trabajo colectivo”.
Mtata también reflexionó sobre la dignidad del trabajo, la justicia y la solidaridad en el lugar de trabajo. “La dignidad y el valor inherentes a cada ser humano en calidad de trabajador es central en el pensamiento social ecuménico. El trabajo ha de considerarse como un medio por el cual las personas pueden expresar las habilidades que Dios les ha dado y contribuir al bienestar de la sociedad”.
Unas condiciones de trabajo justas y equitativas guardan relación con la dignidad del trabajo, “a saber: salarios dignos, lugares de trabajo seguros y saludables, horas de trabajo razonables, el derecho a organizarse y a la negociación colectiva”, sostuvo.
“La idea de solidaridad entre trabajadores alienta la cooperación y el apoyo entre personas y comunidades… y enfatiza la importancia de la unidad a la hora de abordar cuestiones relacionadas con el trabajo abogando por los derechos de todos los trabajadores”, añadió Mtata.
Athena Peralta, ejecutiva del programa de Justicia Económica y Ecológica del CMI, señaló que el mundo del trabajo se ve impactado de manera significativa por la profundización de las policrisis, así como por la rapidez de los desarrollos de la IA y otras tecnologías.
“La pandemia de la COVID-19 generó una recesión global que repercutió negativamente en el empleo y el trabajo del mundo entero, no solo por la pérdida de puestos de trabajo en determinados sectores, sino también en términos de un fuerte aumento del cuidado de personas ya sea remunerado o no, y el trabajo reproductivo social que en su mayoría está a cargo de mujeres. Aunque hoy en día hay signos de recuperación, esta ha sido desigual. Los países de bajos ingresos del Sur global no han vuelto a los niveles de empleo previos a la pandemia”.
Además, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo, los países con sobreendeudamiento están acusando un déficit de puestos de trabajo mucho más alto que el de aquellos que no están en crisis de endeudamiento. “De crisis anteriores hemos aprendido que jóvenes, inmigrantes, trabajadores poco cualificados y trabajadores mayores son los que cargan con el mayor peso de las pérdidas de puestos de trabajo”, afirmó Peralta.
La transición tecnológica en curso plantea grandes desafíos. Un ejemplo de ello es el hecho de que posibilitara la economía de concierto que está consolidando condiciones de trabajo precarias, sobre todo en lo que se refiere al empleo juvenil. “La flexibilidad e independencia de las que podrían disfrutar los trabajadores por encargo, a menudo se logran a expensas de la seguridad laboral”, añadió Peralta.