Organizado conjuntamente por ONUSIDA, el Plan de emergencia del presidente de los Estados Unidos para el alivio del sida (PEPFAR) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), este encuentro reunió a líderes religiosos, responsables políticos y promotores de la salud para subrayar el papel fundamental que desempeñan las organizaciones religiosas a la hora de mantener el impulso hacia un futuro sin sida.
Los principales ponentes del encuentro, entre los que se encontraban el embajador del PEPFAR, el Dr. John Nkengasong, la directora ejecutiva adjunta de ONUSIDA, Christine Stegling, y la obispa Leah D. Daughtry, prelada presidente de las iglesias Casa del Señor de los Estados Unidos, destacaron la importancia de las asociaciones y la colaboración en un mundo en el que disminuyen los recursos para la prevención y el tratamiento del VIH. “El progreso no significa éxito”, afirmó Nkengasong, poniendo el énfasis en la prevalencia de la vulnerabilidad de los niños al VIH, aun cuando los nuevos avances en el tratamiento brindan esperanza.
Wendy Ramírez, una joven activista hondureña que vive con el VIH, compartió su historia personal de superación del estigma y la discriminación. Mencionó que muchos de los niños y niñas que nacen con el VIH son abandonados por sus familias, subrayando la importancia de la educación y el apoyo a las personas jóvenes que viven con el virus. “Los niños y niñas como yo necesitamos un entorno seguro y propicio para crecer y prosperar. No podemos permitir que el VIH nos arrebate nuestro futuro”, afirmó.
Daughtry hizo un llamado a las comunidades religiosas para que actúen con determinación, e instó a los participantes no solo a dar esperanza, sino también a comprometerse activamente en la respuesta al VIH. “Estamos llamados a ser algo más que voces de esperanza: debemos ser fuerzas de cambio. No basta con reconocer los desafíos; tenemos que actuar, dar un paso al frente y trabajar para garantizar la protección de los niños y niñas contra el VIH, aunque sea empezando por la de uno solo de ellos”, afirmó Daughtry. Su intervención subrayó el papel fundamental de los líderes religiosos en la creación de asociaciones y el fomento de la colaboración, con un renovado interés en dar prioridad a la niñez y transformar el futuro mediante esfuerzos colectivos.
Stegling se hizo eco de este llamado a la acción recordando a los participantes la obligación moral de proteger a las personas más vulnerables: “La muerte de cualquier niño a causa del sida no es solo una tragedia, es una atrocidad. Podemos y debemos hacer más”. Destacó la labor de la Alianza mundial para poner fin al sida infantil, una iniciativa de colaboración liderada por doce naciones africanas que ya ha logrado avances significativos en la reducción de las infecciones pediátricas por VIH.
El encuentro sirvió para recordar la persistente necesidad de un compromiso mundial para poner fin al sida para 2030, en particular mediante inversiones en programas pediátricos contra el VIH. El desayuno concluyó con renovados compromisos de los participantes para mantener los programas mundiales contra el VIH, en particular los centrados en la niñez y sus familias. En todo momento se subrayó la importancia de las organizaciones religiosas en este esfuerzo, ya que los ponentes señalaron el papel que desempeñan desde hace mucho tiempo en la respuesta mundial al VIH mediante su labor de promoción y defensa y de prestación de apoyo y asistencia.
El Consejo Mundial de Iglesias trabaja con distintas comunidades religiosas para reforzar la respuesta conjunta ante las lagunas en materia de VIH pediátrico.
Publicación en el blog: La niñez, el VIH y la iglesia (en inglés)