Las hogueras en las montañas y las alegres celebraciones en las costas de Noruega anuncian la fiesta del solsticio de verano conocida en los últimos siglos como Jonsok (el despertar de Juan), Sankthansaften (víspera de san Juan o festival de san Hans) o la víspera de la fiesta de san Juan Bautista.
Esta celebración del 23 de junio prosperó antes de que adoptara ninguno de estos nombres, con anterioridad a que el cristianismo llegara al norte de Europa. El “festival del fuego” señalaba para los escandinavos paganos uno de los días más largos del año y el cambio drástico del ciclo de vida del sol divino. Se decía que las brujas, los troles y los duendes de los bosques vagaban por la tierra en torno al solsticio de verano, iluminados por el sol de medianoche, mientras se practicaban rituales de fertilidad con abandono.
Tras la llegada de la misión cristiana y la conquista cultural, la costumbre del norte se consagró a las conmemoraciones vinculadas con Juan el Bautista, santo cuya festividad se celebra el 24 de junio. La pérdida progresiva de horas de sol en los siguientes meses de verano y otoño puede haberse relacionado con la afirmación profética del Bautista: “Es necesario que él crezca, y que yo decrezca” (Juan 3:30).
En una transferencia similar de significado mítico, los ritos del solsticio de invierno fueron incorporados como parte de la víspera de la Navidad y la fiesta de la Natividad.
Así que la fecha del 23 de junio se ha celebrado en la religión de la tierra, luego ha sido una festividad cristiana, y cada vez se ve más como una fiesta laica y civil en Noruega y los países vecinos.
Una excursión a las costumbres tradicionales de Noruega
El 23 de junio de 2016, después de que concluyera su segundo día de reuniones en Trondheim (Noruega), los ciento cincuenta miembros del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y otros participantes en la reunión aceptaron gustosamente la invitación del Comité Anfitrión de las iglesias noruegas a participar en esta fiesta tradicional.
El grupo internacional fue conducido a las afueras de Trondheim y los terrenos del Museo Folclórico de Trøndelag, donde subió por las laderas de Sverresborg. Sobre una colina, la antigua fortaleza de Sverresborg, ahora en ruinas, se erige como centinela de los bosques y las vías navegables del dominio vikingo.
Los visitantes del CMI se mezclaron entre las familias noruegas que esperaban que se encendiera la imponente hoguera. Las mujeres y las niñas de la multitud llevaban coronas de flores de finales de la primavera adornando su pelo trenzado. Los muchachos intrépidos recibían advertencias de sus padres por acercarse demasiado al borde de las ruinas de los muros. Una banda tradicional tocaba música folclórica mientras la multitud que esperaba para ver las llamas empezó a animarse con los estribillos familiares y los bailes nacionales.
Un miembro del Comité Central de la tradición ortodoxa bizantina, el deán archimandrita Jack Khalil de la Universidad de Balamand en el Líbano, comentó: “Admiro mucho esta reunión de la comunidad, pues ver a las familias bailar, cantar y tocar música evidencia una sólida vida de comunidad. No vemos a los jóvenes por un lado y a los mayores por otro, sino a familias enteras celebrando juntas. Esto significa que es una comunidad sana. La música nos dice mucho de una sociedad, y están muy felices hoy”.
Por fin, los bomberos encendieron la hoguera, que estaba preparada entre las ruinas de un reducto de piedra y una iglesia luterana de madera roja del siglo XIX. Pronto se alzaron las llamas y el humo blanco subió hacia las nubes.
Todas las tribus y razas
Y la fiesta continuó. El Comité Central fue recibido en la cafetería del museo donde cenó especialidades de la región: rømmegrøt, que es una gacha hecha de crema agria con harina de trigo, mantequilla, canela y azúcar, que se asocia a las fiestas, y carne seca curada y salchichas.
El Rev. Alex Benson Maulana, de la Iglesia de África Central Presbiteriana, dijo durante la cena: “Este día me recuerda que todas las razas y todas las tribus tienen una tradición. Puede que no sean las mismas tradiciones, pero tienen mucho en común”.
“No es algo que tenga que ver con el color”, prosiguió. “Tenemos nuestras tradiciones, y nuestras fiestas que dan sentido a nuestra existencia. Los demás también tienen sus propias tradiciones”, a lo cual, mirando su cuenco de rømmegrøt, añadió: “Y tan a menudo, se comparte una comida especial para que una celebración sea real”.
El fuego y el Espíritu
Visitantes de iglesias de todas las regiones geográficas se pasearon por el parque folclórico, bajo un sol que esa noche apenas se pondría.
“Nunca pensé que vendría a Noruega”, observó la Rev. Dra. Angelique Walker Smith del lobby de ciudadanos de Pan para el Mundo en Washington D. C. y miembro de la Red Ecuménica para el Empoderamiento de las Mujeres Panafricanas (PAWEEN).
“Y aquí estamos, con una hoguera, crema de trigo y niños bailando. ¡Absolutamente fascinante y completamente inesperado! ¡Permanezco abierta al Espíritu, abierta a que el Señor nos acompañe allí donde vayamos!”.
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